viernes, 12 de septiembre de 2014

Balzac y la joven costurera china, de Dai Sijie.

Dai Sijie
Balzac y la joven costurera china (2000) es la primera novela que leo de Dai Sijie, escritor chino (1954), radicado en Francia. La novela llevaba como dos años en una de mis bibliotecas y me fue prestada por mi amigo y compadre Gonzalo Nuñez. De hecho, su firma reposa en una de las páginas iniciales con el agregado, México (ciudad donde reside desde hace varios años), febrero 2007, pero es ahora, entre agosto y septiembre de 2014, que algo me impulsó a iniciar y terminar su lectura.

Balzac y la joven costurera china está narrada en primera persona por un narrador protagonista cuyo nombre jamás conoceremos. Sólo menciona a su amigo Luo con quien compartió la experiencia de la “reeducación” durante la época de la revolución cultural china en una montaña llamada el Fénix del Cielo:

Dos palabras sobre la reeducación: en la China roja, a finales de 1968, el Gran Timonel de la Revolución, el presidente Mao, lanzó cierto día una campaña que iba a cambiar profundamente el país: las universidades fueron cerradas y los ´jóvenes intelectuales´, es decir, los que habían terminado sus estudios secundarios, fueron enviados al campo para ser ´reeducados por los campesinos pobres´ (12-3).

Sólo eran dos jóvenes entre muchos. Fue a comienzos de 1971. Luo de 18 años y el narrador, de 17. El motivo de la reeducación fue que Luo era hijo de un famoso dentista y el narrador de un neumonólogo y de una doctora especialista en enfermedades parasitarias, suficiente razón para que sus mentes fueran reeducadas y aceptaran la revolución china como un credo.

Otra protagonista, quien es llamada la Sastrecilla, pues su padre era sastre. Se trataba de una joven muy hermosa. Luo y ella se enamoran.

La novela pone en evidencia la importancia central que puede tener la literatura como elemento de cambio en un ser humano, en este caso, el cambio se dio, sobre todo,  en la Sastrecilla quien, instruida por Luo y el narrador, conoce varias novelas de Balzac.

Está claro que para Luo y el narrador, el ambiente de la reeducación sólo les sirvió para afianzar sus convicciones de libertad. Hubo otro hecho vital: los jóvenes descubrieron, accidentalmente, que otro joven, llamado el Cuatrojos (hijo de una poeta) tenía con él una maleta donde llevada libros. En un principio, aunque a regañadientes, el joven les prestó Úrsula Miroüet de Balzac,. Tener esos libros estaba evidentemente prohibido pero Luo y su amigo sienten una gran necesidad de seguir leyendo pero el Cuatrojos se niega a prestarle otros. Luego se enteran de que el Cuatrojos se va al terminar su reeducación abruptamente por influencias de su madre.  Los jóvenes deciden (y logran) robarle la maleta y allí se encontraron con libros de Flaubert, de Gogol, Melville, Romain Rolland, y de Dumas.

Para el narrador, el libro preferido fue el primer volumen (el único que había) de Jean-Christophe (1904-1912) del francés Romain Rolland (1866-1944), premio Nobel de Literatura en 1915. El narrador dice acerca del libro:

…en cuanto lo abrí, ya no pude soltarlo…Pero Jean Christophe, con su empecinado individualismo, sin mezquindad alguna, fue para mí una saludable revelación. Sin él, nunca hubiera conseguido comprender el esplendor y la amplitud del individualismo. Hasta aquel encuentro robado con Jean Christophe, mi pobre cabeza educada y reeducada ignoraba, sencillamente, que fuera posible luchar en solitario contra el mundo entero…Me zambullí literalmente en el poderoso río de aquellos centenares de páginas. Era para mí el libro soñado: al acabar de leerlo, ni la maldita vida ni el maldito mundo volvían a ser como antes (116-7)

(Quiero mencionar que leí Jean Christophe hace varios años y, aunque no recuerdo el tema, sé que me resultó apasionante).

Luo, muy enamorado de la Sastrecilla, se planteó sacarla de su analfabetismo a través de la lectura de los libros de Balzac que eran sus preferidos y, de alguna manera, le abre los ojos a la joven sobre otras alternativas de existencia. Durante un permiso concedido a Luo por una enfermedad de su madre, la Sastrecilla le confiesa al narrador que está embarazada de Luo y él la ayuda a abortar (situación que estaba prohibida, aparte que sólo podían procrear parejas casadas. El matrimonio sólo podía darse a partir de los 25 años de edad). Luo nunca se entera del aborto de la joven pero, sin previo aviso, la joven se marcha de la aldea. Luo y su amigo la buscan desesperadamente y logran alcanzarla. Luo y la joven hablan pero para sorpresa del narrador, la joven se despide de Luo y sigue su camino. La conversación que mantienen, en ese instante, Luo y su amigo es la siguiente:

“-Se ha marchado –le dije.
-Quiere ir a una gran ciudad –me dijo-. Me ha hablado de Balzac.
-¿Y qué?
 –Me ha dicho que Balzac le había hecho comprender algo: la belleza de una mujer es un tesoro que no tiene precio” (189).

Esta novela me ha servido para apoyar una convicción: considerar a la lectura (y la literatura, en particular) como un sendero hacia la libertad pero no por ello puedo dejar de pensar que sus efectos tienen algo o mucho que ver en quien cae, en la naturaleza de en quien cae. En Balzac y la joven costurera china cayó sobre Luo, sobre el narrador, hijos de gente con una clara preparación intelectual pero también cayó sobre una joven analfabeta, es decir, el receptor per se debe tener algunas cualidades especiales que van más allá de variables externas.

Balzac y la joven costurera china es una novela bien escrita donde los temas de la literatura, el despertar de la imaginación, del amor, el choque de lo político que pretende coartar las libertades intelectuales son presentados  con sencillez y claridad. Pero en forma contundente.  Por lo anterior, no me extraña leer que para 2005 ya la novela fuese por su reedición duodécima.


Escrito por Libia Kancev.



Caracas, 12 de septiembre de 2014.

sábado, 6 de septiembre de 2014

Muerte en Nairobi o 75403 o La Cancillería venezolana abandonó el caso Subero



"Como un mar, alrededor de la soleada isla de la vida, la muerte canta noche y día su canción sin fin"
Rabindranath Tagore (1861-1941).


