lunes, 3 de marzo de 2014

La Vida no es abstracción

Cerro El Morro. Lechería. Anzoátegui

"La soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande pero no está sano"
San Agustín.


Todo o Nada. La escueta pero significativa frase me toma por sorpresa en este día gris. La frase sorpresiva viene ligada al pensamiento  de la concepción de la vida como forma abstracta. Es a través del hilo telefónico, con ciertas interferencias, desde Caracas hasta Lechería que la idea es expuesta. Mi entendimiento  es oscuro, tanto, que mi interlocutora debe aclarar que lo que dice es desde el punto de vista abstracto. Pero ¿es la Vida una abstracción?

Surgió como argumento -de una persona de innegable inteligencia-, como respuesta del por qué había que vivirla aunque se sintiera que no había motivos íntimos para ello. Lo entendía casi como un “porque sí”.  Aunque sea de rodillas o arrastrándose. Confieso no entender, porque la vida -pienso- debe ir más allá de la mera existencia.

Me permito una digresión, ¿dónde queda Lechería? La digresión no pretende aumentar el volumen de este escrito, no. Se trata de que mi capacidad para ubicarme geográficamente siempre ha sido precaria. La búsqueda de un mapa se impone para saber dónde está alguien o algo. Usualmente es esa la motivación. 
Pescador en el río Tisza

Otra razón es seguir los países o los lugares que se mencionan en algún texto que leo, así, aunque nunca he viajado fuera de Venezuela, literariamente sí lo he hecho (Dese por sentado que desconozco los trámites necesarios que hay que hacer para adquirir los dichosos dólares para viajar al exterior).

Por ejemplo, en estos días busqué dónde estaba el río Tisza pues lo mencionaban en la novela más reciente que he leído, La Gaviota (2011) de S. Márai. Y no era que mencionaban al río como tal, sino que dentro de la descripción de la oficina del protagonista, se señala que “…y en la pared de enfrente, un cuadro de pescadores en el Tisza,…” (12). Ello me llevó a saber que el Tisza es uno de los principales ríos de Europa Central (nace en Ucrania), que es el mayor afluente del Danubio (el segundo más largo de Europa tras el Volga que es el más largo del continente europeo).

Estuve buscando cuál podría ser el cuadro exacto que el consejero describía. De ser posible lo pondré como acompañamiento de este escrito.

Por cierto, la palabra Danubio me hace recordar una novela que nunca he tenido en mis manos, que nunca he conseguido en ninguna librería, ni de viejo ni moderna. Se trata de una novela de Claudio Magris (Trieste, 1939), titulada El Danubio. Hace algunos años, un hombre con quien me topé debajo del puente de la avenida Vollmer que, al igual que yo, ojeaba libros, lo llevaba en sus manos. Le pregunté ¿qué tal ese libro? 

Me dijo que: “es fundamental para quien quiera saber sobre…”. No recuerdo exactamente por qué era esencial leerlo. Lo cierto es que, hasta ahora me he quedado con la duda.

Me interrumpo un instante para buscar en internet donde queda Lechería, ciudad o pueblo de nuestro país. Si me lo preguntaran en el conocido programa “¿Quién quiere ser millonario?”, tendría casi que adivinar, diría que es hacia el oriente del país, en Anzoátegui y, de no ser así, me daría pena ajena pues creo que todo venezolano de mediana educación debiera saber dónde queda Lechería, así como quién nos libertó, los países limítrofes de Venezuela, nuestros estados y sus respectivas capitales, para no hablar de cuáles son nuestros escritores canónicos, sus novelas más conocidas, quién está considerado como el primer poeta de Venezuela, entre otros temas. Cosas, pues, de cultura general  nacional.

¡Acerté!. Lechería queda en el estado Anzoátegui. El acierto no me satisface del todo porque quedo sin saber qué fue a hacer allá la persona que me hablaba de vivir la vida, apoyándose en un concepto abstracto. Dijo que fue a acompañar a una amiga a la que tenía años, muchos años que no veía. Aparte de acompañar, aprovecharía para descansar. Compartirían recuerdos, verían el mar juntas, de día, de noche, tendría chance de leer alguna novelita rosa del siglo XIX. ¿Quién sabe?

Sigo ahora con la vida.

