domingo, 27 de marzo de 2011

Entre cuentos













"Debajo de las nubes avanzaba el mar, más amplio e inmutable que la tierra. Esta nunca parece adueñarse del mar aún en sus bahías. El agua todo lo invade".
Y.M.


En mi escrito anterior, reseñé seis cuentos del extinto escritor Yukio Mishima. Se trató de una muestra pequeña pero bastante significativa de la extraordinaria calidad de este singular escritor. Su producción novelística, cuentística y teatral es extensa.

Del libro de cuentos de Mishima quedaron pendientes Muerte en el Estío, Onnigata y una obra de teatro llamada Dodoji. Debo reiterar que los tres lo que hacen es ratificar el poderoso escritor de cuentos que era Mishima para hablar ahora sólo de este género. Cuando leí Muerte en el Estío recordé uno del también japonés Haruki Murakami llamado El séptimo hombre publicado en su libro de cuentos Sauce ciego, mujer dormida (2008). Me dispongo a hacer referencia a ese cuento y sus posibles similitudes y/o diferencias con Muerte en el Estío:

El séptimo hombre

Un hombre, ya en la cincuentena de su vida, narra una historia a un grupo que bien pudiera tener la finalidad de compartir experiencias muy vívidas. La historia se remonta a cuarenta años atrás cuando El séptimo hombre tenía 10 años y vivía en una ciudad costera con su hermano y padres. K no sólo era su vecino sino su mejor amigo. Eran como hermanos. K tenía una belleza casi femenina, era bondadoso. No obstante, tenía dificultades para hablar y era considerado por algunos como retrasado mental. Otra cualidad resaltante en K era la de pintar. El narrador siempre había pensado que de adulto K sería un pintor famoso.

El día que marca la historia un gran tifón había sido anunciado por radio y todos los habitantes se prepararon lo mejor posible para soportarlo. Después de una primera arremetida vino la calma y nuestro narrador dice que le pidió permiso a su padre para salir y éste se lo concedió advirtiéndole que regresara a la brevedad. Él sale de su casa y se encuentra con K quien, acompañado de su perro, quiere ir con él. Van juntos a la playa y se topan con el espectáculo de miles de árboles arrancados y objetos diversos que seguramente proveían de las profundidades del mar. Repentinamente, él oye un ruido atroz y se percata que viene una ola horrenda. Llama a K (quien se hallaba como a diez metros de él) o cree haberlo hecho pero K se halla como abstraído contemplando algo en la arena. Cree seguir llamando y a su vez corre hacia el rompeolas. Cuando K lo mira y se da cuenta de la ola ya es muy tarde. La ola lo engulle junto con su perro. El narrador menciona que al pasar la ola busca a K pero no lo ve. Sabe que la ola se lo llevó. De seguida, viene otra ola peor que la anterior y él decide hacerle frente. No quiere huir. Pero la ola se detiene antes de llegar a él y describe que, en la cresta de la ola "...vio a K, quien parecía encerrado en una cápsula transparente, flotaba, vuelto hacia un lado el cuerpo de K. Y no sólo eso. K miraba hacia mí y me sonreía... Él me miraba y sonreía. Pero no era una sonrisa normal. La boca de K se abría en una amplia sonrisa maliciosa que se extendía, literalmente, de oreja a oreja. Y su par de frías y congeladas pupilas permanecían fijas en mí. Entonces me tendió la mano derecha. Como si quisiera asírmela y arrastrarme consigo a aquel otro mundo. Por muy poco, su mano no logró agarrar la mía. Luego volvió a esbozar una sonrisa, aún más amplia que la anterior."

Este hecho causó un profundo trauma en El séptimo hombre, caracterizado por pesadillas reiteradas, fobia al mar, incapacidad para entablar relaciones personales (no llega a vivir con ninguna persona y mucho menos se casa). Termina narrando que regresó a su pueblo y estuvo justo en el lugar donde la ola se llevó a K y, de alguna manera, se replantea las cosas, logrando liberarse de una culpa de años.

Muerte en el Estío

Este cuento relata la experiencia dramática vivida por una joven pareja. Se desarrolla en una playa cercana al extremo sur de la Península de Izu (Japón) llamada A. Beach. Allí sólo existe una hostería - Eirakuso- donde alquilan casas. Tomoko Ikuta va a pasar unos días con sus tres hijos, Kiyoo, Keiko y Katsuo de 6, 5 y 3 años respectivamente. También va con ellos, la cuñada de Tomoko, llamada Yasue quien era una mujer bondadosa, no era fea, se había quedado soltera y había venido a Tokio para ayudar a Tomoko a cuidar a sus sobrinos y colaborar con las tareas del hogar. Además, Yasue hacía un curso de corte y confección y cosía ropa para Tomoko y los niños y para sí misma. El esposo de Tomoko y hermano de Yasue se llamaba Masaru, de 35 años y trabajaba en una compañía norteamericana devengando una remuneración excelente. Masaru no había ido con su familia a la playa.

Una tarde, Tomoko decide tomar una siesta, mientras Yasue y los niños se van a la playa. En un momento dado, Kiyoo y Keiko, quienes jugaban haciendo castillos de arena, se meten en el agua y Yasue se queda con Katsuo. Ve a los niños y les grita que regresen, que vengan a jugar con su hermano menor. De pronto, no ve a los niños pero sí  el traje de baño de Kiyoo. Yasue corre hacia la playa y súbitamente cae al agua fulminada por un infarto. Alguien la ve y acude en su auxilio. Llegan otros. La sacan del agua y se dan cuenta que su pulso es prácticamente imperceptible. Katsuo mira aterrado hacia el mar. Llaman al gerente de la hostería y llevan a Yasue hacia allá y a Katsuo. El gerente avisa a Tomoko quien se desespera al ver a Yasue inconsciente, siendo sometida a maniobras de reanimación. Pregunta por sus hijos y le responden que está bien. Cuatro horas después se convencen que Yasue está muerta y cuando Tomoko vuelve a preguntar por sus hijos le dicen que el niño está bien. Ella agrega, ¿los tres?. Todos se ven las caras y Tomoko empieza a correr hacia la playa. Increíblemente, nadie se había percatado de la ausencia de los dos niños. La desesperación de Tomoko es infinita. Le envía un telegrama a su esposo donde le informa que Yasue está muerta y Kiyoo y Keiko desaparecidos. Masura va, de inmediato, para A Beach. Cuando llega, Tomoko dice que fue su culpa. Los cuerpos de los niños aparecen al día siguiente.

