Hablar y escribir de una novela como Paradiso (1.967) del escritor José Lezama Lima es todo un reto. Incluso su clasificación como novela ha sido puesta en duda. hasta por el propio escritor. Para Lezama su novela se resiste a las definiciones. Es muy probable que influya en ello lo dilatado de su composición, pues los primeros capítulos comenzaron a redactarse en la década de los cuarenta y el último se concluyó pocos días antes de mandarlo a la imprenta, es decir, casi veinte años.
Leer y entender Paradiso no es nada sencillo.A mi me pasó que al poco tiempo de haber iniciado su lectura, me quedaba pensando y repensando qué era lo que el autor quería decía. Por otra parte, el uso intenso de símiles y metáforas, más las menciones de otros autores en áreas muy diversas: arte, religión, mitología, filosofía, obligaban a una continua búsqueda que me llevaban a un ir atrás para luego avanzar.
El ejemplar de Paradiso que leí -bastante maltrecho- lo adquirí en el librero de viejo que está debajo del elevado de la avenida Vollmer, editado por Ediciones de la Flor, año 1.976, Argentina.
Paradiso (hispanizado Paraíso) está considerada como la obra cumbre de Lezama, quien fue esencialmente poeta y ensayista. Creador de lo que él llamó un Sistema Poético, el cual no sólo requiere de la poesía, si no del procedimiento narrativo para su expresión última. En Apuntes para una conferencia sobre Paradiso (no hay noticias de que se efectuara realmente), Lezama asegura: 1.- Paralelo al Sistema Poético comenzaron a surgir los capítulos del Paradiso. Era como su ilustración, su iluminación. Los personajes comenzaban a relacionarse como metáforas y las situaciones se comportaban como imágenes: 2.- La poesía y la novela tenían para mí la misma raíz. El mundo se relacionaba y resistía como un inmenso poema; 3.- Una frase mía que he repetido: "Cuando estoy oscuro, escribo poesía; cuando estoy claro, escribo prosa". Esa aparente dicotomía vino a resolverse en forma unitiva en mi novela.
Hoy, la idea es hacer un resumen de Paradiso pero, con certeza, la novela da para un análisis detallado de muchos aspectos de la misma.
Nada más para empezar, el título puede referirse a la tercera parte de la Divina Comedia de Dante Alighieri; puede referirse a una sala de conciertos en Amsterdam pero, a decir del propio Lezama "...en realidad es el Paradiso -como se le decía en la Edad Media."
En el primer capítulo de Paradiso se narra un episodio donde José Cemí, que a la sazón tiene cinco años, está aquejado de una crisis asmática y una fea erupción, acompañada de ronchas en todo el cuerpo. Cemí era cuidado por la sirvienta Baldovina quien, muy preocupada por el niño busca la ayuda de otra semiservienta llamada Truni (casada con un soldado gallego llamado Zoar). Éstos le hacen una especie de conjuro que logra que el niño mejore.
Los padres de Cemí eran el Coronel (ingeniero, de padre vasco y madre inglesa) José Eugenio Cemí y Rialta Olaya. Ellos habían asistido a una fiesta y cuando regresaron ya el niño había mejorado. Además de Cemí, la pareja tenía otra hija de siete años llamada Violante.
También se menciona a Doña Augusta, madre de Rialta, vale decir que Doña Augusta era una mujer de carácter, inteligente, con don de mando y con el don de la palabra (influencia importante sobre su nieto Cemí) y al cocinero José Izquierdo que cocinaba muy bien pero era bebedor y se endeudaba con facilidad. En una ocasión tiene una pelea con Rialta y es despedido y luego recontratado pues no encontraron a un cocinero mejor. Este capítulo se desarrolla en una casa situada dentro de un Fuerte Militar, en Cuba, donde el Coronel ostentaba la máxima jerarquía.
El capítulo dos se inicia cuando ya José Cemí tiene diez años y, un día, después de salir de la escuela, anda cerca del paredón derruido del Fuerte. Empieza aquí la narración con otros personajes que vivían alrededor de la casa mayor: Mamita, procedente de la provincia de Sanct Spíritus (en el centro sur de Cuba), anciana ya. Sentía una auténtica devoción por el Coronel. Había llegado al Fuerte para ser conserje de la escuela por recomendación del coronel Méndez Miranda, pariente del coronel Cemí.