Estimados lectores:
Me ha sido muy difícil elegir un título para la siguiente narración. Por ello se los dejo a su libre albedrío, con la acotación de que pueden otorgarle cualquier otro. También debo aclarar que lo narrado puede ser:
a.- un hecho real
b.- una ficción
c.- un hecho real y ficcional
d.- un hecho ocurrido en Nairobi (Kenia)
e.- un hecho ocurrido en Venezuela
f.- un hecho olvidado
g.- la Crónica de una muerte anunciada

Preciso que cualquiera que sea la escogencia de las opciones anteriores, los ubicarán con certeza, en el camino de eso que llamamos verdad. Por favor, obvien reflexionar sobre el concepto de verdad. No se trata de caer o perder el hilo del sentido. Me refiero al concepto de verdad y sentido en su definición más llana y simple.  Importante: no le busquen cinco patas al gato.

Muerte en Nairobi o 75403 o La Cancillería venezolana abandonó el caso Subero

Cometer un crimen no debe ser algo sencillo. Digo yo. Me refiero a planear y llevar a cabo la muerte de alguien. No sólo por la posibilidad de ser descubierto, apresado, juzgado y condenado más en un país donde existe (y se ejerce) la pena de muerte. Pero ¿y el fantasma de la víctima rondando día y noche en la cabeza del victimario?, que se le aparezca diciéndole “¡me mataste, carajo. Ahora seré tú sombra, día y noche, noche y día hasta que no puedas ni comer y mueras de inanición!

Sólo escribir lo anterior me produce escalofríos y me lleva a evocar una frase del escritor chino Gao Xingjian  que aparece en El libro de un hombre solo “cuando un hombre muere el mundo se difumina”.
Creo que he estado leyendo mucha novela negra en estos días. Eso, mezclado con la lectura del área de sucesos de nuestros diarios, ha hecho que piense en este tema. Un caso en particular me ha dado una profunda arrechera, el de la muerte, en Nairobi -inicialmente pensé, ¿dónde coño queda Nairobi? Me refería a la ubicación geográfica exacta pues sé bien que Nairobi es la capital de Kenia y que Kenia es un país de África- de la embajadora venezolana encargada que desde hacía pocos días había sido nombrada para ejercer el cargo después de la destitución del anterior embajador.

Habían matado a Olimar Ferrer y… brutalmente. La habían estrangulado después de atarle pies y manos. La prensa anunciaba que ya estaba detenido el primer sospechoso. Para rematar, nada más y nada menos que un joven venezolano, abogado, diplomático ad hoc, pues ejercía el cargo de primer secretario de nuestra embajada sin tener carrera específica dentro de los llamados Estudios Internacionales. Algo común en nuestro país.  No pude reprimir un impulso de meterme en la “selva”. Selva es como yo llamo a internet. Quería averiguar, quería saber, quería poder entender.
Ubiqué la foto de Ferrer.
Mostraba su cara y la parte superior de su cuerpo pues se hallaba sentada. Tendría entre 50 y 60 años. Parecía de baja estatura, regordeta. Cabello largo y negro que seguro ya había sufrido los embates de unos cuantos desrices y tintes. Su cara era meliflua. Sus ojos, aunque pensé que eran negros parecían claros. Los párpados los tenía algo caídos. Ese detalle me llamó la atención. Mi madre lo consideraba como una  pincelada física que transmitía cierta belleza y dulzura en quienes lo poseían. Olimar tenía dos pequeños lunares hipercrómicos en la región frontal izquierda. En verdad no era una mujer agraciada físicamente hablando. Debajo de la foto había una sección de comentarios. Los leí. Tres eran de burla: decían que la fealdad de la mujer había motivado (¡y merecido!) su muerte. Otro, enardecido, tildaba de “coños de madre” a los anteriores por su falta de sensibilidad ante la muerte de una compatriota. Increíble la burla y el desprecio ante la trágica circunstancia.
“Cuando un hombre muere la vida se difumina”, la frase de Xingjian volvió a titilar en mi cabeza. No era la primera vez que leía comentarios como los anteriores ante la muerte de algún político o funcionario de nuestro actual gobierno o de la oposición. Parece parte de la decadencia en la que nos hemos ido sumiendo desde hace algunos años.
Ese día no quise leer más. Para comenzar la mañana, después de unos días de reposo por una semi tristeza de causa inexplicable era suficiente. Cerré la “selva”.

Matar a alguien no debe ser fácil. Insisto yo. Aunque hay crímenes de crímenes, planificados o no. Diversos móviles del delito. Variadas formas. En cualquier caso, verle la cara a alguien a quien se ha matado debe ser una experiencia extraña aunque el goce de algunos no esté descartado, como leí en la última novela de Marcos Tarre B., Rojo Express, ambientada en el estado Sucre y en la Isla de Margarita y basada en el secuestro de una joven, hija de un rico y corrupto señor doctor de la zona. A la joven ya le habían cortado un dedo, en vista de que el secuestrador se había arrechado por no haber cobrado todavía el rescate que pedía. El degenerado, apodado Xiomar, tenía ansias de convertirse en un asesino puro y rudo. También liquidó a dos jóvenes compinches que habían osado engañarlo y puesto en juego su perfecto plan, los mató, a sangre congelada, describiéndose después lo eufórico que se sentía, ¡qué locura! Pero vayan ustedes y cómprense su Rojo Express. Tampoco se trata de que les eche el cuento por esta vía.

¿Y si el muerto quedó con los ojos abiertos y te mira o pareciese que te mirase? ¡Dejémonos de vainas! Un muerto no mira pero la posibilidad de su aparición fantasmagórica es más creíble. Como le ocurrió a la enfermera Verónica Méndez en el cuento “Blanco” de Martínez Bachrich. Verónica no había matado a su compañera de trabajo Leticia ni mucho menos. Lo que le debía era una plata que Leticia muy gentilmente le había prestado. Leticia murió en un horrible accidente de tránsito quedando decapitada. Verónica, quien desde hacía tiempo tenía el dinero para cancelar su deuda, decidió hacerse la loca, hasta la madrugada en que Leticia se le apareció sin cabeza. Verónica entró en una crisis de histeria incontrolable. Ese mismo día fue donde la familia de Leticia, les pagó y hasta mandó a hacer una misa por el eterno descanso del alma de Leti. Del tiro o del susto, Verónica tuvo que retirarse de su profesión. A cada rato contaba que se le había aparecido una mujer sin cabeza. Hasta a los pacientes que tenía a su cuidado. La tacharon de loca…

En la mañana del domingo siguiente en que me había enterado del asesinato de Olimar, a quien me permito tutear por un acto de solidaridad humana y particularmente femenina, salí de mi apartamento para ir a comprar algo para desayunar. Me detuve en un quiosco cercano con la idea de comprar el periódico. Habían varias personas en cola (ya las colas son parte de nuestra idiosincrasia). Mientras, me puse a ojear los distintos diarios para ver por cuál me decidía. En ese estado de ánimo en que me había mal empatado en los últimos meses hasta comprar el periódico era un acto de azar. El único que mencionaba algo, en su primera página, sobre el caso de la extinta embajadora, era Últimas Noticias y lo compré.

