martes, 6 de septiembre de 2011

KATHERINE MANSFIELD



                                                                                                                            Para Aura Carolina


"Quiero la tierra y sus maravillas: el mar, el sol. Quiero penetrar en él, ser parte de él, vivir en él, aprender de él, perder todo lo que es superficial y adquirido en mí, volverme un ser humano consciente y sincero"


"Cuando podemos empezar a tomar nuestros fracasos sin seriedad, quiere decir que estamos dejando de temerles. Es de enorme importancia aprender a reírnos de nosotros mismos"



KATHERINE  MANSFIELD (Kathleen Beauchamp) : destacada escritora modernista. Nace en , Wellington, Nueva Zelanda el 14 de octubre de 1.888 y fallece -de Tuberculosis pulmonar- en Fontainebleau, Francia, el 9 de enero de 1.923. Tuvo una vida complicada, en especial, por su relación materna y de parejas. Escribió esencialmente cuentos que reflejan su clara inteligencia,  su sensibilidad y su capacidad para expresar variados sentimientos como el amor, la solidaridad, la tristeza, la soledad, la crueldad, etc.


Aquí presentamos la reseña de cuatro de sus cuentos que constituyen evidencia de la calidad de la autora y dos poemas. Estos últimos "hablan" por si solos.  


EL ENCUENTRO                                                                                         


Empezamos a hablar­
Nos miramos; dejamos de mirarnos
                                                              
Las lágrimas subían a mis ojos 
Pero no podía llorar 
Deseaba tomar tú mano 
Pero mi mano temblaba.
No dejabas de contar los días que faltaban
Para nuestro próximo encuentro 
Pero las dos sentíamos en el corazón 
Que nos separábamos para siempre.
El tictac del relojito llenaba la habitación en calma­

Escucha, dije, es tan fuerte 
Como el galope de un caballo en un camino solitario 
Así de fuerte - un caballo galopando en la noche. 
Me hiciste callar en tus brazos­
Pero el sonido del reloj ahogó el latido de nuestros corazones. 
Dijiste `No puedo irme: todo lo que vive de mí 
Está aquí para siempre'.
Después te fuiste.
El mundo cambió. El ruido del reloj se hizo más débil
Se fue perdiendo –se tornó minúsculo-
Susurré en la oscuridad: “Moriré si se detiene”.


MALADE

El hombre del cuarto vecino
Tiene el mismo mal que yo
Cuando me despierto a la noche lo oigo darse vuelta
Y después tose
Y toso yo
Y él vuelve a toser-
Esto sigue mucho tiempo-
Hasta que siento que somos como dos gallos.





CUENTOS:


Psicología (1.919)

Este cuento le hace honor a su título. Se trata de una mujer (30 años), escritora de obras de teatro y comedias,  que espera a un hombre (31años), escritor de novelas. Era una espera concertada y ansiada por ambos.  Tenían una excelente amistad, eran adultos y sin complicaciones emocionales.  Se muestra un claro ambiente de que se dará allí una relación amorosa que ambos  desean cristalizar. No obstante, caen  en una situación donde se interrumpen, se distraen y hacen silencios que determina que esa ansiedad y ese deseo se congelen en sus cuerpos y mentes.

Ella piensa en las cosas que tiene en su casa y lo importante que son pero quiere dejarlas de lado. Él ve una figura que ella tiene en la repisa de la chimenea: una cara de niño: “la cabeza caída hacia un lado, los labios entreabiertos, como si al dormir el niño escuchara algún dulce sonido…”. Agrega: “–Adoro a ese niño”. Ello podría expresar que él desea un hogar con ella, tener hijos.

Este cuento también toca el punto de lo aislado que pueden estar los escritores. Dice que sólo ese espacio ha fijado en su mente. Que usualmente no sé da cuenta del mundo exterior por estar leyendo casi todo el tiempo. Y,  le pregunta a ella, si cree que en un futuro la novela será psicológica o no, a su vez, de la relación entre la psicología y la literatura. Ella hace una pregunta interesante: “¿Quieres decir que te parece que es probable que esas misteriosas criaturas inexistentes…jóvenes escritores de hoy…simplemente estén tratando de atribuirse funciones de psicoanalistas?”. Él responde que sí pues se trata de jóvenes inteligentes que comprenden la importancia del psicoanálisis.

