miércoles, 28 de marzo de 2012

Tabucchi: en vuelo pindárico




"Y te das cuenta de que la vida está ahí en los distintos segmentos que unos estúpidos rectángulos de papel encierran sin dejarla salir de sus estrechos confines".


"La vida está prisionera de su representación: del día siguiente sólo te acuerdas tú".


"Ya sé que estoy haciendo un vuelo pindárico,..."
                                                                                                     A.T.
                                                                                    
La palabra SOSTENER significa, según el pequeño Larousse ilustrado (2006), sujetar a alguien  o algo para impedir que se caiga, se manche o se mueva. A su vez, defender con seguridad y firmeza.

Buscar el significado del verbo sostener no es producto del azar. Vino a cuento después de que terminé la lectura de Sostiene Pereira (1994) del escritor italiano Antonio Tabucchi.


Sostiene Pereira fue la primera novela que leí de Tabucchi, el cual falleció hace unos días en la ciudad de Lisboa. Incluso, la muerte de Tabucchi me sorprende leyendo Se está haciendo cada vez más tarde (2001).


En la mayoría de sus novelas Tabucchi pone en evidencia su carácter de escritor comprometido y como la frase puede sonar a lugar común, quiero precisar que se trataba de un compromiso de solidaridad con el Otro, de apoyo en las tribulaciones, en las injusticias.

Sostiene Pereira narra la vida de un hombre cincuentón, enfermo del corazón, periodista, viudo, católico, sensible e incauto que decide –sin estar muy consciente de ello- vivir, por vez primera, una vida de riesgo, una vida de atreverse a tomar parte en lo que le sucede a otras personas, a no hacerse ni el sordo ni el ciego.

Pereira es el encargado de la página cultural de un vespertino portugués llamado Lisboa. El relato de Tabucchi está ambientado en el Portugal de 1938, bajo el gobierno autoritario de António de Oliveira Salazar.

Pereira trabaja sólo hasta que decide contratar a un joven (Francesco Monteiro Rossi) para que escriba las efemérides y notas necrológicas de escritores que podrían morir de un momento a otro y así estar al día. Aquí se revela, por parte de Pereira, un cierto sentido fúnebre de la literatura.

La motivación para la escogencia de este joven es que había escrito una tesis sobre la muerte, tema que obsesionaba a Pereira así como su no creencia en la reencarnación de la carne. Sí del alma pero no de la carne -aclara Pereira. El joven resulta ser un revolucionario que redacta artículos donde se ensalza a autores también revolucionarios y denigra a otros que tenían o habían tenido una actitud política y social servil ante los gobiernos de turno. Aunque Pereira no publica esos artículos, ayuda al joven. Le paga de su propio bolsillo. Tiene dudas de lo que el joven está haciendo pero las mismas no lo detienen pues un cambio, una transformación se va operando en su vida. Es como un abrir lento de los ojos, como un despertar paulatino, un ensanchamiento de las pupilas, una midriasis paradójica pues permite la entrada de la luz. Luz como metáfora de un conocimiento que –hasta ese momento- le era absolutamente desconocido.

Por extraño que parezca, Pereira sólo tiene interés por el área cultural. Se queja, es cierto, de que los periódicos portugueses no contengan información acerca de eventos relevantes de lo que pasa a nivel internacional, en especial, de la guerra civil española que se sucede para la época, en el país vecino. Se entera, con un alto grado de confiabilidad, por medio del mesonero que lo atiende en el restaurante donde acostumbra a ir y por su cura confesor de lo que ocurre en España y de la participación portuguesa en contra de la república española. Portugal simpatiza con los países que apoyan el golpe de estado del General Franco que determinó el inició de dicha guerra, dejó un saldo deplorable de muertos y el comienzo de una dictadura de cuarenta años.

Sostiene Pereira es una declaración de qué ocurrió en la vida de Pereira a raíz de su relación con el joven revolucionario, el cual es finalmente asesinado en el propio apartamento de Pereira. Tabucchi usa el recurso de la reiteración, específicamente la palabra sostiene. Y, en verdad, Pereira sostiene como declarante de los hechos pero también se trata de un sostener afirmativo de la transformación que ocurre en él. Más aun, Pereira sostiene al joven (tal vez inconscientemente, al hijo que nunca tuvo) y, en este sentido, sostener se alinea con la segunda acepción del término citado en el primer párrafo. Sostiene las ideas de vida y no de muerte, a pesar de que Monteiro Rossi había realizado una tesis acerca de la muerte. Por cierto, el joven llega a confesarle a Pereira que buena parte de esa tesis era producto de un plagio pues, lo que a él le interesa es la vida y no la muerte. Es un sostener de palabra y de hecho. Ello, este sostener, no fue sin consecuencias. Alguien me dijo una vez, creo que citando a otra persona: “todo acto (consciente o no) tiene consecuencias”.

