jueves, 26 de diciembre de 2013

Carta



No es lo mismo hablar que escribir, así, tampoco, escuchar y leer. Órganos distintos involucrados. Efectos divergentes que, extrañamente, discurren en río precario. Allí se juntan las percepciones de lo vacío cuando su origen plagado estaba de naturaleza que se creía ardiente pero que realmente había fenecido en un mar pletórico de peces muertos. "La felicidad y el placer, o sea, aquel estado anímico extraordinario que suele considerarse la única recompensa por los sufrimientos terrenales" (Márai, 78-79). 

¿Y la mirada? ¿Dónde queda la mirada que aunque extienda la red de la trampa oronda, resguarda el hilo ceniciento de eso que llamamos verdad?    

¿Sabes?. Una afectación profunda, una tristeza inigualable ante lo ilusorio sin fin. Si no te hubiera dado por buena tus manos jamás hubieran rozado la piel desconocida hasta de mi misma. Tus palabras surgieron (y florecieron) como rosas huecas de colores vacíos. En cambio yo, te vi como lo sublime. Recorrerte en cada minuto canto de alegría plena unida con la esperanza de que más que ilusión ambigua era vida. Vida plena.

Serpientes y lenguas inhumanas lucharon por apartar. Pugna despiadada innecesaria que me encerró en el horror de lo que jamás conocí. Ahora lo sé y hubiera preferido desconocer lo habitual, las costumbres de adulteces que opté por no ser. Me prohibo aprender la lección de lo que parece cotidianidad amorosa. Me lo prohibo pues el amor supera a la biología y a la patraña psicológica del ser común. En realidad, aunque me lo hubiese propuesto no aprendería la lección.

Digo lo que pienso y siento, asumiéndolo. No huyo.
Hasta ahora asumí la responsabilidad de lo que ocurrió pues en mis tinieblas creí que eso correspondía.
Demasiadas desmesuras. Inaceptables, incomprensibles.
Escribo al vacío, sin esperar ya, desde hace algún tiempo, respuestas, pero el vacío responde sin reflexión, sin mínima autocrítica. Lo lleno vacío.

¿Duele?. ¿Le duele?. No creo. No creo que sepa en verdad lo que es esa experiencia.
¿Cómo se puede transgredir tanto?. 
Se equivoca una y otra vez, una y otra vez.

Ni un segundo. Desilusión, Tristeza, Verdad, No inverdad. Pena. No inpena. Eso es.
Interior de una rama seca.


Elena Ruiz (Noviembre de 2010)



Publicado por: Libia Kancev.

Caracas, 26 de diciembre de 2013.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

El perro tendrá su día y el perro lo tuvo: J.C. Onetti

Juan Carlos Onetti


“…cada uno cumpla su sueño”

“…para sentir el calor de una persona, atravesando las ropas, porque eso era más importante y más fuerte que cosa alguna”

“Con la cabeza gacha escuchaba el silencio buscando interpretarlo, guiarse entre sus corrientes de intensidad diversa como si persiguiera rastros en un monte”

“…cerrando los ojos para huir sin destino, para quedar aislado en un aire cualquiera donde acariciar en paz nada más que palabras unidas de manera inexplicable al desconocido amor”

“…buscando nuevas palabras para repetir lo mismo…”

“…dejaba de estar en ninguna parte”

Cuando leo alguno de los cuentos o de las novelas del escritor uruguayo Juan Carlos Onetti (Montevideo, 1909- Madrid, 1994) no puedo dejar de pensar en su excelente calidad literaria. Lo defino así porque lo escrito por Onetti está lleno de una intensa profundidad psicológica que no es muy común. Lo más reciente que he leído de este hombre cuya vida, al parecer, no estuvo exenta de intensos sufrimientos, es la novela Para esta noche (1943). Durante toda su lectura también venía a mi mente el recuerdo de otro grande de la literatura, el norteamericano William Faulkner (1897- 1962). Creo que esta asociación tenía que ver con que Faulkner también poseía esa misma característica al escribir. Además, no hace tanto tiempo que leí  El Villorrio (1940) que demuestra, como en otras novelas del Premio Nobel de Literatura de 1949 esa misma intensidad.