Mamita había criado a Trinidad (Truni), a Vivino (Vivo) y a Tranquilino (Tránquilo). Truni servía en la casa del Coronel; Tránquilo (20 años), domaba potros con maestría, era soldado y más que todo utilizado en labores domésticas en la casa del capitán Frunce Viole. Éste tenía una hermana solterona (40 años) llamada Luba quien trataba de seducirlo. Un día, el capitán los encontró en un enredo por una caída. Luba se fue y Tránquilo fue sermoneado. De pronto, Lezama hace un avance del tiempo (no será el único) y nos habla de la muerte de Tránquilo, debido a una enfermedad adquirida por su contacto con los caballos, mal llamada tuberculosis florida. Su muerte sucede en París. Vivo, el menor, era bastante holgazán. Un día desapareció (creían que había desertado) pero, al parecer, sólo había sido enviado en misión secreta a México.
Lezama menciona a otros personajes: Sofía Kuller (viuda, austriáca), que no trataba a nadie. Al hijo de ésta, Adalberto que era caricaturista de cafetines. Adalberto y Vivo eran amigos, aunque la madre de Adalberto recelaba de esa amistad: Martincillo: era flautista (le decían plautista o La monja o La margarita tibetana): muy delgado, alto y, al parecer, homosexual.
En el año de 1.917 (finales de la Primera Guerra Mundial), el Coronel es destinado en misión a Kingston (Jamaica). Se va con su esposa, sus hijos, Baldovina y con un médico civil cubano danés llamado Selmo Copek. Se sucede un relato entre el médico y un policía de tránsito jamaiquino muy risible. Luego, el Coronel va a México (prescinde del médico). "En México se sintió extraño y removido...el mexicano volvía a tener la antigua concepción del mundo griego. el infierno estaba en el centro de la tierra y la voz de los muertos, tendía a expresarse y ascender por las grietas de la tierra." Allí conoce a un diplomático mexicano que llevaba un reloj de oro con un gran diamante. En Cuernavaca, se topó con un indigente ciego en una iglesia. El indigente decía: Por amor de Dios, Por amor de Dios. El Coronel tiene un sueño con ambos. Luego va a Taxco para cumplir órdenes secretas. Siempre con su familia. Se encuentra a Vivo disfrazado con una máscara de coyote (¿posiblemente en funciones de espía?).
Hasta ahora, puedo decir que me impresiona el notable uso de metáforas y de descripciones cuya representación en imágenes en nuestra mente es indetenible. La maestría de Lezama.
El tercer capítulo trata sobre la familia Olaya que vivía en Jacksonville. Era el año de 1.894, año para el cual, Rialta (la futura madre de José Cemí) tenía diez años. Era una niña que se montaba en los árboles de nueces. La familia estaba formada por la madre Augusta, (la madre de ésta se llamaba Doña Carmen Alate, llamada abuela Cambita) el padre Andrés Olaya y los hermanos de Rialta. Andrés, el mayor, aprendía a tocar el violín y fumaba; Alberto, y Leticia. Había una señora llamada Florita Squabs, casada con un organista llamado Frederich Squabs (procedían de Carolina del Norte) y tenían una hija de 11 años llamada Flery. La familia Squabs era protestante. La Señora Florita le chismeaba a la Sra. Augusta cuando veía a Rialta montarse en el árbol de nueces, aludiendo preocupación por su seguridad. Se cuenta la historia del Sr. Andrés quien de joven pasó mucho trabajo (quedó huérfano de padre) pero era un hombre emprendedor (su madre estaba viva y se llamaba Dona Mela). De joven el Sr. Andrés trabajó como secretario de una pareja (ya mayores) bastante adinerada. Esa pareja era: Elpidio Michelena y Juana Baglalló (no habían tenido descendencia) Éstos lo trataban muy bien y el Sr. Andrés fue ascendiendo económicamente hasta que decidió marcharse con su familia a Jacksonville. Por cierto, se cuenta en este capítulo una historia de adulterio del señor Elpidio relacionada con su deseo de fertilidad. En Jacksonville, Andresito, después de ser invitado por Don Belarmino, a tocar el violín en una fiesta que organizaban para los emigrados, tuvo un accidente y murió. El mismo día de esa fiesta, Flery, la hija de los Squabs cumplía doce años y la Sra. Florita buscaba al mecánico que le iluminaría el jardín. El mecánico se había ido de pesca y el Sr. Squabs se le ocurrió buscar a Carlitos que era el ayudante del mecánico. Carlitos estaba trabajando en la instalación de los ascensores de la fiesta de emigrados y al ser sacado por el Sr. Squabs para arreglar el jardín de su casa, no arregló bien el ascensor que ocasionó el accidente y muerte de Andresito Olaya. (ese día tocó a Tchakowsky) También se cuenta que Flery Squabs fue raptada por Carlitos cuando ella tenía 15 años y él 21 y más nunca se supo de ellos. El Sr. Squabs se volvió loco a raíz de esto.
