viernes, 28 de febrero de 2014

La Gaviota. Sándor Márai

Salón de la Ópera de Hungría 
A Yasmin Mora, por su amistad.



“Cuando algo llega a su fin, siempre se impone un silencio extraño: tanto en el mundo como en el corazón de las personas”

“…no todo lo que sucedía podía juzgarse con parámetros humanos”

“No. El hombre es impotente en su cuerpo. Sólo su alma puede discutir con Dios”

“…aunque ya sabes que los encuentros con uno mismo son siempre los que más conmocionan”

“Porque sólo es efectiva la magia que tiene lazos con una realidad en la que se ensamblan elementos celestiales y cotidianos,…”

“La realidad, ya ves, es más simple que la que nosotros, las personas, creamos a partir de ella en nuestra alma…”

La lectura de textos narrativos literarios, nos llevan, en algún punto, a pensar cuál sería el final. ¿Cómo se resolvería tal o cual situación? Si se trata de una historia de amor, ¿quedarán juntos los amantes? Y muchas otras interrogantes.

Al menos a mí me ocurre así y no con poca frecuencia el final me sorprende y hubiera deseado otro pero no somos él o la autora aunque, sin duda, nuestra lectura, esas interrogantes, nos llevan a un diálogo íntimo con el autor del cual, muchas veces, éste ni se entera.

La lectura de La Gaviota (2011) de S. Márai me ha dejado una especie de desasosiego. Se trata de un texto interesante donde Márai, se refiere a temas que ha tocado en otras novelas como en La Extraña: el amor de pareja; el tema del cuerpo; de las religiones, de Dios, entre otros.

Un consejero político (45 años) de Hungría, redacta un escrito que deberá llegar al más alto nivel en el cual, parece, hace saber que, al día siguiente, el país entraría en guerra (Segunda Guerra Mundial). El hombre, profundamente reflexivo, piensa en cómo cambiará el país al día siguiente, piensa en la escasez, en el tiempo y escribe
¿Qué sucedería  al día siguiente cuando se divulgaran aquellas palabras? ¿Y al otro? ¿Y cómo repercutiría en eso turbio y tangible que, en términos cotidianos, suele denominarse tiempo y que posee la peculiaridad de no soltar lo que agarra, como el amante enajenado rodea con un abrazo mortal el cuerpo amado? Aquello que se inicia seguirá siendo presa del tiempo… Y más allá, sumidos en la niebla, millones de personas, el país. Y todavía más lejos, en medio de la bruma y el tiempo, otros países, capas que se desvanecen y alzan sucesivamente en ese extraño elemento, el tiempo…Y en alguna parte, mucho más lejos, más allá de la historia, el individuo con su incomprensible destino: un chino va en camino de las tierras de labranza y, entre dos bombardeos, trabaja sereno en los arrozales, sonriente y pensando en un verso o un viejo proverbio…A  continuación pensó que algún día finalizaría la guerra, y que para entonces ya no sería un hombre joven” (11-2).

Ese mismo día, una joven que él no conoce pide verlo en su despacho. Cuando la recibe, su sorpresa es indecible pues la joven se parece enormemente a una mujer que había amado profundamente y que se había suicidado con la ingesta de cianuro, unos años atrás.

La joven, de 22 años, le dice que es finlandesa, que es maestra y que acude a él para conseguir un visado, una beca, que desea quedarse en el país.

El consejero no sale de su desconcierto y los recuerdos de Iliona resurgen como olas sin descanso. Es como si el pasado regresara a él y quisiera jugarle una broma muy pesada.

La joven se llamaba Aino que, en húngaro, significa Única y su apellido era Laine que en húngaro es Ola. La joven le comenta que el nombre se lo puso su padre y que lo extrajo del Kalevala (poema épico, compilado por Elías Lönnrot en el siglo XIX a partir de las fuentes folclóricas finlandesas. Se considera una de las epopeyas más sugestivas y notables de Europa). El consejero la invita ese día a la Ópera  y ella acepta.

De aquí en adelante, los recuerdos de Iliona fluyen incontenibles en la mente del consejero: cómo era ella, la última vez que habían estado juntos, día que él jamás sospechó que sería la última vez. También relata un encuentro que había tenido con el padre de Iliona (que era farmacéutico) donde este le dice que ella se había suicidado por el engaño del profesor G ya que ella lo amaba mucho. Este dato deja al consejero muy perturbado pues desconocía que Iliona pudiese tener otra relación. Ello lo hace ir a una conferencia del profesor G (quien era un químico renombrado) y sacar sus propias conclusiones de él.

Márai nos hace conocer ciertas posiciones sobre los hombres en la vida como por ejemplo, la similitud física que existe entre muchos seres humanos, llegando a la conclusión que lo que auténticamente nos diferencia es el alma; el distinto alcance que tienen para el hombre y para la mujer el envejecimiento. A este respecto escribe
Eso que a vosotras, a las mujeres, os hace sufrir tanto y apresuraros a la iglesia y la peluquería para rogar a Dios y al esteticista, es decir, el momento en que la juventud se acaba, a nosotros, los hombres en realidad no nos hace sufrir. Tal vez finjamos despedirnos y nos pavoneemos un poco, pero, en el fondo del corazón, sufrir, no sufrimos. Todo hombre suspira aliviado cuando se aleja la juventud; suspira e incluso ríe a hurtadillas. No se trata de un rasgo sublime del hombre, pero es la verdad (151-2).   