Para esta noche parece estar ambientada  en Uruguay o en Argentina y nos narra una especie de historia de traición política y moral. Ossorio, de aparente origen humilde, era integrante de un partido político liderado por Barcala que luchaba contra el gobierno de turno. Barcala sufre una gran decepción que lo hace separarse del partido pero sus miembros no parecen aceptar ese retiro. Barcala, a su vez, tiene una cantidad de boletos para huir del país en barco, el Bouver pero, él mismo no piensa irse y, por otra parte estaba enfermo.

Ossorio, quien era buscado por la policía, logra que Barcala le dé dos boletos aunque Ossorio le dice que uno es suficiente. Barcala insiste en que sean dos. Avanzada la lectura sabemos el por qué de esa insistencia de Barcala.

En el único encuentro entre Ossorio y Barcala que se narra y en el cual Ossorio tiene como objetivo que Barcala le dé un boleto para huir argumentando que hay que sacar a la gente que se pueda, como vía de salvación de las ideas del partido, Ossorio le dice a Barcala, ante la pregunta de éste sobre para qué lo buscan (se refiere a la gente del partido):

-Lo conozco –le dijo-. Dudar de usted en relación al Partido es absurdo. Pero nadie puede entender esto que pasa con usted. Precisamente en el fin, después de años de guerra. No me hago ilusiones sobre el fin. Pero una derrota está hecha con mil detalles en los que se puede presentar batalla y ganar o dejar cosas ganadas para una batalla futura. Es para eso que lo necesitamos”  (70).

Ante eso, Barcala responde:

-Era así -…Sí, es el final y todo queda enterrado. Yo era esto, es cierto. Hay gente sucia y hay gente limpia. Yo soy limpio, una persona limpia que había hecho su vida con esto, que era esto. Hubo una etapa de ese trabajo que se hace totalmente, cuando hay una relación entre él y el tiempo que exige y es posible hablar de lo cotidiano, la propaganda, despertar a la gente, sacudir y despertar, sacudir y despertar. Se acabó y viene otra etapa. Están los perros, en el otro lado, al lado nuestro, están ellos golpeando y verdaderamente golpeando para dormir o matar al despierto y al que iba a despertar. Ya no se puede sentir armonía entre el trabajo y el tiempo que necesitamos,…Y estamos contentos porque nuestra tarea es la buena, y la tarea de ellos es la maldita…[sólo hay] dos tareas, la nuestra que es la de todos los hombres y la naturaleza, la que está colocada en el sentido de la vida y el universo, y la de ellos que es la tarea del hombre de cerebro podrido que busca muchas cuentas y se enfrenta y se resuelve a matar contra la vida y el universo” (71-72).

Luego Barcala continúa explicando el motivo de su desazón y Ossorio piensa que Barcala se ha vuelto loco y que debe matarlo. Matarlo por el bienestar del partido y sus fines.
Ossorio traiciona a Barcala haciendo una llamada anónima al jefe de la policía secreta, Morasán, quien parece haber pertenecido al partido y era ex amigo de Barcala.

En la narración, Onetti hace gala de un gran dominio del manejo del presente, del pasado y del futuro, mezclando en el presente recuerdos, reminiscencias, planes futuros. Y lo hace como un auténtico maestro.
Casi al final de la historia cuando Barcala ya estaría muerto o a punto de morir, a Ossorio le es dejada una niña que era cuidada por otro miembro del partido. Se trataba de Victoria, una niña de once ó doce años, hija de Barcala. A Ossorio le parecía una gran ironía, un grave problema pero  piensa huir, embarcarse con ella aunque asaltado por la idea de dejarla en cualquier momento. Bajo una gran persecución policial, con disparos y bombas, Ossorio intenta llegar al barco con Victoria pero resulta mortalmente herido al igual que Victoria. Historia de luchas, de delaciones a pesar de lo cual, lo moral no deja de asediar a varios de los protagonistas.

Onetti, muchas veces al referirse a Morasán, lo ubica con el recuerdo de una mujer llamada Beatriz, de la que Morasán estaba muy enamorado. Pero se tratan de recuerdos tristes, recuerdos de un amor inútil.

