Armando Rojas Guardia |
Yolanda Pantin |
Yolanda Pantin: (Caracas, 1954). Vive su infancia y adolescencia en Turmero. En 1972 se traslada a Caracas y empieza la carrera de Letras en la Universidad Católica Andrés Bello. En 1979 se integra al grupo Calicanto dirigido por Antonia Palacios.
En 1981, junto con Alberto Martínez, Miguel Márquez, Igor Barreto, Rafael Castillo Zapata y Armando Rojas Guardia, se separa de Calicanto y forma el grupo Tráfico que, en su momento, significó una violenta ruptura y cuestionamiento a las poéticas dominantes en el país. Tráfico propugnaba una poesía diurna, de la calle, coloquial, desprejuiciada y desmitificadora.
Entre las obras de esta poeta y editora, se encuentran: Casa o lobo 1981, Correo del corazón 1985, La canción fría 1989, El cielo de París 1989, Poemas del escritor 1989, Los bajos sentimientos 1993, La quietud 1998, La épica del padre, 2002. Poemas huérfanos 2002, El hueso pélvico 2002, País, 2007.
Augustos, En El Valle...
Augustos, en el valle, los muros columnados.
No claudicarán del roble en la senda y en los
pasos. Ni una sombra entre los dientes, por ellos,
el cristal. No se rinden siquiera del árbol y
las ramas. Penden del filo el héroe, las lanzas,
la gloria en los cabellos. El oro, los belfos y
el que ruge de los años erguido hasta
la muerte.
No claudicarán del roble en la senda y en los
pasos. Ni una sombra entre los dientes, por ellos,
el cristal. No se rinden siquiera del árbol y
las ramas. Penden del filo el héroe, las lanzas,
la gloria en los cabellos. El oro, los belfos y
el que ruge de los años erguido hasta
la muerte.
Poema
de “los muros columnados” que no se rendirán ante el árbol más fuerte ni sus
ramas. Pienso que en esos muros hay un grafiti que muestra a héroes de la
Independencia.
Conversación
En Un Automercado
Yo he hecho de todo
en esta vida
mil amores de años
con Alberto
Abogado
Ejercí como abogado
Tengo dos hijos
sanos
qué más puedo pedir
en esta vida
mil amores de años
con Alberto
Abogado
Ejercí como abogado
Tengo dos hijos
sanos
qué más puedo pedir
No viajo
le tengo miedo a los aviones
Además
viajar con el marido de una
cuesta demasiado
le tengo miedo a los aviones
Además
viajar con el marido de una
cuesta demasiado
Poema que, a simple vista, parece trivial: una vida
rutinaria pero feliz: la plenitud de un hogar y con la pareja pero, más
temprano que tarde, aparecen los miedos que le impiden viajar. Se evidencia que
tal plenitud con la pareja no era tal “viajar con el marido de una/ cuesta
demasiado”. ¿A qué se refiere exactamente?.
Conversación En Un Baño
Por costumbre
se acuesta en la cama
a esperar a su marido
que llega siempre tarde
da las buenas noches
bosteza
a esperar a su marido
que llega siempre tarde
da las buenas noches
bosteza
Ella se va al baño
aplaca la furia
con su mano maestra
recostada en la toalla
cuando él entra y pregunta:
¿Qué haces aquí?
aplaca la furia
con su mano maestra
recostada en la toalla
cuando él entra y pregunta:
¿Qué haces aquí?
¡Nada!, responde.
El marido, que llega tarde a casa, muestra
que no tiene ningún entusiasmo por estar con ella, cuando ella lo espera “por costumbre”…/…en la cama”, es decir,
en ella también hay cierto fastidio pero no por ello ausencia de deseo. El
poema muestra a la mujer, en un ejercicio de auto satisfacción sexual y la
falta de comunicación y sinceridad en esta pareja.
