martes, 23 de agosto de 2011

SU PESO Y SU SUERTE













                IMÁGENES











          TEXTO



















“Su peso y su suerte”. ¿Cómo una máquina puede ofertar un hecho comprobado científicamente y otro tan azaroso como la suerte? Interesante combinación. Este artefacto es antiguo, lo sé por su apariencia y porque tengo el recuerdo de haberlo visto desde la primera vez que pisé el Centro Comercial Chacaíto, justo diagonal al Central Madeirense y después de pasar ese puesto de flores que tanto me gusta.



Este peso debe estar acá desde los años 70 para cuando se construyó la infraestructura.  Con razón lo retro, los colores blanco y rojo y lo desgastado.
Lo diferente de esta visita, es que éste es el punto de referencia que me han asignado para un encuentro. Mi campo visual sigue detallando; sus sucesoras, se codean en farmacias de franquicias haciéndose pasar casi por médicos certificados (registran el peso, la talla, presión arterial, qué comí en el desayuno…) 

“Para personas solamente”, continúo leyendo. Hago una pequeña abstracción para entender el motivo de esta aclaratoria: Un perro callejero camina hacia el objeto porque se siente obeso y quiere saber si mañana no lo atropellará algún carro.

Aplicando la lógica, quizá el mensaje va dirigido a aquellos que saliendo del supermercado hayan intentado averiguar cuánto pesa su dinero y si las salsas, la pasta y los vegetales les causarán indigestión.

“Controle su salud pesándose con frecuencia”. Inteligente deducción -pensé. Casi me engañas amiga, intentando mostrarte preocupada por mi salud cuando la realidad es que se trata de tú estrategia publicitaria para alimentarte de más y más monedas. ¿Quién manejará tus ganancias?

Me ha tomado un tiempo, pero he pasado del mármol infinito al rectángulo metálico que calcularía mis medidas y determinaría mi destino a corto plazo. Deslizo mi dedo por el tragamonedas, sólo es necesario 1 Bolívar F. Pienso que si hubiese estado acá ayer, pude haber evitado que un mosquito me picara en la cara esta mañana. 

Reviso mis bolsillos, uno primero y otro después. Tengo billetes pero no monedas. Podría ir a pedir cambio, pero me distraigo viéndome ante el espejo que enmarca mi cara. Un llamado a lo lejos desbarata mi concentración, me volteo y respondo con un saludo aún montada en el peso.

Hoy no resolveré la incógnita de esta combinación de consultorio y galletas de la fortuna. Me voy confiada de que ahí continué en mi próxima visita, mientras, le bajaré a las chucherías, compraré repelente contra insectos y conseguiré un monedero. 










Imágenes y texto de María Victoria Fermín Kancev








Caracas, 23 de agosto de 2011.

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