Prefiero pensar en la vida como una materialidad. Materialidad que comienza en nuestro propio cuerpo y que se inicia en el nacimiento, el de otros (para cuya creación aportamos una parte de nosotras), los objetos que nos rodean, los momentos de felicidad y aún los de tristeza. Materialidad que incluye el trabajo, las actividades que nos gusta hacer hasta la dicha de ver  la sonrisa de alguien amado bien sea en el contexto de la amistad, del amor o de la simple convivencia.

Bien cierto es la existencia de teorías sobre la vida, filosofías de vida. El nombre del libro más leído en el mundo, la Biblia, es un ejemplo demasiado obvio. Allí podemos encontrar, anécdotas, parábolas, cuya interpretación pueden orientarnos en el deber ser, según el cristianismo. No menos curioso es que se plantea allí que esta vida, esta que conocemos no es la "real", sino que si nuestro comportamiento ha sido acorde con los mandamientos conocidos, sólo estaríamos de paso, es decir, sería una vida de transición hacia el Paraíso donde la maldad, la tristeza, la melancolía no tienen cabida. Repito, esto sucederá si nos hemos “portado bien”, ya que si no, tendremos que pasar primero por el Purgatorio o iríamos directo al Infierno.  Para quien haya tenido un mal comportamiento, haya sido egoísta, mentiroso, ruin, falto de piedad, de humildad, haya carecido de solidaridad, que no se haya arrepentido, etc, no habría barricadas que no guarimbas que detuvieran su viaje al lugar correspondiente.

Por cierto, el término guarimba ha adquirido una definición natural que creo que conocemos pero que no tiene respaldo desde el punto de vista de diccionarios importantes como el de la Real Academia Española, no obstante, recordemos que el uso habitual de un término le va confiriendo valor, aunque sea para una comunidad determinada.

Vale saber que GUARIMBA se llamaba una de las haciendas que describe Urbaneja Achelpohl (Caracas, 1873- Montreal, 1937) en su novela criollista En este país (1916). También era el apellido de Paulo Guarimba, primero peón y luego general y ministro, ascenso social que le permitió acceder al amor de Josefina Macapo (Silva, 2007). Para quienes utilizan este argumento con la finalidad de descalificar el uso actual de la palabra guarimba (que carga consigo una buena dosis de tergiversación perversa según las tendencias políticas de algunos), vale destacar que ahora, la movilidad social del venezolano ha padecido un fuerte impacto negativo en los últimos años. Antes, me refiero a las décadas del 70, 80, 90, estudiar, tener una profesión, permitía al venezolano adquirir un poder adquisitivo que les abría las puertas para un ascenso social. Ahora son muchos los venezolanos que aún estudiando, teniendo uno, dos ó tres post grados, no tienen la posibilidad real de adquirir una vivienda, un vehículo, etc. y emigrar del país (con la consecuente fuga de cerebros) se convierte en una opción difícil de rebatir.

Por supuesto que no incluyo aquí a aquellas personas que aprovechándose de ciertas posiciones, especialmente políticas, logran “ascender socialmente” y no las incluyo porque ese ascenso lleva el peso de la ausencia del esfuerzo honesto,  del estudio, del trabajo.

La vida no puede ser una abstracción. La muerte tampoco aunque el filosofar sobre esta última puede darnos un consuelo auténtico al prolongar y mantener la presencia de alguien cuando materialmente ya no está. Me refiero a ver fotos (la fotografía como verdad simple, tangible y visible, como dice Márai (161)) de alguien que murió, recordar vivencias compartidas, mencionar el nombre de esa persona, pensar que está en un lugar mejor, en una vida verdadera.

Estimada, la vida no es una abstracción, la vida será vivida por cada quien guiado por algo encendido en su corazón (eso llamado pasión) o por la rutina que no por rutina la descalifica. Se trata de “estilos” de asumir la vida o de vivirla o de más que estilos, de algo que llevamos por dentro, que nos resulta inherente, que ante los conflictos o situaciones traumáticas, no se resuelve con un “paso de página” sino con el afrontar esos conflictos, esos traumas, transitando los senderos necesarios para que la pasión apagada pueda renacer. 

Textos citados:

Márai, S. La Gaviota. Editorial Salamandra. Barcelona. 2011.

Silva J., Roberto. “Uso inadecuado de la palabra guarimba”.  Web. 29 jun. 2007. 2 marzo 2014. Aporrea. http://www.aporrea.org/actualidad/a37454.html.


Escrito por Libia Kancev D.

Caracas, 3 de marzo de 2014.