Destrucciones
Eran las siete y media de la noche
cuando la selección de España goleaba
por quinta vez a Dinamarca
En realidad no era muy importante
sólo que mi hijo/ de nueve años
estaba feliz
Ya habíamos apostado/ en mi contra
tres puntos a uno
Entonces
sonó el teléfono
No sé qué decir/ perdóname
por quinta vez a Dinamarca
En realidad no era muy importante
sólo que mi hijo/ de nueve años
estaba feliz
Ya habíamos apostado/ en mi contra
tres puntos a uno
Entonces
sonó el teléfono
No sé qué decir/ perdóname
Fue todo muy
breve
El niño grita
gol/ sobre mi oído
La evocación de un compartir con el hijo
(un juego de fútbol). La llamada (¿de la pareja?) que cancela el encuentro, por
otro lado, el niño grita de alegría cuando el yo lírico sucumbe en la tristeza.
Vitral de mujer sola
Se sabe de una mujer que está sola
porque camina como una mujer que está sola
se sabe que no espera a nadie
porque camina como una mujer que no espera a nadie
esto es
se mueve irregularmente y de vez en cuando se mira los
zapatos
Se sabe de las mujeres que están solas
cuando tocan un botón por largo tiempo
Las mujeres solas no inspiran piedad
ni dan miedo
si alguien se cruza con ellas en mitad de la vereda
se aparta por miedo a ser contagiado
Las mujeres solas miran el paisaje
y se diría que son amantes
de las aceras / de los entresuelos/ de las alcantarillas/
del
[subsuelo
de los subterfugios
Las mujeres solas están sobre la tierra como estar sobre los árboles
les da igual porque para ellas es lo mismo
Las mujeres solas recitan parlamentos
estoy sola
y esto quiere decir que está con ella
para no decir que está con nadie
tanto se considera una mujer sola
Las mujeres solas hacen el amor amorosamente
algo les duele
y luego todo es más bien triste o colérico o simplemente
amor
Estas mujeres se alumbran con linternas
van al detalle
saben dónde se encuentra cada cosa
porque temen seguir perdiendo
y ya han perdido o ganado demasiado
Ellas no lo saben
porque van del llanto a la alegría
y a veces piensan en la muerte
también planean un largo viaje e imaginan encuentros
posibles
administran el dinero
compran legumbres
trabajan de 8 a 8
Si tienen hijos hacen de madres
son tiernas y delicadas
aunque muchas veces se alteren
un pensamiento recurrente es
ya no puedo ni un minuto más
Las mujeres solas tienen infinidad de miedos
terrores francamente nocturnos
los sueños de tales mujeres son
terremotos catástrofes sociales
Una mujer sola reconoce a otra mujer sola de forma
inmediata
llevan el mismo cuello airado
lo cual no quiere decir que no quieran a nadie más que a
sí
mismas
esto es completamente falso
lo cierto es que la casa de una mujer sola
está abierta a su antojo
Una mujer sola
no puede curar su soledad
porque nada está enfermo
se remedia lo curable
una gripe o un dolor de estómago
La mujer que piense que su soledad es curable
no es una mujer sola
es un estado transitivo entre dos soledades infinitamente
más
peligrosas
Una mujer sola es una mujer acompañada
aunque de este hecho no se percate más que el zapato al
que mira
con detenimiento
o el botón
que parece representar algo verdaderamente importante
como de hecho lo es
como los árboles o el cielo
sólo que el privilegio que deriva de semejante atención
es más bien propio de las almas atemperadas al siguiente
fuego:
id contigo
para estar con vosotros.