Posterior a la muerte del hijo mayor de los Olaya, éstos regresaron a La Habana y
casualmente eran vecinos de los Cemí, dando comienzo aquí al capítulo cuatro.
Se habla sobre los hermanos Cemí. El varón: José Eugenio Cemí (futuro Coronel)
y sus tres hermanas de entre diez y quince años. Ellos estaban siendo criados por su abuela materna, Doña
Munda (mujer de carácter y honesta) Ésta abuela era además la tutora de los bienes de los nietos, los cuales
tenían en herencia una Central azucarera. Doña Munda tenía un hijo llamado Luis
Ruda (30 años) que no trabajaba, era amante de la ópera y vivía de la renta de
sus sobrinos. José Eugenio estaba pendiente de la administración de sus bienes
y tenía divergencias con su tío Luis. La Abuela Munda, le contó en una ocasión
sobre su padre vasco y sobre su madre Eloisa. Le dice que su madre (muy
delicada de salud) tenía 17 años cuando se casó con su padre (37 años), que
ella murió de "tifus negro" por la insistencia de su padre en trasladarse a vivir donde estaba
la Central. Poco tiempo después el padre murió, no pudiendo soportar la pérdida
de la esposa: "...-Dios no me debía haber hecho ésto, ha sido injusticia de Dios"
Al poco tiempo, José Eugenio comienza a asistir al colegio y se hace amigo de Alberto Olaya. Doña Munda decide enviar a su hijo Luis a Veracruz a trabajar. Por cierto, Doña Munda le decía a Luis que él había sido un accidente.
Al poco tiempo, José Eugenio comienza a asistir al colegio y se hace amigo de Alberto Olaya. Doña Munda decide enviar a su hijo Luis a Veracruz a trabajar. Por cierto, Doña Munda le decía a Luis que él había sido un accidente.
Comienza la escuela para José Eugenio. Desde el
primer día se habla de un muchacho maluco llamado Fibo que puyaba a sus
compañeros en los glúteos con un lapicero. También se habla de un joven llamado
Ernesto Alate que presumía de riqueza. El director del colegio se llamaba Jordi
Cuevarolliot, quien se encargaba de cortar el pan a la hora del almuerzo y a
alumno que veía distraído le lanzaba un pan completo. Se narran las
experiencias en la escuela después de los ejercicios deportivos donde los
jóvenes debían bañarse poniéndose la toalla alrededor de la cintura. Lezama
hace mención a una narración de Las Mil
y Una Noches, en la cual un joven relata que su padre había sido El Rey de las Islas Negras durante setenta años ( Mahmud) y que luego él fue
nombrado sultán y se había casado con la hija de su tío. La joven no lo quería
sino que estaba enamorada de un negro con unas características físicas muy
grotescas. Cuando el joven lo descubrió intentó matar al negro pero éste
realmente no murió y fue llevado por la esposa del joven a su palacio. Cuando
la joven se enteró de que había sido su esposo el que le hizo daño al negro le
hizo un conjuro, convirtiendo su cuerpo en mármol de la cintura para abajo.
Un poco antes, en este capítulo, Lezama compara al
director Jordi Cuevarollit con un cuadro de Charles de Saulier, pintado por
Hans Holbein (creo que el joven). Pintor alemán, nacido en 1.497(¿) y fallecido
en Londres en 1543 (maestro del retrato durante la época del Renacimiento).
En el capítulo
cinco, Fibo y José Eugenio hablan de los pinchazos que el primero le
propinó a algunos de sus compañeros y José le pregunta que por qué no se metió
con él y con Alberto Olaya. Fibo le dice que Alberto le parece como alguien
superior, que quisiera que esté metido en problemas y él poder ayudarlo como
para que quede así una especie de agradecimiento. Fibo también le comenta a
José Eugenio que iba a casa de Enrique Aredo y que allí lo trataban muy bien y
que, incluso, le habían ofrecido regalarle un cachorro de una galga rusa que
tenían. Estando en clase, Alberto hizo una pregunta sobre una traducción de una
frase en inglés Thinking songs of things
lo que provocó una gran risotada en el salón. El director escuchó y castigó a
Alberto debiéndose quedar éste encerrado en el baño. Luego Alberto se escapó.