Para esta noche es, sin duda, una novela política en muy diversos sentidos, donde parece haber una lucha intrincada entre el autoritarismo (de aparente derecha, políticamente hablando) y lo que vendría a ser, el socialismo aunque el término nunca es mencionado. Me pone a reflexionar, una vez más, sobre el capitalismo inhumano y un socialismo intrínsecamente ligado al “hombre bueno”, al hombre de “buena conciencia siempre preocupado por el bienestar de los otros”. Porque el tema capitalismo versus socialismo da mucho para reflexionar y ahora sólo quiero agregar que son ilusorios porque, como una vez dijo Sábato: “el capitalismo sólo ve al individuo mientras que el socialismo al colectivo”, añadía el escritor argentino que de lo que se trataba era de buscar un punto intermedio.

En el “Prólogo de la primera edición” de Para esta noche, afirma Onetti que la novela es “un cínico intento de liberación” (7). De liberación personal, al ver desde la lejanía luchas, sufrimientos de torturas y otros de las que él no participó.

En el “Prólogo a la segunda edición”, Onetti nos cuenta que la novela tuvo otro título (inicialmente) El perro tendrá su día y el perro lo tuvo pero para 1943 el editor optó por quedarse sin novela pero con su editorial. Señala Onetti que la primera edición de Para esta noche fue reducida y da fe que las supresiones fueron responsabilidad absoluta del de él, es decir, la novela tuvo censura y autocensura.

Texto:

Onetti, J.C. Para esta noche. Narradores de Arca. Uruguay. Tercera edición. Sin año de publicación.

Realizado por: Libia Kancev D.



Caracas, 11 de diciembre de 2013.

domingo, 8 de diciembre de 2013

Seamus Heaney





Seamus Heaney
Tomado de ncowie.wordpress.com


Yo casi que te amo”
                                    

"La primera captación en serio que tuve de las cosas/
fue cuando aprendí el arte de pedalear/ (con la mano) una bici, colocada al revés/ e impulsé la rueda trasera preternaturalmente
, ligero..."


                                                                                                                                                                                S.H.


Hace unos meses ya, en una sala de nuestro Centro de Estudios Latinoamericanos “Rómulo Gallegos” (CELARG) escuché un diálogo sobre lo difícil (y económicamente costoso) que resultaba el proceso de traducir. Se habló no sólo de la traducción de novelas en donde, de alguna manera, era más “fácil” rescatar la anécdota de la misma pero el consenso fue unánime en relación a la imposibilidad de traducir poesía. La traducción de poesía vendría a desvirtuar su significado, por lo tanto, la pérdida de su esencia.

Lo anterior viene a colación pues hace unas semanas leí un titular en un periódico de publicación digital en el cual se anunciaba el fallecimiento del escritor y profesor  Seamus Heaney. (Irlanda, 1939-2013),  premio Nobel de Literatura 1995.  Mi desconocimiento de este autor al que nunca antes había escuchado nombrar y mi gusto por la poesía fueron aliños suficientes para leer algunos de sus poemas. Los primeros que hallé de Heaney venían precedidos por una  nota de Miguel A. Montezanti quien realizó la traducción de los poemas publicados en una página de internet. Dicha nota parece validar la afirmación anterior sobre la traducción poética:

El traductor ha de ser uno de los pocos especímenes que se sienten obligados a justificar su métier. Examinar esta suerte de complejo de culpa merecería un estudio que cabalgaría la psicología, la sociología y la antropología. La traducción debería presentarse por sí sola, criatura libre, aunque de índole singularísima. Pero contrariando mi reflexión, diré que Seamus Heaney es un poeta difícil de traducir: apenas puede aspirarse a reproducir lo que dice, lo cual en poesía, como se sabe, puede no ser lo más importante. Su autorreferencialidad lingüística, asentada sobre la dialéctica sutil entre el gaélico y el inglés, su riqueza sonora, su rescate de formas sucintas pero complejas, como por ejemplo la llamada cuarteta artesiana (brevísima); el mundo siempre renovado de sus imágenes, sus topónimos, sus sutiles registros alusivos al horror de la época de los Disturbios en Irlanda, impondrían un fárrago de notas que nos dejarían más desalentados que si desistiéramos de ellas.

Aún así, lo anterior no fue obstáculo para leer la poesía traducida al español del autor irlandés e intentar algunas propuestas aunque fueran solo de naturaleza temática.