(Correo del
corazón)
La poeta expresa que se sabe que una mujer está sola, es
decir, que no tiene pareja, por la forma en que camina lo que nos permite saber
también “…que no espera a nadie”. Una mujer que está sola “se
mueve irregularmente y de vez en cuando se mira los zapatos”/ también se sabe “cuando tocan
un botón por largo tiempo”/ las
mujeres solas provocan rechazo y se diría que son amantes de los objetos de la
calle. Para las mujeres solas, es lo mismo estar en la tierra que en los
árboles y dicen que están solas para decir que están con ellas mismas “para no decir que está(n) con nadie/tanto se
considera una mujer sola” Las
mujeres solas se hacen el amor “…amorosamente…/y luego todo es más bien
triste o colérico amor”/. Son
detallistas porque no quieren perder más nada. Son muchas las actividades que
las mujeres solas hacen y tienen “un
pensamiento recurrente…/ya no puedo ni un minuto más”/. También tienen infinidad de miedos y sueños terribles. Dice la poeta
que cuando una mujer sola piense “que
su soledad es curable”/ no es una mujer sola/ es un estado transitivo entre dos soledades infinitamente
más/ peligrosas”/ finalmente la soledad de una mujer sola, es conocida por
los objetos que la rodean. El poema concluye con que eso es un privilegio”… más bien propio de las almas atemperadas
al siguiente fuego:/ “id contigo/ para estar con vosotros”/
“…yo
sí creo que como poeta, he tenido la experiencia de que la escritura lírica, la
escritura poética, me lleva a tocar, a bordear ese ámbito de lo sagrado que
trasciende la vida cotidiana”
Armando Rojas Guardia (Caracas, 1949).
Filósofo egresado de la Universidad Católica Andrés Bello. En 1969, ingresa al “Seminario Instituto Pignatelli de
Los Teques, de donde emergió, en 1971, sin ordenarse como sacerdote pero ya
definitivamente entregado a otro sacerdocio: el de la palabra
escrita y ganada para la aventura y el esplendor literarios” (Conviviumpress).
En 1981, funda el Grupo Tráfico, que reivindicaba una poesía coloquial, urbana, desprejuiciada y desmitificadora. El conflicto entre su condición homosexual y su profunda fe católica imprime tensión existencial a su obra. Su producción poética incluye: Del mismo amor ardiendo (1979), Yo que supe de la vieja herida (1985), Poemas de Quebrada de la Virgen (1985), Hacia la noche viva (1989), Antología poética (1993), La Nada vigilante (1994), El esplendor y la espera (2000) y Patria y otros poemas (2008).
escrita y ganada para la aventura y el esplendor literarios” (Conviviumpress).
En 1981, funda el Grupo Tráfico, que reivindicaba una poesía coloquial, urbana, desprejuiciada y desmitificadora. El conflicto entre su condición homosexual y su profunda fe católica imprime tensión existencial a su obra. Su producción poética incluye: Del mismo amor ardiendo (1979), Yo que supe de la vieja herida (1985), Poemas de Quebrada de la Virgen (1985), Hacia la noche viva (1989), Antología poética (1993), La Nada vigilante (1994), El esplendor y la espera (2000) y Patria y otros poemas (2008).
Entre sus ensayos se cuentan: El
Dios de la intemperie (1985),
El calidoscopio de Hermes (1989), Diario merideño (1991), El principio de incertidumbre (1996), Crónica de la memoria (1999), entre otros.
En una entrevista que le fuera hecha en
2006, le hicieron una pregunta, cuya respuesta nos permite comprender un
aspecto muy importante en la vida de este poeta y que, en mayor o menor grado,
se refleja en sus obras. La interrogante fue: -¿Cómo se le describiría usted a sus lectores? ¿Quién es Armando Rojas
Guardia? El poeta respondió:
– Lo primero que se me viene a la mente cuando pienso en alguna caracterización posible de mi persona o de mi personalidad literaria, diría que soy un creyente. No hay en mí, pasión mayor. Ni estética, ni filosófica, ni sensual, ni práctica, que la de ser cristiano. Intento que mi obra literaria refleje esa condición. Tanto en mi poesía como en mis ensayos, existe ese reflejo. Por otra parte, considero que mi opción por la fe cristiana no es convencional ni es una elección fácil o facilitona. Yo tengo profundas diferencias con respecto a las posturas y opiniones de la institucionalidad católica. De modo que, siento un desapego crítico con respecto a muchos aspectos de esa institucionalidad. De todas formas como poeta no me reduzco sólo a ser un poeta que quiere ser cristiano, como ensayista tampoco. No reduzco toda la complejidad de mi vocación literaria al simple componente cristiano-católico, pero creo que ese componente es fundamental (Rojas Guardia “Escribo para intensificar mi experiencia vital…)
Su universo temático, al menos el detectado
en los poemas aquí tratados, incluye: lo religioso cristiano, lo homoerótico, el
amor, la muerte, sobre la construcción del poema, recuerdos familiares.