Cuando yo era niña, allá por los años setenta, a Últimas Noticias le decían Últimas Mentiras, así que aunque era un periódico leído en mi casa su credibilidad estaba puesta en entredicho. Con los años, a medida que me fui acostumbrando a leer el periódico, todos lo que podía adquirir, me di cuenta que contenía artículos muy interesantes y que, en todo caso, yo podía sacar mis propias conclusiones.

“La Noticia”, como se le decía popularmente, incluía un reportaje realizado al ex embajador en Nairobi, Godofredo Gutiérrez. El hombre, geógrafo de profesión y quien había ocupado diversos cargos directivos en el Ministerio del Ambiente, había pasado siete años en la embajada de Nairobi,  cinco de ellos como segundo en jerarquía, luego como encargado de negocios hasta llegar a ser embajador. A mí no me queda clara la relación entre la geografía y la diplomacia aunque no dejo de reconocer que hay conocimientos que pueden adquirirse  y ello, unido a una serie de capacidades naturales puede permitir que un hombre o una mujer puedan ejercer un cargo para el que no fueron específicamente formados y, en muchos casos, mejor que quienes tienen la preparación específica.

Gutiérrez era un hombre parcialmente calvo, como de 55 años. Relató que fue informado en mayo y, vía correo electrónico, que debía regresar al país para una reunión. Se vino sin siquiera traerse sus objetos personales pues creía que se trataba de algo de trabajo, de un ir y venir.  Apenas al llegar a la Cancillería, dice que le informaron que estaba destituido, además de que en los diarios kenianos se reseñaba que había varias denuncias de acoso sexual en su contra por parte de trabajadores kenianos empleados en la embajada (¡qué de eso se enteró aquí, cuando, según la prensa, la denuncia había sido formulada en abril!) También se refiere a la odiosa conducta del primer secretario, Daniel Subero, quien tenía a todos los empleados en su contra, desafiando su autoridad permanentemente.
Gutiérrez  alegó que era funcionario de carrera pero ya sabemos de qué tipo de carrera mientras que Subero no, lo que hacía suponer que su nombramiento en Nairobi, desde el 2010, tenía connotaciones netamente políticas basadas en el amiguismo, etc. Ninguna sorpresa.

Gutiérrez menciona a Olimar, afirma que ella tenía miedo de asumir el cargo. Posiblemente Gutiérrez la habría puesto en antecedentes sobre los desastres que ocurrían en la embajada. Si Gutiérrez sabía más, no lo dijo, al menos en eso texto.

Entre el gusto morboso que algunos tienen por diseminar rumores y las actuaciones de algunos periodistas y/o periódicos por ganar eso que en determinadas situaciones se llama el “vil dinero” tenemos que las noticias se difunden sin son ni ton. Como que se tratara de oír, escribir y publicar. Eso de chequear y confirmar no está incluido en el flujograma del manejo de cualquier noticia. Para estas dos acciones no hay tiempo. Expreso lo anterior pues está lo que dijo Gutiérrez pero en otros periódicos se afirma que el ex embajador, cuando se enteró que había sido acusado de acoso sexual puso pies en polvorosa y se marchó a París, sin ni siquiera pedir permiso a la Cancillería.

El problema de la verdad. De la total, de la mediana o mínima verdad.

Intento imaginar cómo sería ver en este instante y frente a frente a Gutiérrez y a los familiares, vecinos y maestros de primaria de Subero. Estos últimos han proclamado, a viva voz, que Subero es una persona excelente, preparada, conocedor y respetuoso de las buenas costumbres. Una maestra suya lo comparó con el Emilio de Rousseau. Afirmó que el joven había viajado a Kenia para cumplir su sueño -¿cuál sería ese sueño?-,  ninguno cree que haya sido capaz de cometer el horrible crimen que le imputan. En realidad, no logro imaginar la escena. Pienso que Gutiérrez no se acercaría por Monagas ni a balazos.

Pensando en Rousseau, rememoré su famosa frase, esa que afirma que “El hombre es bueno por naturaleza, de allí su idea de la posibilidad de una educación”.  Me detengo a pensar que hay frases, pensamientos, ideas que pueden parecer claras, tan claras que se hacen transparentes, invisibles, perdiendo así su capacidad para ser analizadas.

Después de leer el reportaje, no seguí leyendo el periódico pues muchas interrogantes pasaban por mi mente como bandadas de pájaros desbocados ante un puñado de maíz que alguna mano amiga se le hubiera ocurrido tirarles.  

Era el 15 de julio, en horas de la tarde, Olimar Ferrer descendía las escaleras del potente avión que la traía a Nairobi como embajadora de Venezuela, cargo deseado como cualquier internacionalista que se respetara. El sol era ardiente y el Aeropuerto Internacional Jomo Kenyatta, el más grande de África del Este, lucía plagado de gente.
Olimar Ferrer se colocó de inmediato sus Ray Ban, modelo  Highstreet. Sentía la vista y su cuerpo cansado después del largo viaje. Años atrás le habían diagnosticado una enfermedad, en la cual, sus músculos se iban agotando progresivamente con el correr del día, como si les faltara gasolina, en especial los de la cara. Afortunadamente, tenía tratamiento aunque mucho le había costado hallar las medicinas en Venezuela.
En la sala de espera del equipaje, la aguardaba nuestra segunda secretaria, la hermosa y súper sifrinoide Joiselyn Sotomayor. La acompañaba su guapo esposo, tipo Tom Cruise,  con el que había contraído matrimonio en 2010. Luego se habían instalado en Nairobi ya que Joiselyn había sido “designada” para trabajar en la embajada. ¡Tremendo cambur! Aunque la joven es licenciada en Ciencias Políticas tampoco tenía ninguna experiencia en cuestiones diplomáticas. Tal vez el hecho de que haya ganado el conocidísimo y prestigiosísimo Concurso Internacional del Banano en 2007 constituyó suficiente aval.
¡Hola mijita! –le dijo una cansada pero afectuosa Olimar. ¡Qué calorón allá afuera! Menos mal que está este airecito…
Joiselyn, con su sonrisa Pepsoden, y mientras le ofrecía su cachete para el besito de rigor, le dijo: ¡Jamboo kiiidogo rafikiii!
¡Hay mija! y ¿eso qué significa? –respondió Olimar.
¡Hay Olimar, no seas mala! –alegó Joiselyn. Quería que te dieras cuenta de mis avances del suajili…
¿¡Y eso es lo que has aprendido en dos años que tienes aquí!? Jajaja, se echó a reír Olimar. Tranquila…-dijo.
Pero vámonos, dijo Olimar. Quiero acostarme un rato…
Joiselyn, melosa, le manifestó que la llevaría a un hotel. Qué las cosas estaban muy raras en la embajada. Que le explicaría en el camino y que luego ella decidiera qué iba a hacer.
Olimar sabía que, por los momentos, hospedarse en un hotel era la mejor opción. Aunque estaba contenta con su nombramiento, tenía muchas informaciones que debía confirmar por sí misma. También temor, por qué negarlo. Además, estaba el rollo de las acusaciones de acoso sexual a las que estaba sometido su pana Gutiérrez. Recuerda que en sus tiempos de estudiantes, siempre le decía a Godo que su vida era su vida pero que viera bien con quién se metía. Y estaba el otro rolitronco de zaperoco que también le había relatado su amigo y sobre el cual el Canciller Martín no quiso soltar prenda. Martín sólo le había dicho, poniéndole sus dos pesadas manazas sobre sus hombros, ¡confío en ti mujer! Este es un premio por tú labor desinteresada de tantos años!

