martes, 27 de septiembre de 2011

PENSANDO...

                                Analiza la vida



"La literatura existe porque la vida no basta" 
                                                                                  Antonio Tabucchi






¿Qué es vivir?... ¿Qué es vivir?

La interrogante rebota en mi cabeza como una pelota de ping pong desinflada. Esta circunstancia no le quita fuerza. Al contrario, le confiere una imagen extraña y triste pues la pelota maltrecha sólo tiene fuerzas para rodar lenta y quejosamente.  Perdurar en su visión y en mi pensamiento.

Dejar ir a un sentimiento. Dejar ir a alguien.

No es lo mismo pero tampoco es diferente pues el ser humano puede alcanzar complejidades insospechadas. Evoco ahora, casi como una imagen en tecnicolor la mañana que ella murió.  No es que pueda afirmar que ella quería morir como la Verónica de Coelho, no. Pero los años habían transcurrido, manifestaba una y otra vez, su plena satisfacción por la vida hecha y sus últimas palabras, plagadas de sutileza, “ya, déjenme en paz”. Su rostro exhibía uno que he visto en pacientes que ya no desean luchar pero no porque no les quede alternativa, no, era el rostro de alguien que “sabe” que su vida acabó y que su lugar, si es que hay otro lugar, no está en ésto que llamamos azul por mar. Ella tenía una ardiente fe que sí existía otro espacio, de felicidad permanente y no como en la vida, donde eso que llaman felicidad son momentos, instantes de oscilación.

Dejar ir a un sentimiento. Dejar ir a alguien.

Dejar ir un sentimiento. Podemos referirnos a cualesquiera de los que cotidianamente experimenta el Hombre pero en este caso me refiero al sentimiento del amor. No es nada sencillo e incluso la explicación psicológica de lo que ocurre cuando estamos enamorados sustenta la ausencia de sencillez para llevar a cabo tal acto. Aún así, la variabilidad de los seres humanos hace que para unos y otros, el dejar ir pueda ser menos o más doloroso. Creo que siempre será doloroso pero, reitero, para unos más para otros menos.

Antecedentes que no históricos sino de vida vívida. Poner la lupa. Mirar sin temor a hallar aunque sea a la última hormiga que poblará al planeta enfermo crónico. Hormiga que no escapó de la mutación pero afuncional para respirar hollín, hollín.
Irnos por una explicación insustancial de que no dejar ir implica desde una falta de autoestima, falta de dignidad, llegando hasta el extremo de afirmar que no puedes querer más a otro que a ti mismo. Huele a lugar común y creo que la inteligencia merece mejores apuestas que éstas.

Una joven hoy. ¡Alerta con signos sutiles de sentir que vamos envejeciendo! Saramago decía que la vida comienza a los ochenta. Ahora sé que era un decir del portugués. La joven habla de un dolor en la parte superior derecha de su abdomen desde hace tiempo. ¿El tiempo? ¿Cuándo es desde hace tiempo? El lenguaje que nos determina también nos lastra. Su rostro delata una noche de tragos, un mal dormir o una tristeza que la traspasa como dardo lanzado con furia en río embravecido. Hipótesis de sombras, de claroscuros desvaídos. No hay sombra sin luz afirma el adorado de quince. Explica una vez para concluir que es demasiado obvio y que no puede asumir mi incomprensión. No hay sombra sin luz, da media vuelta para refugiarse en su cuarto.

No quiero pero la responsabilidad o quién sabe qué obliga –me obliga-a la pregunta que deje abierta la posibilidad de la ayuda. ¿Hermana de la caridad? ¿Madre Teresa de Calcuta?

La joven dice que está consumiendo algo más de licor que lo que acostumbra: cuatro cervezas. Veinticuatro bolívares. No me parece mucho y me adentro en aguas más profundas. Valores de piedras, invertidos, renuentes a hacerse cargo de que el mundo cambia. Y… ¿qué más? “Bueno…también tengo un problema”. No hago silencio, no dejo espacio para que fluya lo que tenga que fluir. Lo radical emerge cuando siempre ha estado allí. ¿Qué te ocurre? “Tengo los cuernos montados” –dice con naturalidad a pesar de lo cómico que la expresión pueda contener. El fluir devino acuoso aunque sin traer la imago del Niágara, sino las palabras de nuestro máximo lírico romántico:

“¿Quién como tú feliz, Niágara undoso!
¡Quién como tú glorioso!
Más a pesar de tú grandeza suma,
A pesar de tú insólita belleza,
De tú trueno, y tú vórtice, y tú bruma,
A pesar de tú indómita fiereza
Y tú poder sin nombre
Tú no eres más que yo, ni más que el hombre!...”

¡No veo los cuernos! -aseguro. Ella explica que él se los montó cuando lo que hace es vender sahumerio por Plaza Venezuela. Me lo dijo así, con tranquilidad. Agrega que eso le dolió pero continúa con él porque el amor es así. Percibo el olor de la falta de certeza, veo la transparencia de esa joven inteligente, huelo que ni ella se cree lo que acaba de afirmar, que su piel quemada arde pero sólo llegó a nivel de ampolla dejándole dolor que no le impida reflexionar que aunque ame ese no es el amor que quiere.  Así que le ofrezco mi andamio. El que es resistente montado en el ápice de la sublimación. El de la teoría pues no me llamo a engaño. De algo parece servir (le). Se va, no sin antes extender su brazo derecho para darme un apretón que interpreto…Hasta aquí, ¡qué afán es ese de estar interpretando!

Del árbol seco de mi vida han brotado tres áureas hojas. El cielo será verde si así nos nace. 

lunes, 26 de septiembre de 2011

CUANDO ENTONCES. JUAN CARLOS ONETTI



"Cuando la vida interior de un sujeto no armoniza con la externa, con la que lo está rodeando, no hay nada que hacer. Callar y marcharse. Esa es la gran sabiduría"
                    En Tiempo de abrazar



Juan Carlos Onetti (Montevideo, julio 1909- Madrid, mayo de 1.994): novelista, cuentista y articulista uruguayo.

Mario Vargas Llosa lo definió como “uno de los grandes escritores modernos, y no sólo de América Latina. Además, afirma que “no ha obtenido el reconocimiento que merece como uno de los autores más originales y personales, que introdujo sobre todo la modernidad en el mundo de la literatura narrativa”

Su primera novela, El pozo (1.939) es considerada la primera novela moderna de Sudamérica.

En lo personal, he leído de Onetti: El astillero (1.964), Tierra de nadie (1.941), Los Adioses (1.954), Juntacadáveres (1.964), Tiempo de abrazar (1.974), que reúne una serie de cuentos y ahora Cuando entonces (1.987).

La literatura de Onetti me resulta de muy buena calidad, profunda, creadora de un clímax del cual es difícil escapar y que aún cuando no sea alegre, no deja de ser profundamente humano.

