lunes, 9 de mayo de 2022

Otra Vuelta de tuerca



“…la realidad es verbal,…”

Julio Cortázar

Creo que una sola vez en mi vida he escuchado la frase que da título a este escrito. Fue en la Escuela del Campo Freudiano de Caracas hace unos cuantos años.

La misma fue expresada, en el marco de una clase, por un médico psiquiatra de la Escuela cuyo prestigio parecía indiscutible. Confieso no recordar su nombre.

Otra Vuelta de tuerca (1898) es una novela de Henry James, escritor norteamericano nacionalizado inglés, nacido en 1843 y fallecido en Londres en 1916. Sospecho que el médico psiquiatra citado en el segundo párrafo tomó este título haciéndolo parecer o eso me pareció a mí como una frase surgida de su cosecha personal. ¿Quién sabe si acababa de leer la novela de James?

Siguiendo: quiero decir que hubiese sido interesante discutir con el propio James algunos aspectos de esta novela.

En principio parece una novela de suspenso, de terror pero al poco tiempo se va dando uno cuenta que hay otros elementos más resaltantes que tienen que ver con el mundo psíquico de los niños, en este caso, de Flora (8 años) y Miles (de 10 años) con lo que Freud llamaba lo perverso polimorfo en la personalidad de los niños en sus primeros años de vida. También tiene que ver con el trato hacia los niños como si fueran el centro del universo, llenándolos de pura admiración y complacencia sin límites; con la ausencia de los padres (en este caso, por el fallecimiento de los mismos); también con la existencia de personas que no quieren ver más allá de sus narices y, en especial, con la existencia de personas como la institutriz de Flora y Miles, cuyo nombre nunca es mencionado –curioso-, quien poseía la suficiente sensibilidad y coraje para percatarse de las circunstancias anómalas que vivían y rodeaban a sus pupilos, de la inteligencia de los mismos, lo que si bien por una parte facilitó la experiencia que vivieron, por otra, contribuyó a su “resolución”, si podemos concluir que hubo una solución.

Y un motor archiconocido, el amor, tampoco queda soslayado. La institutriz que menciono fue contratada por un joven guapo, rico, tío y tutor de Flora y Miles. Al hacerlo, le pidió a la institutriz, como condición esencial, que ella no le estuviera escribiendo y dándole quejas sobre sus sobrinos. Él quería el bienestar de ellos, estaba dispuesto a darles el mayor confort material pero nada más. La institutriz apenas lo vio en dos ocasiones y nunca más llegaron a tener contacto. Pero ella se enamoró de él y ello la motivó para intentar cumplir su misión educativa con la mayor eficiencia.

En la novela se presentan como apariciones, almas en pena o condenadas, como queramos llamarlo, dos personajes (muertos) que habían tenido una profunda relación con los niños: Peter Quint, sirviente de la casa, personaje que en vida se tomaba demasiadas libertades, era un borracho y exhibía un comportamiento muy dañino para él y todos los que lo rodeaban, tanto así que, la primera institutriz que tuvieron los niños, la señorita Jessel, quien tuvo una relación sentimental con el tal Quint, muere por causas que nunca llegaron a conocerse.

La nueva institutriz (a quien llamaremos I), era una joven de 20 años, procedente de una familia humilde. Al asumir su trabajo, inicialmente con Flora y unos días después con Miles quien se hallaba en un internado, se encariñó muchísimo con los niños a quienes consideraba hermosos y de una inteligencia poco común, en especial, Miles. Con la llegada de Miles llegó una carta que notificaba su expulsión irreversible del internado. I no entendía el motivo y decidió dejar pasar algún tiempo antes de hablar con él sobre las razones de su expulsión o esperar a que él mismo se las contara. I se abocó a Flora y a Miles, no obstante, ello no le impidió darse cuenta de las “apariciones” en la casa (antes mencionadas) que habitaban en las afueras de Londres y de la relación e influencia maléfica que tenía sobre los niños, quienes, a su vez, no hablaban de eso con ella como si se tratara de un secreto del que gozaban. Parece cosa de la fantasía (¿será?) pero al describirle I la visión de un hombre y luego de una mujer a la buena ama de llaves, la señora Grose, esta le confirmó a qué personas correspondían pero le aseguró que ambos habían muerto. Esos dos hechos, el de la no existencia material de esas personas y que I los hubiera visto no asustó grandemente a la señora Grose. No era una mujer instruida, quería mucho a los niños e intuía que algo raro pasaba en la casa. I y la Señora Grose se hicieron aliadas pero es la voluntad firme de I la que la lleva a enfrentar a los niños con la “realidad” y que los fantasmas de la señorita Jessel y Quint desaparezcan de sus vidas.

