viernes, 5 de agosto de 2011

Un Vampiro en Maracaibo









Norberto José Olivar



Hace apenas unas pocas horas, alguien me preguntaba : ¿qué te gusta leer más: novelas o cuentos?. No tuve que pensarlo mucho. Sin duda, novelas -respondí. Y...¿cuál autor venezolano te gusta más?, digo... ¿de los recientes?. En realidad en ese momento no supe bien qué responder. Mencioné a Fedosy Santaella y me quedé como en el aire. Esa persona -estimada- procedió a recomendarme a un escritor zuliano llamado Norberto José Olivar. Mencionó (y escribió) dos títulos: Un vampiro en Maracaibo (2008) y La Muerte, aclarándome sobre la dificultad que había en hallar dichos títulos.

De algo me sonaba el nombre de Norberto José Olivar pero nada preciso. Circunstancialmente, mi interlocutora tenía sobre su escritorio la ultima novela de Javier Marías, editada por Anagrama Los enamoramientos. Así supe que ella opinaba sobre el buen manejo literario que hacía Marías sobre las relaciones de pareja y las extrapolaciones que podían hacerse de esos manejos en la vida cotidiana. Yo mencioné que a mi me gustaba su literatura y que había leído unas cuantas de sus novelas así como el Discurso de Marías cuando ganó el Rómulo Gallegos en 1.995.

Por otra parte, yo llevaba en mi cartera una maltrecha edición (1.976) de Paradiso de Lezama Lima, novela que había leído hacía como cinco años y que había quedado en releer. De Lezama siempre he escuchado que  su literatura es difícil. Recordemos que el escritor cubano fue esencialmente poeta y ensayista y creo que sí, ciertamente hay una dificultad para interpretarlo. Ahora que voy casi por la mitad de mi relectura detallada de Paradiso puedo adelantar que no es una novela sencilla pero que ello tiene que ver con las influencias familiares y las particulares vivencias infantiles que tuvo este escritor, lo cual es una especie de hipótesis apresurada, muy poco creativa -lo reconozco-  que hago en este instante. Mi comprensión actual de Paradiso es muchísimo mayor que cinco años atrás. Bueno...

Pero siguiendo con el relato de mi conversa reciente...apenas llegué a mi casa y después de saludar a mis herederos, busqué información sobre Norberto Olivar y entre una cosa y otra, recordé nombres de otros escritores venezolanos recientes que he leído y que me gustan: Eduardo Liendo, Antonieta Madrid, Rodrigo Blanco, Héctor Torres, Karl Krispín...

Seguimos: me topo con las primeras páginas de Un Vampiro en Maracaibo y lo que leí me gustó. Las referencias intertextuales, la coherencia, el tema en sí: en un bar de nombre Irama, dos hombres, Sergio y Francisco esperan a su amigo Ernesto, profesor de Historia de la universidad. Como ambiente de fondo en el bar se escucha una canción de Sandro y está una tele encendida pero en mute y donde el narrador pareciera anunciar el fin del mundo. Nadie le hace caso, cada quien está en lo suyo.                                                
Al poco rato, llega Ernesto. Los tres amigos tienen noches reuniéndose y bebiendo con la finalidad de apoyar a Ernesto quien se ha separado de su esposa (Patricia). Ahora Ernesto vive en un cuchitril (también lo cataloga como una mierda) donde piensa pasará el resto de su vida. Sergio le dice a Ernesto que se va a casar y luego hablan sobre un proyecto que tiene para la universidad llamado "Circuito de representación de lo intangible", sustentado en las teorías de un tal George Hammel (un semiótico visual experto en lo intangible). Ernesto le va haciendo preguntas y Sergio explica que: las condiciones esotéricas del agua facilitan la aparición de espectros y que al estar Maracaibo rodeada de agua pues se convierte en una ciudad de fantasmas. Ello, por otra parte, explicaría la cantidad de iglesias que hay en su casco central. Tales iglesias funcionarían como un dique de contención de fantasmas, demonios, criaturas del mal. Agrega Sergio que la psicometría, como rama auxiliar de la Historia, sería de gran ayuda para registrar las vibraciones generadas por los espectros.
Luego, Ernesto se va a su cuchitril y comienza a reflexionar que en ese cuarto terminarán sus días y que escribiría pues era "...lo único que sé medio hacer y me apetece..." Estas primeras páginas concluyen con unos planteamientos sobre lo peligroso que es escribir novelas, incluso dice: "Y lo mejor que se puede hacer es no leerlas, créanme.". En estas lineas también resaltan unas citas pertenecientes a la canción del grupo Bacilos llamada Guerras pérdidas.


Parecerá extraño lo que escribiré ahora. Esa idea de lo peligroso que puede ser escribir y, en mi caso, leer novelas no me impresiona como algo descabellado. Para nada. Lo he pensado muchas veces. Recuerdo que, durante la conversa mencioné varias novelas del escritor austriaco Thomas Bernhard (todas reseñadas en este blog). Por algún (o algunos) motivo, las novelas de Bernhard me han atraído sobre manera pero no es un autor que recomendaría a alguien que esté deprimido ni mucho menos pues se trata de una novelística con temas recurrentes muy dolorosos. Como muestra cito aquí, el siguiente poema de este apreciado autor:

La flor de mi cólera crece salvaje 
Y cada espiga
Perfora el cielo
De modo que la sangre gotea de mi sol
Aumentando la flor de mi amargura
De esta hierba
Se lavan mis pies
Mi pan
Oh caballero
Flor inútil
En la rueda de la noche se estrangula
La flor de mi caballero del trigo
La flor de mi alma
Mi dios me desprecia
Estoy enfermo de esta flor
Que crece roja en mi cerebro
Sobre mi dolor.


Poema I, de In Hora Mortis. Thomas Bernhard.



Agradezco a la persona con quien mantuve esta conversación por haberla iniciado y la recomendación de Norberto Olivar.

P.D.: ahora sé dónde supe algo de Olvar. Fue en un artículo que leí sobre los finalistas del premio Rómulo Gallegos del presente año, por su novela Cadáver exquisito (2010).


Creo que vale la pena seguir la pista de Norberto Olivar.


Caracas, 5 de agosto de 2011.

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