Me permito reseñar una de sus últimas novelas, Cuando entonces. Novela corta como la mayoría de las de Onetti. Consta de cuatro capítulos. Allí el tema central es el de un amor no correspondido y hay una historia secundaria de un posible suicidio versus un crimen ejercido desde las esferas del poder político y militar. De la novela se desprende un aire de sutileza que no se pelea con la profundidad de las escenas  y los sentimientos transmitidos. A su vez, un aire de tristeza que me impresiona típico de las novelas del  uruguayo.

Donde Magda es nombrada, es el título del primer capítulo: dos periodistas están en la ciudad de Santa Rosa (capital de La Pampa Argentina y ubicada al suroeste de Buenos Aires). Toman unos tragos en la cervecería Munich. Lamas, quien había sido secretario de redacción del periódico de mayor venta en Buenos Aires, ahora se encontraba trabajando en otro diario en Santa Rosa. Desea contarle a su compañero una historia, la de una mujer de la que se enamoró y nunca ha logrado olvidar. Aún así, el narrador de éste capítulo es el otro periodista cuyo nombre nunca es mencionado. Lamas, quien era aficionado a jugar a la ruleta, comienza, con cierta dificultad, a hablar. Ella se llamaba Magda pero nunca supo su nombre con seguridad y tenía pareja, un militar mestizo,  aparentemente, brasileño que gastaba el dinero sin ningún resquemor invitando a todos. Era un hombre serio y muy poco conversador. Magda trabajaba en un burdel llamado Eldorado pero cuando el militar estaba sólo lo atendía a él.
Es en Eldorado donde Lamas la conoce y se enamora.

Donde Magda es amada: Lamas se acerca a Magda por unos cuantos días, en vista de que el militar está de viaje. Ella le dice que le tiene una sorpresa siempre que él no esté acompañado. Magda lo lleva a un apartamento que el militar le había regalado o alquilado. Magda le dice que el militar está casado pero que se aman, que ella lo ama cada día más, que nunca había sentido nada igual. No obstante, le dice a Lamas para que estén juntos pero no en el apartamento si no donde ella vivía. Después que están juntos Magda le confiesa a Lamas. “…-Perdoname si te lo digo. Pero la verdad es  que todo el tiempo, aunque estuvimos locos y yo hice y vos hiciste, todo el tiempo pensaba en él, imaginaba que era con él. Dios mío. Me parece que estoy enamorada. O a un pasito muy corto de enamorarme –de pronto puso una cara pensativa y extraña-. ¿Pero  te das cuenta, querido? Te hice cornudo. Toda la noche metiéndote cuernos.”

Lamas se sintió mal: “Yo veía crecer en mí un odio salvaje, quería estrangularla, miraba tentado el cuchillito del dulce; yo quería pedirle, suplicante y sumiso, que suprimiera su alegría canalla”  Pero, continúa pensando Lamas: “A  pesar del cansancio, la claridad de la mañana me la imponía hermosa, deseable y única.”
Luego, se plantean algunas situaciones donde se deja ver que el militar parece estar involucrado en asuntos de drogas, espionaje, etc.

Donde Magda es apartada: éste capítulo narra el interrogatorio policial al que someten  a un tal Pastor de la Peña por la muerte de una mujer. Él fue la última persona que la vio con vida. Pastor de  la Peña, de 34 años, soltero, procedente de Buenos Aires, contador.  Él había ido al bar No name a festejar por algo del trabajo. Se encontró su taburete preferido (uno amarillo) ocupado por una mujer (que era Magda). Se tuvo que sentar en uno rojo. La mujer hablaba con Simons (el encargado de preparar las bebidas) y bebía. Dice de la Peña: “La mujer hablaba casi siempre para ella misma, con largos monólogos incomprensibles; se preguntaba y respondía.”  Agrega que la mujer se fijó en él, lo saludó, que ya ésta comenzaba a muequear, “Algo muy desagradable y triste hay siempre en la cara de una mujer ebria. No es que se masculinice, sino que huye de lo femenino y se sitúa cada vez más lejos de toda transmisión sexual y va tomando…” La mujer le pidió si podía escucharla y de la Peña le respondió que sí a condición de que cambiaran de asientos. Dentro de las cosas que le dijo, de la Peña recuerda: le habló de su felicidad con un militar que había conocido; que esa felicidad duró dos años y que esa noche terminaría; le contó cómo fue el primer encuentro íntimo entre ellos, etc. Luego se fueron y de la Peña ofreció llevarla a su casa que quedaba en Santa Fe. Relata que en el camino la mujer continuó hablándole: “-Porque él sigue enamorado de mí como yo de él. Pero fue la policía de su embajada la que intervino para liquidar una felicidad que nada les importaba ni molestaba a nadie. Pero no hubo manera, un militar cumple órdenes, aunque él había servido mucho a su patria matando comunistas que andaban buscando quedarse con las tierras de los dueños. Se llaman guerrilleros…” La mujer explica que ese día el militar le dijo que la relación tenía que terminar, que tenía que volver con su esposa, que él tenía que cumplir órdenes.  Luego, de la Peña la deja frente a su edificio. Pero que después de arrancar, dice haber tenido la convicción que la mujer se mataría. Regresó y efectivamente la mujer estaba muerta.

Donde la teletipo escribe el final: aquí tenemos a Lamas como secretario del periódico El Heraldo. Después de su regreso de Santa Rosa, se había abandonado a la bebida y el dueño del periódico, al que conocía con anterioridad, lo buscó y contrató. Ese día había ido con sus compañeros a comer y a celebrar el nacimiento del hijo de uno de ellos y estaba indigestado. Luego, reunido con el Director del diario para precisar los titulares de la primera página, Lamas precisa que el titular del día anterior había sido: El crimen de la avenida Santa Fe y el propuesto para ese día: ¿Fue suicidio o crimen? El Director le dijo que quería un titular afirmativo. Lamas dijo que tenía al mejor hombre investigando, que la mujer se llamaba Petrona García, sin antecedentes conocidos. De seguido, Lamas bajó a la sala de redacción, estuvo revisando algunos detalles y empezó a comerse una manzana. De repente, el teletipo anunció la notica de la caída de un avión que había partido desde Buenos Aires con destino a Nueva York, estrellándose en la etapa Río de Janeiro. Sin sobrevivientes. Lamas pidió que llamaran al abogado del diario pues seguro habría demandas de indemnizaciones y siguió comiendo su manzana.
Realmente no queda claro si es que Lamas no sabía que la muerta era Magda (de la cual se había enamorado y no podía olvidar) o es que al saber de su trágica muerte pensaba  qué había detrás de su muerte o lo paradójico de la vida pues entendemos que el militar (amante de Magda) iba en el avión que se estrelló.