Luego de los catorce días de ceremonias fúnebres, la vida de Tomoko y Masaru parece volver a la "normalidad". Tomoko, muy triste y muy culpabilizada queda con terror tanto hacia las playas como por las montañas y la sola palabra "verano" le traía pensamientos obsesivos de muerte. Tenía pesadillas recurrentes hasta que un día no aparecieron cuando pasó la primera noche (después de las muertes) asaltada por breves y placenteras ensoñaciones.

Después transcurrieron 49 días de oficios religiosos. Masaru compró un terreno en el cementerio de Tama y fue a verlo con Tomoko y Katsuo. Estando allí, Tomoko tuvo los siguientes pensamientos: 



"Que un chico se ahogara en el océano no era completamente imposible. Incluso a nadie se le hubiera ocurrido ponerlo en duda. En cambio, el tratarse de tres personas hasta parecía ridículo. Aún diez mil personas hubieran constituido una cifra absurda...Una muerte era siempre algo tan grave y solemne como un millón de muertes. El leve exceso era lo diferente.". Tomoko también padece una serie de ilusiones, tales como: cuando iba saliendo del vagón del tren que los llevaría al cementerio, quiso devolverse pensando que Kiyoo y Keiko se habían quedado adentro; al comprarle un juguete a Katsuo (que se había convertido en el centro de toda su atención y por cuya presencia agradeció no haberse suicidado) se vio buscando algo que comprarle a sus dos mayores hijos que se habían "quedado en casa". 
Tiempo después Tomoko queda embarazada situación que para nada estaba en sus planes ni en los de Masura, no obstante, ese embarazo le despierta una fuerza particular pensando en que debía salvaguardar el mundo interior de su hijo nonato. El nuevo embarazo pareció haber "... trazado una línea divisoria con los recuerdos..." de la pérdida de sus hijos. Tomoko experimenta, por vez primera, la fuerza para admitir "...que su dolor había terminado. No hizo sino reconocer un hecho concreto."

En Muerte en el Estío hay una serie de frases pensadas por Tomoko que me parecen dignas de resaltar: "...es difícil interpretar los hechos cuando están aún a nuestro alcance. El entendimiento llega más tarde. Es entonces cuando se analizan las emociones; se efectúan las deducciones y todo tiene una posible explicación. Mirando atrás...no podía sino sentirse insatisfecha frente a sus desubicados sentimientos. No cabían dudas de que el descontento permanecería en su corazón durante un lapso mucho más prolongado que el dolor mismo. Pero no era posible volver atrás e intentarlo todo de nuevo". 



Agrega el narrador: "Aún cuando no hubiera alcanzado el verdadero olvido, algo cubría el dolor de Tomoko como fina capa de hielo sobre un lago. Podría quebrarse ocasionalmente, pero, durante la noche, volvería a formarse de nuevo. El olvido llegó, inadvertidamente, cuando nadie lo esperaba. Logró filtrarse por un ínfimo intersticio e invadió el organismo como un germen insensible, abriéndose paso lenta pero seguramente. Tomoko atravesaba inconscientes presiones como cuando uno se resiste en sueños. Rechazaba el olvido y se decía que aquél provenía de la fuerza transmitida por el nuevo hijo que había concebido. Pero el niño sólo ayudaba."

Tomoko tiene una niña a quien llaman Momoko y cercano a cumplirse dos años de la muerte de sus hijos y de Yasue, Tomoko le pide a Masaru que vayan a A Beach. Él no quiere, no entiende por qué ella quiere regresar allá. Tomoko logra convencerlo y en un momento que están frente al sitio de las muertes, Tomoko se queda mirando fijamente hacia la playa y Masaru aprieta fuertemente la mano de Katsuo. ¿Qué pensaría Tomoko en ese instante?. Querría también morir?. ¿Se estaría despidiendo definitivamente de sus hijos?.

Pienso que el cuento de Murakami y el de Mishima tienen puntos en común más allá de lo obvio. Resalta cierta "serenidad" ante la muerte o, tal vez, en la forma como se expresa la pena y la búsqueda de una especie de despedida con esos seres fallecidos (¿o su reencuentro?) Ambos me impresionan dramáticos y de una excelencia narrativa incuestionable.

Caracas, 30 de marzo de 2011.

jueves, 24 de marzo de 2011

Seis cuentos de Yukio Mishima





Ojeando la biblioteca de una amiga, me topo con un libro de Yukio Mishima, (Tokio, 14/1/1925- 25/11/1970) titulado Muerte en el Estío y otros cuentos. Está editado por Monte Ávila, en el año de 1.969 y sus páginas parecen a punto de deshacerse. Son 42 años -pienso. Lo pido prestado. He leído varias novelas del escritor japonés, suficientes como para declarar su gran calidad narrativa y literaria. Sus cuentos son realmente excelentes. Reseño ahora sólo 6 aunque son 8 más una obra de teatro.

"El corazón humano es sorprendentemente mudable."
Y.M.