Falta de mérito
Si
yo fuera capaz de entrar por fin
en
esa pulcritud del aire inmóvil
que
he llamado silencio en el poema;
si
yo fuera capaz de nombrar árbol
como
esta tarde el árbol se mostraba
a
sí mismo en la quietud del parque;
si
yo fuera capaz de parecerme
al
objeto real de mi escritura
(al
agua misma cuando escribo agua,
al
vaso limpio cuando escribo vaso);
y
si fuera posible merecerte,
cosa
que ultrajo en tu mudez precisa
al
hacerte sonar en mi palabra,
yo
entraría en la luz de lo que digo.
(Del
mismo amor ardiendo)
Hermosísimo
poema. Expresa una falta de capacidad, una falta de mérito para decirse en el
poema, pero lo cierto es que lo consigue de la manera más bella posible. Llama
al silencio requerido para escribir un
poema “pulcritud del
aire inmóvil”. Si
él fuera capaz de tantas cosas, hasta de la posibilidad de merecerse un amor “que ultrajo en tu mudez precisa/al
hacerte sonar en mi palabra,…/
sencillamente “entraría
en la luz de lo que digo”. Se trata de
lo que se desea para la construcción del poema pero, a la vez, es un poema de
amor.
Yo que supe de la
vieja herida
Yo que supe de la vieja herida
cuya sangre embriaga: la saeta,
la terquedad silente del flechazo
traspasándome la llaga en la oficina
o al subir el autobús, o al suspirar
la modorra de la siesta: llaga virgen
donde el vino de la ingle se derrama,
y todo porque el fasto de tu vello
y el brillo de tus lentes
y tu aire atildado, distraído,
insinuaban erecciones imprevistas,
incómodos boleros del deseo,
yo que tuve, a través de este error, la inteligencia
de entender un poco al niño ciego,
al hijo de Ares y Afrodita
que, importuno,
solicita –cuando nadie espera–
su visita tenaz, su ardua entrevista,
y me dejé resbalar hasta el infierno
donde no me aguardaba ya ninguna Eurídice,
pero fue igual porque gemí –long-play demente–
con la voz de Francesca en mis entrañas,
yerto como Dante junto a las confesiones
de mi propio deseo castigado,
y lo mismo sentí el gran huracán, el semen álgido,
tanta tromba sonora por mis sótanos
porque sin ningún Virgilio tutor te imaginaba
durmiendo solitario en lecho grande,
¡mi ciclón genital, irredimible!
–salvo en la almohada de la noche íngrima–
(ya ves en qué Orfeo pedestre me trocabas
a fuerza de negarte hasta en los sueños:
a la mañana siguiente la pasta de dientes y la ducha
colocaban a Francesca otra vez en la oficina
y el Hades olía a café, mero y trivial, de desayuno),
ahora sólo entreabro la puerta del poema:
entérate del poder que convocaste
para dilapidarlo sin orgullo,
échale una ojeada, desde aquí,
al adobado vino, al polvo enamorado
cuyas magnificencias te aguardaban
y hoy son apenas el neón enfermo de esta luz,
el roce minucioso de mi lápiz,
este papel mugriento donde atisbo
una sintaxis monótona de días
en los que iré a los cines (por supuesto, solo)
a ver cómo se besan los amantes.
(Yo que supe de la vieja herida)
Este poema es, sin duda, un poema de amor homoerótico
que, por otra parte, parece expresar la primera experiencia en ese sentido “y todo porque el fasto de tu
vello/ y el brillo de tus lentes/ y tu
aire atildado…” no obstante, si bien para el yo lírico, constituyó una experiencia
placentera, también lo fue de culpa, además, experiencia emocionalmente
dolorosa por lo que de truncada tuvo.
10
El sabor del
agua después de gustar la picadura
holandesa de mi pipa.
El rojo asoleado del capó de un automóvil
donde canta la salud del siglo XX
holandesa de mi pipa.
