jueves, 30 de agosto de 2012

Entrevista a Jonathan Franzen (II)


4.- Jonathan, sé que es muy aficionado a las aves, ¿Cuáles vio en Más afuera?

La primera que vi fue un pequeño cinclodes de flancos grisáceos y varios halcones de Juan Fernández, que son dos de las cinco especies de aves terrestres de Más afuera. La isla es también el único lugar de cría de dos interesantes petreles y una de las aves canoras más raras del mundo, el rayadito de Más afuera, que yo tenía la esperanza de ver. . De hecho, al partir rumbo a Chile, observar nuevas especies de aves era la única actividad que podía asegurar que no me aburriría. La población de rayaditos, que en su mayoría vive a gran altitud en una pequeña zona de la isla llamada Los Inocentes, se calcula que puede haberse reducido hasta los quinientos ejemplares. Muy pocas personas han llegado a ver alguno… ¿y cuándo montó la carpa? Bueno resuelta que había una especie de casa de guardabosques pero mi idea era buscar agua, montar la carpa aunque las pequeñas comodidades de la choza me hicieron dudar, después de mucho caminar y sopesar pros y contras, me instalé en una hondonada que protegía un poco del viento y desde la que no se veía el refugio, y allí comí queso y salami. Llevaba cuatro horas solo. Planté la tienda, sujetando el armazón a las rocas mediante lazadas y afianzando las estaquillas con las piedras más pesadas que logré acarrear. Luego me preparé un café en mi pequeña cocinilla de gas.
Me veía tan incapaz de desprenderme de las comodidades del refugio como de las distracciones modernas de las que supuestamente pretendía huir yendo allí. Fui por otro odre de agua y utilicé la olla y  la estufa de propano para calentar agua con la que bañarme… Como ya había transigido tanto, me llevé uno de los colchones de espuma promontorio abajo y lo metí en la tienda.  —Pero ya está —me dije en voz alta—. Esto es todo. La frase “esto es todo” me recordó a David Foster. La leí en algún texto suyo…

5.- ¿Qué más puede decirnos de ese primer día, en el que usted estaba prácticamente sólo en Más afuera? Salvo por el zumbido de las moscas y algún que otro reclamo de cinclodes, en mi campamento reinaba un silencio absoluto. A veces la bruma se alzaba un poco, dejando al descubierto laderas rocosas y valles húmedos plagados de helechos hasta que el techo brumoso bajaba de nuevo. Saqué mi cuaderno y anoté lo que había hecho en las últimas siete horas…Pero cuando me propuse escribir algo a modo de confesión, en primera persona, me sentí cohibido. Por lo visto, en los últimos treinta y cinco años me había acostumbrado tanto a narrativizarme, a experimentar mi vida como un relato, que ahora podía usar los diarios personales sólo para la resolución de problemas y la auto investigación. Ni siquiera a los quince años, en Idaho, había escrito desde mi desesperación, sino sólo una vez superada ésta, y ahora, más aún, los relatos que me importaban eran aquellos narrados —seleccionados, esclarecidos— en retrospectiva.

6.- ¿Ante está dificultad qué pensó? Por los momentos no podía hacer nada más. Entonces pensé lo que haría al día siguiente.  Mi plan para el día siguiente era intentar ver un rayadito La isla me parecía interesante por el mero hecho de saber que el ave se hallaba allí. Cuando voy en pos de los vestigios de especies nuevas, lo que busco es una autenticidad en gran parte perdida, un mundo, aunque ahora plagado en gran medida de seres humanos, todavía hermosamente indiferente a nosotros; lograr ver un ave poco común que de algún modo persevera en su vida de reproducción y alimentación es un placer perdurablemente trascendental. ¿Y luego? Animado por la perspectiva de esta búsqueda no exenta de desafío, me preparé un tazón de frijoles y luego, aunque todavía quedaba luz del día, me encerré en la tienda. En el cómodo colchón, metido en un saco de dormir que conservaba desde el colegio y con una lámpara sujeta a la frente, me instalé a leer Robinson Crusoe (1719). Por primera vez ese día, me sentí feliz. 