Dentro de lo trágico del fin de Sostiene Pereira se difumina una esperanza, una ilusión. El acto final de Pereira es una apuesta valiente. Pereira no se detiene a llorar la muerte del joven. Necesita rendirle un homenaje honesto y solidario. Le ofrenda una defensa post mortem aunque su vida corra peligro. A pocos metros del cadáver del joven, Pereira se sienta a escribir lo ocurrido, la represión brutal, la muerte brutal. Un cráneo apaleado. Un ideal destruido por hombres que han dejado de serlo para transformarse en animales iracundos. Pereira se las ingenia para hacer que dicho escrito aparezca –ese mismo día- en el Lisboa. Un logro. De seguido, decide exiliarse en Francia.

Antonio Tabucchi: nació en Pisa (Italia) en 1943 y falleció este 25 de marzo pasado en Lisboa a los 68 años de edad. Tabucchi fue un escritor de indudable solvencia literaria. Además del libro que comento anteriormente he leído de él  Requiem (1992), La cabeza perdida de Damasceno Monteiro (1997), Plaza de Italia (1975) y actualmente leo Se está haciendo cada vez más tarde (2001). 


¡Paz para Antonio Tabucchi!





Caracas, 28 de marzo de 2012.

viernes, 23 de marzo de 2012

Otra vez Murakami


“me siento a veces como un caracol sin caparazón”

“Hay palabras que quedan para siempre en el corazón de las personas”

“Todo lo que tiene forma desaparece antes o después. Sin embargo, hay un tipo de sentimientos que permanecen para siempre”

“Tuve la sensación de que yo, en realidad, me encontraba muy lejos…De que tal vez estuviésemos separados por una distancia inimaginable. Al pensarlo, me asaltó la tristeza”

“A través de una fotografía no puedes comprender nada. No es más que una sombra. El verdadero yo está en otro sitio. Y eso no sale reflejado en la imagen”

“…es una lástima, pero hay cosas que no pueden volver atrás. Una vez que has dado un paso hacia adelante, por más que lo intentes, ya no puedes retroceder. Si se estropean, así se quedan para siempre”

Haruki Murakami en "Al sur de la  frontera..."

“Al sur de la frontera, al oeste del sol” (1998) es la novela más reciente que he leído. En dicha novela se hace presente –una vez más- la magia particular que tiene Haruki Murakami para narrar, para contar historias  que no pueden pasar  y ya sino que quedan en nuestra memoria destilando aprendizajes.
“Al sur de la frontera…” nos relata la historia de Hajime (que significa Principio), un niño, adolescente, joven y luego adulto quien en las diferentes fases de su vida conoce a: Shimamoto: una niña que estudiaba con él, inteligente y que era coja de la pierna izquierda. Vivían cerca y disfrutaban mucho juntos.  Ambos eran hijos únicos. Luego, Hajime y su familia se mudan de barrio y pierden contacto pero Hajime recuerda a 
Shimamoto con mucha frecuencia (luego nos enteramos que ella también).

En el bachillerato, Hajime conoce a Izumi (significa Manantial en japonés) y se hacen novios. Izumi era una buena chica y quiere mucho a Hajime. Él quiere mantener relaciones íntimas pero ella considera que no es el momento. Tal es el deseo de Hajime que mantiene relaciones, las primeras, con una joven cuyo nombre no aparece. Esa joven era prima de Izumi y, cuando Izumi se entera queda muy afectada y no desea saber de Hajime aunque él hace miles de intentos por hablarle hasta que, finalmente, se va a estudiar a una universidad en Tokio.

Hajime tiene siempre presente  a Shimamoto.  A  Izumi la evoca con un intenso sentimiento de culpa pues tiene la certeza que le hizo mucho daño.