Los pañales

Relata la historia de una joven pareja, en la cual él era un actor muy agraciado y bastante superficial y ella una joven, Toshiko, extremadamente sensible y etérea. Tenían un hijo recién nacido. Habían tenido una experiencia que a ella había impactado mucho. Resulta que un día contrataron a una mujer para que cuidara a su hijo mientras ellos salían. La mujer, parecía muy gorda y ninguno de la pareja se percató que lo que tenía era un embarazo avanzado. De hecho, la mujer pare en el suelo del cuarto del hijo. El esposo de Toshiko lo que hace es quitar rápidamente la lujosa alfombra y coloca una manta en el piso. El recién nacido es cubierto con papeles de periódico. Toshiko, en un momento que su esposo no la ve, le quita los periódicos y lo cubre con una franela de su hijo y coloca al niño en un sillón. Lo cierto es que para el esposo de Toshiko la historia le resulta cómica mientras que en ella deja una profunda huella pensando que la forma como nació el niño le augura un destino muy infeliz y que, probablemente dentro de veinte años se encontraría con su propio hijo (educado y refinado) y lo mataría de una puñalada. Otra noche que Toshiko y su esposo salieron, éste la envió de vuelta a casa en un taxi pues a él se le presentó un compromiso "urgente". Toshiko estaba desencantada y mientras iba en el taxi decidió bajarse y caminar un poco llena de pensamientos lúgubres. Llega a un parque y de lejos ve acostado en un banco a un hombre joven, dormido, greñoso cubierto con periódicos. Ella se va acercando y de pronto, el hombre se despierta y la toma violentamente por un brazo. Toshiko pensó que, en ese momento se cumpliría la escena que había visualizado veinte años después y decidió que ella ocuparía el lugar de su hijo.

La perla

La señora Sasaki cumple 43 años y decide celebrarlo muy íntimamente con cuatro amigas. Integraban la sociedad "Guardemos nuestras edades en secreto". La señora Sasaki se coloca un anillo de perla que le combinaba con el color de su vestido. Llegan sus amigas, las señoras Azuma, Kasuga (grandes amigas), Yamamoto y Matsumura (no se la llevaban bien) y empiezan a compartir animadamente y de pronto a la señora Sasaki se le sale la perla del anillo. Para seguir con la reunión lo coloca sobre la mesa donde está la exquisita torta y se quita el aro.
Después de repartir la torta y hallándose todas comiendo su trozo, la señora Sasaki se recuerda de la perla y se dirige a la mesa pero no la encuentra. Se pone a buscarla desenfrenadamente. Sus amigas le preguntan qué ocurre y a ella no le queda más que contar lo que sucede. Se crea así un ambiente extraño y, de pronto, la señora Azuma dice que ella se lo tragó accidentalmente y la reunión prosigue como si nada.

Al terminar la reunión, la señora Azuma y Kasuga se marchan juntas en el carro de la primera y las señoras Yamamoto y Matsamura en un taxi. Se desarrolla así las siguientes conversaciones: la señora Azuma le dice a Kasuga que sabe que ella se tragó la perla pero que había dicho que era ella para no hacerla pasar un mal momento. Kasuga piensa que ella no se la tragó pero que ha podido haber sucedido y que de ser así, la señora Azuma se echaba la pena pública de que se pensara que en uno ó dos días la evacuaría. Kasuga, quien era una mujer bastante tímida decide que esto no puede quedarse así y que lo mejor será comprar una perla y devolverla ese mismo día. Por otro lado, en el taxi, cuando la señora Matsamura abre su bolso para retocarse, ve la perla en el fondo de su cartera, se asombra sobremanera pero decide no mencionar el hecho a la señora Yamamoto quien, en ese momento miraba a través de la ventana. La señora Matsamura, mujer de indudable conciencia moral piensa que se halla en una situación embarazosa. Decide bajarse del taxi y comprar una perla y devolverla a la señora Sasaki. Lo hace y llama a la señora Yamamoto, quien ya había llegado a su casa para que la acompañe a devolverla. La señora Yamamoto se queda desconcertada pero la acompaña. Ellas llegan primero a casa de la señora Sasaki. La señora Matsamura le dice que encontró la perla en el bolsillo de su chaqueta. La señora Sasaki la acepta y luego se da cuenta de que es muy grande para el anillo. Una hora más tarde llegan la señoras Kasuga y Azuma y la primera le dice a la señora Sasaki que se encontró la perla entre los pliegues de su faja. La señora Sasaki la acepta sin mencionar la visita anterior y se da cuenta que es muy pequeña para el anillo pero opta por no mencionar nada al respecto.

Este cuento, narrado en el mejor estilo kafkiano, pone en evidencia las singularidades de la condición humana. Resulta que la Sra. Azuma realmente pensó que su amiga Kasuga se había tragado la perla pues, por un instante le vio un semblante que le hizo pensar eso. Azuma pretende quedar como "muy buena" ante Kasuga y, no obstante, deja que la señora Kasuga haga el gasto de comprar la perla.

La señora Matsamura, reflexionando sobre los acontecimientos de la reunión se percató que ella no había abierto su bolso en ningún momento de la reunión y llegó a la conclusión que sólo la señora Yamamoto podía haberlo hecho conociendo ella a sus otras amigas. La señora Matsamura va a casa de la Yamamoto y la confronta. Efectivamente fue la señora Yamamoto quien encontró la perla y la puso en el bolso de Matsamura. En su reclamo Matsamura la increpa sobre su actitud y Yamamoto le dice: tú tampoco eres sincera. No me dijiste en el taxi que habías encontrado la perla. Yo la vi a través del reflejo del cristal de la ventana. La señora Yamamoto empieza a llorar viéndose descubierta por Matsamura y de repente la señora Yamamoto toma la perla que la señora Matsamura había dejado sobre la mesa y se la traga con un té de Ceilán que se había servido y que ya estaba frío.

Lo cierto es que, finalmente, la vieja y sólida amistad de las señoras Azuma y Kasuga queda resentida, mientras que las señoras Matsamura y Yamamoto lloraron juntas, entrelazaron sus dedos y juraron ser las mejores amigas. Por su parte la señora Sasaki mandó a arreglar el aro de su anillo para que le pudieran colocar dos perlas y nunca dijo nada al respecto.

El termo o el miedo que indica la filiación sanguínea.