Pasó por una especie de parque de diversiones donde vio a una joven de 16 años,
hermosa, que tenía una flor de pitahaya (pitahaya, pitaya o fruta del dragón:
rica en hierro, calcio y fósforo. Contiene vitaminas B, E y C).
También estaba un viejo mecánico que le arrebató la flor a la joven y se la puso en su oreja. La joven intentó recuperarla pero no pudo. Alberto se acercó a ella y le dio su bolígrafo de varios colores. Más tarde, Alberto entró al cine y al poco vio al mecánico quien le tocó sus genitales y Alberto le dio un golpe y salió del cine. Luego fue a un bar, después se volvió a encontrar con la joven y se fueron juntos. Al parecer hicieron el amor y fue la primera noche que Alberto pasó fuera de su casa.
También estaba un viejo mecánico que le arrebató la flor a la joven y se la puso en su oreja. La joven intentó recuperarla pero no pudo. Alberto se acercó a ella y le dio su bolígrafo de varios colores. Más tarde, Alberto entró al cine y al poco vio al mecánico quien le tocó sus genitales y Alberto le dio un golpe y salió del cine. Luego fue a un bar, después se volvió a encontrar con la joven y se fueron juntos. Al parecer hicieron el amor y fue la primera noche que Alberto pasó fuera de su casa.
El Director fue a casa de los
Olaya para hablar con Don Andrés pero Doña Augusta le impidió el paso. Le dijo
que Don Andrés estaba enfermo (tenía diabetes) y que no podía agarrar rabias.
El Director se puso furioso pues Doña Augusta ni siquiera le invitó a entrar a
la casa. Doña Augusta recordó que había tenido un hermano, llamado Federico a
quien su padre lo dio en castigo a un capitán de gran fragata (cuando tenía
15 años) por mal comportamiento y que seguramente Alberto lo había heredado de
éste tío abuelo.
Un día Alberto invitó a José Eugenio a un baile
donde había ido Rialta y Alberto quería ir a verla para luego burlarse. José Eugenio
pensó pedir permiso a Doña Munda pero no lo hizo y se fue con Alberto. Allí
José Eugenio vio a Rialta y se quedó fascinado con ella. A ese baile fue el
presidente de Cuba, llamado Tomás. (Debe referirse a Tomás Estrada Palma quien fue presidente democrático por elecciones, de 1902 a 1906. Ya antes lo había sido: 1.876-1.877) Éste saludó a Rialta diciéndole que se
acordaba perfectamente de ella y recordó la muerte de Andresito y el hecho que
estuviera enterrado en Jacksonville. Luego, Alberto y José Eugenio se fueron.
Esa misma noche Rialta le preguntó a Alberto por José E. y éste, haciéndose de
rogar le dijo que era más indeciso que tímido, que le encantaban las
matemáticas. Que era hijo de vasco y su madre descendiente de ingleses.
Esa misma noche sucedió un incidente en casa de los
Olaya. Una tal Carmen sufrió un intento de asesinato por parte de su novio, el
Dr. Zunhill (afortunadamente su arma estaba descargada). El Dr. Zunhill había
matado horas antes a su ordenanza (¿crisis psicótica?) y había escapado. Fue
agarrado por varios soldados.
Doña Munda fue con José Eugenio y sus tres hermanas a casa de los Olaya a prestar su apoyo como vecinos. Fueron bien
recibidos. Don Andrés invitó a José Eugenio a que fuera a su casa a estudiar
por las noches con Alberto: “Venga a
estudiar con Albertico por la noche…Después Rialta toca el piano y nos traen
chocolate. Matemática, música y chocolate, excelentes divinidades para su
edad”. En la conversa también participó Doña Mela quien, como sabemos era
asmática. Dice que Doña Munda le dijo que el asma se curaba con un caballito de
mar y que ésta le iba a regalar uno y que ella lo pondría junto con la Virgen
de la Caridad que tenía en una cadenita y que así se curaría.
Aquí se entrelazó la unión de la familia Olaya y
Cemí. “Se fueron dando las manos,
rubricando con una sonrisa, donde el ceremonial no acababa de imponerse a la
ternura cariñosa”. Cuando los Cemí regresaron a su casa, Doña Munda
encontró una carta de su hijo Luis, que procedía desde Veracruz.