El primer poema se titula “Cavar”. Poema que establece similitudes (y por lo tanto, diferencias) entre el uso de la pluma como instrumento para la escritura y el de la pala para cosechar. Mientras el padre cava “en el suelo de grava” cosechando papas, el poeta (el hijo) observa su vigor a pesar de que el padre ya ha entrado en la vejez. Luego, dos versos que antecedidos por la frase “Mi Dios”, parecen confundir al padre con otro hombre tan potente como él. De seguida, viene una referencia al abuelo quien “cortaba más panes de tierra en un día/que ningún otro más en las turbas de Toner”. El poeta recuerda que una vez le llevó al abuelo una botella de leche y, los versos subsiguientes cuentan el empuje de esas generaciones que lo precedieron: el abuelo, el padre.

La memoria visual y olfativa se desliza en lo profundo del pensamiento hasta llegar  “entre raíces vivas despiertas en mi mente”.
El poeta se reconoce distinto al abuelo y al padre que resaltan por su labor física, “Pero no tengo pala/para seguir a hombres como aquellos”, sin embargo, opta por equiparárseles “cavando” con la pluma “Entre el pulgar y el índice/la pluma petizona reposa/ voy a cavar con ella”

Así, los medios del poeta son la pluma, la escritura, las palabras y su producto son los versos, los poemas, la poesía.

De la primera y la última estrofa de “Cavar”  “Entre el pulgar y el índice/la pluma petizona reposa/confortable como un arma” y “Entre el pulgar y el índice/ la pluma petizona reposa/ voy a cavar con ella”, quiero resaltar la relación que establece el poeta entre la pluma con un arma y la posibilidad de cavar con la pluma. La pluma como arma, vista, en este caso, como medio, como instrumento que patentiza la palabra, del pensamiento que pudiera liberar o encarcelar; cavar con la pluma es hacer este trabajo que suponemos liberador según lo poco que conocemos de la biografía de este poeta. Las estrofas también me hacen evocar una frase de Wittgenstein (1889-1951), “escrita en 1931, y publicada en el libro póstumo recopilado bajo el título de Observaciones misceláneas… [que dice] Pienso en realidad con la pluma, pues mi cabeza a menudo no sabe nada de lo que mi mano escribe” (ctd en Isava, 1). Esta frase complica las cosas o, las hace más interesantes, en la medida que plantea la autonomía de la pluma.

Cavar
Entre el pulgar y el índice
la pluma petizona reposa
confortable como un arma.

Bajo la ventana, un ruido límpido que raspa:
la pala que se hunde en el suelo de grava
mi padre, cavando. Yo bajo la mirada:

se tensa su trasero entre los canteros
inclinándose. Se yergue veinte años
a buen ritmo, agachándose en los hoyos de papas
donde estaba cavando.

El botín basto se apoyaba en el borde, el cabo
firmemente empuñado contra la rodilla
desarraigaba raigones, hundía el filo brillante en lo profundo
desparramando papas nuevas que juntábamos
amando la dureza fresca en nuestras manos.

Mi Dios, este hombre podía manejar una pala
tan bien como su padre.

Mi abuelo cortaba más panes de tierra en un día
que ningún otro más en las turbas de Toner.
Una vez le llevé una botella de leche
tapada así nomás, con papel. Se enderezó
cortajeando prolijas las tajadas, levantando terrones
por sobre el hombro, yendo hondo, cada vez más hondo
en busca de la tierra mejor. Cavando siempre. Chapaleo y sopapo.

El fresco olor de la forma de la papa,
de la tierra pastosa, cortos cortes del filo
entre raíces vivas despiertas en mi mente.

Pero no tengo pala
para seguir a hombres como aquellos.

Entre el pulgar y el índice
la pluma petizona reposa
voy a cavar con ella.

Glanmore Sonnets
 
IX
Una rata recorre la ventana
como sobre un arbusto un fruto infecto.
“Me miró, me observó. No vi visiones,
ve a mirarla tú mismo”. ¿Para esto
hemos venido a estos descampados?
Tenemos un laurel junto a la puerta,
clásico, y con tufos de ensilaje
de una granja vecina, y hojas agrias.
Sangre en la horquilla, sangre sobre el heno
de ratas ensartadas en las trillas.
¿Qué defensa haré de la poesía?
El arbusto, vacío, está siseando
cuando bajo, y ahí dentro, tu semblante
ronda como la luna en vidrios rotos.