Este cuento trata sobre un joven empresario japonés -Kawase- que tuvo que viajar a Los Ángeles por seis meses por razones de trabajo y que decidió quedarse unos días más en San Francisco. Estaba casado con Kimiko y tenían un hijo pequeño de nombre Shigeru.
Estando en su hotel, decide leer, por enésima vez, una carta que Kimiko le había enviado. Ella le menciona que Shigeru le tiene miedo a los termos y que, tal vez sea por el ruido que hacen "...el termo pierde aire alrededor del corcho y hace ruidos como si fuera un anciano quejoso." Luego de releer la carta, Kawase sale del hotel para caminar un poco y se encuentra repentinamente con una mujer que parece reconocerlo. La mujer va con una niña como de cinco ó seis años. Él no la identifica al instante aunque sabe que es japonesa a pesar de su vestimenta muy a la moda occidental. La recuerda, se trata de una geisha con la que años atrás había tenido una relación bastante intensa. Asaka (o Perfume Tenue -su nombre como geisha) se encontraba en San Francisco pues su "protector" iba a montar allí un restaurante japonés y ella sería la encargada.

Kawase, Asaka y su hija Hamako van a tomar algo y Kawase evoca los momentos que había vivido con ella y el por qué habían dejado de verse. A Kawase le cae bien la niña y van juntos a dar un paseo en un trolley. Durante las reminiscencias de Kawase, él recuerda que Asaka le había dicho: "Creo que voy a tener un hijo. Un hijo tuyo". Posterior a esa confesión no habían vuelto a verse. Pronto, Asaka le comenta que cuando Hamako estaba pequeña le tenía miedo a los termos. Kasawe quedó muy impresionado de ese comentario e hizo que Asaka se lo repitiera. Ella dijo: "Lo que sucede es que cuando Hamako tenía año y medio, le aterrorizaban los termos. Cuando contienen té producen un ruido burbujeante muy especial alrededor del corcho que la paralizaba de miedo. Kasawe agregó: " -Los niños se asustan de las cosas más inverosímiles."

Kasawe regresa a Japón. Kimiko, Shigeru y varios empleados de su empresa lo reciben en el aeropuerto. Kasawe ve a Kimiko contenta y eso le resulta molesto. Llegan a casa y se da una celebración por su llegada. Shigeru se está durmiendo y Kimiko lo lleva a acostar. Kasawe recuerda lo del miedo a los termos y le dice a Kimiko que lo busque y que traiga a Shigeru. Ella le dice que está dormido ya y ante su insistencia uno de los compañeros de trabajo le reitera lo mismo (Kasawe siente celos en ese momento). Finaliza la reunión hacia la una de la mañana. Kimiko está lavando la vajilla. Kasawe se acerca y le dice que por qué no hizo lo que le pedía. Ella responde que el termo se rompió. ¿Quién lo rompió? -pregunta él. Ella, en forma muy tímida le responde: fuí yo. A Kasawe le vino a la memoria, con claridad absoluta que él, de pequeño, le tenía miedo a los termos. Así, deducimos que Hamako también era su hija.


Patriotismo

Este cuento que Mishima tituló Patriotismo bien ha podido ser llamado por muchos, Locura compartida, Amor Sublime o Un Seppuku perfectamente descrito. En cualquier caso, los antecedentes culturales y ancestrales del pueblo japonés habrán de ser tomados en cuenta. En Patriotismo se narra una historia acaecida el 28 de febrero de 1.936 cuando el teniente Shinji Takeyama, del Batallón de Transportes, de 31 años de edad se suicida junto con su esposa Reiko, de veintitrés años.

Shinji y Reiko habían contraído matrimonio dieciocho meses antes. Se habían casado muy enamorados y sus relaciones íntimas eran muy satisfactorias lo que no hacia más que unirlos cada día. La primera noche de bodas, Shinji le habló a Reiko sobre sus responsabilidades y compromisos como militar. Ella comprendió.

El 26 de febrero del mismo año, se dio una rebelión militar donde estaban involucrados varios compañeros de armas y amigos de Shinji. Él fue comisionado para llevar a cabo la orden de fusilamiento de sus compañeros que ya habían sido capturados. Este hecho y el impacto moral que significó para él el hecho de ver enfrentados a compañeros de las Fuerzas Imperiales, constituyeron suficientes razones para decidir suicidarse practicándose el llamdo seppuku. Shinji habló con Reiko sobre su plan y ella manifestó estar de acuerdo. Juntos, serenamente, realizaron los preparativos. Shinji quería suicidarse él primero y que ella lo siguiera después. Así lo hicieron, no sin antes escribir sus respectivas cartas de despedida. La de Shinji contenía una sola frase: "¡Vivan las Fuerzas Imperiales!". La de Reiko: imploraba el perdón de sus padres por precederlos en el camino a la tumba y concluía con "Ha llegado el día para la mujer de un soldado".

Shinji se realiza el seppuku con su sable y Reiko con un puñal que tenía. Realmente Mishima no deja, en Patriotismo, espacio para el despliegue de la imaginación. Su descripción es precisa y detallada. Auténticamente dramática. Recordemos que el seppuku fue la forma que eligió para morir Mishima.


El Sacerdote y su amor

Cuento pleno de hermosura, narra la historia de un anciano Sacerdote del Templo de Shiga. Sabio asceta de gran virtud, quien, en las postrimerías de su vida, habiendo abandonado el Mundo Fluctuante y a punto de alcanzar la llamada Tierra Pura(según las enseñanzas de Buda) se enamora de una dama de la Corte del Distrito Kyögoku, que ostentaba el título de Gran Concubina Imperial.

El Sacerdote, tras años de meditación pensaba que "el mundo era un montón de basura" y que "Los placeres no eran sino sueños vacíos", sentía "...piedad por los hombres que aún habitan el mundo de las desilusiones y se sacuden en las olas del deseo carnal."

El Sacerdote, para quien las mujeres sólo eran meros seres materiales, cae en un intenso conflicto moral y religioso ante un sentimiento que lo deja literalmente petrificado; que lo hace pensar que el mundo se ha vengado de él con saña terrible; que todo cuanto había creído inexpugnable se derrumbaba frente a él. Se dedica así a orar pero las sombras opacas de los pensamientos impuros caían sobre él; tiene la sensación de haber sido sumergido en un veneno sutil y poderoso que había alterado su espíritu; pensaba que en el momento de haber visto, por casualidad, a aquella dama, algo oculto y al acecho en su interior se había revelado finalmente y que eso era el propio mundo.