Hajime estudia literatura, se gradúa y empieza a trabajar en una editorial. Se siente insatisfecho pero, por lo pronto, era su única alternativa de trabajo. Un día ve a una mujer en la calle y piensa que es Shimamoto, no logra estar totalmente seguro pues ella “lucía unas grandes gafas de sol”,  la sigue. Ella entra en un café y luego hace una llamada pero él no se atreve a acercársele. Al poco tiempo ella se va y toma un taxi, Hajime intenta alcanzarla pero un hombre lo detiene y le dice que no la siga más y le da un sobre con mucho dinero. Hajime no entiende qué significa todo aquello, no obstante guarda el dinero pero nunca lo llega a utilizar.
Cuando Hajime alcanza los 30 años, conoce a una joven llamada Yukiko. Se siente atraído de inmediato y al poco tiempo se casan. Hajime deja su trabajo y, con el respaldo económico del padre de Yukiko, monta un bar y posteriormente otro. En ambos tiene mucho éxito. Hajime paga puntual y con intereses el préstamo que le hizo su suegro.

Hajime y Yukiko tienen dos niñas. Hajime las adora y se encarga de llevarlas y buscarlas a la guardería donde asisten pero,  comienza a reflexionar sobre su vida. No se siente satisfecho.

El éxito de sus bares es tan rotundo que es entrevistado para una revista muy conocida. Un día llega al bar un joven que había estudiado con él. Éste le dice que había visto a Izumi y que estaba transformada, que se había vuelto un ser inexpresivo. Hajime siente remordimientos.

Tiempo después Shimamoto acude a uno de los bares de Hajime, el llamado Robin’s  Nest, y después de observarlo mucho tiempo se le acerca. Él  no la había reconocido. Desde ese instante, Hajime no deja de pensar en Shimamoto aunque hace un esfuerzo. Sabe que está casado, que tiene dos hijas. De allí en adelante, Shimamoto que, a la sazón había sido operada de su pierna izquierda, aparece y desaparece por ciertos períodos de tiempo y la ansiedad de Hajime aumenta. Un día, Shimamoto le pide que la lleve a un río sin explicarle el por qué. Ya le había suplicado que no le preguntara nada de su vida. Ella sólo le comenta que su padre había muerto y que se había distanciado de su madre a la que tenía tiempo sin ver.
Después de mucho pensarlo, Hajime arregla el viaje. Irían al río Ishikawa, ubicado fuera de Tokio. Shimamoto  depositó allá las cenizas de una niña que había tenido el año anterior y había vivido por un día. De regreso hacia el aeropuerto, Shimamoto se puso mal, parecía tener problemas para respirar y estaba como paralizada, sin embargo pudo indicarle a Hajime sobre un medicamento que tomaba. Él lo buscó y se lo dio. Shimamoto mejoró y pudieron regresar a Tokio sin problemas.

Shimamoto pasa cerca de tres meses sin regresar al bar y la desesperación de Hajime es casi incontrolable. Él decide que si ella regresa le dirá que se queden juntos, que está dispuesto a dejar a Yukiko y a sus hijas. Cuando Shimamoto regresa, él la invita a un chalé que tenía en Hakone. Hajime llama a su esposa y le dice que no irá a casa esa noche. Cuando llegan al chalé hacen el amor de una manera muy singular. Hajime le dice que se quede con él bajo un compromiso total. A la mañana siguiente cuando Hajime despertó, Shimamoto no estaba, no lograba comprender lo que había sucedido. La esperó y la esperó…regresó a su casa.

Ese día habló con Yukiko y le contó sobre Shimamoto. Yukiko le dijo que si quería separarse que lo hiciera. Shimamoto no apareció nunca más y Hajime pasó días terribles, sin embargo, logra reponerse haciendo una tremenda reflexión sobre la realidad y así logra regresar con su esposa e hijas.

A  decir verdad, “Al sur de la frontera, al oeste del sol”, es una historia que trata sobre el principio del placer y sobre el de la realidad. Hajime estaba enamorado de Shimamoto, posiblemente desde que la conoció en su niñez, pero su vida siguió por otro camino. Al reencontrar a Shimamoto está dispuesto a dejarlo todo por ella. Pero ella se va, ¿fue un acto de mujer consciente?, ¿qué fue? Creo que nunca lo sabremos a ciencia cierta.

Hajime se recupera aunque ha podido dejarse absorber por la tristeza y la desolación que lo embarga por la desaparición de Shimamoto pero no, sigue adelante.