A la mañana siguiente, el caso de Olimar seguía dando vueltas en mi cabeza.
¿Tenían base esas acusaciones de acoso sexual contra Gutiérrez? ¿Por qué el ente encargado de investigar esas denuncias no se había pronunciado? Olimar sabía bien que, en Kenia, la homosexualidad era un delito grave y aunque las leyes se habían suavizado en tiempos más recientes, aún así, el castigo implicaba penas de prisión que iban desde los 7 a los 21 años de cárcel, dependiendo de la gravedad del delito. No dudaba que Godo lo supiera pero sabía que “la carne es débil”. Le daba una rabia inmensa que Godo pudiera haber cometido ese error y ¡precisamente en Kenia!, donde la mayoría de la sociedad (aparte de las leyes) era altamente intolerante a la homosexualidad.  No se lo criticaba sino la posibilidad de que se estuviera metiendo con el personal ¡y qué corriendo desnudo y bailoteando sus genitales tras el cocinero, el chófer y hasta de un vigilante privado que había renunciado a raíz de las mariconerías de Godo! Todo eso lo había leído en un informe que le habían dado en la Cancillería, alertándola que sólo se trataba de un rumor…
¿Por qué si Subero no le paraba bola, Godo no lo había denunciado? Y, si lo había denunciado, por qué la Cancillería venezolana no había hecho nada al respecto? Los pensamientos de Olimar no paraban. Se sentía metida en una cueva de alacranes venenosos que incluía tanto a venezolanos como a kenianos. Tenía fe de que no la picaran.
Olimar, ya instalada en una cómoda y lujosa habitación del Nairobi Serena Hotel, después de despedirse de Joiselyn y de su esposo,  procedió a echarse un baño. Luego, se vistió deportivamente pues no tenía planeada ninguna reunión ese día. Se tomó una retahíla de pastillas que le habían recetado para la miastenia gravis. Desplegó sobre la cama su agenda personal y otros documentos que debía entregar en la Cancillería keniana que dieran cuenta de su nombramiento oficial como embajadora encargada.
De pronto, se levantó de la cama, tomó el teléfono y pidió una llamada para Caracas. Quería notificarle a su hermano Fernando que había llegado bien y que estaba en ese hotel.

¡Hola Fer!, ya llegué a Nairobi –le dijo. Sí, que ya llegué a Nairobi. Sí, tienes razón, se escucha perfecto. No, no hermano, estoy en un hotel, en el Nairobi Selena… La reina del banano me contó que había un tremendo rollo en la Embajada. Tú sabes, sobre lo que yo te había mencionado, por eso quería que te vinieras conmigo…sí Fer, lo sé  pero parece que las cosas están peores. Tengo que organizarme y pensar en todo lo que haré…Sí Fer, tranquilo, te tengo al tanto.
Lo último que escuchó de su hermano fue un ¡cuídate Arelis! Desde niña, en su casa en Acarigua, sus padres y hermanos la llamaban por su segundo nombre, Arelis. Luego, sus amigos más entrañables. Lamentaba que sus padres no estuvieran vivos y no pudieran ver hasta dónde había llegado en su carrera.
Antes de volver a tomar su agenda, abrió una pequeña nevera que había en la habitación. Algunos licores y refrescos de distintas marcas. Se decidió por una Coca Cola light. Olimar no tenía desarrollado el gusto por las bebidas alcohólicas y sólo tomaba cuando alguna ocasión diplomática se lo exigía. Así, pasaba con un vaso de whisky toda una jornada. Ingirió dos tragos largos de la fría bebida, la dejó sobre la mesa de noche y se sentó nuevamente en la cama.
También recordó la vida tan confortable que estaba llevando en Irlanda y sus avances en el perfeccionamiento de su inglés. Nunca le habían propuesto el cargo de embajadora, era algo que había echado al olvido, se sentía conforme con su jubilación. Sin embargo, su jubilación era activa. Ocupaba un cargo de lo más burocrático que había ya que era representante de Venezuela ante el Programa de Naciones Unidas, Programa de Vivienda y Hábitat ONU y (embajadora) concurrente ante las repúblicas de Uganda, Tanzania y Ruanda.

No obstante, el 25 de junio, a primera hora de la mañana, cuando recibió la llamada procedente de la Cancillería, el corazón le dio un vuelco. Le pedían viajar inmediatamente a Caracas, el Ministro Martín quería conversar con ella. Dos días después, Martín le notificaba que la designaba como embajadora encargada en Kenia.

A la mañana siguiente llamaría temprano a Joiselyn para que la fuera a buscar con el chófer y el vehículo oficial que le correspondía. Pasarían por la Cancillería. En un tercer movimiento hablaría a solas con el chófer y el cocinero que habían denunciado a Godo de acoso sexual constante ante la Unidad de Policía Diplomática de Kenia para que retiraran esas acusaciones que dejaban mal parado al país. Martín le había insinuado que era casi un deber que ella lo lograra. Después observaría con sus propios ojos y experiencia de años cómo iban las cosas en la embajada. Por supuesto que debía hablar con Subero. Ella no lo conocía personalmente  pero, según Godo, no le hacía caso ni en el manejo de las cosas que le competían ni en los consejos que le daba en su vida privada. Parece que estaba encompinchado con los kenianos.

Olimar durmió mal esa noche. Tuvo una pesadilla horrible. Soñó que unos diablos la perseguían. No unos hombres malos sino unos auténticos diablos, rojos, con unas colas larguísimas, rectas, que giraban sobre sí mismas como si fueran destornilladores. Armados con sendos cuchillos, los dos diablos se reían a carcajadas mientras ella corría aterrada por unas calles inmensamente solitarias. Comenzaron a acuchillarla una y otra vez. Tal fue lo vívido del sueño que Olimar se despertó, bañada en un sudor frío y se llevaba las manos al pecho temiendo verlas llenas de sangre. ¡Ave María Purísima! -se oyó gritar Olimar. No recordaba la última vez que había proferido esa frase típica de la cultura cristiana.