Por otra parte, la dama en cuestión, se había dado cuenta de los efectos que había causado sobre el anciano y se sintió halagada en especial porque se trataba de un hombre de virtud conocida, no obstante, pronto lo olvidó hasta que a sus oídos llegaron los comentarios sobre el estado en que se encontraba el Sacerdote. Por supuesto que para ella nada podía haber entre ellos. Ella, desde hacia mucho tiempo se mantenía alejada de las tentaciones de muchos de los hombres que la rodeaban y también de los placeres materiales que, por otro lado había disfrutado ampliamente. Su objetivo era también poder llegar a la llamada Tierra Pura.

El Sacerdote optó por meditar y concentrarse en: la Contemplación del Crisantemo; en la del Aspecto Total, en la contemplación de las Partes, sin embargo, no lograba sacar a la dama de su mente. Decidió, entonces, hacer lo contrario, es decir, escogió la dispersión como alternativa. Así, empezó a ver a la dama como Buda, con un creciente esplendor pero distante e imposible. Asume su adoración como una forma sin mácula, lo que le permite ver la Tierra Pura. El Sacerdote piensa que es importante que vea a la dama para declararle su amor y librarse de pensamientos impuros que lo atan al mundo. El anciano se dirige a la casa de la dama y se queda parado en su jardín con la esperanza de que ella lo vea y lo reciba. Está agotado y se apoya dificultosamente en su bastón. La dama lo ve pero no piensa en recibirlo sino que desea que se vaya y que es cuestión de hacerlo esperar.Ella se dice que el amor del anciano es unilateral, que no tiene nada que ver con ella.

Transcurre un día y el Sacerdote sigue allí. La dama se aterroriza al ver la profunda tristeza que baña el rostro del anciano y teme que con su actitud vaya ella a terminar en el Infierno. Pide que le digan que se arrodille en su ventana. El Sacerdote lo hace y comienza a llorar. "Entonces, en la semipenumbra del amanecer, una blanca mano emergió dulcemente del postigo. El Sacerdote... la tomó entre las suyas y se la llevó a la frente y a las mejillas...La Gran Concubina Imperial...tocó unos dedos extrañamente fríos...sintió algo húmedo y tibio...Cuando los pálidos reflejos de la luz matutina comenzaron a iluminarla a través del postigo, la ferviente fe de la dama le infundió una maravillosa inspiración. No dudó ni por un instante de que aquella mano era la de Buda.". Ante ella surgió la visión de la Tierra Pura y pensó que podía aceptar el amor del Sacerdote. Esperó a que el anciano le pidiera abrir el postigo pero no fue así. Él no dijo nada, no pidió nada. Se fue. Poco tiempo después falleció y la dama, al enterarse se dedicó a copiar en rollos, con una hermosa letra, el pensamiento de los Sutras (cada uno de los textos que reúnen, a veces en forma de aforismos cortos, las reglas del ritual y de la moral y las prescripciones relativas a la vida cotidiana, según el brahmanismo y el budismo).

Los siete puentes

Aquí se narra la historia de 3 geishas: Koyumi de 42 años. Regordeta. Usaba un Kimono estampado de hojas negras; Kanako, de 22 años. Buena bailarina. No tenía protector. Usaba un kimono de remolinos azules sobre un fondo blanco y Masako, de 22 años. Usaba un kimono de tréboles que, según la tradición era usado cuando se deseaba tener un hijo. Esa noche que se reunieron habían acordado cruzar siete puentes, guiadas por Koyumi, para que sus deseos se realizaran. Una condición esencial era que durante el trayecto no podían hablar, de hacerlo, automáticamente ya no se cumpliría el deseo de quien lo hacia. También iban acompañadas por una sirvienta de Masako llamada Mina. A Masako no le agradaba Mina pero no tenía más opción que ésta les acompañara así que le explicó lo que harían y que también podía pedir su deseo. Las tres geishas y Mina empezaron el recorrido: El primer puente era el Miyoshi(que valía por dos debido a du disposición); el tercero, el Tsukiji. Antes de cruzar este, Kanaro empezó a sentir un dolor abdominal terrible y tuvo que irse sin poder explicar nada a sus compañeras; el cuarto fue el puente Irifuna; el quinto el Akatsuki: aquí se toparon con una vieja geisha que reconoció a Koyumi y a esta le fue inevitable responderle. Masako siguió adelante, seguida de Mina, pero estaba preocupada porque no sabía bien el camino para pasar los otros puentes. Lograron llegar al sexto, llamado el Sakai. Cuando Masako vislumbró el séptimo, el Bizen, empezó a apurar el paso. Se topó con un policía que le pareció que tenía una actitud sospechosa. Así que empezó a correr desesperada pero el policía la detuvo. Así que la única que pasó los siete puentes fue Mina. Todo esto amargó mucho a Masako quien no cesaba de preguntarle a Mina que cuál había sido su deseo y esta no le respondía. La última vez que lo hizo, Masako pellizcó a Mina en el hombro con sus uñas bien afiladas y "La piel elástica y pesada repelió las uñas. Los dedos de Masako quedaron insensibles y ya no supo qué hacer con su mano."

viernes, 18 de marzo de 2011

El único Nobel de Literatura búlgaro

A mi padre Stefan Kancev Yordanova.



La escogencia de un libro o de un autor específico para leer, está influenciada por muchos factores. Desde un recuerdo, un comentario, la recomendación precisa, el azar, una portada, un título atrayente, el costo del mismo y hasta el estado emocional del sujeto lector. Por ejemplo, hace unos 8 ó 9 años, recuerdo haber visto en una agenda literaria que me fue obsequiada -por mi primera y querida sobrina Cary-los nombres y caricaturas de los premios Nobel de Literatura hasta el año 2002. En una rápida revisión y mientras agradecía tal regalo, me fijé en la caricatura de un hombre ya anciano, con abundante cabello, de bigotes, con gruesos lentes de carey, ojos pequeños y de dura mirada. Al leer la información que se mostraba sobre él, leí: Elías Canetti, nacido en Bulgaria, premio Nobel 1.981. Ignoraba que algún búlgaro lo hubiese ganado. De inmediato evoqué a mi padre que nació en Stara Zagora, Bulgaria, país en el cual vivió buena parte de su juventud. Bulgaria por lo tanto forma parte de mí aunque hasta la fecha nunca haya pisado suelo búlgaro.