Caracas, 25 de septiembre de 2011.

jueves, 22 de septiembre de 2011

MIGUEL DELIBES: DOS NOVELAS

"La razón se compone de verdades que hay que decir y verdades que hay que callar" 
Conde de Rivarol (1753-1801) Escritor francés.       


"A veces, ante la mala manera de ser de los otros, uno se siente orgulloso de ser uno mismo y no otro". (Anónimo)













                                               
























                                                              
Delibes, escritor español, del cual había visto algunas, novelas en las librerías que visito con alguna asiduidad. No obstante, no me había llamado la atención o más que eso, tenía otras preferencias o, más claramente, otras urgencias literarias. Pero hace unos meses leí que Delibes, junto a Ernesto Sábato y otro autor que no recuerdo ahora, había sido nominado al Premio Nobel de Literatura para el año en curso, entonces, adquirí, El Hereje, publicada en 1.998 su última novela. Esta novela, que leí en febrero, es de corte histórico y me pareció muy bien escrita. Trata sobre la época de la Reforma en España. Me permitió conocer algo más sobre las exclusiones religiosas, sobre la crueldad de  la Inquisición, sobre las relaciones entre padres e hijos, sobre las dificultades en el amor de pareja, sobre la amistad, la traición, la cobardía.


La Hoja Roja (1.959) es una hermosa y a su vez triste novela que trata sobre lo dolorosa que puede ser la vejez, en especial cuando ocurre la jubilación. Don Eloy Nuñez es un hombre viudo, entre los 72 y 75 años que acaba de ser jubilado. Mucho le cuesta lograr separarse de un trabajo que había hecho durante tantos años. Más que eso, el sentirse como que va quedando de lado en la vida de sus compañeros de trabajo y, la realidad, del fallecimiento de sus amigos de toda la vida.


Don Eloy vive con La Desi que es la sirvienta. Tiene un hijo que es notario en Madrid y del cual se siente muy orgulloso. 
Un día va a visitarlo y se queda unos días. No logra mantener una conversación con su hijo. Entre él y su hijo no hay nada y menos con su nuera. Se siente un estorbo. 


Don Eloy regresa a su casa, temiendo que La Desi se haya ido. 


La Desi, muchacha originaria de un pueblo que no se precisa, sencilla, humilde, buena. Cuida a Don Eloy y, a su vez, los recuerdos de su pueblo la inundan, en especial el recuerdo de su novio El Picaza. Ella va adquiriendo su ajuar para cuando se case. No sabe ni leer ni escribir y es Don Eloy el que  la va enseñando. Un día, El Picaza llega a ver a La Desi, la muchacha lo encuentra extraño pero éste, quien estaba haciendo el servicio militar, vuelve a ser El Picaza que ella conoce. Él le habla de matrimonio y La Desi está feliz, sin embargo, mientras Don Eloy está en Madrid, sucede que El Picaza mata a una prostituta y todos los sueños de La Desi se vienen al piso. 
Al regresar Don Eloy, ella le cuenta lo que ha ocurrido, él la consuela y le plantea vivir una vida sin tantas restricciones y le  dice que cuando él muera, le dejará la casa. Al fin y al cabo, La Desi quería sinceramente a Don Eloy, un cariño sin interés. En esta novela, se resalta esa costumbre de las personas ancianas de recordar el pasado con frecuencia. Una especie de repetición que muchas veces no es entendida por las personas que los rodean.


Miguel Delibes: nació en Valladolid el 17 de octubre de 1.920 y murió el 12 de marzo de 2010: novelista español y miembro de la Real Academia Española desde 1.975 hasta su muerte. Se trata de una de las grandísimas figuras de la literatura española posterior a la Guerra Civil, reconocido con multitud de galardones. Varias de sus obras han sido adaptadas al teatro y al cine.


Por la Hoja roja recibió el Premio de la Fundación Juan March y por El Hereje el Premio Nacional de Literatura.










Caracas, 21 de septiembre de 2011.

domingo, 18 de septiembre de 2011

PARADISO (2) EXTRAORDINARIA

                                José Lezama Lima

En el capítulo VIII se narran unos episodios que se suceden en el colegio de José Cemí. Uno de ellos es el de un joven llamado Farraluque quien estaba encargado de vigilar a los niños menores cuando iban al baño, etc. (Inspector de servicios escolares)  Resulta que este joven se masturbaba y fue visto por la criada del Director y fue castigado a no salir durante tres domingos seguidos. Luego, otro episodio, el de un joven guajiro de apellido Leregas, el cual, durante una clase de geografía se ubicó en un lugar donde todos sus compañeros lo veían menos el profesor. Así, Leregas se saca su órgano genital y se le ve en erección hasta que el profesor lo descubrió, le dio dos sonoras bofetadas. Leregas fue expulsado. Luego, Lezama se extiende en el que es hasta ahora un capítulo bastante erótico. Resulta que la criada que denunció a Farraluque, le llegó a ver el pene y  quedó abismada por su tamaño. Durante el primer domingo de castigo hizo subir a Farraluque a la habitación de sus amos. Allí se encontraba una joven cocinera de una familia vecina. Farraluque tuvo sexo con ella y con la criada. La joven cocinera le contó a su ama lo que había vivido con el joven y así, durante el segundo domingo, Farraluque fue a casa de la señora y está le hizo sexo oral (que él no había experimentado). Luego pasó a otra habitación donde estaba el hermano de la cocinera (llamado Adolfito)  con el que tuvo una eyaculación pero no penetración. Durante el tercer domingo, Adolfito le propuso ir donde otra persona y le dio la dirección. Farraluque fue. Se trataba de una carbonería. Quien lo esperaba era un hombre con un antifaz, tuvieron sexo y el hombre disfrutó mucho y luego se va. Adolfito le dice a Farraluque que ese hombre es el esposo de la anterior señora. Luego, vienen las vacaciones escolares y Leticia quiere llevarse a Doña Augusta con ella a Santa Clara (al este de La Habana) argumentando que ella está  enferma .  Doña Augusta le responde:  “Tú egoísmo, Leticia, es la única enfermedad que tienes, y una madre acaba siempre por someterse al egoísmo de sus hijos.”   Para tratar de convencer a su madre, Leticia le dice a Rialta que le permita a  Joseíto (como llamaba a su sobrino)  ir con ella por dos semanas, que consideraba que eso le haría bien en cuando a su asma y en cuanto a sus relaciones sociales. Rialta acepta y se van en tren.  Por cierto, Rialta piensa para sí que la forma de ser de Leticia tiene mucho que ver con el hecho de haberse casado con un hombre mucho mayor que ella, al que no amaba y el hecho de tener que vivir en provincia cuando no estaba acostumbrada a eso.