Cuando Joiselyn la fue a buscar a la mañana siguiente, ésta le presentó al chófer en un suajili machucado. Se llamaba Kevino Oddhiamboo. Olimar le extendió la mano y lo saludó con cordialidad.
Hello, ni jinsi gani?, dijo Olimar, quien hablaba un perfecto suajili.
Naam bibie, Karibu Nairoibi, -respondió el hombre quien lucía muy serio,  malhumorado y  rehuía mirar a los ojos. A Olimar no le  inspiró confianza. Fueron a la Cancillería, tardando más de dos horas en llegar. El tráfico en Nairobi no tenía nada que envidiarle al de Caracas. Joiselyn iba muy callada en el carro, cosa que Olimar no pasó por alto.
Cuando el chófer se estacionó, Olimar y Joiselyn se bajaron. Olimar aprovechó para preguntarle:
Reina, ¿qué ocurre? ¿Por qué tan callada?
La reina le dijo, cónchale Olimar, Subero no quiere que vayas para la embajada. Tú sabes que desde que Gutiérrez se fue por el lío ese, él se encarga de todo.
Pues ya se le acabó el “encargarse de todo”. Él sólo es el primer secretario y a mí no me va a echar vaina, -respondió decidida Olimar.
Lo cierto es que fue solamente nueve días después de haber llegado a Nairobi que Olimar se pudo mudar a la mansión. Era una casa hermosa por dentro y por fuera, rodeada de árboles tropicales y un cerco eléctrico descomunal que le dio a Olimar cierta tranquilidad. Aún así, haría cambiar todas las cerraduras e instalar una nueva alarma aunque la que tenía era último modelo.

¿Qué le impidió a Olimar instalarse en la embajada desde, al menos, el segundo día de su llegada a Nairobi? Seguro que debe haberlo notificado al mismísimo Martín. ¿Qué ocurrió? ¿Por qué si Subero fue la real piedra de tranca no le fue ordenado regresar de inmediato a Venezuela? Lo que sabemos es que Olimar estuvo activa. Puso bajo su única vigilancia las cuentas bancarias  de la embajada; habló con los dos kenianos que habían acusado a Godo de acoso sexual pues al tercero no lo consiguió y les pidió, hasta les rogó que retiraran las denuncias. Ante la negativa de estos hombres, Olimar habló con un bufete de abogados en Nairobi pues quería despedir legalmente a todo el personal y rodearse de uno nuevo. Estaba en su derecho. Ordenó que sólo ella podía abrir las valijas que llegaran a la embajada. ¿Serían todas estas acciones  unilaterales y arbitrarias de Olimar o eran órdenes superiores?
En diversas ocasiones mandó a llamar a Subero pero éste siempre alegó que estaba muy ocupado con el trabajo, además de que estaba haciendo un post grado en el área de Derecho en la Universidad de Nairobi y tenía mucho que estudiar.

¡Qué vaina! –me dije. Para completar, una historia que a todas luces se tornaba de opaca a oscura, había leído que sólo el señor presidente podía declarar sobre el caso. Ello implicaba que cada día habría menos posibilidad de enterarse del estado del mismo y que, por otra parte, el asesinato de Olimar quedara impune lo que en verdad no sería de extrañar. Lo raro sería que él o los culpables fuesen juzgados y condenados según la ley. Pues, la justicia divina tiene sus propios parámetros, con la importante salvedad de que “allá arriba” la justicia no es ciega.

Días después me animé a conocer qué más decía la prensa sobre el venezolano Daniel Subero, de 35 años. Subero nació en Carúpano, en nuestro paradojal pobre estado Sucre. Era huérfano de padres. Fue criado en Maturín junto a su hermana Juliana. Egresó como abogado de nuestra máxima casa de estudios en 1999. Al parecer fue un buen estudiante. Ejerció como profesor de francés en la Universidad Marítima del Caribe (UMC) situada en Catia La Mar. Algunas declaraciones de compañeros de trabajo en dicha universidad,  lo definen como “amable, cortés, caballeroso”. En 2009 hacía una Maestría en Negocios que repentinamente abandonó y nunca más supieron de él hasta ahora que aparecía señalado en el horrible asesinato de Olimar.
Pero la prensa, no toda, en su afán mercantilista publica todo lo que funcione como anzuelo para atraer compradores. Digo esto, pues las afirmaciones anteriores sobre la orfandad de Subero y la tenencia de una sola hermana, se contradecía increíblemente con otra aparecida en un periódico local de Maturín: los Subero eran ocho hermanos, de los cuales Daniel era el menor. Todos profesionales. El padre estaba vivo y la madre había muerto hacía dos años, fecha en que habían visto por última vez a Daniel.
Ahora pienso que esos datos son los creíbles, aparte de que sale una foto de todos sus hermanos con el bastante anciano padre; de la casa familiar y las declaraciones de una vecina de más de 40 años, dando fe de la rectitud de la familia Subero y la de todos sus hijos, en especial de Daniel. La señora hasta se atrevió a decir que metía sus manos en fuego por su inocencia.
Ojalá, en verdad, que las manos no se le quemen pues la señora trabajaba haciendo y vendiendo empanadas, al aire libre, en las calles de Maturín. Las cocina en un gigantesco sartén lleno de aceite Vatel hirviendo.

Cuando le dieron el cargo a Daniel  en Nairobi mi madre estaba en la etapa final de un cáncer. El día antes de marcharse, él estuvo todo el día con ella e incluso durmieron abrazados. Daniel viajó y a los dos días nuestra madre falleció. No pudimos esperar por su regreso para enterrarla pero, al día siguiente fui al cementerio a llevarle unas flores. Encontré a Daniel, sentado a los pies de la tumba llorando inconsolablemente –narró su hermana Juliana.
Como nota final, se agregaba que Daniel estaba ligado al partido de gobierno en Monagas.

