lunes, 1 de agosto de 2011

EL FRÍO. Un Aislamiento. THOMAS BERNHARD



A mi sobrina Laura Cristina, con la expectativa de que esta historia le permita ampliar sus horizontes en cuanto a la importancia de la relación médico -paciente que, en esencia, es una relación humana donde a nosotros, los médicos, nos toca dar muchísimo más.




Thomas Bernhard y su abuelo Johannes 
Freumbichler (durante Confirmación, julio, 1.943)





                                                 Hospital Grafenhof (Austria)










"La verdad es siempre un error, aunque sea la verdad al cien por cien, todo error no es más que la verdad."


"La vida no es más que el cumplimiento de una pena y tienes que soportar el cumplimiento de esa pena"
T.B.


"Quien se aburre leyendo a Lucrecio, Leopardi, Schopenhauer, Freud, Ciorán o Bernhard no es desde luego por culpa de esos autores sino de su propia inanidad espiritual."
F.S.

La novela El Frío, Un aislamiento, (1.981) de Bernhard, narra la historia de un joven de 18 años que es ingresado en un sanatorio público para enfermos del pulmón llamado Grafenhof (Austria). Al joven, quien era un delgado aprendiz de comercio, con el rostro lleno de acné, le habían diagnosticado una mancha en el pulmón y su ingreso a Grafenhof se hace obligatorio, describiendo su estancia allí como horripilante y desalentadora. Grafenhof estaba situado frente a una montaña de 2.000 metros de altura llamada Heukareck cuya sombra cubría el valle de Schwarzach. En este sanatorio, también había una iglesia y una galería de reposo.

Dice que Granfenhof albergaba aproximadamente a doscientos pacientes: en el primer piso estaban las mujeres (100) severamente aisladas de los hombres que estaban en el segundo piso. Que en la planta baja había algo que llamaban solanas para "...pacientes especiales, que estaban especialmente enfermos o especialmente favorecidos por su posición social, por su reputación, hombres y mujeres."
Él estaba en una sala de 12 camas. Había un Doctor en Derecho (venido a menos por su posición política. Era socialista) y el resto eran aprendices y trabajadores no calificados, entre los 17 y 22 años. Los define como "...una comunidad de sufrimiento."

Más adelante habla sobre los inconvenientes que reinaban en esa comunidad:

1.- El recelo; 2.- la envidia; 3.- la rudeza y la brutalidad; 4.- el espíritu de contradicción pero también, 5.- la alegría y 6.- el humor (aclara que éstos dos últimos estaban muy amortiguados, adaptados al estado de sufrimiento de esos jóvenes) y 7.- menciona que hay un predominio de la impasibilidad más que de indiferencia.

El joven relata el aspecto típico de los enfermos del pulmón: nariz larga, orejas grandes, brazos largos y piernas deformes. Dice que olían a podrido, a miseria. Era característico ver a los enfermos con la tabla de registro de la temperatura bajo el brazo y una botella de cristal, color pardo, para recoger sus esputos. Inicialmente él se ubica como observador no sintiéndose parte de ellos.

A él también le dan la tabla de temperatura y su botella para escupir pero no lograba hacerlo por más que se esforzara. Llega un momento que empieza ha dolerle la garganta, sin embargo, debía seguir intentándolo pues los médicos, el Laboratorio, requerían sus esputos. Se siente un extraño ante sus compañeros de enfermedad. Todos expectoraban con arte y parecían formar una orquesta perfecta. Cada vez le dolía más la garganta y el tórax. "Al contemplar mi botella de escupir vacía, tenía la opresiva sensación de fracasar y me excitaba cada vez más a una voluntad absoluta de expectoración, a una histeria expectorativa."
Se sentía "castigado" por no producir esputos. Luego, empezó a expectorar pero salía "negativo" para el diagnóstico de tuberculosis pulmonar (TBCP). Así, no podía ser miembro del grupo de enfermos, hasta que, un día, dio "positivo". Explica que "El contento se extendió entre mis compañeros de enfermedad, y también yo estaba contento. No me daba cuenta en absoluto de la perversión de aquel estado. La satisfacción se veía en los rostros, los médicos se habían tranquilizado. Ahora se tomarían las medidas apropiadas." 
Al ser "positivo", reflexionó en el poder que tenía para contagiar a otros, en el poder para aniquilar una existencia. Revela que empezó a sentir odio por todo lo que estaba sano, por todo lo que estaba fuera del Hospital, por todo lo que había en el mundo, hasta por su propia familia pero que ese odio se extinguió pronto pues no tenía alimento con que nutrirlo, pues allí todo estaba enfermo y que el mundo exterior estaba totalmente excluido.