Este poema bien podría ser una muestra de esos a los que muchas veces no les encontramos "sentido" o cuya interpretación es altamente azarosa, no obstante, pensamos lo siguiente: la visión de una rata que recorre una ventana como sobre un arbusto un fruto infecto”. La visión genera la interrogante, la duda sobre la misma pero no, se trata de una visión real que invita a que el Otro la confirme “Me miró, me observó. No vi visiones,/ve a mirarla tú mismo”. Luego, otra pregunta sobre la finalidad de haber ido a ese lugar donde se observa a una rata recorrer la ventana cuando en el propio hogar o cerca hubieran podido verlas además de otras cosas “Tenemos un laurel junto a la puerta,/clásico, y con tufos de ensilaje/de una granja vecina, y hojas agrias/Sangre en la horquilla, sangre sobre el heno/de ratas ensartadas en las trillas”. A continuación, la incógnita angustiosa “¿Qué defensa haré de la poesía?”. Parece querer decir el poeta: ¿Es esto poesía?; ¿qué posibilidad hay de defender honestamente la poesía si esto es lo que puede escribir? Al parecer, no hay justificación para este verso que interroga pues el poeta no se detiene en sus versos que dicen y no aclaran, tal vez y sólo tal vez, porque no es necesario hacerlo. La poesía no trata (ni se trata) de justificar “El arbusto, vacío, está siseando (¿cómo puede sisear un arbusto vacío?)/ cuando bajo, y ahí dentro, tu semblante/ronda como la luna en vidrios rotos”.

III
Codorniz y cucú en esta tarde
se juntan casi mucho hacia el ocaso.
Todo, está todo crepuscular y yámbico.
En la pradera toma un conejito
su rumbo, y al ciervo reconozco
(los he visto también por la ventana
igual que connoisseurs, inquisitivos)
con cautela  de alerces y de abetos.
Yo había dicho,  No voy a retractarme
de esta soledad donde ahora estamos
Dorothy y Williams— Ella me interrumpe
“¿No irás a compararnos…?” Afuera
una brisa susurra entre retoños
refresca y dulcifica. Es cadencias.

Sí, es cadencia este poema, construida no sólo por el “codorniz” y el “cucú” que se juntan, no sólo por la “tarde” y el “ocaso” (sobrepuestos en la palabra), no sólo por el “conejito” que se desplaza por la pradera y el “ciervo”, conocedor e inquisitivo que el mismo poeta (o su yo lírico) ha visto. La cadencia se desliza  en la “cautela  de alerces y de abetos”.  El poeta introduce pensamientos de su propio yo cuando señala que no se quejará de la soledad donde se encuentra con, al menos, otra persona) y no lo hará porque es esa soledad  la que le permite mirar, sentir y escribir el poema. Inserta un hecho después de mencionar a “Dorothy y Williams”, alguien le interrumpe con la pregunta:`¿No irás a compararnos…” ¿referencia a los hermanos Wordsworth?  El poeta regresa al exterior, al paisaje “Afuera/una brisa susurra entre retoños/refresca y dulcifica. Es cadencias”.

Castigo

Puedo sentir el tirón
del dogal en su nuca
y el viento azotándole
el frente desnudado.

Le sopla en los pezones
como cuentas de ámbar
conmueve el enrejado
de sus costillas frágiles.

Puedo ver que está ahogado
su cuerpo en el pantano
la piedra. Contrapeso,
los arbustos flotando.

Bajo los cuales ella
fue al principio un retoño
exhumado, un huesito
de encina, un barrilito

su cabeza afeitada
como negro rastrojo
y sus ojos vendados
de tierra y un anillo

su dogal, conservando
memorias del amor.
Mi adúltera pequeña
antes de tu castigo

con tu pelo pajizo
estabas desnutrida
y era bella tu cara
tan negra como brea.
Pobre chivo expiatorio.

Yo casi que te amo
pero hubiera lanzado
las piedras del silencio.
Soy el voyeur astuto

de los peines expuestos
de tu cerebro oscuro
y tu urdimbre de músculos
tus huesos numerados.

Yo, que me estaba mudo
mirando a tus traidoras
hermanas, embreadas
llorando junto al cerco,

que tendría connivencia
de atroz civilizado
y aún así entendería
la íntima venganza
tribal.