Las fotos de Subero, publicadas en prensa, nos muestran a un hombre joven. Blanco. Alto. De cabello corto y rizado. En unas impresiona que ha llorado o pasado mala noche, en otras, serio y sereno. Unas con una barba reciente y en otras afeitado. En todas ellas, Subero está esposado. Hay una foto que me impactó pues Subero aparece con una chaqueta típica de nuestra Alma Mater. ¡Yo misma tengo una! El símbolo de la Universidad Central de Venezuela se distingue nítidamente. Subero se ha declarado inocente. Reiteradamente inocente.
Su hermana Juliana ha declarado que ni en la Cancillería ni en Miraflores la han querido recibir cuando ha intentado averiguar directamente sobre su hermano. Eso no me resulta extraño cuando ni siquiera sabemos qué pasó con la inmunidad de Subero. Bueno, sí sabemos. No la tiene. Nunca había visto que después de una vacuna que otorga inmunidad de por vida, ésta se pueda perder. Claro, la medicina y la política: cosas distintas pero que pueden influirse grandemente. Necesito decirlo ahora: nuestro actual presidente está supuestamente aquejado por un cáncer. Durante un tiempo defendí hasta la saciedad su derecho a la privacidad sobre su estado de salud. Critiqué la falta de ética del ó de los médicos que declararon sobre su caso pues existe, no puede ser letra muerta,  el secreto médico. Después, se me prendió una lucecita en esa área del cerebro donde reside el raciocinio. Se trata de un personaje público. La atención de su caso goza de ultra privilegios que el venezolano común y corriente jamás podría permitirse. Pero eso es otra cosa. Lo reconozco. Excuse me

Según artículos de prensa, tanto de personajes oficialistas como opositores, las únicas dos alternativas para que Subero haya perdido su inmunidad es que en su país de origen (Venezuela) se le haya retirado (¿o la mismísima Olimar?) o que él haya renunciado voluntariamente a la misma. Pienso que cualesquiera de las circunstancias son extrañas a menos que la policía keniana tuviera “los pelos negros de la burra negra en la mano”, es decir, pruebas innegables de la culpabilidad de Subero y así lo haya participado a la Cancillería o al mismo presidente; la otra opción no es desdeñable si la vemos como parte de un acuerdo de Subero con la justicia keniana para evitar la pena de muerte vigente en ese país.

No vayan a creer ustedes que no he sacado nada positivo de mi fanatismo por la serie televisiva La Ley y El Orden. Lo que si lamento es no haber visto con asiduidad, una serie llamada Lie to me, aparentemente basada en un personaje de la vida real. Un experto capaz de leer pruebas escondidas en la cara, el cuerpo y la voz de los interrogados o sospechosos de un crimen, vía por la cual se resuelven  el cien por ciento de los casos presentados.

A la fecha, Subero sigue preso. Sin ningún apoyo del gobierno venezolano. Pagándose el mismo su defensa. Lo de la inmunidad parece ya estar claro en cuanto a quién se la quitó. En una entrevista grabada, la prima y colega de Subero,  Yennifer López Beltrán, mujer joven y de indudable inteligencia, afirma que fue el gobierno venezolano quien se la retiró. Agregó que incluso antes de tal retiro ya su primo, a quien defiende a capa y espada, había sido detenido. El argumento verbal que le dieron en la Cancillería fue que el acto se llevó a cabo “para colaborar con la investigación” Sí, dice, haciendo un gesto de negación con la cabeza pero lo que no pensaron o no quisieron pensar fue que dejaban a Daniel a expensas de la policía keniana cuando apenas el proceso de investigación estaba comenzando. Yennifer, a pesar de su grado Summa  Cum Laude, no comprende el por qué de la premura para el retiro de la inmunidad. Tampoco por qué, otros sospechosos del caso fueron rápidamente beneficiados con la “libertad bajo fianza”. En sus declaraciones le preguntan por un hombre keniano que vivía con Daniel quien se había dado a la fuga estando bajo fianza. Cuando escuché esto paré la oreja. Tenía entendido, todos las noticias de la prensa así lo habían escrito en sus páginas que ese hombre se había dado a la fuga desde un principio, que nunca lo habían detenido pero parece que habían tenido al “pájaro” en sus manos y lo habían dejado que volar.
Pienso por un segundo en el verbo volar. En la única novela escrita hasta ahora por el venezolano Luis E. Belmonte, Salvar a los elefantes, hay una frase del deprimido y anónimo protagonista, dice que quiere volar, que sabe que no es sencillo pero eso quiere. Siempre me resultó extraña la frase pues surge en un contexto en el que parecía ir superando su depresión. Pero…
La otra perla que soltó Yennifer fue que la próxima audiencia para decidir la libertad bajo fianza de Daniel será ¡a finales de septiembre! La joven abogada sigue sin comprender, se confiesa bruta, ¿por qué éste retardo procesal? Prácticamente para esa fecha las investigaciones deben estar súper adelantadas. Esperar a qué aparezca el keniano para decidir le parece injustificable pues todos somos sujetos de hecho y de derecho distintos…
Escuchar a Yennifer hablar de retardo procesal me puso los pelos de punta. Si lo pensamos, ese período de espera para Subero es nada en relación a lo que sucede aquí en Venezuela. Tantas y tantas cosas. La inconsistencia de la vida.

La palmaria verdad es que el martes 31 de julio, a las siete y treinta de la noche, aterrizaron en el Aeropuerto de Maiquetía los restos mortales de Olimar Ferrer. No había permanecido viva en Nairobi más de trece días. ¡Coño, ni el cáncer más violento se lleva a alguien así! Durante 1 hora, no más, la velaron en la Casa Amarilla, sede del  Ministerio de Relaciones Exteriores y desde allí fue trasladada a su ciudad natal de Acarigua, donde según algunos, fue enterrada inmediatamente, según otros, fue velada durante varias horas por familiares y amigos.

Supimos, por fuentes de las llamadas extraoficiales, que su hermano Fer estaba inconsolable. Un terrible sentimiento, ese llamado “de culpa”, había empezado a carcomerle las entrañas. Se reprochaba no haberla acompañado a Nairobi. Arelis se lo había pedido pero cosas de trabajo se lo habían imposibilitado. ¿Quién sabe si además de Arelis, a él el también lo hubiesen asesinado?

La frase, ya nombrada de  Xingjian hizo eco en mi memoria. El badajo de una campana percutía incansablemente en mis pensamientos Cuando un hombre muere el mundo se difumina…

Días después, revisando titulares pasados sobre el caso en la edición on line de El Universal, me encontré con un párrafo que decía “los asaltos violentos y fatales son frecuentes en Nairobi. Los diplomáticos son unas de las personas mejor custodiadas en el país africano”. Bueno…no tanto, pensé. Allí la prueba que alguien podía alegar, que se trataba de la excepción a la regla: nuestra embajadora muerta, estrangulada, hallada en su propia cama, la puerta de su habitación forzada. Hago esta precisión pues en una noticia donde al parecer alguien habló de más sobre los intríngulis de la escena del crimen, se dijo que Olimar fue asesinada en el salón de la embajada y luego trasladada a su cama. La noche del crimen, la embajadora había ofrecido un agasajo, ¿a quiénes? Eso, no lo sabemos. Lo que parece obvio es que estaba con personas conocidas. Es lógico que estuvieran todos los miembros de la embajada. Se dice que Subero no estuvo. La embajadora no llegó a activar la alarma que estaba recientemente instalada, por lo cual, pensamos que el asesino (o la asesina) no vino del exterior.