Por un momento ambos reflexionan que han triunfado, que la amistad ha sobrevivido y él, sin querer decirlo dice que tiene que irse. Ella se siente herida pero no dice nada. Él se va, ella llora y luego va una vecina y le lleva un ramito de flores, ella la abraza. La mujer se siente bien y se va. Ella se queda como si nada y se sienta a escribirle una carta a él donde expresa su deseo de verlo pronto.

Es decir, éste cuento es la narración de una suma de actos fallidos que deja a esta pareja en un aparente vacío emocional y, por lo que se va es algo que tiende a repetirse.

La mosca (1.922)

“Sin embargo, nos aferramos a nuestros últimos placeres como se aferra el árbol a sus últimas hojas.”


La mosca relata la visita que le hacia el anciano señor Woodifield, ya retirado y posterior a haber sufrido una apoplejía a su jefe que era cinco años mayor que él, corpulento, rozagante, lleno de vitalidad. El señor Woodifield sólo podía salir de su casa los martes cuando se lo permitían su esposa e hijas. Y allí estaba fumándose un puro, observando a su ex jefe, sintiéndose cómodo.

El jefe le comenta –una vez más- que acababa de remodelar su oficina. Mientras, el Sr. Woodifield veía una foto que el jefe tenía sobre su escritorio que no era nueva. Por otra parte, intentaba recordar algo que quería decirle al jefe. Éste lo miraba compadecido y de pronto se le ocurrió ofrecerle un dedo de whisky. El Sr. Woodifield se sorprendió mucho pero lo aceptó contento pues en su casa no le dejaban probarlo.
El Sr. Woodifield recordó, de pronto, lo que quería comentar al jefe: se trataba de que en días recientes sus hijas habían ido a Bélgica para visitar la tumba de Reggie (suponemos que era un hijo) y que ellas habían pasado por la del hijo del jefe, que estaban muy cercanas y bien cuidadas. Que el cementerio tenía anchas calles y que parecía un jardín. También le pregunta al jefe, quien parecía no estar escuchándolo excepto por: “…un ligero temblor en el párpado…” que si nunca había ido a visitar la tumba de su hijo. El jefe respondió que no. 

Al poco tiempo, el señor Woodifield se retiró y el jefe le dijo al ordenanza, el viejo Macey, que no atendería a nadie, durante la siguiente media hora.

Así el jefe recordó a su hijo y lo que había significado para él su pérdida ya que sería su sustituto. Lo mal que se había sentido y que no podía superar. Repentinamente, el jefe ve una mosca caer en el tintero que estaba sobre su escritorio. Vio como la mosca hizo esfuerzos para salir. Lo logró. El jefe pensó que la mosca se sobreponía a las adversidades. En tres ocasiones el jefe probó la resistencia de la mosca, dejándole caer una gota de tinta, hasta que murió. La botó en la papelera. En ese momento, el jefe, llamó a Macey para que le trajera papel secante y ya no pudo ni recordar qué era lo que había estado pensando en el instante que se distrajo con la mosca.

Este cuento es muy revelador de algunas emociones y sentimientos de las personas: la soledad (del señor Woodifield), viéndose retirado prematuramente de su empleo y la dependencia de sus familiares; el “valor” de lo material: la oficina remodelada del jefe, cómoda, espléndida y el cementerio de anchas calles, con flores, parecido a un jardín; la crueldad del jefe; la paradoja entre las aspiraciones que tenía el jefe con su hijo muerto y el hecho de que por una mosca se olvidara (el olvido) del mismo.