“El Castigo” nos habla de la muerte, por  ahorcamiento, de una mujer adúltera pero también de un amor que se perdió “Yo casi que te amo”. Es una muerte que duele, que se experimenta en carne propia “Puedo sentir el tirón/del dogal en su nuca” y aunque hay una tristeza allí, lo civilizado, la tradición, la costumbre, impide que el yo lírico se oponga a la sanción, incluso brutalmente consumada “Yo, que me estaba mudo… que tendría connivencia/de atroz civilizado”. Que al final reconoce que a pesar de lo cruel e inhumano “aún así entendería/la íntima venganza/tribal”.

Dos camiones

Llueve sobre el carbón y las cenizas tibias
hay huella de un rodado, es el camión de Agnew
con sus compuertas bajas; Agnew, el carbonero
con su acento de Belfast charlando con mi madre
¿Irá ella a Magherafelt a ver una película?

Pero sigue lloviendo y aún tiene media carga
que repartir más lejos. Esta vez el filón
de donde llega nuestro carbón era de un negro
sedoso y las cenizas serán sedosas, blancas.
Parte el bus a Magherafelt. El camión despojado
con sus  sacos vacíos la conmueve a mi madre
los modales del hombre con delantal de cuero.

No menos las películas. Cosas del carbonero…
Ella se vuelve y saca el esmeril y el plomo
esta madre de mil novecientos cuarenta
todo afán de cocina limpiando las cenizas
de su cara con el dorso de la mano. Mientras, el camión
acelera y encara hacia Magherafelt.

Es la última entrega. Oh, Magherafelt,
sueño de felpa roja y carbonero urbano.
Mientras el tiempo corre y un camión diferente
ruge por Broad Street con su carga completa
que hará volar al aire la terminal de ómnibus.
Yo tuve una visión de mi madre, más tarde.

“Dos camiones” es la expresión del cruce de dos personas: un carbonero, con acento de Belfast (Irlanda del Norte) y la madre del poeta. El carbonero pregunta ¿Irá ella a Magherafelt a ver una película? Magherafelt es una ciudad del centro-oeste de Irlanda del Norte.

Pero el tiempo, la lluvia, el trabajo no concluido del carbonero: "Pero sigue lloviendo y aún tiene media carga/que repartir más lejos" hace imposible que puedan compartir. La madre está afectada por el trabajo y los modales del hombre y así, “Parte el bus a Magherafelt” A la madre también le gustan las películas. Se trata de una madre de 1940, con su preocupación por la limpieza: "todo afán de cocina limpiando las cenizas/
de su cara con el dorso de la mano.
Pero no sólo está la expectativa de la experiencia no cumplida sino que hay otro camión, con fines distintos a los de transportar carbón que: " ruge por Broad Street con su carga completa/que hará volar al aire la terminal de ómnibus".

El poeta no puede evitar una visión de su madre más tarde. Tal vez la visión de la madre muerta, estallada en mil pedazos, restos esparcidos.

Fuera de este mundo

En memoria de Czeslaw Milosz

Czesław Milosz: (Lituania, 1911-Cracovia, 2004): abogado, poeta, traductor polaco. Premio Nobel de Literatura 1980.

1.”Como cualquier otro…”

“Como cualquier otro, incliné la cabeza
durante la consagración del pan y el vino
alcé los ojos hacia la hostia levantada y el cáliz levantado
creí (sea lo que sea que eso signifique) que sucedía un cambio.

Fui hasta el altar) y  recibí el misterio
sobre la lengua, volví a mi lugar, apreté los ojos, hice
una acción de gracias, abrí los ojos y sentí
que el tiempo comenzaba nuevamente.

                                                      Nunca hubo una escena
en que yo pusiera esto en claro conmigo o con otro.
La pérdida sucedió fuera de escena. Y con todo, no puedo
repudiar palabras tales como ‘acción de gracias’ u ‘hostia’
o ‘pan  de comunión’. Tienen un tremor
inmortal y brotan como agua de un pozo muy profundo”.

El poeta ignora el por qué participa de ciertos ritos religiosos cristianos, aún así “siente” que sucede un cambio en él: “Como cualquier otro, incliné la cabeza/ durante la consagración del pan y el vino/alcé los ojos hacia la hostia levantada y el cáliz levantado/creí (sea lo que sea que eso signifique) que sucedía un cambio". Hace una acción de gracias “…y sentí/que el tiempo comenzaba nuevamente” Insiste el yo lírico que aunque nunca tuvo claro la significación de esos actos, experimentó cambios y jamás pudo repudiar las palabras y/o frases relativas a esos actos pues tenían un sentimiento de inmortalidad, un sentimiento que brota de algo muy profundo: Nunca hubo una escena/en que yo pusiera esto en claro conmigo o con otro/La pérdida sucedió fuera de escena. Y con todo, no puedo/repudiar palabras tales como ‘acción de gracias’ u ‘hostia’/o ‘pan  de comunión’. Tienen un tremor/inmortal y brotan como agua de un pozo muy profundo”.