El rojo asoleado del capó de un automóvil
donde canta la salud del siglo XX
El poeta se refiere a una sensación después de otra “el sabor del agua”. Luego, hace gala de un elemento de la modernidad de ese siglo donde nació “El rojo asoleado del capó de un automóvil”
La terca, muda,
compacta verticalidad de la pared
-sacramento de la paciencia de las cosas
soportando, día tras día, el desorden de mi cuarto.
-sacramento de la paciencia de las cosas
soportando, día tras día, el desorden de mi cuarto.
La pared como elemento compacto y hasta “sacramento de la paciencia” que soporta
todo.
Los tristísimos
ojos de Charles Baudelaire
-fotografiados ahí, sobre la mesa-
mendigos aún de la hermosura.
-fotografiados ahí, sobre la mesa-
mendigos aún de la hermosura.
Se refiere a una foto de Baudelaire, a sus ojos que todavía expresan
tristeza “mendigos aún
de la hermosura”
La silueta del
gato visto anoche
jadeante y sigilosa como la luna de Edith Piaf.
La torpeza de aquel piano –tres apartamentos más abajo-
donde las manos de alguna pálida vecina ensayaban a Chopin
jadeante y sigilosa como la luna de Edith Piaf.
La torpeza de aquel piano –tres apartamentos más abajo-
donde las manos de alguna pálida vecina ensayaban a Chopin
(bendito seas, Señor, en esta tarde cargada de misiles,
porque resuenan fragantes todavía la tos almidonada
porque resuenan fragantes todavía la tos almidonada
y el frac y el malabar y la lavanda musical de Federico).
Expresa
recuerdos recientes utilizando la intertextualidad con Edith Piaf y Chopin y
bendice a Dios “bendito seas,
Señor”, en especial,
por éste último.
Aquel epicúreo rectángulo de sombra bajo el porche.
El color de la trinitaria en el crepúsculo
recordándome otra tarde en Nicaragua
en que bebí morado líquido (un jugo casual de pitahaya).
La risa de Miguel, para saber que existe el Paraíso
en la franja tropical de la memoria.
Haría falta también nombrar el cuento múltiple
de lo que me hace más sabio a su contacto:
el 3er, movimiento de la 9a. de Beethoven,
el cósmico juguete que son los dedos de Thelonius
tocando “Round Midnight”, un solo lentísimo de Parker
-por ejemplo, “Lover Man”- en la mañana
cuando el abrazo se demora, insiste, recomienza,
aquel poema de Ezra Pound, el que termina: "...la aurora entra en el cuarto,
con pasitos menudos,
como una dorada Pavlova...",
ciertas páginas calientes de Lezama
en que huele a malecón, las olas rompen
e incluso el mar tiene un color de daikirí,
aquella última secuencia de la película de Chaplin
(la ex ciega y el mendigo se consuelan
de su imposible amor, con la mirada).
Enumeraría igualmente esos instantes
inocentes, su gloriosa mansedumbre
que no vistió, desde luego, a Salomón:
el momento más justo del acorde,
la simetría sedante del paisaje,
la esbeltez japonesa de la curva,
la gravidez sonora del volumen,
la santa promiscuidad de los colores:
me refiero a Tus poemas menudos dibujando
Aquel epicúreo rectángulo de sombra bajo el porche.
El color de la trinitaria en el crepúsculo
recordándome otra tarde en Nicaragua
en que bebí morado líquido (un jugo casual de pitahaya).
La risa de Miguel, para saber que existe el Paraíso
en la franja tropical de la memoria.
Haría falta también nombrar el cuento múltiple
de lo que me hace más sabio a su contacto:
el 3er, movimiento de la 9a. de Beethoven,
el cósmico juguete que son los dedos de Thelonius
tocando “Round Midnight”, un solo lentísimo de Parker
-por ejemplo, “Lover Man”- en la mañana
cuando el abrazo se demora, insiste, recomienza,
aquel poema de Ezra Pound, el que termina: "...la aurora entra en el cuarto,
con pasitos menudos,
como una dorada Pavlova...",
ciertas páginas calientes de Lezama
en que huele a malecón, las olas rompen
e incluso el mar tiene un color de daikirí,
aquella última secuencia de la película de Chaplin
(la ex ciega y el mendigo se consuelan
de su imposible amor, con la mirada).
