martes, 27 de septiembre de 2011

PENSANDO...

                                Analiza la vida



"La literatura existe porque la vida no basta" 
                                                                                  Antonio Tabucchi






¿Qué es vivir?... ¿Qué es vivir?

La interrogante rebota en mi cabeza como una pelota de ping pong desinflada. Esta circunstancia no le quita fuerza. Al contrario, le confiere una imagen extraña y triste pues la pelota maltrecha sólo tiene fuerzas para rodar lenta y quejosamente.  Perdurar en su visión y en mi pensamiento.

Dejar ir a un sentimiento. Dejar ir a alguien.

No es lo mismo pero tampoco es diferente pues el ser humano puede alcanzar complejidades insospechadas. Evoco ahora, casi como una imagen en tecnicolor la mañana que ella murió.  No es que pueda afirmar que ella quería morir como la Verónica de Coelho, no. Pero los años habían transcurrido, manifestaba una y otra vez, su plena satisfacción por la vida hecha y sus últimas palabras, plagadas de sutileza, “ya, déjenme en paz”. Su rostro exhibía uno que he visto en pacientes que ya no desean luchar pero no porque no les quede alternativa, no, era el rostro de alguien que “sabe” que su vida acabó y que su lugar, si es que hay otro lugar, no está en ésto que llamamos azul por mar. Ella tenía una ardiente fe que sí existía otro espacio, de felicidad permanente y no como en la vida, donde eso que llaman felicidad son momentos, instantes de oscilación.

Dejar ir a un sentimiento. Dejar ir a alguien.

Dejar ir un sentimiento. Podemos referirnos a cualesquiera de los que cotidianamente experimenta el Hombre pero en este caso me refiero al sentimiento del amor. No es nada sencillo e incluso la explicación psicológica de lo que ocurre cuando estamos enamorados sustenta la ausencia de sencillez para llevar a cabo tal acto. Aún así, la variabilidad de los seres humanos hace que para unos y otros, el dejar ir pueda ser menos o más doloroso. Creo que siempre será doloroso pero, reitero, para unos más para otros menos.

Antecedentes que no históricos sino de vida vívida. Poner la lupa. Mirar sin temor a hallar aunque sea a la última hormiga que poblará al planeta enfermo crónico. Hormiga que no escapó de la mutación pero afuncional para respirar hollín, hollín.
Irnos por una explicación insustancial de que no dejar ir implica desde una falta de autoestima, falta de dignidad, llegando hasta el extremo de afirmar que no puedes querer más a otro que a ti mismo. Huele a lugar común y creo que la inteligencia merece mejores apuestas que éstas.

Una joven hoy. ¡Alerta con signos sutiles de sentir que vamos envejeciendo! Saramago decía que la vida comienza a los ochenta. Ahora sé que era un decir del portugués. La joven habla de un dolor en la parte superior derecha de su abdomen desde hace tiempo. ¿El tiempo? ¿Cuándo es desde hace tiempo? El lenguaje que nos determina también nos lastra. Su rostro delata una noche de tragos, un mal dormir o una tristeza que la traspasa como dardo lanzado con furia en río embravecido. Hipótesis de sombras, de claroscuros desvaídos. No hay sombra sin luz afirma el adorado de quince. Explica una vez para concluir que es demasiado obvio y que no puede asumir mi incomprensión. No hay sombra sin luz, da media vuelta para refugiarse en su cuarto.

No quiero pero la responsabilidad o quién sabe qué obliga –me obliga-a la pregunta que deje abierta la posibilidad de la ayuda. ¿Hermana de la caridad? ¿Madre Teresa de Calcuta?

La joven dice que está consumiendo algo más de licor que lo que acostumbra: cuatro cervezas. Veinticuatro bolívares. No me parece mucho y me adentro en aguas más profundas. Valores de piedras, invertidos, renuentes a hacerse cargo de que el mundo cambia. Y… ¿qué más? “Bueno…también tengo un problema”. No hago silencio, no dejo espacio para que fluya lo que tenga que fluir. Lo radical emerge cuando siempre ha estado allí. ¿Qué te ocurre? “Tengo los cuernos montados” –dice con naturalidad a pesar de lo cómico que la expresión pueda contener. El fluir devino acuoso aunque sin traer la imago del Niágara, sino las palabras de nuestro máximo lírico romántico:

“¿Quién como tú feliz, Niágara undoso!
¡Quién como tú glorioso!
Más a pesar de tú grandeza suma,
A pesar de tú insólita belleza,
De tú trueno, y tú vórtice, y tú bruma,
A pesar de tú indómita fiereza
Y tú poder sin nombre
Tú no eres más que yo, ni más que el hombre!...”

¡No veo los cuernos! -aseguro. Ella explica que él se los montó cuando lo que hace es vender sahumerio por Plaza Venezuela. Me lo dijo así, con tranquilidad. Agrega que eso le dolió pero continúa con él porque el amor es así. Percibo el olor de la falta de certeza, veo la transparencia de esa joven inteligente, huelo que ni ella se cree lo que acaba de afirmar, que su piel quemada arde pero sólo llegó a nivel de ampolla dejándole dolor que no le impida reflexionar que aunque ame ese no es el amor que quiere.  Así que le ofrezco mi andamio. El que es resistente montado en el ápice de la sublimación. El de la teoría pues no me llamo a engaño. De algo parece servir (le). Se va, no sin antes extender su brazo derecho para darme un apretón que interpreto…Hasta aquí, ¡qué afán es ese de estar interpretando!

Del árbol seco de mi vida han brotado tres áureas hojas. El cielo será verde si así nos nace. 

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