Ruedas dentro de ruedas

I.

La primera captación en serio que tuve de las cosas
fue cuando aprendí el arte de pedalear
(con la mano) una bici, colocada al revés
e impulsé la rueda trasera preternaturalmente
, ligero.
Yo amaba la desaparición de los rayos
el modo como el hueco entre el eje y la llanta
susurraba transparente. Si le arrojabas
una papa, el aire enmarcado en el aro
revolvía papilla y te la salpicaba en la cara;
si lo tocabas con una paja, la pajita chasqueaba.
Algo acerca del modo de esos impulsos pedaleros
funcionaba al principio muy palpablemente en tu contra
y luego comenzaba a impeler tu mano hacia delante
hacia un envión nuevo…; todo eso entraba en mí
como un acceso de poder libre, como si la fe
capturara y revolviera los objetos de la fe
en una órbita lindera con la añoranza.

II

Pero lo bastante no era bastante. ¿Quién ha visto
alguna vez el límite de lo otorgado?
En unos  campos más allá de casa había un pozo
(lo llamábamos “El pozo”. Era más que un agujero
con agua, con espinos pequeños
de un lado, y del otro, un fango cenagoso
todo pisoteado por ganado).
También amaba eso. Amaba el olor turbio,
la vida sumidera del lugar como aceite viejo de cadena.
Allí, acto seguido, llevé la bicicleta.
coloqué el asiento y el manubrio
en el fondo suave, hice que las cubiertas
tocaran la superficie del agua y luego di vuelta los pedales
hasta que, como una rueda de molino arrojando con el pedaleo,
(pero aquí a la inversa y azotando una cola de caballo)
la rueda trasera sumergida, refrescando el mundo
revolvía un rociado y espuma de suciedad ante mis ojos
y me bañaba con mis propios barros regenerados.
Durante semanas hice un nimbo de viejo destello.
Luego el eje se engranó, las llantas se oxidaron, la cadena se cortó.

III
Nada igualó esa ocasión después de aquello
hasta que en el circo, entre tambores y 
spots,
chicas vaqueras giraron, cada una inmaculada
en el centro inmóvil de un lazo.
Perpetuum mobile. Pura pirueta
Acróbatas, funambuleros. Volteretas. 
Stet!)

"Ruedas dentro de ruedas" puede ser, simplemente, un espiral infinito, también el Todo, la Nada.
Allí, se narra, se poetiza más bien: "La primera captación en serio que tuve de las cosas", a través del arte de pedalear, pero no a la manera que uno piensa al primer instante, sino a pedalear con la mano una bicicleta "colocada al revés". El impulso de la rueda fue preternatural, afirma el yo lírico, es decir, excediendo la capacidad de la naturaleza humana para la realización de tal acto.

Los efectos del pedaleo fueron más intensos en el interior del yo lírico: todo eso entraba en mí/como un acceso de poder libre, como si la fe/capturara/ y revolviera los objetos de la fe/en una órbita lindera con la añoranza. El objeto bicicleta sirvió para plasmar aún más, lo amado cotidiano. La experiencia anterior sólo fue igualada: "hasta que en el circo, entre /tambores y spots,/ chicas vaqueras giraron, cada una inmaculada/en el centro inmóvil de un lazo/ Perpetuum mobile. Pura pirueta/Acróbatas, funambuleros. Volteretas. Stet!


Textos citados:       

 Isava, L.M. “Reflexiones en torno a la experiencia y sus complejos protocolos
(Versión preliminar)”. Web. 7 dic. 2013 http://www.postgrado.usb.ve/archivos/304/Reflexiones.pdf

Montezanti, Miguel A. “Seamos Heaney. Cavar y otros poemas”. Hablar de poesía. No. 19. Web. 29 nov. 2013. http://hablardepoesia.com.ar/numero-19/seamus-heaney-cavar-y-otros-poemas/


Escrito por Libia Kancev D.


Caracas, 8 de diciembre de 2013.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Un relato...