Aunque el protagonista era joven, estaba informado sobre el tratamiento de la TBCP. Primero estaba el neumo, luego la cáustica, la plástica y el tratamiento con estreptomicina. Descubrió que le administraban una dosis de ésta por debajo de la requerida y que ello se debía a la grosera discriminación que había en Grafenhof, determinada por la posición económica de los enfermos, por recomendaciones, por la influencia de los médicos, etc. Él era un enfermo sin dolientes, sin la menor fama, sin recomendaciones, hospitalizado por el seguro de enfermedad regional. Acota que su equipaje estaba formado por una vieja maleta de cartón, de la guerra; 2 pantalones americanos baratos y gastados, 2 camisas de soldados muy lavadas, calcetines zurcidos y zapatos de deportes destrozados. También llevaba una chaqueta regional de su abuelo que era su prenda de gala y la transcripción para piano de la Flauta mágica  (de Mozart. Estrenada en Viena el 30 de septiembre de 1.791)y la Creación de Franz Joseph Haydn.(1.732-1.809)
Hace mención singular de su abuelo -materno- quien era la persona que él más había querido en el mundo. Su abuelo le había enseñado lo que era para él su mayor virtud, el escepticismo. Su abuelo había sido escritor. "Aquel escritor sin éxito, desconocido, se había sentado aquí todos los días a las tres de la mañana y había trabajado. Sin sentido, como ahora tenía que comprender yo...en medio de esa falta de sentido, había llevado su disciplina hasta la máxima disciplina..."

Por otra parte, comenta sobre los cambios físicos que observaba en su cuerpo "...de repente tenía como ellos (los otros pacientes) mejillas hundidas...Yo pertenecía a la categoría de los demacrados y no a la de los hinchados."
Dice que, en sus inicios en Grafenhof, tenía un comportamiento distinto al de sus compañeros pero que, de pronto se descubrió tomando actitudes que "...poco antes me hubieran llamado la atención en los otros como absolutamente inaceptables y repugnantes."


El joven cuenta que se había hecho amigo de un hombre (10 años mayor que él) que resultó ser músico -lo había escuchado un día que pasó por la capilla- específicamente Director de Orquesta. Era ciudadano de Liechtenstein pero había nacido en Salzburgo. Había estudiado en el Mozarteum y había trabajado en Suiza pues en Austria no había lugar para él. Que se trató de un interlocutor excelente. Daban paseos. Este hombre le dio clases de italiano. Hablaban de arte, de música,  (del contrapunto, de las fugas de Bach, de La Flauta mágica, Orfeo, Eurídice, Wagner y Debussy) de Salzburgo, de Austria, de la enfermedad. Afirma que esa amistad -que duraba hasta la actualidad- había sido enriquecedora. Aquí nos enteramos que el joven quería ser cantante: "No iba los domingos a la capilla porque fuera católico, sino porque no sólo era un hombre musical sino un chiflado por la música, que seguí teniendo la intención de convertir la música en signo supremo de la justificación de su existencia y en su única pasión verdadera, en la totalidad de su vida." 