Jonathan, debo decirle que no he leído Robinson Crusoe. Creo que tiene que ver con el hecho de que me atrae poco las novelas de aventuras, además de las de ciencia ficción. Aún así, ¿Qué puede decirme sobre la misma? Bueno… te recomiendo que en algún momento la leas. Te diré unas cuantas cosas… Uno de los primeros grandes admiradores de Robinson Crusoe fue Jean-Jacques Rousseau, quien, en su Emilio, propuso que fuera el texto primordial en la educación infantil. Siguiendo la excelente tradición francesa de la expurgación, Rousseau no tenía en mente todo el texto, sino sólo la larga sección central, en que el náufrago narra su supervivencia durante un cuarto de siglo en una isla desierta. Pocos lectores discutirían que ésta es la parte más atractiva de la novela, en comparación con la cual las aventuras de Robinson antes y después resultan desvaídas y mecánicas. Parte del atractivo de la historia de su supervivencia es la especificidad de las descripciones de Robinson: los «tres... sombreros, un gorro, y dos zapatos que no hacían pareja», que es lo único que queda de sus compañeros de barco ahogados, el catálogo de material útil que rescata del buque naufragado, las complejidades de su acoso a las cabras montesas que pueblan la isla, los aspectos prácticos de reinventar las artes domésticas para fabricar muebles, embarcaciones, loza y pan. Pero lo que realmente anima estas aventuras sin aventura, creando un sorprendente suspense, es su accesibilidad a la imaginación del lector corriente. leer acerca de las soluciones prácticas a los problemas del hambre, la intemperie, la enfermedad y la soledad es sentirse invitado a entrar en la narración, a imaginar qué haría uno si se encontrara aislado de  una manera similar, y a medir su propia resistencia, recursos e ingenio práctico en  comparación con los de él. Hasta que el mundo externo incide en el aislamiento de la isla, en forma de caníbales merodeadores, sólo estamos nosotros dos, Robinson y su lector, y es un espacio muy acogedor. En una narración con más acción, las páginas donde se describen las tareas cotidianas y las emociones del náufrago serían lo que el crítico Franco Moretti denomina mordazmente «de relleno». Pero, ¡ojo!, como Moretti observa, la prolongación dramática de esa clase de relleno fue justo la gran innovación de Defoe (1659 -1661/ 1731)esos relatos de lo cotidiano pasaron a ser un elemento fijo de la narrativa realista, en Austen y Flaubert tanto como en Updike y Carver. Eso que dices llama mucho mi atención ya que recientemente he escuchado sobre un tipo de literatura que pone su atención sobre lo cotidiano, aunque sobre lo cotidiano que usualmente resulta invisible, inaudible, intocable, es decir, pasado por alto y que buscaría cambiar esa situación… Sí, sé de que hablas, lo que afirmo vendría a ser una fase previa dentro del desarrollo de la literatura y de la novela en particular  que implica el fijarse y narrar lo cotidiano. Quiero agregar que, enmarcando y hasta cierto punto interpenetrándose con el «relleno» de Defoe, descubrimos elementos de otras importantes formas de prosa narrativa que lo precedieron: las antiguas novelas helenísticas, que incluían relatos de naufragios y esclavización; las autobiografías espirituales católicas y protestantes; las novelas de caballería, medievales y renacentistas, y la picaresca española. La novela de Defoe sigue asimismo la tradición de las narraciones denigrantemente basadas, o pretendidamente basadas, en la vida de personajes públicos reales; en el caso de Crusoe, el modelo fue Alexander Selkirk… Incluso se ha afirmado que Defoe quería que la novela fuese una obra de propaganda utopista, ensalzando las libertades religiosas y las oportunidades económicas de las colonias inglesas en el Nuevo Mundo.

7.- Por lo tanto, ¿Robinson Crusoe no podría considerarse como la primera novela que existió? Obviamente…La heterogeneidad de Robinson Crusoe revela la dificultad, incluso el absurdo, de hablar del «surgimiento de la novela» e identificar la obra de Defoe como el primer ejemplar de este género. Al fin y al cabo, Don Quijote (1605) se publicó más de un siglo antes y es sin lugar a dudas una novela. ¿Y por qué no llamar también novelas a los libros de caballería, si se publicaron y leyeron ampliamente en el siglo XVII y si, de hecho, la mayoría de las lenguas europeas no establece distinción entre libro de caballería y novela? Los primeros novelistas ingleses a menudo hicieron hincapié expresamente en que sus obras no eran «simples libros de caballería»; pero lo mismo habían dicho muchos autores de libros de caballería.




No hay comentarios:

Publicar un comentario