Enumeraría igualmente esos instantes
inocentes, su gloriosa mansedumbre
que no vistió, desde luego, a Salomón:
el momento más justo del acorde,
la simetría sedante del paisaje,
la esbeltez japonesa de la curva,
la gravidez sonora del volumen,
la santa promiscuidad de los colores:
me refiero a Tus poemas menudos dibujando
la infinita
secuencia de la anécdota
que le cuenta a mi muerte Scherezada
en la penúltima, horrenda, bella noche. (La Parada Poética)
(A Miguel Márquez)
que le cuenta a mi muerte Scherezada
en la penúltima, horrenda, bella noche. (La Parada Poética)
(A Miguel Márquez)
Continúan las reminiscencias “El color de la
trinitaria en el crepúsculo/ recordándome otra tarde en Nicaragua…/ la risa de
Miguel (a quien dedica este poema) y le
permite saber “…que existe el
Paraíso/en la franja tropical de la memoria”. Siguen Beethoven, el pianista
norteamericano Thelonius Monk, Charlie Parker y Pound (quien ha metaforizado
a Pavlova en un poema), Lezama Lima “ciertas páginas calientes de Lezama/en que huele a malecón, las olas
rompen…”; Chaplin, y
continúa con Salomón –personaje bíblico, creador del Templo de Jerusalén y
autor de varios textos de la Biblia-, Sherezada. Al final, el poeta se dirige a
Miguel, evoca los poemas de éste, donde, al parecer “habla” de la muerte.
“10” es, entonces, un poema de múltiples reminiscencias, con una palmaria
intertextualidad que trae a colación a músicos, actores, a Dios, a Salomón pero
que termina siendo un poema que trata de la muerte.
Llueve afuera
Quién lo iba a decir:
que la luz sosegadora,
la que ordena este mundo
y lo rescata para siempre
de las aguas brumosas, primordiales,
consista en esta mínima
habitación de hotel
donde te miro intacto
sobre la superficie de las sábanas,
Moisés salvado entre los juncos
para mis ojos asombrados,
no sé si paternales o infantiles
pero insomnes:
reencontrarte
en la noche grumosa de septiembre
como un árbol lunar bajo el relente
–no te inundan las sombras, te resguardan–
respirando dormido, apenas cierto
por el neón que se enciende
y se apaga al final de la avenida
hasta ofrendar tu desnudez
a la resurrección del alba.
(Hacia la noche viva)
Poema
homoerótico, donde se describe un reencuentro, en donde esta “mínima/ habitación de hotel “se transforma en luz de vida, de dicha. No falta el
nombre bíblico “Moisés
salvado entre los juncos”.
YO AGUARDO AL ANIMAL DORMIDO…
Yo aguardo al animal dormido.
Mientras los otros trabajan lo discierno
moviendo sus patas livianísimas
contra mis sienes ahuecadas.
Se alimenta del ocio que me atonta.
Sus ojos son relámpagos lejanos
ardiéndome en la punta de los dedos.
Su piel es mi voz centuplicada.
Y causa sangre su pezuña fría
helándome el esfuerzo. Lo vigilo.
Mientras los otros yacen o copulan
cebo la trampa del papel
bajo la lámpara neutra, distraída.
Estudio la forma de amansarlo
con un golpe de luz sobre mi frente,
una imagen capaz de sostener
la inocencia cabal de su estatura.
Remuevo símbolos sagrados
para atraerlo al centro de esta hoja
blanca de esperarlo. Mitos sonoros
fraseados por el ritmo del lenguaje
intentan acunarlo levemente…
Pero el animal desaparece
justo en el instante de apuntarlo
con la palabra artera y su veneno.
El olor perseguido se anonada
cuando flota ese pálpito que extingue
la escritura en su límite preciso.
La idea es ya una horma para nadie.
Mi voz retrocede en la garganta.
La trampa está rota para siempre.
En la distancia frágil de la página
el animal es rastro, sólo fuga:
cuaja entonces inútil el poema.