El capítulo
seis comienza hablando de Doña Mela. De sus 94 años y de sus confusiones
con el tiempo. Tiene un sueño y levanta a su hijo Andrés y éste le dice que se
acueste, que se chupe sus naranjas con crémor y se frote manteca de majá
caliente en el pecho, hasta que llegaran del Norte unas píldoras para el
tratamiento del asma. Doña Mela había tenido cinco
hijos (entre ellos Don Andrés Ollaya). Ella había sido colaboradora (guardando
armas en el gallinero de su casa) en una insurrección en Cuba. Su casa había
sido revisada pero no encontraron las armas. Al día siguiente de ésto, los insurrectos
que operaban en Cojimar y Tapaste recibieron los 300 rifles guardados por Doña
Mela.
Luego, se relata la primera vez que José Eugenio fue
a cenar a la casa de los Ollaya. Doña Mela intuía su interés por su nieta
Rialta y se puso impertinente, haciendo alusiones negativas hacia los
españoles, en especial hacia el separatismo vasco. Le insistió a Don Andrés y a
Rialta para que cantaran una canción guerrera contra los españoles. Ellos se
negaron y lo hizo ella. José Eugenio
supo sortear muy bien la situación y dijo: “…hay
algo en esas evocaciones que me trae la pinta de mi madre. Su fineza, la
familia toda dedicada a producir el fino espesor de la miel, la querendona hoja
del tabaco, las hacia vivir como hechizadas. Sus obsesiones por la estrella, la
ternura retadora, el convidante estoicismo, van por esa misma dirección. Me
acuerdo cuando el Coronel Méndez Miranda, primo de mi madre, visitaba el
Resolución, mi padre se alejaba, como quien respeta una fuerza extraña, se le
esfumaba la adecuación. Pero aquella fineza necesitaba como pisapapeles el
taurobolio invisible, resistente de mi padre. Él buscaba a los Méndez, todos
ellos pinareños finos…” A pesar de
esto, Doña Mela se molestó y se retiró de la mesa.
José Eugenio se graduó de ingeniero (su tesis de
grado se tituló Triangulación de Matanzas) y de cadete, siendo el número uno.
José Eugenio llegó a ese puesto por sus propios esfuerzos. Detestaba la palabra
recomendación. Se iba a casar con Rialta
y Doña Munda estaba feliz. El tío Luis vino para el casamiento de su sobrino.
El vestido de Rialta fue confeccionado por Madame Casilda (era de estilo inglés
y francés). Fue ayudada por la mestiza Victoria que era la costurera para la
ropa de diario. A Rialta le quedaron pequeños las botas de charol golondrina y
paño de Glasgow y fue Victoria quien ayudó a hacerlas más grandes. En ésta
escena, Lezama crea una metáfora entre Victoria y Eleonora Duse (1.858- 1.924.
Considerada la más célebre actriz de teatro italiana de finales del siglo
XIX e inicios del XX. Fue llamada La Divina. Interpretó a Henrik Ibsen, a
Shakespeare, a Dumas.). A última hora, Rialta no encontraba el broche de las
botas. Lo tenía su amiga más cercana llamada Paulita Nurias. El padrino de la
boda fue el Coronel Méndez Miranda (Don Andrés Olaya había fallecido.Tenía 44
años). La boda se celebró en la Iglesia de Monserrate y tuvieron las
felicitaciones de muchísimas personas que, en especial tenían en buena estima a
José Eugenio.
Dice Lezama, cuando salen de la iglesia: “Comenzaba un extenso trenzado laberíntico, del cual durante cincuenta años, ella sería (Rialta) el centro, la justificación y la fertilidad.”
Dice Lezama, cuando salen de la iglesia: “Comenzaba un extenso trenzado laberíntico, del cual durante cincuenta años, ella sería (Rialta) el centro, la justificación y la fertilidad.”
Se habla también aquí del hermano menor de Doña
Augusta, llamado Demetrio (que, al parecer era pobre) y a quien José Eugenio
llamaba cariñosamente Guasa Bimba.
Un día van dos reclusos con un custodio con órdenes
de cortar los árboles de anones y fresas. Rialta se opone pero van al día
siguiente y lo hacen. La siguiente escena se trata de un día en que José
Eugenio sale con José (5 años) a dar un paseo en canoa. Los acompaña el hijo
del Capitán Rigal, Néstor Rigal (rubio y
pecoso) que tenía 6 años. José Eugenio quiere que José aprenda a nadar y lo
hace dejándolo sumergirse sólo, José casi se ahoga y José Eugenio pasó un gran
susto. José era un niño muy obediente y nervioso) Otro día el Coronel va a inaugurar las obras
del Castillo del Morro que él mismo había reconstruido como ingeniero. Fue con
sus dos hijos. Se menciona que el Coronel tenía debilidad por su hija Violante.