Leticia, su esposo, sus dos hijos, Doña Augusta y Cemí  emprenden viaje en tren a Santa Clara. José tiene varios pensamientos: sobre su madre, sobre su abuela, sobre la muerte (recordemos que Doña Augusta tiene cáncer de mamá). José piensa que: “…la vida era un bulto muy atado, que se desataba al caer en la eternidad.”  En Santa Clara, Leticia invita al hijo de un amigo abogado para que comparta con ellos. El joven se llama Ricardo Fronesis (también estudia quinto año como José). Todos van de excursión a visitar un ingenio llamado Tres Suertes, cuyo dueño era el coronel de la independencia Castillo Dimas. Ven a un joven muy hermoso, de pelo rojizo, al que le faltaba  el ojo derecho, al que Ricardo llama Godofredo, el Malo, o El Diablo. De regreso a casa, Ricardo invita a José a verse al día siguiente en un café llamado Semiramis. Ricardo y José inician una amistad. Ricardo le cuenta a José la historia de cómo Godofredo se volvió loco y perdió un ojo. Resulta que Godofredo pretendía a la joven esposa (Fileba) del jefe de máquinas del ingenio llamado Pablo de 34 años. Pablo trabajaba mucho pero también bebía mucho y no satisfacía sexualmente a su esposa. Luego llegó al pueblo un cura, llamado Eufrasio, que estaba loco producto de la represión sexual. Fileba se confió a él y al parecer se enamoró y empezaron a salir juntos a escondidas. Godofredo los vio y se lo dijo a Pablo.  (en realidad, no llegan a tener relaciones pues el padre lo que hace es masturbarse –por medios sado masoquistas- delante de Fileba) Pablo se suicidó y Godofredo se puso como loco y con una liana tuvo la lesión que lo llevó a perder el ojo. Ricardo lo llama: “…flor maligna de las encrucijadas.” Lezama lo compara con Polifemo (el más famoso de los cíclopes, en la mitología griega). Por cierto, en este capítulo, Doña Augusta menciona a Alberto y a un tal Horacio?.

En el capítulo nueve, se describe lo que es una protesta estudiantil (de los estudiantes de la universidad donde va José Cemí, llamada Upsalon) contra el régimen. José se ve, de pronto, confuso,  bajo disparos de la policía y es rescatado, sorpresivamente, por Ricardo. Éste se haya acompañado por un tal Eugenio Foción, de 25 años, que no es estudiante sino que trabaja. A José no le cayó bien este joven. José se había inscrito en Upsalon para estudiar Derecho para complacer a su madre, después quería estudiar Filosofía y Letras. Ricardo Fronesis se había matriculado en Derecho y Filosofía y Letras.

José llega a su casa donde su madre lo recibe. Rialta estaba muy preocupada por él pues sabía de los disturbios. Aquí Rialta le dice varias cosas, entre ellas, que él será o es el encargado de suplir la falta de su padre: “…y pensar que te puede suceder algo que ponga en peligro tú vida, ahora que percibo que vas ocupando el lugar de él (del padre), pues la muerte habla en ocasiones y sé como madre que todo lo que tú padre no pudo realizar, tú lo vas haciendo a través de los años, pues en una familia no puede suceder una desgracia de tal magnitud, sin que esa oquedad cumpla una extraña significación.”  También le dice: “No es que yo te aconseje que evites el peligro, pues sé que un adolescente tiene que hacer muchas experiencias y no puede rechazar ciertos riesgos que en definitiva enriquecen su gravedad en la vida. Y sé también que esas experiencias hay que hacerlas como una totalidad y no en la dispersión de los puntos de un granero.”. Más adelante: “…que siguieses un punto, una palabra, que tuvieses siempre una obsesión que te llevase siempre a buscar lo que se manifiesta y lo que se oculta. Una obsesión que nunca destruyese las cosas, que buscases en lo manifestado lo oculto, en lo secreto lo que asciende para que la luz lo configure.”  Rialta le pide a Cemí que escriba la historia de la familia: “…La muerte de tú padre fue un hecho profundo, sé que mis hijos y yo le daremos profundidad mientras vivamos, porque me dejó soñando que alguno de nosotros daríamos testimonio al transfigurarnos para llenas esa ausencia. También yo intenté lo más difícil, desaparecer, vivir tan sólo en el hecho potencial de la vida de mis hijos. A mi ese hecho, como te decía, de la muerte de tú padre me dejó sin respuesta, pero siempre he soñado, y esa ensoñación será siempre la raíz de mi vivir, que esa sería la causa profunda de tú testimonio,…”

Cemí se emociona con las palabras de su madre. Le da asma y va a su cuarto a acostarse. Se vaporiza con lobelia (una planta, de muchas variedades, utilizada para problemas respiratorios, musculares y como laxante) y yoduros. José tiene un sueño donde hace mención a un cuadro de un pintor francés llamado Henri Rousseau (apodado El Aduanero) Su sueño es entrecortado. Luego se pone a leer algo de Suetonio sobre Nerón y habla de lo que él llama neroniano: “Era lo que calificaría siempre el desinflamiento de una conducta sin misterio, lo coruscante, lo cruel, lo preconcebido actuando sobre lo indefenso, actor espectador, lo que espera en frío que la sombra de la gaviota pase por su espejo”

Luego leyó sobre una novela de Goethe llamada  Los años de aprendizaje de Wilhem Meister (1.796), haciendo alusión a algo que había subrayado y que le recordaron las palabras de su madre. Al despertar del siguiente día  se bañó con agua caliente y recordó a su tío Demetrio al que tenía tiempo que no veía posterior a la muerte de su tío Alberto (esa muerte había afectado mucho a su tío Demetrio pues ambos se la llevaban muy bien). Su tío Demetrio hablaba de los higienistas japoneses quienes recomendaban: un baño caliente una vez por semana y caminar mucho. Ese día no fue a Upsalon. Almorzó en su casa y luego antes de la siesta escuchó por la radio un cuarteto de Ravel (Joseph Maurice Ravel (1.875-1.937. Compositor francés del siglo XX). Cuando Cemí se despertó salió a caminar por las calles que más le gustaban: Obispo y O`Reilly, buscando una librería. En ella vio a Eugenio Foción y a otro joven. Éste  (o Foción) hablaba con el librero que le hablaba de libros al joven (que José sabía que no existían). El joven salió nervioso y Foción se quedó un rato más. José definió a Foción como el árbitro de la situación neroniana. Evitó que Foción lo viera. Después de la cena, José salió y vio de lejos a Fronesis y a Foción hablando pero se fijó que la actitud que Foción tenía en ese instante era distinta a la que tenía en la librería. No se les acercó.