Así, comencé a buscar información sobre Canetti: nació en Rustschuk (hoy en día Ruse) Bulgaria, el 25 de julio de 1.905 y falleció en Zúrich, el 14 de agosto de 1.994. Una única novela, titulada Auto de fe (1.936). Masa y Poder que escribió entre 1.938 y 1.960, considerada su obra cumbre, en donde la muerte, el poder, las emociones de la masa y del individuo, lo que el hombre es con otros y lo qué es sólo, constituyen temas fundamentales. Además Canetti escribió una serie de libros autobiográficos e innumerables cartas, ensayos y obras de teatro, muchas de ellas aún inéditas. Destaca igualmente El otro proceso de Kafka (Cartas a Felice), cuya exposición analítica es considerada insuperable por diversos críticos. Es conocido que Canetti dejó establecido que gran parte de su obra únicamente podía publicarse después del año 2.024. ¿Celoso de su obra?, ¿por qué tal disposición?.

Decidí empezar por su autobiografía. Sucesivamente leí y disfruté, La lengua salvada, La antorcha al oído y Juegos de ojos.. Canetti narra en ellos desde su infancia, su primer idioma (el ladino) producto de sus antepasados sefardíes (y, por supuesto, el búlgaro), los gustos literarios de sus padres que conversaban sus asuntos privados en alemán. Al aparecer, ello fue determinante para que Canetti aprendiera dicho idioma e incluso lo adoptara como su idioma literario. La familia Canetti emigra, teniendo Elías 6 años, a Inglaterra donde intespectivamente fallece su padre, quedando la madre viuda con tres hijos. Esta muerte dejó profundas huellas en su vida, en buena medida porque el niño asume la postura del padre ante la madre, actitud que la madre valida. Desde niño Canetti exhibe un carácter introvertido y gran afición por los libros, la lectura y por el saber en general, afición muy estimulada por su madre. Luego, la familia se traslada a Viena. Canetti estudia química, profesión que nunca ejerce.

Durante su juventud, el mundo intelectual vienés y alemán marcan su vida. Podríamos afirmar que todas sus relaciones estaban definidas por lo intelectual. Conoce y trata a figuras descollantes de la época como a: Karl Kraus que había fundado la revista La Antoncha (Canetti siente verdadera pasión por la inteligencia y por lo que pudiéramos llamar el poder de sugestión intelectual de Kraus); Robert Musil, Thomas Mann, Hermann Broch, a Kafka, a la hija de Mahler y muchos otros. No obstante, la amistad, ese sentimiento que algunos consideran superior al amor, siempre estaba en segundo plano. En un segundo plano en relación al conocimiento o a cualquiera experiencia artística, especialmente la literatura. Resulta notorio que la referencia a alguna experiencia amorosa en estos tres libros es practicamente nula. Es cierto que relata el encuentro con la mujer que fue su primera esposa, Veza. También tuvo varias amantes y al morir Veza, a la cual dedica todos sus libros (al menos todos los que he leído), se casa otra vez y tiene una hija. Sin embargo, la esfera íntima de su vida luce muy relegada.

Debo decir que la escritura de Canetti expuesta en estos libros me resulta atractiva, rigurosa. En especial ese amor al saber. Lo anterior no es óbice para dejar de percibir una personalidad huraña, solitaria, egocéntrica y hasta, por momentos, muy despótica.

Leo Auto de fe. En el prólogo, el mismo Canetti acota: "...mis amigos dicen que mi libro es insoportable." y, es cierto -pienso yo. En muchos instantes, se hace cuesta arriba tolerar la historia de Peter Kien, un erudito consagrado y experto en filosofía china. Kien vivía sólo y, literalmente padecía de misantropía. Toda, absolutamente toda su vida giraba alrededor de los libros, de la ciencia, de la escritura de ensayos que eran muy reconocidos. Kien poseía una biblioteca con 25 mil ejemplares a los que rendía una especie de culto irracional: no toleraba el polvo, no toleraba que alguno se cayera al piso. Cero relación familiar y con sus vecinos. Misógino, sí, más aún, cuando la mujer con que se topara careciera de formación intelectual. Para Kien la mujer no era nadie.

Al final de la novela, Kien muere en el incendio de su biblioteca que él mismo provocó. Está claro que su salud mental dejaba mucho que desear.

La lectura de Auto de fe, me ha llevado a reflexionar sobre lo que podríamos llamar, la irracionalidad de la actividad que anula la relación del sujeto con el mundo exterior y hasta consigo mismo en la medida que los sentimientos de relación inherentes a todo ser humano resultan soslayados por la idolatría al saber por el saber que llegan hasta el rechazo, hasta la consideración inconsciente de la inexistencia del Otro.

Me surge otra interrogante: ¿hasta qué punto podríamos hacer un paralelismo entre el autor y su obra?. Canetti tenía mucho de Peter Kien. Sus libros autobiográficos así lo confirman, además de su vida ermitaña que se intensificó después de haber recibido el Nobel. Canetti fue un crítico feroz, sobre todo cuando sus escritos no recibían la atención y el interés que él esperaba. La mayoría de sus relaciones extramatrimoniales terminaron en un odio feroz por la amante de turno.

Para darnos una idea del amor y de la dedicación intelectual de Canetti, cito el siguiente pensamiento suyo: "Ser mejor sólo quiere decir: llegar a conocer mejor. Sin embargo, debe de ser un conocimiento que no nos dé tregua, que nos acose siempre. Es mortal un conocimiento que nos vaya aplacando."

miércoles, 16 de marzo de 2011

Recordando a David Foster Wallace



"Por sus frutos los conoceréis". Mateo 7.16


Elena estaba sentada en el banco anaranjado. En realidad, todos los bancos eran anaranjados. El día había caído sin que ella se percatara. Las sombras del anochecer, los restos de un día nublado y lluvioso, la gente a su alrededor.

