sábado, 3 de diciembre de 2016

Un chispazo: La obra maestra desconocida de H. de Balzac

A Gabriela Kizer


La llegada a nuestras manos de algún texto literario –con independencia de su género – puede darse por diversos caminos.

Hace un tiempo, escuchando una clase de una experimentada profesora de la Escuela de Artes de la Universidad Central de Venezuela (UCV) de Introducción a la literatura, motivada, en esencia, por saber cuáles eran sus planteamientos sobre la poesía y el cuento, hizo mención a una novela corta del gran Honoré de Balzac (1799-1850) intitulada La obra maestra desconocida. Ese hecho, esa sola referencia me hizo buscarla y leerla.

La obra maestra…trata sobre el encuentro de tres pintores que, según entendemos, al menos dos de ellos existieron en la vida real: Françoise Porbus (1569-1622) y Nicolás Poussin (1594-1665). El tercero, un anciano ya, también era maestro de pintura, discípulo de Mabuse, cuyo nombre real fue Jan Gossart (1478-1532). El punto central se refiere a la naturaleza del arte de pintar, a la naturaleza del arte en general exponiendo que dicha naturaleza puede rayar con los límites de la locura al querer insuflarle a la obra de arte toda el alma del pintor. Casi como plantear que el artista y, toda su vida, debe darse por entero a su obra de tal manera que, literalmente, la haga viva, que, al verla, no tenga una apariencia de vida sino la vida misma.

Tenemos un texto ambientado a finales de 1612, en París. Se presenta un encuentro entre Frenhofer (el maestro), Porbus y Poussin que a la sazón tendría unos dieciocho años. Frenhofer critica una obra de Porbus aduciendo que le falta vida y que solo él sabe cómo infundírsela a la María Egipciaca de Porbus que también había pintado un retrato de Enrique IV y al que María de Médicis había dejado por Rubens. A Poussin, que apenas iniciaba su carrera como pintor, le parecía extraordinaria pero Frenhofer les dice que no es así.

Afirma Frenhofer
Tu buena mujer no está mal hecha, pero no tiene vida. ¡Ustedes creen haber hecho todo en cuanto han dibujado correctamente una figura y puesto cada cosa en su sitio según las leyes de la anatomía! [con ello] creen haber copiado la naturaleza, creen ser pintores y haber robado su secreto a Dios!...¡Prrr! ¡Para ser un gran poeta no basta conocer a fondo la sintaxis y no cometer errores de lenguaje! Mira tú santa Porbus. A primera vista parece admirable; pero en una segunda ojeada se percibe que está pegada al fondo de la tela y que no se podría rodear su cuerpo…es una imagen incapaz de volverse o de cambiar de posición: faltan el espacio y la profundidad… (10).

Por otra parte, Poussin tenía una hermosa amante, Gillette, en verdad la amaba y ella a él. Poussin le pide posar para Frenhofer y Gillette dilucida que esto podría poner en riesgo su amor a pesar de lo cual, dolida, accede.

Por otro lado, Frenhofer, tenía más de diez años pintando un retrato de mujer, la Belle Noiseuse a la que le había puesto el nombre de Catherine Lescault. Nadie había visto la pintura. Según las palabras muy excitadas de Frenhofer era un ser vivo, su propia mujer, su amante. Se plantea la posibilidad de que Gillette pudiera ser más hermosa que el retrato. Porbus y Poussin quieren ver el retrato de Frenhofer. Este accede después de haber visto a Gillette convencido de que “su mujer” es perfecta y de que ahora sí puede mostrarlo. En una mirada inicial, ni Porbus ni Poussin ven nada en el lienzo, luego

-Estamos en un error, ¡mire!... –continuó Porbus. Al acercarse percibieron, en una esquina del lienzo, el extremo de un pie desnudo que salía de ese caos de colores, de matices indecisos, de aquella especie de bruma sin forma; un pie delicioso, ¡un pie vivo! Quedaron petrificados de admiración ante ese fragmento librado de una increíble, de una lenta y progresiva destrucción. Aquel pie aparecía allí como el torso de alguna Venus de mármol de Paros que surgiera entre los escombros de una ciudad incendiada. -¡Hay una mujer ahí debajo! –exclamó Porbus señalando a Poussin las capas de colores que el viejo pintor había superpuesto sucesivamente, creyendo perfeccionar su obra. Los dos pintores se volvieron espontáneamente hacia Frenhofer, empezando a comprender, aunque vagamente, el éxtasis en que vivía. –Lo ha hecho de buena fe – dijo Porbus. –Sí amigo mío –respondió el anciano, desvelándose- hace falta la fe, fe en el arte, y vivir durante mucho tiempo con la propia obra, para poder realizar semejante creación (38-39).

Al final, Frenhofer, ante esa vida entregada al arte rozando la utopía del “arte vivo” se suicida no sin antes incendiar todos los maravillosos cuadros que tenía en su taller.

La obra maestra…está sustentada en elucubraciones estéticas y mitológicas para explicar la concepción del arte de Balzac, el cual pone en boca de Frenhofer diversas consideraciones sobre la belleza y la pintura aunadas al recurso de la mitología, entre las que se encuentran la mención de Proteo, de Pigmalión, de Orfeo y otras.

Retomando lo expuesto en los dos primeros párrafos de este escrito, agrego que la profesora Kizer, la experimentada profesora a la que me referí,  también hizo alusión a un texto de Carl Gustav Jung titulado “El poeta” que nos permitiría explicar la “personalidad como hombre” y la “personalidad como artista” del personaje de Frenhofer.

No dejo de pensar que si bien fue un azar que escuchara aquella clase, no creo que haya sido producto del azar el hecho de que buscara estos textos, mencionados colateralmente en una clase de Introducción a la literatura, un día cualquiera de este año 2016 en un aula de nuestra querida UCV y que ahora cientos de interrogantes sobre los temas expuestos pululen en mi mente. Creo que esa es la finalidad de la literatura.


Texto citado


Balzac. Honorato de. La obra maestra desconocida. Ediciones del Sur. Córdova. Argentina. 2005. Pp. 6-41.



Escrito y publicado por Libia Kancev.


Caracas, 3 de diciembre de 2016.