Quiso que ella demostrara ante todos su habilidad para nadar y compensar en
algo las deficiencias bronquiales de su hijo. Violante casi se ahoga. El
Coronel no le contó nada a su esposa. Tanto el Coronel como Rialta estaban muy
mortificados por el asma de José. El tratamiento incluía jarabe de tolú y brea.
Yoduros (que le producía daño en los dientes y afectaba su crecimiento. Rialta
comenta que un médico francés le recomendó darle un puñado de sal. Otro
tratamiento era la frioterapia que se la aplicaba José Eugenio pues Rialta no
tenía corazón para sumergir a su hijo en una bañera con agua y pedazos de
hielo. Luego, lo frotaban con alcohol.
En la zona donde vivían había mucho bandolerismo y comisionaron al Coronel para combatirlo y tuvo éxito. Para esto, el Coronel tuvo que ausentarse. Era la primera vez que dejaba sola a su esposa e hijos. Rialta tuvo un tifus bastante severo y Doña Augusta fue a cuidarla. Doña Augusta era aficionada a leer el periódico y a comprar billetes de lotería. Durante esa estancia en casa de su hija un día se apareció con un cofre alemán, muy ornamentado de relieves barrocos. Dijo que procedía de un pueblo alemán dedicado exclusivamente a la fabricación de dichos cobres; otro día les trajo una mayólica (loza común con esmalte, fabricada por los españoles árabes e introducida en Italia) que representaba una limosnera argelina, a su lado su hija con un alegre pandero bailaba y rogaba su cuota (supuestamente representaba el estilo estoico de la familia); otro día adquirió algo de rango mitológico grecolatino, pasado por el rococó de Luis XV (1.730-1.770). Se trataba de un amorcillo sentado sobre las piernas de una elegante señora (estilo Quentín La Tour (retratista rococó francés 1.704-1.788). También Doña Augusta (hija de padre sevillano) era toda una artista en proverbios, aforismos y refranes, entre ellos “la caca del huérfano hiede más”. Ese refrán le había ayudado en algo a su nieto para entender un poema de José Martí:
En la zona donde vivían había mucho bandolerismo y comisionaron al Coronel para combatirlo y tuvo éxito. Para esto, el Coronel tuvo que ausentarse. Era la primera vez que dejaba sola a su esposa e hijos. Rialta tuvo un tifus bastante severo y Doña Augusta fue a cuidarla. Doña Augusta era aficionada a leer el periódico y a comprar billetes de lotería. Durante esa estancia en casa de su hija un día se apareció con un cofre alemán, muy ornamentado de relieves barrocos. Dijo que procedía de un pueblo alemán dedicado exclusivamente a la fabricación de dichos cobres; otro día les trajo una mayólica (loza común con esmalte, fabricada por los españoles árabes e introducida en Italia) que representaba una limosnera argelina, a su lado su hija con un alegre pandero bailaba y rogaba su cuota (supuestamente representaba el estilo estoico de la familia); otro día adquirió algo de rango mitológico grecolatino, pasado por el rococó de Luis XV (1.730-1.770). Se trataba de un amorcillo sentado sobre las piernas de una elegante señora (estilo Quentín La Tour (retratista rococó francés 1.704-1.788). También Doña Augusta (hija de padre sevillano) era toda una artista en proverbios, aforismos y refranes, entre ellos “la caca del huérfano hiede más”. Ese refrán le había ayudado en algo a su nieto para entender un poema de José Martí:
"En el
bote iba remando
Por el lago seductor,
Con el sol que era oro puro
Y en el alma más de un sol.
Y a mis pies vi de repente,
Ofendido del hedor,
Un pez muerto, un pez hediondo
En el bote remador"
Por el lago seductor,
Con el sol que era oro puro
Y en el alma más de un sol.
