Para Aura Carolina
"Quiero la tierra y sus maravillas: el mar, el sol. Quiero penetrar en él, ser parte de él, vivir en él, aprender de él, perder todo lo que es superficial y adquirido en mí, volverme un ser humano consciente y sincero"
"Cuando podemos empezar a tomar nuestros fracasos sin seriedad, quiere decir que estamos dejando de temerles. Es de enorme importancia aprender a reírnos de nosotros mismos"
KATHERINE MANSFIELD (Kathleen Beauchamp) : destacada escritora modernista. Nace en , Wellington, Nueva Zelanda el 14 de octubre de 1.888 y fallece -de Tuberculosis pulmonar- en Fontainebleau, Francia, el 9 de enero de 1.923. Tuvo una vida complicada, en especial, por su relación materna y de parejas. Escribió esencialmente cuentos que reflejan su clara inteligencia, su sensibilidad y su capacidad para expresar variados sentimientos como el amor, la solidaridad, la tristeza, la soledad, la crueldad, etc.
Aquí presentamos la reseña de cuatro de sus cuentos que constituyen evidencia de la calidad de la autora y dos poemas. Estos últimos "hablan" por si solos.
EL ENCUENTRO
Nos miramos; dejamos de mirarnos
Las lágrimas subían a mis ojos
Pero las dos sentíamos en el corazón
Que nos separábamos para siempre.
El tictac del relojito llenaba la habitación en calma
Escucha, dije, es tan fuerte
Como el galope de un caballo en un camino solitario
Así de fuerte - un caballo galopando en la noche.
Me hiciste callar en tus brazos
Pero el sonido del reloj ahogó el latido de nuestros corazones.
Dijiste `No puedo irme: todo lo que vive de mí
Está aquí para siempre'.
Después te fuiste.
El mundo cambió. El ruido del reloj se hizo más débil
Se fue perdiendo –se tornó minúsculo-
Susurré en la oscuridad: “Moriré si se detiene”.
MALADE
Las lágrimas subían a mis ojos
Pero no podía llorar
Deseaba tomar tú mano
Pero mi mano temblaba.
No dejabas de contar los días que faltaban
Para nuestro próximo encuentro Deseaba tomar tú mano
Pero mi mano temblaba.
No dejabas de contar los días que faltaban
Pero las dos sentíamos en el corazón
Que nos separábamos para siempre.
El tictac del relojito llenaba la habitación en calma
Escucha, dije, es tan fuerte
Como el galope de un caballo en un camino solitario
Así de fuerte - un caballo galopando en la noche.
Me hiciste callar en tus brazos
Pero el sonido del reloj ahogó el latido de nuestros corazones.
Dijiste `No puedo irme: todo lo que vive de mí
Está aquí para siempre'.
Después te fuiste.
El mundo cambió. El ruido del reloj se hizo más débil
Se fue perdiendo –se tornó minúsculo-
Susurré en la oscuridad: “Moriré si se detiene”.
MALADE
El hombre del cuarto vecino
Tiene el mismo mal que yo
Cuando me despierto a la noche lo oigo darse vuelta
Y después tose
Y toso yo
Y él vuelve a toser-
Esto sigue mucho tiempo-
Hasta que siento que somos como dos gallos.
CUENTOS:
Psicología (1.919)
Este cuento le hace
honor a su título. Se trata de una mujer (30 años), escritora de obras de
teatro y comedias, que espera a un
hombre (31años), escritor de novelas. Era una espera concertada y ansiada por
ambos. Tenían una excelente amistad,
eran adultos y sin complicaciones emocionales. Se muestra un claro ambiente de que se dará
allí una relación amorosa que ambos desean cristalizar. No obstante, caen en una situación donde se interrumpen, se
distraen y hacen silencios que determina que esa ansiedad y ese deseo se
congelen en sus cuerpos y mentes.
Ella piensa en las
cosas que tiene en su casa y lo importante que son pero quiere dejarlas de lado.
Él ve una figura que ella tiene en la repisa de la chimenea: una cara de niño: “la cabeza caída hacia un lado, los labios
entreabiertos, como si al dormir el niño escuchara algún dulce sonido…”.
Agrega: “–Adoro a ese niño”. Ello
podría expresar que él desea un hogar con ella, tener hijos.