Tomado de: laimagenfija.wordpress.com






ESPERANDO A WENDY

La mujer, ya entrada en años, aunque con vigor y lucidez envidiable, yacía sentada frente a su escritorio.

La oscuridad del espacio iba acorde con la del día pues la noche había dicho “presente”. Ya sabíamos que no necesitaba invitación y que, al igual que el tiempo como abstracción relativa, no podía detenerse. Ella se iluminaba con una pequeña lámpara, que lucía un adorno donde el rojo era como el de la sangre viva.

Estaba inclinada sobre un libro. El color y el aspecto de sus hojas expresaban años de existencia. Inclinada su cabeza sobre el libro, me parecía incómoda, corporal y posturalmente incómoda.

No había dejado atrás la Modernidad pues la pantalla de su mini laptop reflejaba un trabajo intenso.

La mujer parecía leer con mucha concentración pero yo me preguntaba si era posible. La circunstancia no estaba dada. Aún así, ella leía con aparente atención, con dedicación, lo que seguramente había leído múltiples veces durante años de trabajo pero también esperaba a Wendy, esperaba que yo me levantara del asiento y me marchase.

No podía estar leyendo, eso me decía.

Esperaba a Wendy. Se levantó de pronto y dijo que era extraño que Wendy no hubiera venido. Tomó su teléfono celular y dijo que ya casi no tenía batería y que se había olvidado el cargador. Pensé en ofrecerle mi teléfono para que supiera de Wendy…Yo deseé saber por qué Wendy no había llegado para que la mujer no estuviera esperando más. De seguida, agarró, con sus dos manos, una radio pequeña y la prendió. La voz del mandatario que mandaba con rabia continua se escuchó de pronto. Sentí esa rabia que nunca me había explicado bien, ni ahora ni desde que se inició el siglo XXI, ni antes en este país nuestro que hacía tiempo había dejado de ser y que ahora se deslizaba por el desbarrancadero como la novela de Vallejo, que narraba de uno individual aunque el nuestro fuese colectivo porque al final se trataba de que “todos” nos desbarrancáramos por igual.

Nunca seríamos todos los desbarrancados. La figura de mi padre arropó mi mente. Las eternas discusiones sobre una igualdad utópica. ¿Éramos iguales los seres humanos? La respuesta que por azar llegó a mi vista años después de su inesperada muerte fue “somos iguales pero, somos diferentes”.

Después de esta digresión, yo seguía pensando, que ella no podía haber estado leyendo bajo la luz de la tenue lámpara aunque sus ojos pareciesen prendados allí, obteniendo el mayor conocimiento posible. No podía porque yo estaba ahí, sentada a pocos metros detrás y hablaba cuando ya ella no quería escuchar.

Era el lenguaje corporal expresándose mejor que las mismas palabras.

Yo hablaba, impulsada por una angustia inenarrable y sabía que descendía por la calle oscura, que me iba alejando pensando que era capaz de andar en la oscuridad de una ciudad que se había convertido en un azar de muerte. En verdad, no lo pensé porque mi miedo era otro.

Ella siguió leyendo y yo sabía que debía marcharme.  De pronto, sentí mi vejiga llena. No era recomendable que caminara por la ciudad con la vejiga llena, así que, sin pedir permiso, fui al baño. 
Al terminar, me lavé las manos y pensé en darle un abrazo de despedida a aquella mujer. En un segundo cambié de opinión pues no me atrevía a tanto, tal vez, aprovechar que ella leía, esperando a Wendy, esperando a que yo me fuera, esperando para escuchar el discurso del hombre por el que muchos votaron porque juraron. Aprovechar tocarle un hombro en señal de despedida…

Al  salir del baño, tomé mis libros, mi cartera y vi que la mujer estaba otra vez sentada ante su escritorio y ante el añejo libro. A esas alturas, el abrazo, mi mano en su hombro eran ideas e imágenes irreales del pasado. Traté de no hacer ningún ruido para no interrumpir lo que la mujer no podía estar haciendo. Tomé el camino del blanco pasillo. Agarré el pomo de la puerta, siempre difícil de girar, y la abrí. Justo antes de cerrarla tras de mí, escuché su suave voz que se despedía y sentí pena porque no tenía ya valor ni para decir adiós.


Por Libia Kancev.


Caracas, octubre de 2013.