Al día siguiente, José fue a Upsalon. Las clases de Derecho eran muy bulliciosas y no le agradaba mucho. Se dirigió a la escuela de Filosofía y vio a Fronesis. Cemí lo consideraba alguien muy especial. Tuvieron un contrapunteo sobre El Quijote. Luego Cemí fue a la biblioteca y el encargado de buscar los libros conversaba con el estacionario. El buscador dijo que allí, por las noches, aparecía un muerto. Cemí recordó a su padre.  Al otro día, cuando Cemí llegó a Upsalon supo algo de un atleta de remo llamado Baena Albornoz. Practicaban en el río Almendares, río de Cuba que desemboca en La Chorrera, al oeste de La Habana. Tiene 45 kilómetros de longitud. Supo que Leregas, su antiguo compañero de colegio, también practicaba remo y que seguía con sus actividades exhibicionistas.

Una noche, Baena Albornoz tuvo sexo con Leregas y fueron vistos. Ambos fueron expulsados de inmediato. A raíz de ello hubo muchos comentarios  en Derecho. A Cemí le hartaron los mismos y se fue a la escuela de Filosofía y Letras donde encontró  a Fronesis rodeado por un grupo hablando sobre la homosexualidad. Alude que las prácticas homosexuales son muy antiguas. Después de un rato interviene Foción quien parece condenar dichas prácticas: “…pues sólo he querido demostrar que esa excepción, ese desvío, esa enfermedad, esa infrasexualidad clandestina delincuencial, o como se quiera llamar…daña en su raíz la lenta evaporación de todo lo verdadero.” Más adelante habla de Bach y de Shakespeare, los compara. Dice que Bach era puro mientras que Shakespeare era homosexual. Menciona a personajes como Hernando de Soto (1500-1542), quien fue conquistador y explorador español. Viajó a América y fue gobernador de la isla de Cuba entre 1538-39. También habla del Conde de Villamediana, cuyo nombre era Juan de Tassis Peralta (Lisboa 1582-Madrid 1622). Este conde fue un escritor. Su obra lírica ofrece una equilibrada síntesis entre los dos estilos predominantes de su época: el de Góngora (quien fue su amigo) y el de Quevedo (su enemigo). Heredó de su padre el cargo de Correo Mayor. Se casó con Ana de Mendoza (1601) y llevó una vida galante y llena de aventuras. Aparentemente tuvo amores con Doña Isabel de Borbón –esposa de Felipe IV- lo que , al parecer fue la causa de su extraña muerte. La conversa sigue: Fronesis habla de su amor por los griegos y precisa, citando a un noble francés llamado Jacques de La Palice (1.470 -1525) que “donde hay voluntad de vida, hay voluntad de muerte”.
Fronesis da ejemplos de situaciones donde hombres muy viriles sienten, por momentos, un estallido de su sexualidad que podría interpretarse como de homosexualidad. Dice:  “ –Cuando hablamos de homosexualismo me parece a veces que generalizamos con exceso, otras pienso que hemos caído tan sólo en las zarzas del sexo.” Pondera a Julio César. También menciona a Freud y al libro del Manú (importante texto sánscrito de la sociedad antigua de la India). Afirma que entre los indúes hablan de un pecado no cometido a voluntad, en el que la voluntad está ausente y luego habla del comportamiento de unos peces, del grupo llamado sirénidos que tienen actitudes que podrían revelan orígenes en el comportamiento sexual del hombre.
Después de esto, una joven llamada Lucía que vivía en una pensión donde también habitaba una compañera de clases de Fronesis, y que supuestamente buscaba trabajo, vino a buscarlo y aunque éste quería seguir con la conversación se fue con la joven para no hacerla quedar mal.

Posterior a esto, Foción le pregunta a Cemí sobre su posición con respecto al tema , adelantándole que se la contará a Fronesis tal cual. Cemí cita a Aristóteles y luego a San Agustín y luego a Santo Tomás de Aquino. Foción queda impresionado, sabiendo que con Cemí también podía hablar. Foción viajará a Nueva York, según dijo Fronesis. Se despiden ante la presencia de una protesta en la universidad. Al salir, Cemí tiene una especie de visión entre un pene gigantesco y una vulva.

El capítulo diez comienza con que Cemí fue a su casa a pie. Luego fue al cine a ver una supuesta versión moderna de Tristan e Isolda. En el cine ve a Fronesis con Lucia (aparentemente se están acariciando) pero, de pronto, ve a Lucía llorando y ésta sale del cine. Luego ve a Foción y decide irse también. Al final, Foción se sienta en el puesto donde estaba Lucía. Luego Fronesis y Foción se despiden y Foción le dice que se vean en la noche en el Malecón pues al día siguiente se iría para Nueva York pero Fronesis le dijo que tenía compromisos (había quedado en verse con Lucía).  Foción y Fronesis entraron en un café y se encontraron con Cemí. Tomaron unas cervezas y Cemí le dijo a Fronesis que había visto a Lucía y que se le veía bien. Estando los tres allí, vieron a un hombre con un muchacho pelirrojo, el hombre le mostró algo y el pelirrojo se lo arrebató y salió corriendo. Ellos decidieron irse. Fronesis no va a verse con Foción pero Cemí si va. Cemí le pregunta a Foción por los antecedentes familiares de Fronesis. Foción le cuenta que el papá de Fronesis era hijo de un diplomático cubano en Viena. Que allí conoció al director de ballet Diaghilew (el cual se interesó en él). Al papá de Fronesis le llamó la atención una joven bailarina y el director se dio cuenta y facilitó un encuentro entre ellos. La bailarina queda embarazada y tiene al hijo. El padre de la joven fue a hablar con el papá de Fronesis y le dijo que su hija estaba loca, que ya la habían visto muchos siquiatras: “…pero todos habían llegado a idéntica conclusión. Se trataba de una sicosis sexual, no de una neurosis de angustia.”  Le dijo que ellos eran de muy buena familia y que le ofrecía como solución que se casara con otra de sus hijas que criaría al bebé como si fuera suyo. El papá de Fronesis conoció a la joven llamada María Teresa Sunster y se casaron y se llevaron muy bien: “Conoció a María Teresa Sunster, todo lo contrario de una doncella que va a buscar como una bailarina barajera una energía que la desprecia. Todo lo contrario de una fingida enamorada que utiliza lo que encuentra como un puente para llegar a la otra ribera…por la nobleza de su sangre, por su señorío sin énfasis que iba a llevarse muy bien mientras vivió, con la distinción criolla, se echó sobre sus hombros la excepción errática de un momento en que su sangre se confundió.”

Al poco rato, Foción y Cemí se despidieron pues unos muchachos, con los que viajaría al día siguiente a Nueva York fueron a buscarlo. Esos muchachos eran familiares del dueño de la oficina donde trabajaba Foción. Cuando Foción llegó a su casa vio sentado en la acera al joven pelirrojo que había estado en el café. Lo invitó a tomar algo. El joven subió con él pero dijo que lo iba a matar (tenía un cuchillo) que siempre se le acercaba alguien ofreciéndole algo pero lo que querían era tener sexo con él. Foción le dijo que lo matara, que él había pensado suicidarse esa noche y que para ello se había hecho una marca alrededor de la tetilla izquierda y se la mostró al pelirrojo. Se entiende que hicieron el amor y que en la madrugada Foción se fue, sigilosamente y, dejó al pelirrojo allí quien luego se levantó furioso.