Todo lo anterior sucedía sin el menor conocimiento del tío de los niños pues I quería seguir, hasta lo último, sus indicaciones de no ser molestado. Finalmente I se enfrenta con el fantasma de la Jessel y la conmina a desaparecer. Decidió, simultáneamente sacar a Flora de la casa, bajo el cuido y protección de la señora Grose. I se queda con Miles, quien solo al final de la novela le relata, muy escuetamente, el motivo de la expulsión del colegio, motivo que queda muy confuso ya que alega no recordar –haber olvidado-. En cualquier caso, se trató de algo relacionado con decir algunas cosas a “Aquellos que me gustaban”.

Estando I y Miles solos, aparece el fantasma de Quint quien percibe que su presa, Miles, le está a punto de ser arrebatada. I confronta al fantasma y al mismo niño el cual no se da cuenta de la presencia de Quint, cree que se trata de Jessel y cuando Miles lo nota, que es Quint, sufre intensamente al pensar que puedan separarlos. I lo logra, sostiene al niño. Hay que subrayar que no se trata nada más que de un sostén físico sino de un sostén emocional imprescindible para literalmente salvar al niño de lo perverso, de lo diabólico, de lo patológico de esa convivencia. No era un contacto esporádico (¿y aunque lo fuera?) era, en definitiva una relación primordial en la vida de Miles. Quint desaparece y Miles muere en los brazos de I. Al parecer el demonio de Quint había poseído al niño y al desaparecer aquel el niño quedó desposeído pero muerto. Vidas indisolubles, inseparables, irreparables. La desaparición de uno implicaba la del otro.

Es de hacer notar que la vida de I, durante su primer empleo como institutriz de Flora y Miles estuvo llena de sobresaltos, angustias y temores. Por instantes parecía que su estabilidad psicológica estaba a punto de derrumbarse pero fue firme. Logró salvar a Flora pero no a Miles, situación que, suponemos, le habrá causado un gran dolor.

I escribió la historia que nunca le contó a nadie, excepto al hermano (Douglas) de una joven de quien fue institutriz unos años después. El joven, quien era diez años menor, se enamora de ella pero siempre mantuvieron un trato cortés y respetuoso. Ella le lega la historia antes narrada y una noche, más de veinticinco años después, se las relata a un grupo de amigos.

La descripción psicológica que hace James de los personajes es interesante y muy precisa. Creo que la novela posee mayores elementos de análisis, en especial, sobre el tema de la psicología infantil y lo crucial que puede ser la presencia y actuación de los adultos, como elemento “corrector” del “natural” comportamiento perverso polimorfo de los niños.

Desde el punto de vista literario, me resulta llamativo que James parece usar varios narradores. Pocas veces he detectado ese recurso literario (si es que se trata de un recurso) en la prosa literaria. Antes de esta novela, leí otras dos cortas de James, Los papeles de Aspern (1888) en una excelente traducción del mejicano Sergio Pitol y Daisy Miller (1879). La literatura de James me hace reflexionar sobre la importancia de la calidad de las traducciones. Digo esto pues, hace como un año empecé a leer Los Embajadores (1903), una de las últimas novelas de James y no leí más de diez páginas. No lograba entender y creo que se debió a la traducción. La edición que leí de Otra Vuelta de tuerca creo que no es la mejor. No se menciona quién la tradujo.

Por cierto, el título per se de la novela que hemos intentado analizar, adolece de escaso impacto en relación a su contenido y desarrollo. Otra Vuelta de tuerca creo que puede interpretarse, básicamente, como “un mayor ajuste”, “mejor agarre”, hasta un “proceso de refinamiento”.