También se refiere a la atención que Dios presta bien sea al colectivo humano o cada ser individualmente. En una conversación con Aino le dice

¿Quién te envía? ¿Dios?...Pero ¿no es un signo de envanecimiento pensar que Dios, el infinito, entre la infinidad de posibilidades, tenga tiempo y ganas de entretenerse con nuestros dudosos e insignificantes destinos, de ocuparse de detalles tan nimios? ¿O tal vez la verdadera fe, creencia y convicción piadosa e irracional consiste justo en pensar que Dios, en el infinito, también se ocupa de cada uno de nosotros, con tanto o más esmero del que dedica al universo?(137).

Otros temas como lo que llama, las leyes universales, en las que engloba a: Dios, la guerra, el amor, la muerte, el nacimiento. Por otro lado, diserta sobre la personalidad del ser humano, sobre el destino, sobre las palabras y los hechos , la muerte y hasta el beso entre un hombre y una mujer, la personalidad y lo que él llama matices.

Aunque el consejero trata a Aino con cierta desconfianza, resulta evidente que se enamora de ella y desea que se quede con él pero al final, tengo la impresión de que la joven resulta ser una espía y que ella también se enamora pero que decide marcharse, como le dice, por el bien de él mismo.

Al igual que en La Extraña, reseñada recientemente en este blog, La Gaviota merece su relectura y el análisis individual y detallado de ciertos planteamientos de Márai  que nos lleva a pensar que la novela no termina en la última página sino que la historia lo que hace es abrir una y mil posibilidades de reflexión para poder decir que en verdad la leímos y comprendimos.
Me uno a estas palabras que encontré en un blog titulado El Placer de la lectura, referente a La Gaviota y a la literatura de Márai “La literatura que nos ha entregado este prolífico autor…es un ejercicio permanente de reflexión respecto de una realidad concreta, trascendente, de la que los protagonistas se hacen cargo por razón de su cultura y de su inteligencia”  

Textos citados
“La Gaviota - Sándor Márai”. El Placer de la lectura. Web. 28 feb. 2014. http://www.elplacerdelalectura.com/2011/08/la-gaviota-sandor-marai.html


Márai, S. La Gaviota. Ediciones Salamandra, S.A. Barcelona. 2011.

Escrito por Libia Kancev,

Caracas, 28 de febrero de 2014.

domingo, 16 de febrero de 2014

Cuatro poemas en: CUIDADOS INTENSIVOS. A propósito de Venezuela




Tomado de www.caraotadigital.net.
Un país

Cuando el forastero llegó
ya todos se habían ido.

Cuentan que sólo tuvo entre sus manos
acuarelas de niños que pintaban un país
donde la nieve era apenas un tacto imaginado.

Un lugar amañado por la astucia
y las costumbres de la luz,
que incauta resguardaba escondrijos
para que las sombras perpetuaran traiciones,
desde antes de nacer.

Cuentan sus ingenuos dibujos
(ahora devorados por polillas)
que era una tierra frondosa,
donde junto a la ventura
se forjaban ardorosas proclamas.
Una comarca poblada de fértiles maderas,
aptas para el refugio de hombres, isópteros y orugas.
Y también para el fuego (48).


Graffiti olvidado en cualquier
pared de Caracas

Ni líricos, ni láricos ni lúdicos.

Aquí, a punta de pistola,
                            despachamos al mayor.

Aquí somos todos objetivos
                                    aunque pese el azar (49).



Renuncien a defender
las buenas costumbres

Ustedes son los que tienen miedo de morir.
Nosotros no.
Somos hombres bombas.

Estamos en el centro de lo insoluble.

Ustedes, entre el bien y el mal,
se detienen en la única frontera.

Su muerte es un drama cristiano
en una cama, un cáncer, un ataque al corazón.
La nuestra, la comida diaria, la fosa común.

Somos una empresa moderna, rica.
Ustedes, el estado quebrado, una zafra de incompetentes.

Tenemos métodos ágiles de gestión.
Ustedes son lentos, burocráticos.

Luchamos en terreno propio.
Ustedes, en tierra extraña
muriendo de miedo, cada hora.

Estamos bien armados, al ataque.
A ustedes los persigue la manía del humanismo.
Somos crueles, no conversamos con la piedad.

Ustedes nos han transformado en “super stars” del crimen.
Los tenemos de payasos.

Nos llaman “los barones del polvo”,
y por miedo o por amor nos ayudan en el barrio.
A ustedes los odian.

Nuestras armas y mercancías vienen de afuera,
[somos “globales”.
Ustedes, nuestros clientes.

¿Solución? No hay solución, hermano.

Somos el inicio de algo tardío.

Somos hormigas devoradoras,
escondidas en los rincones.

Renuncien a defender las buenas costumbres.

Estamos todos en el centro de lo insoluble.

Como dijo el divino Dante: “Pierdan las esperanzas,
[estamos en el infierno”
(50-1).




La gente invisible
When you have city eyes you cannot see the invisible people.
Salman Rushdie

Alguien debe recoger los muertos:
los de antes, los de ahora, los de siempre.
Alguien debe hacerlo.

Son urgentes la amnesia,
las calles limpias
y las flores en las aceras.

Tal vez sea la gente invisible
la que se ocupe de ellos.

Gente que al caminar
apenas deje huellas.

Gente sin padres ni abuelos.
Gente que está por nacer,
y vendrá con aguaceros.

La gente invisible sabe cantar
pero prefiere el silencio,
sabe reír si corresponde
pero no se deja tentar por quimeras.

La gente invisible procura
hacer todo invisible,
lo que vemos y lo que no.
Por eso si alguien se los lleva serán ellos.

Para que las calles queden limpias,
sin sangre ni recuerdos. (52-3).


Cuidados intensivos: es el más reciente poemario (inédito hasta donde sé, por falta de papel) del profesor, poeta y ensayista Arturo Gutiérrez Plaza (Caracas, 1962).