También se relata la escena donde Fronesis sale con Lucía. Fronesis para tener sexo con ella, le hizo un orificio a su camiseta y lo ubicó alrededor de la vulva. La joven quedó muy extrañada. Fronesis la llevó a su casa y luego caminó por el Malecón. Tiró la camiseta al mar y luego lloró.

Al día siguiente, Cemí va a la universidad para recoger unas guías de estudió para los exámenes que se presentarían posterior a las navidades. Vio la imagen de Fronesis en otra persona y fue a buscarlo a Filosofía. Fronesis lo invitó a participar y estuvieron hablando mucho rato, luego Fronesis se despidió pues tenían examen.

Cemí llegó a su casa y vio que habían llegado su tía Leticia, su esposo y sus hijos (trajeron regalos) Leticia insistía en llevarse a Doña Augusta con ella a Santa Clara pero Doña Augusta se negaba, no sólo porque decía que quería morir en su casa (sabía lo que tenía) sino que sus otros hijos la necesitaban. Rialta tenía una fibromatosis y había que operarla y eso preocupaba a Doña Augusta. Cemí se molestó por el histerismo de su tía Leticia y mandó a todos a dormir. Llegó el día de la operación de Rialta y la acompañaron a la clínica. 
Luego, Cemí se encontró con Fronesis y lo invitó a tomarse un café. Cemí le preguntó directamente por Foción diciendo: “Verdad que es un tipo especial, diferente de todos nosotros, los que tenemos la misma edad. Él es el que habla, no con más desparpajo, de lo que presume, sino como si tuviese un especial sadismo en comprometerse en cada una de las cosas que dice. Al revés de lo que decía Talleyrand (Charles Maurice de Talleyrand 1.754-1838: religioso, político y diplomático francés), no habla para ocultar su pensamiento sino para develarlo a tambor y zancadas.” Fronesis le dice que imagina que Foción le había hablado de él. Fronesis le contó a Cemí que habían dos hermanos Foción, Nicolás y Juliano (éste era 2 ó 3 años menor) que se habían enamorado de una vecina llamada Celita (17 años). Nunca los dos hermanos hablaron de eso. Nicolás se graduó de médico y se casó con Celita, mientras que Juliano no estudió y quedó sumido en “…una melancolía que aúlla en la medianoche.”. Nicolás y Celita se quedaron viviendo en la casa de los padres de Celita (el padre era periodista y la madre profesora) y Juliano también. Nicolás tenía que viajar frecuentemente por cosas del trabajo y un día Celita fue hasta la habitación de Juliano (que se había entregado a la bebida) e hicieron el amor. Resulta que Nicolás los encontró y para rematar Juliano murió. En ese mismo instante, Nicolás se volvió loco y durante 20 años vivía como si viera pacientes y Celita se había convertido en su enfermera Eudoxia. Nació Eugenio y siempre quedó la duda de quién era el padre. Eugenio nunca fue a la escuela y fue su padre quien le enseñó todo. Nicolás recobraba la razón por las noches. Nicolás fue incapacitado. Toda esta situación produjo efectos sobre Eugenio, el cual se casó pero le costó mucho tener relaciones con su esposa (luego tuvieron un hijo). Además un viejo homosexual lo sedujo, así que, en la práctica, Eugenio era homosexual. Fronesis se había enterado de todo esto por su padre. Fronesis y Cemí se despidieron. Cemí llegó a la clínica. Ya habían operado a Rialta. Todo salió bien. Los Fronesis enviaron un pastel a la clínica lo que alegró a Cemí.

El capítulo once se inicia con Cemí recordando a Fronesis. Señala una frase: “el ver delante”. Piensa en que evoca a Fronesis todo el tiempo y admira su amor por la cultura y el conocimiento. Reflexiona sobre el tipo de amistad que él tiene con Fronesis y la que éste tiene con Foción. Piensa que Foción sabe que nunca tendrá el cuerpo de Fronesis. 

Luego, Cemí narra una escena en que va para la universidad y busca a Fronesis quien acababa de salir de clases y criticaba lo que les enseñaban. Fronesis invita a Cemí a dialogar. Fronesis decía que si al menos les enseñaran a contar: “Si al menos nos enseñaran a contar, aunque fuera del uno al siete, de acuerdo con los símbolos numerales pitagóricos, tendríamos el encantamiento de la proporción y las columnas de los templos griegos y de las catedrales medievales.” En eso, comienzan a describir esos números turnándose uno y otro. Al final los compañeros los aplauden y, nuevamente, Fronesis hace una crítica –que me parece apropiada o, cierta: habla sobre el hecho de que ninguno de los presentes haya participado y esa especie de actitud coral, acomodaticia: “-Los que nos oían, le contestó Fronesis, estaban ansiosos de ser simples masas corales, no participar en el ascenso del número en el canto. Eso es uno de los signos de lo cuantitativo de nuestra época, su comodidad para convertirse en coro, aunque halle o no los grandes acentos trágicos. Son la vergonzante respuesta del sometimiento al destino, o mejor de ausencia total para enfrentarse al fatum. Serían incapaces…” Siguen hablando y antes de despedirse, Fronesis le dio un papel a Cemí. Era un poema. Cemí lo leyó y quedó muy sorprendido. Fronesis se fue. Cemí quiso darle algo en retribución: una pequeña figura –regalo de su madre- que llevaba en la leontina de su reloj (una pequeña llama peruana) pero al día siguiente, cuando fue a buscarlo a su casa, le informaron que Fronesis se había ido a Santa Clara a pasar las vacaciones de navidad. Pero citemos la reacción de Cemí ante el poema: “Cemí se detuvo por la sorpresa del obsequio de Fronesis. Una de las mayores sorpresas de su vida, una de las cuatro o cinco que recibimos mientras transcurrimos en la indiferencia y el hastío. La nobleza de Fronesis, acababa de darle una prueba de amistad que sabía era totalmente insólito en el que la otorgaba…, pero hacerle un poema era algo tan misterioso como para uno es misterio para sí mismo. El rostro de Fronesis se fijó para el resto de su vida en las aguas interiores de Cemí.”

Esa noche, Cemí sale a caminar por el Malecón y vio a Foción que ya había llegado de Nueva York.