Sentada al aire libre (nada libre, por cierto) a cada rato herido por el sonido de una canción local, el de los vehículos -motos y carros-, también las voces de las personas y sus risas exentas de timidez. Ella lo miraba caer al igual que su ánimo iba aterrizando paulatinamente en el subsuelo. Además tenía frío por un tiempo que no se entendía. Había dejado su abrigo en casa. La joven que se hallaba sentada como a dos metros de ella, movía nerviosamente su pie y marcaba una y otra vez las teclas de su teléfono celular.

Elena había encontrado ese día tres cuentos de David Foster Wallace. En un primer momento creyó haber tenido mucha suerte, como si de haber descubierto un tesoro se tratara pero, al iniciar su lectura se dio cuenta que ya los había leído. Al menos pudo evocar que David Foster era un escritor intenso, psicológicamente intenso que ponía de manifiesto su irreverencia ante la vida, ante la discordancia entre la teoría de los valores y su vergonzoso incumplimiento en la práctica, ante la cotidianidad plagada de rutina y además, cosa tal vez curiosa de decir y de escribir, David Foster no sólo había sido un excelentísimo escritor sino que ella tenía la convicción de que él había sido una buena persona. Una muy buena persona a la que jamás se le hubiese ocurrido pronunciar la frase "sólo temo o sólo me importa el juicio final de Dios". Pienso que él hubiera reído con todas las ganas de que era capaz. A su vez, raudo y veloz hubiera escrito una especie de apología sobre tan patética frase. En la misma precisaría que no nos fuésemos a creer que nada importaba como nos comportáramos en esta vida, en el día a día, el mal que pudiéramos hacerle a otros, vagando como reyes individuales inmersos en una soberana estupidez. Sin reflexión alguna sobre lo sumergidos que estábamos en nuestro propio yo, en nuestras ideas y pensamientos, en nuestro profundo egoísmo. "Viviendo" sin ser capaces de recoger los vidrios rotos que dejamos tras nosotros después de un mal acto. Creo que él no hubiera dudado de la existencia ni del Paraíso ni del Averno -como llamó Dante al Infierno. No. Su relato versaría sobre la poca significación que damos a las consecuencias de nuestros actos en lo que parece ser un mundo inferior. Fustigaría con su escribir poderoso la posición de que al final lo importante es arrepentirse y nuestros pecados serían perdonados y punto. De allí directo al Paraíso en el X 49A, el avión más veloz del mundo.

Foster haría la recomendación precisa de que leyeran Fedón o de la inmortalidad del alma, diálogo recogido por Platón, en el cual se narra el último día en la vida del gran Sócrates, los argumentos que el mismo esgrime para avalar su idea de la inmortalidad del alma. En un segmento, Sócrates expone los caminos que recorrería el alma al morir el cuerpo. Las alternativas son varias según cómo haya sido el comportamiento del sujeto en esta vida. Foster citaría a "Fedón o de la..." con independencia de verse expuesto a una crítica en su fase de no exitencia. Pero es algo a lo que no haré referencia.

Elena lee los cuentos como si fuese la primera vez. Se trata de un primer cuento donde Foster narra un sueño, sin duda angustioso y deprimente. Otro en el que resalta la moraleja "...no se puede enseñar a cantar a un cerdo." Y el tercero, más largo, titulado Buena gente, en el que se narra la historia de una pareja de novios o ex novios por la situación en la que se hallaban: ella estaba embarazada y él le había propuesto que abortara. Los conflictos religiosos se ponen de relieve en el joven, esperando él que al final ella tomara la decisión de no abortar y que, a su vez, asumiera la responsabilidad de tener y cuidar al niño sola.

David Foster Wallace, considerado como el mejor escritor norteamericano de su generación, falleció a los 46 años, el 12 de septiembre de 2008 en California.

lunes, 7 de marzo de 2011

Un sueño, una fábula, una asociación.




"...la literatura es como un hacha con la que cortamos los mares congelados que llevamos dentro..." F.K.


La niña de cuatro años se despierta. Se levanta bruscamente de la cama. Es una cama de persona adulta.

La niña tiene el cabello negro, corto, su tez es morena pero luce ahora casi blanca como si un gran susto la embargara. Eso es lo que expresa su rostro, susto y angustia a la vez. Lleva una franela blanca, un short amarillo y unas sandalias blancas derruidas.

Hablamos de susto y angustia. Es necesario destacar que Freud diferenció ambos términos. El susto es producido por un hecho sorpresivo mientras que la angustia es causada por algo que el sujeto no sabe qué es (al menos conscientemente).

La niña-mujer, que se supone adulta, la mira levantarse. Observa su angustia y la sigue de cerca, viéndola abrir desesperanzada las puertas de la gran cantidad de habitaciones que están a su alrededor. Hasta ahora, todas las que abre están vacías. La angustia aumenta proporcionalmente en la faz de la niña.

La niña mujer, que se supone adulta, intenta alcanzarla, acunarla para hacerle saber, hacerle sentir que no está sola en este mundo que nos ha correspondido. No lo logra por mucho que apure el paso. Además, la niña mujer, que se supone adulta, no quiere mentir -siempre ha creído que no hay mentiras necesarias-, ella, por igual, está convencida que estamos sólos en este mundo o, al menos cada vez más.

La niña mujer, que se supone adulta, evoca una fábula de Kafka, del año 1.916, titulada "Una pequeña fábula", que alguna vez aprendió de memoria y que dice así:

" ¡Ay! -dijo el ratón- El mundo se hace cada día más pequeño. Al principio era tan grande que le tenía miedo. Corría y corría y por cierto que me alegraba ver esos muros, a diestra y siniestra, en la distancia. Pero esas paredes se estrechan tan rápido que me encuentro en el último cuarto y ahí en el rincón está la trampa sobre la cual debo pasar.
- Todo lo que debes hacer es cambiar de rumbo -dijo el gato...y se lo comió."