Mientras los otros trabajan lo discierno
moviendo sus patas livianísimas
contra mis sienes ahuecadas.
Se alimenta del ocio que me atonta.
Sus ojos son relámpagos lejanos
ardiéndome en la punta de los dedos.
Su piel es mi voz centuplicada.
Y causa sangre su pezuña fría
helándome el esfuerzo. Lo vigilo.
Mientras los otros yacen o copulan
cebo la trampa del papel
bajo la lámpara neutra, distraída.
Estudio la forma de amansarlo
con un golpe de luz sobre mi frente,
una imagen capaz de sostener
la inocencia cabal de su estatura.
Remuevo símbolos sagrados
para atraerlo al centro de esta hoja
blanca de esperarlo. Mitos sonoros
fraseados por el ritmo del lenguaje
intentan acunarlo levemente…
Pero el animal desaparece
justo en el instante de apuntarlo
con la palabra artera y su veneno.
El olor perseguido se anonada
cuando flota ese pálpito que extingue
la escritura en su límite preciso.
La idea es ya una horma para nadie.
Mi voz retrocede en la garganta.
La trampa está rota para siempre.
En la distancia frágil de la página
el animal es rastro, sólo fuga:
cuaja entonces inútil el poema.
(La nada vigilante)
Se trata de un poema que expresa la espera, la llegada de la idea –visualizada como un
animal dormido- para acuñarlo en la hoja y escribir el poema. Incluso, el
poeta remueve “símbolos
sagrados/ para atraerlo al centro de esta hoja/ blanca de esperarlo”/. El poeta
llega hasta a cantar mitos “…fraseados por el
ritmo del lenguaje”/ para cautivar a las palabras pero éstas no llegan y, al
final “cuaja…inútil
el poema”/, éste que, en definitiva nos presenta.
El acorde
Una mínima llama ante la imagen
mientras queda en penumbras la capilla.
Aquí están los juglares. Ahora trovan
a la quieta Señora, iluminada.
Más que canto: sintaxis de garúa.
¿Cómo era, Señor, la melodía,
ese paso del ave
esa huella del pez?
Ven, balbuceo de mi hermana
arropada, diminuta.
Surge, reproche del anciano
(en la cama sudada del asilo)
a la cruda aspereza de una silla
donde yo quería sentarlo.
Duelan, lágrimas roncas de mi padre
ante la agonía de Mercedes.
Vuelve a lucir, piel de durazno
de aquel atardecer de Macuto.
-O clemens, o pia, o dulcis
(las voces convergentes desempolvan
la exactitud de la inocencia).
¿Cómo era, Señor, aquel acorde?
Nana de la memoria.
(Rojas Guardia
Patria y otros poemas 22)
El poeta intenta rememorar un acorde, un canto a la Virgen iluminada por “una mínima llama”, enunciado en una capilla “Más que canto:
sintaxis de garúa”. Luego, se le mezclan los recuerdos: de una hermana,
de su padre, internado en un asilo, y que llora ante el remembranza del
sufrimiento pre mortem de la esposa (madre del poeta). Después un latinazo
cristiano “-O clemens, o
pia, o dulcis” (-Oh clemente,
oh piadosa, oh dulce). El recuerdo del acorde no llega.
Textos citados
Rojas Guardia, Armando. Conviviumpress. Web. 24 marzo 2013. http://www.conviviumpress.com/es/authors/17/viewvideo/43/Video%201:%20Espa%C3%B1ol
Rojas Guardia, Armando. Conviviumpress. Web. 24 marzo 2013. http://www.conviviumpress.com/es/authors/17/viewvideo/43/Video%201:%20Espa%C3%B1ol
…, “Escribo
para intensificar mi experiencia vital, la conciencia que yo tengo de la vida” Arte Literal. Web 2006. 24
marzo 2013. http://www.arteliteral.com/arteliteral_29/entrevista/entrevistaRG.htm
..., Patria y otros poemas. Editorial Equinoccio. Universidad Simón
Bolívar. Caracas, 2008.
Por Libia Kancev D.
Caracas, 25 de marzo de 2013.
Por Libia Kancev D.
Caracas, 25 de marzo de 2013.
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