Foción se veía muy tenso ante la ausencia de Fronesis. Cemí le explicó que se había ido a Santa Clara. Cemí le pregunta por su estadía en EEUU, por los baños turcos, etc. Foción dice que no le gustaban y que, seguramente Dalí los pintaría pésimos por su surrealismo. Luego le cuenta sobre una joven que estaba en su mismo hotel, llamada Daisy. La joven trabajaba en una tienda de antigüedades chinas y no le prestaba ninguna atención. Un mozo del hotel le dijo que si iba a buscar al hermano de Daisy al colegio las cosas cambiarían. Foción fue. El hermano de Daisy se llamaba George y tenía 18 años. Era un joven homosexual y le dice a Foción que le gustaría ir a la Habana y le menciona a un escritor norteamericano llamado Hart Crane (poeta norteamericano, nacido en Ohio -1.899 y fallecido en 1.932, después de que se lanza de un barco que lo llevaba desde México a Nueva York . Era homosexual. Varios marineros lo habían golpeado salvajemente. Su padre fue el creador del salvavidas) Foción y el joven tienen relaciones y un día aparece Daisy desnuda pero para tener relaciones con su hermano. Al parecer y en vista de que George no era Dios griego tenía que ser poseído para poseer. Cemí le pregunta que qué diría Fronesis de ese relato y Foción respondió que él y Fronesis estaban en la misma cuerda. Al día siguiente, Foción viajó a Santa Clara, previo aviso a Fronesis. Cuando llegó se extrañó que éste no lo recibiera. Luego fue al café donde lo citó y, para su sorpresa a quien se encontró fue al abogado Fronesis quien le exigió que se alejara de su hijo. Foción le hizo frente dejando sorprendido al abogado.

Luego, Cemí se encontró a Foción (acompañado por el pelirrojo) borracho en la calle dando un espectáculo. Vino la policía y se lo llevó. Pasaron los días, Cemí estaba en su cuarto, estudia y pensaba sobre las figuras que tenía en su cuarto y en Fronesis. Luego, se menciona que Fronesis no le habla a sus padres al enterarse de que su padre le había ocultado que Foción venía y lo que le había dicho. Tuvieron una fuerte y sería discusión frente a la madre:


“-Usted razona en falso, parece decir como yo me equivoqué, no quiero que mi hijo se equivoque, y eso lo lleva a caer en la neurosis del rechazo, típica de nuestra época, cuando quiere evitar un mal mayor. Todavía los antiguos conservadores creían en la felix culpa, (ésta frase, felix culpa es de San Agustín. Se refiere a que gracias al pecado de Adán y Eva, vino el Redentor: "... el pecado necesario que nos pone en camino de la salvación…”


La expresión agustiniana, pronunciada en una homilía, está incluida en el himno Exultet.

He aquí la estrofa: “Necesario fue el pecado de Adán, / que ha sido  borrado por la muerte de Cristo. / ¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!”.
En ese sentido, San Pablo establece, en la “Epístola a los Romanos” (5: 12-21),  un contraste asombroso entre Adán y Cristo. Así como por la infracción  de Adán cada hombre es pecador, está condenado a muerte y necesita perdón, de igual modo por la fe en Cristo cada hombre es redimido, perdonado, justificado y salvado, es decir, obtiene más grandes privilegios de los que perdió por la ofensa de Adán. El Apóstol lo dice: “Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación que produce vida. Así como por la desobediencia de un hombre muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno (Jesucristo), muchos serán constituidos justos”. 
La madre de Fronesis intervino: intervino al final: dijo que todo lo que ocurría no era un problema ni del presente ni del futuro, sino del pasado, que era hora que Fronesis regresara al pasado en busca de su madre aunque tenían años sin saber de ella. María Teresa (realmente tía de Ricardo) le dijo que ella no era su madre más Ricardo le reiteró que ella era un única madre y que siempre sería así. Se planteó que el viajara un tiempo y al final los tres se abrazaron.

Al poco tiempo, Doña Augusta tuvo que ser hospitalizada. Cemí la visitaba por las tardes, cuando estaban solos. Cemí le dijo lo que su madre se parecía a ella y esa especie de don que ambas tenían para seguir y guiar por el mejor camino. Doña Augusta le habló de la gran capacidad de observación que él tenía. Al despedirse de su abuela, Cemí vio a Foción que estaba internado en el mismo hospital, en el área de psiquiatría. Foción, giraba incesantemente alrededor de un álamo. Doña Augusta murió y Foción murió cuando un rayo cayó sobre el álamo durante unas lluvias intensas. Cemí piensa: “El rayo que había destruido el árbol, había liberado a Foción de la adoración de su eternidad circular”.

El capítulo doce es particularmente interesante. De pronto no parece tener relación con los capítulos anteriores. Aquí, Lezama narra cuatro sueños (en distintas secuencias) que al final enlaza. En la primera, habla de un capitán romano llamado Atrio Flaminio. Luego de un niño pequeño, dejado al cuidado de su abuela llamada María la Luna quien le da una pelota de goma para jugar. El niño rompe una pieza danesa y la abuela recoge las partes rotas. La tercera historia es la de un hombre que, durmiendo siente un ruido: ve el sillón de su cuarto moviéndose, la noche siguiente, además del sillón moviéndose, escucha unas carcajadas y la noche siguiente, además de los dos elementos anteriores ve la puerta de su cuarto abierta (la puerta representa la mudez). El hombre se levanta y va hacia el patio de su casa. Ve al gato en una esquina. Luego regresa a su cuarto y ya el gato está dormido en su cojín.  La cuarta historia es la del señor Juan Longo que era un crítico musical, que ya a avanzada edad, queda viudo. Había tenido una vida feliz: “El matrimonio había querido vivir en un ambiente prerrafaelista, pero pasados algunos meses, el crítico viudo recogió todos los libros de Ruskin, que estaban en la estantería de la sala y los llevó a los baúles sombríos…” (Jonh Ruskin (Londres 1.819-1.900: escritor, crítico de arte y sociólogo británico, considerado uno de los grandes maestros de la prosa inglesa. Influyó –notablemente- en Mahatma Gandhi. Abogó por un socialismo cristiano).  Después de un tiempo breve, el crítico se reintegra a sus veladas para escuchar a Béla Bartók (Hungría 1.881, Nueva York 1.945: músico húngaro, compositor y pianista. Uno de los fundadores de la etnomusicología, que es el estudio de la música en su contexto cultural). En esa velada, el crítico conoce a una mujer cincuentona con la que se casa: “La recién casada cayó muy pronto en un terror metafísico de lo temporal. Los veinte años de diferencia que había en el nuevo matrimonio, hacían que ella, la beneficiada en ese cortejo cronológico, pusiera el oído de la alucinación al conteo del goterón inexorable.”