Matar a alguien no debe ser tan fácil. Digo yo. Siempre se ha dicho que no hay crimen perfecto.

Al parecer, Olimar, internacionalista con más de treinta años de experiencia, soltera y sin hijos, había llegado a la Embajada a poner los puntos sobre las íes. Pero, al poner pies en la capital keniana fue trasladada a un hotel. ¿Por qué? ¿Con qué derecho? ¿Con qué fin? Tuvieron que pasar nueve días para que ella se instalara en “su lujosa casa”. Casa, por cierto, de todos los venezolanos, aunque sea alquilada a un diputado keniano, en Nairobi. Se dice que Subero obstaculizó su llegada directa a la casa que le correspondía legalmente. ¿Acaso Subero se había empoderado de la embajada en Nairobi? De ser así, ¿quién le había concedido tal poder?
Olimar debió enterarse de las irregularidades que ocurrían en la embajada. ¿Se lo comunicó el ex embajador, a la Cancillería? ¿Es verdad que Olimar llegó despidiendo sin son ni ton al personal keniano que laboraba en la embajada? En cualquier caso, estaba en su derecho mientras siguiera los procedimientos legales y diplomáticos que deben existir al respecto y que suponemos conocía a la perfección, en vista de su vasta experiencia.

Dicen y lo escribo con la ambigüedad del verbo ante la poca confiabilidad del ó de los sujetos hablantes, que ordenó que cualquier valija diplomática sólo podría ser abierta por ella. ¿Qué artimañas o alimañas se cocinaban en nuestra embajada?
Olimar les exigió a los kenianos que retiraran las acusaciones de abuso sexual contra el ex embajador Gutiérrez. Aquí me parece que la cosa era más delicada. Eso no le correspondía a ella. Si había denuncias éstas debían ser investigadas, cosa que no le competía directamente.

Matar a alguien no debe ser fácil. Digo yo. Ni planificar, ni llevar a cabo, ni soportar el hecho de haber asesinado a sangre fría.

Por los momentos, Daniel Subero sigue detenido en Nairobi. Escucho la resonancia de su “soy inocente, inocenteeeeee”. Desde aquí, sentada frente de mi vieja PC, en la sala de mi apartamento en La Candelaria, a miles de kilómetros de Nairobi, percibo que el eco de Subero se ha transformado, que ha mutado pero únicamente en algunos caracteres exteriores y lo que me llega es un ruido. Un ruido que no pretendo desechar en la cesta de la basura. Una parte de la historia de la literatura reciente ha sido escrita bajo la premisa de que hay que escuchar los ruidos, hacer visible lo invisible, tocar lo intocable. Aún así, reconozco mis limitaciones, la disminución de mi capacidad auditiva con los años, la presbicia…Grabo el ruido en una grabadora prestada.

Las imágenes de Nairobi, que puedo ver en la selva, me sorprenden un tanto. A vuelo de pájaro bien alimentado parece una ciudad con un buen nivel de desarrollo. ¿Una ciudad para vivir? Cuando las veía, agarré la antigua lupa que heredé de mi madre y que utilizaba en las postrimerías de su vida para buscar el significado de las palabras que desconocía en su ya derruido Pequeño Larousse ilustrado y completar  crucigramas, a los cuales era muy aficionada. Tampoco se trataba que mi propia vista miope me metiera gato por liebre.

Paso –pensé. Mejor no invento nada sobre esa ciudad.

Matar a alguien no debe ser fácil. Creo que hay que tener bolas, pero también valentía o cobardía según el cristal con que se mire.

Daniel Subero no parece estar sólo en esto del asesinato de la embajadora. A fin de cuentas, era una mujer medio fornida. Ella se defendería. Amarrarle manos y pies y luego trasladarla hasta su habitación. Supongo que el salón donde la mataron estaría en la planta baja de la casa y la habitación en la planta alta. Si Subero realmente cometió este horrible crimen tuvo que requerir ayuda.

La prensa tiene sus vainas. Desde el día siguiente de la muerte de Olimar y ya detenido Subero, la policía de Nairobi emitió una orden de arresto contra Muhammed Hassan, supuesto “doctor”. No sé lo qué significa ese “doctor”. Aquí, en nuestro país, a todo el mundo le dicen “doctor”. El término no tiene una única connotación. Puede ser un médico, un abogado, cualquier otra profesión, es más, ni siquiera es necesario que alguien haya estudiado algo para que lo llamen “doctor”. Venezuela ¡un país para vivir!

Parece que Hassan es médico y está desaparecido. Cuando hablo de  las vainas de la prensa es porque, en todas las noticias que mencionan a Subero y a Hassan, afirman que son “amigos íntimos”. También que vivían juntos, que Hassan usaba el vehículo de Subero y que se hacía pasar por funcionario de la embajada. ¿Ante quién?, -pregunto.

Hablé con una amiga periodista sobre el uso de esa frase en la prensa. Mi querida amiga, me largó toda una explicación sobre la ubicación de la frase en los diferentes contextos noticiosos. Sí chica, la interrumpí. Pero en esta trama qué significa. Después de un largo buenooo espetó: ¡qué son pareja, pues! Me quedé reflexionado sobre la relevancia o no del dato…

Busqué y hallé imágenes de Hassan en la selva. Esta selva tecnológica es verdaderamente increíble. Hay una. Me imagino que fue suministrada por la policía de Nairobi. Muestra a un hombre joven, negro (¿es keniano o somalí?) como de 30 a 38 años, que se muestra sonriente. Dientes relucientes con la encía exuberante. Cabello corto (afeitada con hojilla número 1) y patillas delgaditas. Luce un bigote anémico con una corta barba al estilo llamado candado. Sus ojos sonríen con él y sus rasgos son más finos de los que imaginé que podría tener cualquier africano. Lleva una camisa, tipo franela, donde predomina el color rojo. En realidad, Hassan no parece capaz de matar a alguien, no parece tener ese valor o cobardía como ya he dicho antes.
¿Dónde está Hassan? ¿Por qué huye? ¿Por qué no da la cara como quien dice? Si Subero y Hassan mataron a Olimar, pensaron que de comprobarlo la justicia keniana sería más severa con él en su condición de keniano (lo cual no me queda claro)? Pensarían que era preferible que Subero se quedara pues éste estaba protegido por su condición de diplomático? ¿Qué habrá declarado Subero sobre Hassan?