El canario (1.923)

“Quizá en este mundo no importa mucho lo que uno quiere pero hay que querer algo”

Éste hermoso cuento narra la experiencia de una señora que tuvo un canario y que ya había muerto:“Cuando lo encontré tendido en la jaula, con los ojos empañados y las patitas retorcidas, cuando comprendí que nunca más lo oiría cantar, me pareció que algo moría en mí…con el tiempo todo pasa…”  Ella tenía a tres jóvenes pensionistas en su casa y comenta que lo que le daba el canario ninguno de estos jóvenes se lo daba, incluso, la llamaban “adefesio”.                                                                    Ella pregunta (al lector): “… ¿Has tenido pájaros alguna vez?...Si no has tenido nunca, quizá todo esto te parezca exagerado. La gente cree que los pájaros no tienen corazón, que son fríos, distintos de los perros y los gatos.”  Evoca el hermoso canto del canario. Afirma que el canario la saludaba, la comprendía, que era muy limpio, que le hacía compañía, que la hacía reír y que ahora sólo le quedaba recordarlo (y que aspiraba que el clavo donde guindaba la jaula nunca fuera removido de su sitio).

Este cuento termina con un planteamiento, bien particular de la anciana: “Sin embargo, a pesar de que no soy melancólica y de que no suelo dejarme llevar por los recuerdos y la tristeza, reconozco que hay algo triste en la vida. Es difícil definir lo qué es. No hablo del dolor que todos conocemos, como son la enfermedad, la pobreza y la muerte, no: es otra cosa distinta. Aunque trabaje mucho y me canse, no tengo más que detenerme para saber que ahí está esperándome”  ¿A qué se refiere la anciana?; ¿Qué es eso triste en la vida? Insiste agregando: “Ha menudo me pregunto si todo el mundo siente eso mismo. ¿Quién lo puede saber?”  Su respuesta en forma de pregunta no deja de encerrar un enigma: “Pero ¿no es asombroso que, en su canto dulce y alegre, era esa tristeza, ese no sé qué lo que yo sentía?”

Al parecer, se refiere a que en la expresión del canto del pájaro –que era dulce y alegre-estaba contenida esa tristeza que ella percibe como dentro de sí misma.


Esta flor (1.924)


“Pero os lo digo, mi tonto señor, el peligro, que de esta ortiga, arrancamos esta flor, seguridad”

La frase anterior precede al relato.

Este cuento narra una historia que podría definir como tragicómica. Una pareja joven. Él se llama Roy King, el nombre de ella no aparece. Tienen la idea de que ella está embarazada. En apariencia, él no tendría problema de ser así: “No es que yo…Si me dejaras lo echaría a los cuatro vientos… o tomaría la primera página del Daily Mirror y haría poner nuestros nombres, en un corazón, ya sabes…atravesado por una flecha”

Él busca a un médico que le recomienda un amigo que aunque ella no conoce “…sabía todo acerca de ellos”

Mientras espera a ser atendida acostada en una camilla piensa que siempre había estado luchando contra la corriente de la vida y que ya no podía más. El médico le da la impresión de ser un “sapito odioso” y de “aspecto llovido”. Después del examen ella le pide al médico que le diga al señor King que ella tiene algo del corazón, que sólo necesita descanso. El médico lo hace. 

Luego se despliega toda una escena sobre la comida y las bebidas que ella podía ingerir. 

Al final, el señor King no logra disimular su alivio y le dice a ella: “–Mi amor, mi preciosa, mi encanto. Eres mía, estás ha salvo- Y después de tres suaves gemidos -¡Oh! ¡Oh! ¡Oh! ¡Qué alivio!...-Si supieras lo asustado que estaba –murmuró- Pensé que esta vez estábamos perdidos. De verás que sí. Y hubiese sido tan…fatal… ¡tan fatal!”

Este relato me hace recordar que en 1.908, Katherine Mandfield conoció a un joven llamado Garnet Trowell  del que queda embarazada. Los padres de él se oponen y la relación termina. Su madre –Annie-  la va a buscar a Londres y se la lleva a Bad Wörishofen en Baviera (Alemania) con el fin de mantener en secreto su embarazo. No obstante, en algún momento, sufre un aborto. Regresa a Londres. Ya más nunca volvería a ver a su madre.



Caracas, 5 de septiembre de 2011.

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