Y a mis pies vi de repente,
Ofendido del hedor,
Un pez muerto, un pez hediondo
En el bote remador"
José Cemí tenía sueños: soñaba con elfos y con su
madre; luego soñó con muertos evaporándose a raíz de haber oído una historia
que Doña Augusta le contó a Rialta sobre la exhumación del cadáver de su padre
(había sido jefe de policía en Matanzas (ubicada al este de La Habana) veinte
años después de su muerte: otro día soñó con Violante ahogándose. Entretanto,
Rialta mejoró del tifus y Doña Augusta fue con José a la Iglesia de la Merced
para dar gracias. Aquí José menciona la buena relación que su abuela tenía con
los mendigos y pordioseros y menciona la singular sonrisa que tiene su abuela y
que también tenía su madre y que para él se transforma en símbolo de serenidad
y confianza.
Como dijimos antes, José Cemí era muy nervioso.
Dormía con Baldovina y ésta le contaba todo tipo de cuentos: sobre unos huevos
de perdiz; otro sobre un campesino que tenía unas mulas supergrandes. Su padre
trataba de disiparle sus miedos y un día, escondido detrás de él le cantó esta
estrofa:
”Cuando nosotros
estábamos vivos,
Andábamos por ese
camino,
Y ahora que estamos
muertos,
Andamos por este
otro.
Tilín, tilán,
Míralo detrás del
Bolán”
“Aunque José Cemí reconocía de inmediato la voz de su padre,
le asustaba ese disfraz de muerto. Le aterrorizaba que su padre jugara una
burla donde él era el muerto.”
Luego se narra cuando José Eugenio estuvo con su familia en Kingston (Jamaica), luego en México. Ahora lo enviaban a Pensacola para unas prácticas de artillería. Sus vecinos eran de apellido Ginsley. Tenían dos hijos:Grace (16 años) y Thomas (de 14). Inmediatamente comenzaron a tratarse pero la relación entre ellos era ambivalente. Thomas se molestaba si José pasaba tiempo con su hermana e incluso se dieron unos golpes por esto.
Al Coronel y a sus
hombres les fue excelente en las prácticas de artillería venciendo a los
americanos. José Eugenio reflexionaba sobre su familia cercana (su esposa y sus
hijos) y sobre su familia lejana, que era hechizada, sobrenatural. Luego, hubo
una epidemia de influenza en el Fuerte. José Eugenio murió. Tenía 33 años. En
la mañana de ese día conoció a un cubano quien le dijo que había sido muy amigo
de Alberto Olaya. Casualmente este hombre fue el único que estuvo presente en
la muerte del Coronel (se llamaba Oppiano Licario). El Coronel le pidió que
orientara a su hijo en la vida. Poco antes de morir José Eugenio le había dicho
a su ordenanza que le dijera a Rialta que viniera a hablar con él pero el
ordenanza no lo hizo. Rialta estaba en su tercer embarazo y no quiso provocarle
angustias. Por otra parte, el ordenanza jamás pensó que su Coronel moriría:
“Cuando salgas, ve y tráeme a Rialta, pues quisiera hablar con ella por última
vez. No sé si lo podrá resistir, pero así como mi destino es morirme, el de
ella está en ser testigo de mi muerte. Y siempre creo que cada uno debe estar a
la altura de su destino. Tráeme a Rialta…”
En el capítulo siete,
se cuenta que Rialta (con sus tres hijos: había nacido su tercera hija: Eloisa)
se fue a vivir a la Casa del Prado (después de la muerte del Coronel) con su
madre. Alberto (ya tenía 50 años) iba cada cierto tiempo –formando escándalos-
a buscar dinero allí. Se relata una escena donde Alberto va y Rialta y
Baldovina se esconden. Todavía Rialta estaba muy sensible ante la muerte de
José Eugenio. Doña Augusta sale a enfrentar a Alberto y le dice: “-Ya sé a qué vienes…te pasas meses sin venir
a ver a tú familia, y cuando reapareces es para pedir dinero, te lo gastas en
el Jai-alai, y cuando el granero está vacío, vuelves para llenarlo de
nuevo…Nunca has traído un centavo a la casa y ahora que Rialta vuelve a vivir
con nosotros, después de la muerte del Coronel, ayudándonos a levantar la casa,
que tú nada más que hiciste dañar y empobrecer, vienes a mortificarnos.” Doña
Augusta le da dinero y Alberto se va apenado. Mientras tanto los hijos de
Rialta juegan yaqui, luego ella se les une y Rialta cree ver al Coronel en el
medio del círculo que forman los cuatro mientras juegan. Rialta se pone a
llorar.
Luego llega Demetrio (odontólogo) a casa de Doña Augusta .
