viernes, 16 de agosto de 2019

Diarios 1984-1989. Sándor Márai



                                                                                                         
A José Moreno Colmenares
      In memoriam






En octubre de 2014, el hombre, que ya contaba con 86 años y que jamás había requerido una hospitalización ni había padecido ninguna enfermedad grave adquirió los Diarios 1984-1989  del escritor húngaro Sándor Márai.

Se trataba de un lector constante, voraz lo que nos llevaba a pensar que tenía una sólida formación intelectual.

Su vida familiar y profesional  siempre fue exitosa. Había trabajado por años en el Banco más importante del país y dirigido la Escuela de Economía de la también muy prestigiosa Universidad Central de Venezuela.

Sabemos que JMC leyó los Diarios.

Anoche terminé de leer Diarios 1984-1989. Desde hace algunos años he conocido la literatura de Márai  y, francamente, me ha gustado mucho, no sólo por las diversas temáticas que aborda sino cómo lo hace.

Como es sabido, Márai tuvo que salir de su país (1948) y exilarse en los E.E.U.U. posterior a la llegada del comunismo en Hungría, donde su obra fue execrada y por ello Márai se convirtió en un desconocido para las generaciones subsiguientes en su país y en todo el mundo y fue en años más recientes que fue dado a conocer.

Los Diarios me llegan a través  de una persona que conocí en el Centro Médico donde trabajo, la profesora universitaria jubilada, AT.  El 16 de marzo de este año su esposo, JMC, falleció. A. me ha prestado casi todos los libros que he leído (y aún leo) del también excelente escritor cubano Leonardo Padura (1955).

Hace seis días, A. me llama para confirmar si he recibido los Diarios y para contarme algo que la ha impactado mucho. Me dice que ella no ha leído los Diarios sino que sólo J lo había hecho. Comenta que, mientras esperaba en la sala de espera –valga la redundancia- del Centro se puso a ojearlos y, para su sorpresa, J había subrayado una serie de párrafos que la llenaron de sorpresa y estupor: todos ellos referente al sentido de la vida y la muerte a partir de la vejez.

JMC. subrayó, en octubre de 2014 lo siguiente:

“Quien sigue en este mundo después de cumplir los ochenta se limita a llevar una existencia vegetativa, no una auténtica vida; a estas edades ya no se vive por algo, simplemente se vive (41).

“A veces el diablo nos susurra al oído. No tenemos que buscarlo muy lejos: está en nosotros” (53).

“Siento una flojedad como la que se experimenta antes de la muerte, cuando uno ya ni protesta. Todavía puedo andar, pero sólo con la ayuda de un bastón. Sin embargo, sigo escribiendo y pensando, aunque también con bastón” (53).

“Me siento enfermo, consumido por un extraño mal –tal vez el cáncer que acabó con mi padre-, aunque seguramente sea sólo la vejez, que me seca por dentro…La muerte comienza cuando empieza a parecerte una contingencia no tan imposible. Durante ochenta y cuatro años no lo he considerado algo probable, y tenía razón” (70).

“No sé si tendré fuerzas, porque después de los ochenta y cinco puede pasar que ‘la sangre se te haga densa, el cerebro se te agote’” (74).

“El hombre siempre es consciente de la muerte, considera que esta forma parte natural del argumento incomprensible y complejo de la existencia., pero sólo de una forma intelectual. Después viene un período en el que uno asume que morirá. No es un sentimiento trágico, sino más bien un sosiego, como lo que se experimenta cuando se llega a comprender un misterio tras muchas cavilaciones” (98).

“Espero que la muerte me alcance antes de quedar ciego del todo. ‘Saltar de los sueños a la muerte’” (104).

“Estoy cansado, ya no rechazo la muerte. No la deseo, pero tampoco la rechazo” (110).

“No tengo planes de suicidio, pero si el envejecimiento, la debilitación, la pérdida de mis capacidades avanzan al mismo ritmo, es bueno saber que podré acabar con ese humillante deterioro en cualquier momento, y no tendré que temer lo peor: terminar en uno de esos vertederos institucionales, en un hospital o una residencia de ancianos” (143).

No sabremos qué lo habrán puesto a pensar estas frases pero, sin duda, algo le hicieron pensar.

La lectura de los Diarios de Márai constituyó, para mí, toda una experiencia de lectura y creo que no pasaría por alto en ninguna persona ya de cierta edad.

Bibliografía.
Márai, Sándor. Diarios 1984-1989. Editorial Salamandra. Barcelona. España. 2008.

Escrito y publicado por Libia Kancev.