Un amigo maracucho que no deja de sorprenderme por su vasta cultura literaria me precisó, con estremecedora humildad y ante mis dudas que la traducción del título de esta novela, del inglés al español fuera acertado que, también se le conocía como La Vuelta de tuerca o Vuelta de tuerca. Que vio la película hace algunos años, que la había leído en tres ocasiones y que “mis análisis” le parecían muy incompletos o francamente influidos por mi relación con el psicoanálisis. Agregó que dejaba de lado, un aura etérea que exhalaba la novela, además de la sencilla aceptación que hace la institutriz –y la señora Grose- de que se puede ver a los muertos. La institutriz no se interroga, ¿cómo es posible que diga, que asevere que ha visto y encarado a personas muertas? Tampoco los niños. ¿No te parece que hay un mundo fantasmal allí que incluye a los supuestamente vivos? Para poner la guinda de la torta, me preguntó por qué había escogido la I para denominar a la institutriz. Respondí, sin mucho afán, que pude haber escogido cualquiera de las letras del alfabeto y que no quería estar repitiendo la institutriz, la institutriz…No me dejó continuar y tomado por una sencilla pero generosa sonrisa, me espetó: I de innominada, ¿d´accord?

Tal vez, Otra Vuelta de tuerca no estaría de más, de cara a los nuevos descubrimientos que muchas veces nos hacen cambiar o precisar nuestras opiniones en los procesos de relectura o encuentros literarios. 


Escrito y publicado por Libia Kancev

Caracas, 9 de mayo de 2022.


jueves, 5 de mayo de 2022

Todo lo que no te pude decir

 


“…parecía que ahora le atraían las palabras que también eran femeninas. ¿Cómo sería un mundo de palabros, no de palabras?” (6).

Hay secretos tan íntimos que son inconfesables y se necesitaría tanto tiempo para explicarlos, tantas palabras, que perderían parte de su encanto” (23).

“¿Quién sabe cómo es querer bien? No es una fórmula matemática, ni psicológica. Es un misterio” (41).

Esta novela corta, pero muy intensa en su decir, de Cristina Peri Rossi (Uruguay, 1941) es la primera (y lo primero) que leo de ella. Sólo sabía que era una poeta uruguaya y que sus poemas eran muy eróticos (un erotismo dirigido hacia otra mujer o mujeres).

Cristina Peri Rossi reside desde hace muchos años en Barcelona, España y acaba de ser galardonada con el premio Miguel de Cervantes 2021.

Todo lo que no te pude decir (leída en versión digital, 2017), es poseedora de una fuerza narrativa poco común. Esa es mi primera impresión de la escritura de Peri Rossi. La novela narra, en varios capítulos, lo siguiente:

1.- El idilio de Bubú y Elisa: son una pareja de chimpancés que escapan de un zoológico. Estaban enamorados. La policía los busca y en dicha búsqueda matan a Bubú. El policía encargado de la búsqueda (el comisario Fonseca), después de haber obtenido alguna información sobre el comportamiento de los chimpancés, aportada por un especialista del zoológico apellidado Suárez, sale en busca de Elisa a la que logra capturar sana y salva aunque con el dolor de la perdida de Bubú.

2.- Lucila: se trata de un chimpancé hembra que fue criada por Suárez, el cual estaba haciendo un trabajo de investigación sobre la psicología de los monos en cautiverio. Nadie sabía que Suárez se llevaba a Lucila por las noches a su casa, que la alimentaba y la tenía cómoda en una jaula. Pero una noche, Lucila seduce –podríamos decir-  a Suárez con su trasero o que, sencillamente, Suárez se deja llevar por su instinto sexual o de macho y tiene relaciones con ella. Así, Lucila cambia de comportamiento en el sentido de que se niega a aparearse con ningún chimpancé del zoológico y por ello resulta agredida. El director del zoológico llama a Suárez para que lo ayude a montar en un camión a Lucila y trasladarla a otro lugar. Resulta evidente que Lucila se da cuenta de la actuación de Suárez y se muestra engañada, dolida.

Vale destacar que Suárez tenía su novia, llamada Claudia (era enfermera) y se llevaba muy bien con ella, hasta que sucedió el primer encuentro sexual con Lucila (que se repitió en varias ocasiones). No obstante, Suárez también tenía encuentros esporádicos con prostitutas.

En este mismo capítulo, Suárez le manda una carta a Fonseca, donde le dice que tiene Sida, que está a punto de morir.  Que piensa que ha podido contagiar por lo menos a dos personas más y a la misma Lucila (no queda claro cómo se contagió). También le envía su trabajo sobre los monos y algunos videos que le pide resguardar.

3.- La carpeta de Suárez: allí se habla del amor de Suárez por los chimpancés. También de la visita que le hace Claudia al comisario Fonseca. Ella quiere saber, quiere entender el comportamiento de Suárez. Claudia está dolida, también tiene ira.