Demetrio era solterón y mientras estuvo en La Isla de Los Pinos (Isla de la Juventud, ubicada al suroeste de Cuba) conoció a una
mujer llamada Blanquita que para la fecha trabajaba en el billar de la isla. Él
le contaba de su fracaso y ella le auguró cosas buenas que se cumplieron por un
tiempo. Demetrio le dice a Augusta que
Leticia y Santurce (era médico y esposo de Leticia. Tenían dos hijos) vienen de
sorpresa. Ellos habían vivido en La Isla de Pinos, donde Demetrio también había
trabajado por un tiempo y conocía bien a Santurce. Demetrio trató de crear una
buena atmosfera familiar pues intuía que había habido algún problema en casa. Al
rato llega Alberto. Tanto Doña Augusta como sus hermanas de alguna u otra
manera justifican a Alberto. Una de las hermanas del Coronel había estado
enamorada de él. Demetrio, para entretener saca una carta que llevaba en su
cartera que una vez le había mandado Alberto cuando él estaba en Isla de Pinos.
Doña Augusta y Rialta se retiran así que José Cemí es quien esencialmente
escucha la lectura de la carta. Demetrio le dice: “acércate
más para que puedas oír bien la carta de tú tío Alberto, para que lo conozcas y
le adivines la alegría que tiene. Por primera vez vas a oír el idioma hecho
naturaleza, con todo su artificio de alusiones y cariñosas pedanterías.”
Cemí se siente como si él estaba
destinado a oírla. La escucha de la carta hace que José sienta que su tío
Alberto no es ningún demonio ni mucho menos: “La reacción primera de Cemí no estuvo acompañada de ningún signo
visible. Los ojos no se le encandilaron, ni se echó hacia delante en la silla.
Pero algo muy fundamental había sucedido y llegado hasta él. Se le borró, como
si hubiese recibido un arponazo de claridad, el concepto familiar del demonismo
de Alberto. Lo que había dejado en su carta al dentista, era de la misma
muestra que la vibración que le comunicaba a su llegada, a su risotada, a su
despedida, a su manera de hablar y escribir. Cuando penetraba en cualquier ámbito lo modifica desde su raíz.
“
Leticia ( quien tenía, aparentemente, una personalidad histérica y no era feliz en su matrimonio) y su esposo llegan con sus dos hijos. Santurce se
puso hablar de la exportación de la azúcar y Alberto se sintió fastidiado.
Ambos juegan una partida de ajedrez donde gana Alberto. Leticia y Rialta tienen
una pelea por un reclamo que le hace Leticia sobre una deuda de dinero. Rialta
se va a su cuarto y llora. Doña Augusta le reclama a Leticia y le dice que se
disculpe con Rialta. Cenaron todos. Doña Augusta exhibió un mantel heredado de
su madre que fue el mismo que se puso en su casa la primera vez que Alberto
Olaya fue a cenar a su casa. Los platos fueron: sopa de plátanos cuajada; souflé de camarones más un pescado
llamado emperador; ensalada de remolacha con espárragos y mayonesa; pavo; de
postre: crema helada a base de coco, piña y lecha condensada; luego café. No
hubo vino. Doña Augusta sabía que los ánimos entre Santurce, Alberto y Demetrio
se encendían fácilmente y prefirió evitar. Un rato después de la cena, Demetrio
planteó retirarse con Alberto pero Santurce le dijo que se lo dejara, que
quería hablar con él. Demetrio se retiró preocupado. Santurce y Alberto van a
un café cercano. Santurce le dice a Alberto que Doña Augusta tiene cáncer del
seno izquierdo y que hay que darle terapia (Doña Augusta tenía cerca de 80
años). Alberto se siente muy afectado. Lezama hace un planteamiento interesante
sobre la relación madre e hijos solterones. Estando en el bar entra un mariachi
mexicano cantando. Pelea con Alberto (Santurce se va). Viene la policía y se
los llevan a ambos. El capitán de guardia recibió con orgullo a Alberto pues
había sido alumno del Coronel y lo había apreciado sobre manera. Alberto llora
ante el recuerdo de su cuñado. El capitán hace que un soldado lleve a Alberto a
su casa y casi llegando tienen un
accidente. Alberto Olaya murió casi
instantáneamente. Mucho antes de saberse la noticia, Rialta esperaba el sobre
con el cheque de la pensión que recibía
y se lo enseña a José Cemí quien está presto a irse a la escuela.
Caracas, 16 de septiembre de 2011.
Caracas, 16 de septiembre de 2011.
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