Este cuento también
toca el punto de lo aislado que pueden estar los escritores. Dice que sólo ese
espacio ha fijado en su mente. Que usualmente no sé da cuenta del mundo
exterior por estar leyendo casi todo el tiempo. Y, le pregunta a ella, si cree que en un futuro
la novela será psicológica o no, a su vez, de la relación entre la psicología y
la literatura. Ella hace una pregunta interesante: “¿Quieres decir que te parece que es probable que esas misteriosas
criaturas inexistentes…jóvenes escritores de hoy…simplemente estén tratando de
atribuirse funciones de psicoanalistas?”. Él responde que sí pues se trata
de jóvenes inteligentes que comprenden la importancia del psicoanálisis.
Por un momento ambos reflexionan que han triunfado, que la amistad ha sobrevivido y él, sin querer
decirlo dice que tiene que irse. Ella se siente herida pero no dice nada. Él se
va, ella llora y luego va una vecina y le lleva un ramito de flores, ella la
abraza. La mujer se siente bien y se va. Ella se queda como si nada y se sienta
a escribirle una carta a él donde expresa su deseo de verlo pronto.
Es decir, éste cuento
es la narración de una suma de actos fallidos que deja a esta pareja en un
aparente vacío emocional y, por lo que se va es algo que tiende a repetirse.
La
mosca (1.922)
“Sin
embargo, nos aferramos a nuestros últimos placeres
como se aferra el árbol a sus últimas hojas.”
La
mosca relata la visita que le hacia el anciano señor
Woodifield, ya retirado y posterior a haber sufrido una apoplejía a su jefe que
era cinco años mayor que él, corpulento, rozagante, lleno de vitalidad. El
señor Woodifield sólo podía salir de su casa los martes cuando se lo permitían
su esposa e hijas. Y allí estaba fumándose un puro, observando a su ex jefe,
sintiéndose cómodo.
El jefe le comenta –una vez más- que acababa de
remodelar su oficina. Mientras, el Sr. Woodifield veía una foto que el jefe
tenía sobre su escritorio que no era nueva. Por otra parte, intentaba recordar
algo que quería decirle al jefe. Éste lo miraba compadecido y de pronto se le
ocurrió ofrecerle un dedo de whisky. El Sr. Woodifield se sorprendió mucho pero
lo aceptó contento pues en su casa no le dejaban probarlo.
El Sr. Woodifield
recordó, de pronto, lo que quería comentar al jefe: se trataba de que en días
recientes sus hijas habían ido a Bélgica para visitar la tumba de Reggie
(suponemos que era un hijo) y que ellas habían pasado por la del hijo del jefe,
que estaban muy cercanas y bien cuidadas. Que el cementerio tenía anchas calles
y que parecía un jardín. También le pregunta al jefe, quien parecía no estar
escuchándolo excepto por: “…un ligero
temblor en el párpado…” que si nunca había ido a visitar la tumba de su
hijo. El jefe respondió que no.
Al poco tiempo, el señor Woodifield se retiró y
el jefe le dijo al ordenanza, el viejo Macey, que no atendería a nadie, durante
la siguiente media hora.
Así el jefe recordó a su hijo y lo que había
significado para él su pérdida ya que sería su sustituto. Lo mal que se había
sentido y que no podía superar. Repentinamente, el jefe ve una mosca caer en el
tintero que estaba sobre su escritorio. Vio como la mosca hizo esfuerzos para
salir. Lo logró. El jefe pensó que la mosca se sobreponía a las adversidades. En
tres ocasiones el jefe probó la resistencia de la mosca, dejándole caer una gota
de tinta, hasta que murió. La botó en la papelera. En ese momento, el jefe,
llamó a Macey para que le trajera papel secante y ya no pudo ni recordar qué era
lo que había estado pensando en el instante que se distrajo con la mosca.
Este cuento es muy revelador de algunas emociones y
sentimientos de las personas: la soledad
(del señor Woodifield), viéndose retirado prematuramente de su empleo y la dependencia de sus familiares; el “valor” de lo material: la oficina
remodelada del jefe, cómoda, espléndida y el cementerio de anchas calles, con
flores, parecido a un jardín; la
crueldad del jefe; la paradoja entre las aspiraciones que tenía el jefe con
su hijo muerto y el hecho de que por una mosca se olvidara (el olvido) del mismo.