4.- Fonseca: era un comisario, divorciado, que vivía solo. Tenía una relación sexual dos veces al mes con una mujer llamada Silvia (uruguaya). Ya tenían 3 años encontrándose y, de alguna manera, Fonseca, quien se siente solo, empieza a sentir deseos de compartir más con ella, no sólo en la intimidad. Así, Fonseca la llama un día en el que no tenían pautado encontrarse. Quería conversar con ella. Silvia accede porque ella también tiene algo que decirle. Fonseca hace su propuesta y Silvia se niega, agregando que ya no volverían a verse. Aunque Silvia no se siente obligada a darle explicaciones lo hace porque consideraba a Fonseca un hombre bueno y honesto. Ella le responde que se va a vivir con una mujer. Él reacciona mal y la agrede verbalmente. Silvia le precisa:

“- Me voy a vivir con una mujer que me ama, a la que amo, con la que hago muchas cosas más que el amor, y cuando hacemos el amor, Fonseca, te aseguro que ni me paga ni le cobro, y siempre nos besamos, nos acariciamos, y no hay prisa, ni relojes, dormimos abrazadas, nos reímos juntas, escuchamos música, ella cocina o yo cocino, y especialmente Fonseca, hay ternura. Mucha ternura.” (Pág. 61).

5.- Silvia: personaje central en esta novela. En este capítulo se relata el amor entre Silvia y Laura (directora de teatro y algunos años más joven que Silvia.  Laura dirigía la obra de teatro La muerte y la doncella, inspirada en el mito del rapto de Proserpina). Definitivamente estas mujeres se amaban, no obstante, Laura quería saber sobre el pasado de Silvia y del hecho de que tenía tatuado en su tobillo izquierdo un ancla. Quería saber quién se lo hizo, el por qué y para qué pero Silvia no quería hablar de su pasado, cosa que literalmente torturaba a Laura. “Todo no se puede decir” (pág. 67) –afirma Silvia.

Aquí también se hace mención del origen del poema La muerte y la doncella escrito por el poeta alemán Matthias Claudius, nacido en 1740. A este poema se le puso música, pintura , se le llevó al cine y se la llevó al teatro. Es la obra que, como hemos dicho, dirigía actualmente Laura.

6.- La fantasía es la única verdad de los amantes: palabras intensas de amor entre Laura y Silvia.

7.- No dejaría nunca de escribirte: aquí Laura lee una carta que le escribe Silvia donde opta por contarle sobre su pasado. Silvia decide contarle sobre la premisa de que “Yo no quiero que seas mi amante ignorante, la que no sabe, la que vive en el miedo, la incertidumbre y la sospecha. En el no saber. Sólo se engaña a quien se compadece o a quien se quiere dominar” (78).

Le cuenta que fue detenida durante la dictadura en Uruguay. Que de ella se enamora un oficial de la Marina llamado Mauricio, el cual, de alguna manera, “la salva” pidiéndole que se encargara de la atención del parto de las prisioneras que salían embarazadas después de ser violadas. Silvia lo hace y seduce a Mauricio quien le propone huir juntos, con identidades falsas, viajando en barco hasta Génova e iniciar una nueva vida. Es este marino quien le tatúa el ancla a Silvia como símbolo de que ella era suya, de su propiedad. Hacen el viaje pero Silvia, sabiendo que el barco haría escala en Barcelona (España), adormece al marino con un anestésico y se baja del barco allí. Efectivamente inicia una nueva vida y más nunca vuelve a saber de Mauricio.

8.- La felicidad no tiene texto: aquí se narra la celebración que le ofrece la comunidad dominicana al comisario Fonseca posterior a haber resuelto el caso de la violación y asesinato de una joven dominicana (por cierto, fue Suárez quien le da pistas para la resolución del mismo). También esta comunidad le ofrece a una joven dominicana, necesitada de arreglar su situación migratoria, casi como un regalo.

9.- Rencor mi viejo rencor: aquí se narra sobre Mauricio. Se hallaba en Montevideo, ya al final de la dictadura y despojado de su investidura militar. Sufría de una “depresión post traumática” y no dejaba de pensar en Silvia. Mensualmente iba a la Embajada de España para intentar saber de ella. Mauricio está consumido por el rencor hacia Silvia. Aquí se señala que en”…el rencor también hay deseo. Deseo de venganza. Deseo de muerte” (Pág. 97).

 

Escrito y publicado por Libia Kancev

Caracas, 5 de mayo de 2022