La niña mujer, que se supone adulta, piensa que la fábula se ajusta al sueño desesperado de la niña. La fábula expresa un profundo pesimismo y una intensa soledad en un mundo donde parece no haber salidas. El mundo que se estrecha, que se reduce a menos que pretendamos escapar hacia la ingravidez y nadie quiere eso cuando se trata de afianzar los pies sobre la tierra. Sobre esta misma tierra (creo que es el título de una novela de Gallegos).

El sueño y la fábula trata de el hombre sólo, de su yo sólo, desnudo ante un mundo cada vez más plagado de miserias. Las peores son las causadas por el hombre hacia el hombre; a su vez, están las producidas por el hombre hacia sí mismo en una auto agresión nada menos que perversa.

Dicen los entendidos que los grandes relatos (como la fábula antes citada) y los grandes chistes tienen mucho en común en la medida que provocan en el sujeto lector una serie de asociaciones con sólo lo escrito o lo contado, las cuales se expanden súbitamente. Es como cuando quitamos la válvula de escape de una olla de presión largo tiempo hirviendo. O como cuando escuchamos un chiste que provoca una buena risa durante un rato, la cual dura muchísimo más de lo que duró el relato del chiste.

Algunos han llamado a este proceso mental, exformación (aunque no he hallado muchas referencias al respecto).

El sueño se enlaza a la fábula kafkiana y juntas dan como resultado este escrito. Por cierto, Kafka nos habla de una verdad, o de su verdad, como queramos verlo, en forma radical expresada metafóricamente.

Ahora, la niña no sólo abre puertas sino que grita, llamando a esas puertas cada vez más fuerte, llamando y llamando, no sólo deseando que la inviten a entrar, si no también necesitándolo. No sabemos qué pero es lo que siente: esa desesperación total por entrar, por llamar y dar golpes y patadas hasta que una puerta se abre sola y se abre hacia afuera. Resulta que durante todo el tiempo estaba dentro. Durante todo el tiempo estuvo adentro.

jueves, 3 de marzo de 2011

Le square



"Estoy bajo el agua y los latidos de mi corazón producen círculos en la superficie"
M.K.



Una novela de Margarite Duras.

Le square. La hallé en una biblioteca casera en Cumaná. Esta novela corta, de apenas 114 páginas, fue publicada por Biblioteca Breve de bolsillo en 1.956y para nada escapa al estilo de la Duras, caracterizado por una narración y diálogos cortos donde se dice mucho y donde se hace imprescindible la aparición de las imágenes para darle sentido al contenido; narración y descripción de profundo carácter psicológico que muestra la complejidad del ser humano, haciendo énfasis en los sentimientos más cercanos a la tristeza, a la incertidumbre, a la ironía. Está ambientada en una plaza, como lo indica su título. La plaza donde se desarrolla todo el relato, constituía el lugar habitual donde eran llevados los niños, por sus cuidadoras, para que jugasen.

Los personajes son: una muchacha que hace los oficios en una casa de cierta alcurnia. El niño al que cuida llamado Jacques, por cierto, único nombre que se menciona en toda la novela y, un hombre tan joven como la muchacha. Ambos tenían veinte años.

La muchacha y el hombre inician una conversación. Desde su comienzo impresiona que la absoluta protagonista de Le square -que parece simple pero que pienso es mucho más profunda, es la desesperanza solapada.

La joven basa su futuro en que algún día un hombre la ESCOJA para casarse y ser feliz. Está harta del trabajo que realiza pero aún así lo considera como el medio ideal para obtener lo que desea. Ella cree firmemente que se encuentra en el sitio preciso de su vida para esperar a ese hombre.

A ratos, Jacques, que tendría unos siete años, se le acerca a la joven para pedirle, con un aire de autoritarismo, tal o cual cosa y luego sigue jugando.

El joven vive al día, como se dice. Es vendedor ambulante. Lleva una maleta donde carga objetos diversos. Viaja constantemente. Apenas gana para comer.

Ella le habla de su deseo. También le dice que el único instante en que se le va de la mente la idea de casarse, es cuando la misma está vacía de propósitos y ello sucede cuando baila. Le encanta bailar (le encanta, entonces, tener la mente vacía de propósitos). Lo hace en un lugar llamado La Croix-Nivert, a donde concurren personas de su misma condición: sirvientas, chóferes, etc.

El joven la estimula a salir del oficio que realiza que, para la época no está ni catalogado como tal. Pienso de repente que tampoco en la actualidad. En estos años que corren sucede muy parecido por mucho que se quiera "cambiar" esa situación. Están de acuerdo en que es muy importante para las personas conversar, hablar, aunque después quede un vacío insoportable.

Él le relata sobre un país que conoció donde vio el mar azul y los instantes increíbles de una puesta de sol. Pareciera que esos componentes esenciales de la naturaleza, tan cotidianos y por ello, muchas veces olvidados, le hicieron sentirse feliz. En efecto, se sintió feliz, una intensa felicidad para luego caer nuevamente en cuenta que, de alguna manera, acepta la vida que lleva como parte de su sino. En realidad, ha sido su elección de vida a pesar de que él mismo lo ignore.

Acoto ahora que a si mismo está definida la felicidad, no como un estado continuo si no como espigas que crecen velozmente para luego doblegarse ante el viento más sutil.

Jacques se acerca a los jóvenes y le dice a ella que quiere marcharse a casa. Ella responde que espere un momento.

El joven se muestra muy amable y alentador con la muchacha. Le insiste que cambie de trabajo para ver si se amplían sus posibilidades. Le confiesa que él es muy cobarde y que la palabra triunfo no tiene resonancia en su vida. ¿Qué significado tendrá para este joven la palabra triunfo, la palabra éxito?. Habría, reflexiono, dos opciones: o llamar triunfo (éxito) al concepto habitual que se tiene en nuestra sociedad (en la cual, la estatura de una persona se mide por el número de cifras de su cuenta bancaria), es decir, inherente a la capacidad que se tenga para producir dinero y la otra opción es la de ponernos a filosofar al respecto.

Jacques insiste en irse.

Al final de la novela, la joven invita al joven a bailar a la Croix-Nivert. Él no sabe si irá.

Caracas, marzo de 2011.