Tiempo después dieron de alta a su amigo. Sé sintió muy sólo. Luego lo dieron de alta a él, informándole que su mancha en el pulmón había desaparecido. Había pasado 9 meses en Grafenhof. Paradójicamente no quería volver a su casa. A partir de aquí nos enteramos que su madre, Hertha Fabjan, de 46 años estaba gravemente enferma de un cáncer uterino. En la casa era cuidada por su esposo (padrastro del joven) y por su abuela. El joven tenía dos hermanos menores ( de 7 y 9 años) Su abuelo había muerto meses antes por una patología vesicular diagnosticada como un tumor maligno. Así que ir a su casa, era contemplar el triste espectáculo de la muerte de su madre (a quien le había leído unos poemas que había escrito antes de irse a Grafenhof. Dice que lloraron juntos). Igualmente pensaba que al irse a su casa incomodaría a su padrastro y a su abuela que ya estaban suficientemente agotados al tener que cuidar a su madre.

También, a raíz de su "alta", otra historia que, sin duda había resultado agobiante para el joven, salta a la palestra.  Él nunca conoció a su padre. Sólo que había abandonado a su madre antes de que él naciera. Que se había ido de Austria a Alemania. Que era ebanista. Que había quemado la casa de sus padres antes de marcharse y que había muerto a los 43 años. El joven había sentido una tremenda necesidad de saber de él, de sus abuelos paternos pero ello resultó imposible. Este desconocimiento lo sumerge en un punto de no saber, de preguntas que caen en el vacío y que lo atormentaran durante mucho tiempo.

Pero la historia no acaba aquí. A los días de ser dado de alta y mientras se hacia el control de esputo rutinario, la prueba da¡ positiva!. Debe regresar a Grafenhof pero inicialmente va a un hospital cercano y le realizan un neumotórax. Luego, al parecer, por un acto de iatrogenia le hacen otro neumo -accidental- y deciden realizarle un neumoperitoneo que, para la fecha, era un tratamiento nuevo. Ese procedimiento implicaba la necesidad de paralizarle el diafragma por varios años (lo cual era reversible) a través de una técnica de compresión del nervio frénico. Empieza a recibir la dosis correcta de estreptomicina. Ese acto médico le fue realizado en otro hospital que, casualmente, era en donde su abuelo había muerto y su madre tratada muy tardíamente de su cáncer uterino. Después reingresa a Grafenhof. Al área de las solanas. Allí comparte con el Doctor en Derecho que ya estaba en pésimas condiciones y al poco tiempo muere. El joven va mejorando y decide escaparse por las noches por los alrededores del pueblo donde conoce a una joven música. Empieza a cantar en una capilla y ello lo revitaliza. En Grafenhof se enteran y lo amenazan. Estando allí se entera por un periódico que su madre había muerto y pide permiso para ir al entierro, regresa a Grafenhof y  poco tiempo después, sintiéndose bastante mejor, decide irse. Le siguen realizando los neumoperitoneos ambulatoriamente. Por un descuido de él, deja pasar unas semanas sin hacerse el neumoperitoneo y cuando va, sufre de una embolia y se salva milagrosamente. Le dicen que debe ir a Grafenhof pero él se niega.

Como en otras novelas de Bernhard, el tema de su rencor y desprecio hacia los médicos, está presente en El Frío. Cuenta que el médico jefe era un hombre pérfido. Tenía más de setenta años. "De aquel hombre no podía esperar nada, había pensado yo desde el primer momento, y mi primera impresión se había confirmado cada día más...Él era un personaje desgraciado, que había errado su profesión y que además, por las circunstancias de la vida, había sido trasladado a una comarca inculta, fría y embrutecedora, en la que tuvo que degenerar y, como es natural, ser finalmente destruido." Agrega el joven: "Los médicos y sus debilidades de carácter, incluso sus vilezas y bajezas, que entretanto había conocido, lo mismo que las vilezas y bajezas de los pacientes, me habían hecho agudizar el oído...". Cuando el joven estuvo ingresado para la realización de la operación del nervio frénico. empieza un día a recorrerlo: "Entré en el ala de cirugía del jefe, con la mayor aversión hacia la ciencia médica y lleno de odio hacia todos los médicos".

Caracas, 31 de julio de 2011. 









1 comentario:

  1. Tía muchas gracias por este mensaje, espero que me ayude a enteder mejor a los pacientes a lo largo de mi carrera.
    Saludos, Laura C.

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