El
canario (1.923)
“Quizá en este
mundo no importa mucho lo que uno quiere pero hay que querer algo”
Éste hermoso cuento
narra la experiencia de una señora que tuvo un canario y que ya había muerto:“Cuando lo encontré tendido en la jaula, con
los ojos empañados y las patitas retorcidas, cuando comprendí que nunca más lo
oiría cantar, me pareció que algo moría en mí…con el tiempo todo pasa…” Ella
tenía a tres jóvenes pensionistas en su casa y comenta que lo que le daba el
canario ninguno de estos jóvenes se lo daba, incluso, la llamaban “adefesio”. Ella pregunta (al lector): “… ¿Has tenido pájaros alguna vez?...Si no
has tenido nunca, quizá todo esto te parezca exagerado. La gente cree que los
pájaros no tienen corazón, que son fríos, distintos de los perros y los gatos.”
Evoca el hermoso canto del canario. Afirma
que el canario la saludaba, la comprendía, que era muy limpio, que le hacía
compañía, que la hacía reír y que ahora sólo le quedaba recordarlo (y que
aspiraba que el clavo donde guindaba la jaula nunca fuera removido de su
sitio).
Este cuento termina con
un planteamiento, bien particular de la anciana: “Sin embargo, a pesar de que no soy melancólica y de que no suelo
dejarme llevar por los recuerdos y la tristeza, reconozco que hay algo triste en la vida. Es difícil definir lo qué es. No hablo del dolor que todos
conocemos, como son la enfermedad, la pobreza y la muerte, no: es otra cosa
distinta. Aunque trabaje mucho y me
canse, no tengo más que detenerme para saber que ahí está esperándome” ¿A qué se refiere la anciana?; ¿Qué es eso
triste en la vida? Insiste agregando: “Ha
menudo me pregunto si todo el mundo siente eso mismo. ¿Quién lo puede saber?” Su respuesta en forma de pregunta no deja de
encerrar un enigma: “Pero ¿no es
asombroso que, en su canto dulce y alegre, era esa tristeza, ese no sé qué lo
que yo sentía?”
Al parecer, se refiere a
que en la expresión del canto del pájaro –que era dulce y alegre-estaba contenida
esa tristeza que ella percibe como dentro de sí misma.
Esta flor (1.924)
Esta flor (1.924)
“Pero
os lo digo, mi tonto señor, el peligro, que de esta ortiga, arrancamos esta
flor, seguridad”
La frase anterior precede al relato.
Este cuento narra una historia que podría definir
como tragicómica. Una pareja joven. Él se llama Roy King, el nombre de ella no
aparece. Tienen la idea de que ella está embarazada. En apariencia, él no
tendría problema de ser así: “No es que
yo…Si me dejaras lo echaría a los cuatro vientos… o tomaría la primera página
del Daily Mirror y haría poner nuestros nombres, en un corazón, ya sabes…atravesado
por una flecha”
Él busca a un médico que le recomienda un amigo que
aunque ella no conoce “…sabía todo acerca de ellos”
Mientras espera a ser atendida acostada en una
camilla piensa que siempre había estado luchando contra la corriente de la vida
y que ya no podía más. El médico le da la impresión de ser un “sapito odioso” y de “aspecto llovido”. Después del examen
ella le pide al médico que le diga al señor King que ella tiene algo del
corazón, que sólo necesita descanso. El médico lo hace.
Luego se despliega toda
una escena sobre la comida y las bebidas que ella podía ingerir.
Al final, el
señor King no logra disimular su alivio y le dice a ella: “–Mi amor, mi preciosa, mi encanto. Eres mía, estás ha salvo- Y después
de tres suaves gemidos -¡Oh! ¡Oh! ¡Oh! ¡Qué alivio!...-Si supieras lo asustado
que estaba –murmuró- Pensé que esta vez estábamos perdidos. De verás que sí. Y
hubiese sido tan…fatal… ¡tan fatal!”
Este relato me hace recordar que en 1.908, Katherine
Mandfield conoció a un joven llamado Garnet
Trowell del que queda embarazada.
Los padres de él se oponen y la relación termina. Su madre –Annie- la va a buscar a Londres y se la lleva a Bad Wörishofen en Baviera (Alemania) con el fin de mantener en secreto su embarazo.
No obstante, en algún momento, sufre un aborto. Regresa a Londres. Ya más nunca
volvería a ver a su madre.
Caracas, 5 de septiembre de 2011.
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