Antes de finalizar, quiero referirme al título de esta novela: “El (Al) sur de la frontera, el (al) oeste del sol. Parte del mismo proviene de una canción de Nat “King” Cole (1919-1965), llamada South of the Border que les gustaba mucho tanto a Hajime como a Shimamoto. De niños la escucharon múltiples veces (pertenecía a la colección de discos del padre de Shimamoto). 
Al sur de la frontera realmente significaba al sur de México; al oeste del sol hacía referencia a una enfermedad denominada histeria siberiana que afectaba a los campesinos en Siberia. Shimamoto le explica a Hajime: durante el invierno los campesinos trabajan en sus casas y, al llegar la primavera, vuelven a salir al campo y, de pronto, un día, algo muere dentro de alguno de ellos. Algo, alguna cosa. Y, entonces: “A fuerza de mirar, día tras día, cómo el sol se eleva por el este, cruza el cielo y se hunde por el oeste, algo, dentro de ellos, se quiebra y muere”. El campesino “arroja el arado al suelo y, con la mente en blanco, emprende el camino hacia el oeste. Hacia el oeste del sol. Y sigue andando como un poseso, día tras día, sin comer ni beber, hasta que se derrumba y muere. Esto es lo que se llama histeria siberiana”



Caracas, 23 de marzo de 2012.


domingo, 18 de marzo de 2012

Pedro Páramo

Todo escritor que crea es un mentiroso; la literatura es mentira, pero de esa mentira sale una recreación de la realidad; recrear la realidad es, pues, uno de los principios fundamentales de la creación.
                                                                           Juan Rulfo


En estos días releí –aunque no logro recordar si antes la había leído- Pedro Páramo (1955). En meses recientes el nombre de Juan Rulfo (1917-1986) adquirió cierta familiaridad, así que al tropezarme, literalmente, con Pedro Páramo opté por leerlo.

En mi pequeño apartamento ya las cuatro bibliotecas de las que dispongo no se dan abasto y mi mesa de noche está más que repleta. Por ello digo que me tropecé con este cuento largo de Rulfo. Me decido a escribir sobre él sin pensar en qué han pensado otros.

Pedro Páramo es un cuento sobre: el machismo, sobre la mujer mexicana que vale menos que nada, sobre las consecuencias funestas de un amor no correspondido; sobre muertos que parece que están vivos pues hasta instalados dentro de sus urnas dialogan unos con otros como un chismorreo cualquiera. El tema de las luchas políticas también hace acto de presencia demostrando los vaivenes de la conveniencia.
Juan Preciado va a Comala a buscar a su padre. Lo hace para cumplir una promesa que le hizo a su madre antes de que ella muriera. Ella, Dolores Preciado le dijo al hijo: “…El abandono en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro” (30).

Juan llega a Comala.  Un pueblo mísero si es que existe. Un arriero que se encuentra en el camino lo conduce y le dice que él también es hijo de Pedro Páramo. Al parecer Pedro Páramo, dueño legal y también ilegal de muchas tierras en Comala había tenido muchos hijos y su matrimonio con Dolores Preciados sólo fue por motivos económicos.

Pedro Páramo, en su posición de patrón, puede estar con la mujer que quiera. Sólo se trata de su deseo. Pero, se enamora de Susana San Juan, viuda de un tal Florencio. Ella parece estar loca: hay dos opciones, porque siempre lo fue o porque se volvió loca cuando murió Florencio. Pedro Páramo la ama, la idolatra. Se casa con ella, no obstante, los pensamientos de Susana siempre estarán en otro lugar. Al final ella muere y él, Pedro Páramo se echa a morir arrastrando en su abandono a todo Comala.

Frases como las siguientes son las que hacen la grandeza de Pedro Páramo:


“…como si se le hubieran soltado los resortes de su pena, se dio vuelta sobre sí misma una y otra vez,…” (37).


“Y es que la alegría cansa” (62).


“Oía de vez en cuando el sonido de las palabras, y notaba la diferencia. Porque las palabras que había oído hasta entonces, hasta entonces lo supe, no tenían ningún sonido, no sonaban; se sentían; pero sin sonido, como las que se oyen durante los sueños” (70-71).


“El día desbarata las sombras. Las deshace” (73).


“-¿La ilusión? Eso cuesta caro” (88).


“…untado todo de desdicha” (121).


“Y se preguntaba hasta cuándo terminaría aquello.  Esperaba que alguna vez. Nada puede durar tanto, no existe ningún recuerdo por intenso que sea que no se apague” (138)

“El cielo estaba lleno de estrellas, gordas, hinchadas de tanta noche. La luna había salido un rato y luego se había ido. Era una de esas lunas tristes que nadie mira, a las que nadie hace caso” (152-153)




Caracas 16 de marzo de 2012.