Como venezolana, estoy de acuerdo con los entendidos que se han pronunciado en contra del hecho de que nuestro país le haya quitado la inmunidad a Subero, en especial con el ex Ministro de Defensa y ex Canciller Orinoco Armenteros, conocido opositor al régimen pues Subero puede ser fácilmente sentenciado a la pena de muerte vigente en Nairobi mientras que acá no existe. Sabemos que es una forma de decir, un formulismo pues ya que las muertes violentas en el país se han convertido en lugar común, tanto en las calles como en las cárceles, así que…

Matar a alguien no debe ser fácil. Digo yo.

Hoy hay nuevas noticias en la prensa sobre el asesinato de Oli.

Subero pide permiso para que le dejen ir a presentar exámenes finales en la Universidad de Nairobi. Además, agrega que no tiene sus documentos, que necesita salir para preparar también su propia defensa.
Otra información que no es nueva y que tampoco causa sorpresa es la posibilidad de que valijas de diplomáticos venezolanos en Nairobi hayan sido utilizadas para el transporte de drogas. Como tampoco sorprende que nuestro Ministro de Interior y Justicia, Tomás Al Alcántara, saliera desmintiendo la especie aunque no se trataba de simple pimienta.
Como dije, el Ministro Al Alcántara se apresura a negar eso del tráfico de drogas en nuestra embajada y al igual que el Canciller Martín pide respeto para la memoria de Olimar. ¡Verdad que hay cosas de aunque usted no lo crea! Realmente no pienso que al menos la mayoría de los venezolanos crean que Olimar estuviera involucrada en algo como eso. Las declaraciones de estos “altos” funcionarios, pues los dos miden más de 1.80 metros de estatura, si constituyen una manipulación mediática. Estamos hablando del asesinato de una mujer que tenía una limpia trayectoria como diplomática. Lo que ocurre es que lo de las drogas afearía más la situación y si Subero tuvo que ver con el asesinato y/o con lo de la droga o si especialmente no tuvo nada que ver y estaba dispuesto a destapar la olla pues se enteró,  como que resulta mejor –tal vez eso piensen nuestros altos personeros- dejar las cosas en manos de la policía keniana como lo han  hecho hasta ahora. ¡Nuestra soberanía por delante, pues! No olvidemos que faltan menos de dos meses para las elecciones presidenciales. Ese “mapu” es mejor que resuene bien lejos y que su aroma se olvide pronto por este país de Dios aunque los “mapu” habitan principalmente en América. “Mapu” viene de mapurite, ese animal que emite un fortísimo y horripilante olor producido por  sus glándulas anales cuando se sienten en peligro. ¡Qué interesantes y qué inteligentes son los “mapu”, sueltan el pedo antes de que este se forme, es decir, para evitarlo.

Hoy, después que sabemos que Hassan, el doctor keniano, estaba no prófugo sino en libertad bajo fianza, resulta que se publica una entrevista al hombre. Allí afirma que está siendo protegido por la policía keniana quienes le recomendaron mantenerse en bajo perfil. Desde su escondite asevera que ni él ni Subero tuvieron que ver con el asesinato de la embajadora. Que Daniel había llegado a la casa, el día de la muerte, como a las 7 y 30 de la noche después de haber ido al médico y que no volvió a salir.  Él, por su parte, había salido como a las diez a verse con unos amigos en un local nocturno llamado Westlands, en donde acostumbraban reunirse todos los jueves. También niega que se haya reunido con alguno de los chóferes de la embajada esa noche; que se hubiera quedado con el vehículo oficial de la embajadora y que les hubiera dado dinero a los chóferes para que regresaran a la embajada.  También negó que le hubiera dicho al chófer, puesto que no lo vio, que la embajadora sería deportada.
Recordemos que el cocinero, quien tiene años empleado en nuestra embajada, declaró en un principio, que vio a Daniel en el agasajo que ofreció la embajadora esa  funesta noche del 26 de julio. ¿Qué dirá la reina del banano? Pero, días después el cocinero se retractó de esa afirmación. Por otra parte, detecto un hueco en las declaraciones telefónicas hechas por el tal Hassan. ¿Cómo puede afirmar que Subero, después que llegó a la casa que compartían a las 7 y 30 pm, no salió más cuando él mismo había salido? ¿Dónde, por Dios, está la verdad?   
Pero, a pesar de lo que creí, las noticias no se detienen y el caso se enreda. Hassan afirma que la embajadora había mandado a cambiar todas las cerraduras y que sólo tenían copias dos personas, un oficial de la embajada y un profesor de español de Nairobi. Aquí, Hassan habla en masculino, para después decir, ¿o son vainas de la prensa o errores de transcripción?, que la embajadora había entregado copias de las llaves a una alta funcionaria de la embajada (¿a la segunda ó a la tercera secretaria?) y otro juego de llaves a una académica que habla español y que trabaja ilegalmente en Kenia. Al leer esto, me molesté con Hassan. Independientemente de cualquier cosa no tenía por qué echarle paja a esta última persona. Pajúo, pensé. ¿Quiénes serán esas personas? ¿Habrían sido interrogadas? ¿Tuvieron algo que ver con el asesinato de Olimar?. Hassan insiste que ni él ni Subero estuvieron en la reunión que dio la embajadora. ¿Y la tercera secretaria de la embajada, Maritza Verenzuela? Nadie la he mencionado.
Coño, no sabemos y…¿sabremos?
Agosto, 2012.

Nota:
Hoy, 14 de agosto de 2014, es decir, a dos años y catorce días del asesinato en Nairobi, de la embajadora Olimar Ferrer me topo con  una nota periodística que hace referencia a su olvido. Al olvido de su muerte, del ó los asesinos. Por supuesto, no hay culpables ni culpable. Pero… ¡es que estamos en Venezuela!.
El artículo mencionado hace referencia a que las claves, los elementos, evidencias, etc. de este asesinato, pueden estar escondidas en los sótanos del Ministerio de Relaciones Exteriores de nuestro país. Agrega que el caso está literalmente muerto. ¿El caso? Y que el Gobierno venezolano “no habla”. ¿Cómo que no habla? Coño, pero si lo que más hace es hablar ¡Revisen las horas de cadena nacional en estos últimos quince años!
Por otra lado,  me entero que Subero fue dejado libre después de cancelar una fianza de 25.000 dólares y que su pasaporte le fue retenido por las autoridades kenianas para evitar que salga del país, que sigue con su vida a la espera de juicio. Muhammed Hassan sigue libre ¿o prófugo? Olimar Ferrer está bajo tierra.

Y… Olimar Ferrer bajo tierra. Ascendida post mortem en "recompensa por su labores a favor de la patria". ¡Por Dios, qué vergüenza! Perdonen el lugar común pero esa frase acaba de salir de mi boca: ¡Por Dios, qué vergüenza!

Libia Kancev

Caracas, 5 de septiembre de 2014.