Luego se vuelve a hablar de Atrio Flaminio, quien se entera que la guerra había comenzado en Capadocia. Va a dirigir a sus hombres que lo adoraban. De allí van a la provincia de Mileto, donde se celebraban juegos en honor a Zeus Cronión. Vuelven a ganar la batalla.  Un adulto va a la casa de la abuela que también es su abuela y le pregunta por la jarra danesa. Ésta sé la enseña. Llega el niño. La abuela le da otra vez la pelota pero el niño se muestra indiferente. Le enseña la jarra danesa y al niño tampoco le llama la atención. Llegan sus padres a buscarlo. Luego viene un segmento donde Lezama habla de la importancia de los patios en una casa y de los cuadrados. Luego, se narra otra vez sobre el hombre del sillón, las carcajadas y la puerta que, según él forman un trío musical excelente. El hombre se levanta y sale al patio, de allí a la calle a caminar. Llega a un anfiteatro y ve a un hombre vestido de carmelita que está zurciendo un calcetín. Hay algo dentro del calcetín que facilita su costura, se trata de un huevo de marfil. El hombre se va hacia al puerto, ve a unos marineros suecos recién llegados. Entran en un bar. Luego de otro bar unos marineros cargan a un marinero herido gravemente con un puñal en el pecho. Lo llevan al barco. Sale uno de ellos a informar que el herido aún no se ha confesado.

Luego, hablan de la esposa del crítico musical quien le hace cosas para dormirlo, como presionarle las carótidas. Le mete una vara para enrollarle la lengua. Le pone tapones en la nariz y en los oídos, luego lo cubre con cera para que no le entre ningún animal. Luego lo mete en una urna de cristal. La mujer había enloquecido. Después se vuelve a hablar de Atrio Flaminio quien va a Tesalia. Allí hacían hechicería. Atrio manda a buscar a la bruja pero ésta se resiste a ir y la matan. Antes de morir hace un conjuro con tierra y una piedra. Los soldados encargados se lo cuentan a Atrio y éste interpreta como hacerle frente a esa brujería. Manda a coser piedra en la ropa de sus soldados y ganan la batalla. A Atrio lo nombran general. Después, está nuevamente una historia de la abuela del niño. La joven sirvienta, limpiando, rompe la jarra danesa. La abuela recoge los pedazos. El niño llega y descubre el traspatio, después se acerca a su abuela y se le acurruca en las piernas, dejando parte de una mejilla afuera. La abuela lo acaricia allí y sus padres vienen a buscarlo.

El capítulo trece comienza haciendo mención de los pasajeros que toman el ómnibus al finalizar el crepúsculo. Supuestamente pasajeros más nobles y que se detienen a ver las vitrinas con mayor delicadeza, distintos de los habituales. El ómnibus en cuestión tiene una particularidad. En lo que vendría a ser como un objeto que tiene que ver con la velocidad y los giros, hay una pequeña cabeza de toro, cuya cara y cuernos cambian de colores según velocidad y giro. El ómnibus se accidenta. El chófer informa a los pasajeros que a quien lo prefiera le devolverá el pasaje si no, recomienda que enciendan sus cigarros o se hagan amigos de los vecinos, mientras llega el mecánico de la Central con la cual ya se ha comunicado. Llegó el mecánico. Le dice al chófer que la falla se ha producido por un mal uso de la cabeza del toro y le dijo que se apurara, recordándole  que le rebajarían menos de la mitad de lo acostumbrado debido a que están en fase de prueba. De seguida se montó un pasajero. Era un “…señor alto, de piel cansada, con una mirada que al llegar al objeto parecía transparentarlo. Ligero transparente, eran las primeras palabras que se levantaban en nosotros al mirarlo” Hacía sonar en uno de sus bolsillos unas monedas (que no parecían estar dentro de un monedero). Se trataba de un coleccionista de monedas griegas que había ido a una tienda llamada El Tesoro, a comprar unas dracmas pero no lo hizo pues dudó de su autenticidad. Dice que en las mismas, la imagen de minerva y de Pegaso (en su revés) estaban desgastadas y que, contrario a lo que mucha gente cree, ello es evidencia de su falsedad.

Luego se narra la historia de Martincillo, un ebanista que apaga la bombilla del árbol de Navidad. Dice que han sido unas Pascuas tristes. Su mujer y su cuñada hay ido a Varadero a visitar a un hermano. Él va a su taller. Pintaba un gamo y un gallo chino. Se le acabó la pintura. Luego espera a una joven amante que no llega. Después va a una taberna a esperar a un amigo con quien ha quedado en verse. Al parecer, el amigo se las echa de mucho pero él, en su ausencia,  usa sus opiniones como propias. El amigo no llega y él pide de comer: primero langosta (que no le satisface)  y luego ostras más cerveza. Las ostras tampoco le gustaron. Decía que al hacer contacto con su saliva tenía un sabor raro mezclado con el de las pinturas que usaba. Martincillo vio unas frases y fue haciendo una construcción: TODO ES SAL Y VINAGRE y luego, TODO ES NADA. Regresó a su casa para lo cual tomó el ómnibus del que vinimos hablando. Se sentó al lado del anticuario. Martincillo no se fijó en él.

Ahora se narra la historia de Adalberto Kuller (entiendo que se trata del mismo Adalberto Kuller citado en los primeros capítulos) Era un hombre que estaba obsesionado con una joven a quien le faltaban tres meses para cumplir los 18 años. Ella, llamada Roxana, se le mostraba esquiva. Por otra parte, a él le llegaban comentarios  -unos por  burla, otros por maldad- acerca de todos los otros hombres con quienes ella solía estar. Un día, Adalberto se apostó frente a la verja de la casa de Roxana. Ella arreglaba su jardín. Él la llamó y le ofreció 100 pesos para que estuviera con él. Ella accedió y lo citó para la noche. Hicieron el amor, ella con gran fastidio. Al día siguiente él regresó y apenas ella lo vio se alejó de el jardín. El abrió la verja y se quedó viendo el jardín. En una caja: “Precisó un rótulo: Polvos para matar la filoxera. Precio cien pesos. El dinero que la displicencia, y la incomprensible majadería sexual de Roxana le habían arrancado, estaba en aquella caja, repleta de los polvos que provocarían el cósmico terror mortal de la filoxera”. Adalberto se aterró y se fue de inmediato. Se montó en el ómnibus aunque no había asiento. No quería que Roxana lo viera.
La filoxera (Dactylosphaera vitifoliae) es un insecto parásito de la vid. También se le da ese nombre a la enfermedad de la vid que provoca el insecto. También se le llama enfermedad de Pierce (que realmente es la vertiente bacteriana).

Luego viene la historia de Vivo  (20 años) que regresó de México. Ya Mamita había muerto. Sus hermanos no querían saber de él pues pensaban que podían perjudicarse pues Vivo había desertado del ejército. Vivo cayó en las redes de una cuarterona llamada Lupita que, a la sazón tenía relaciones íntimas con un taoísta. Eran relaciones muy particulares donde ella lo que hacía era quedar muy agotada y no disfrutaba. Con los años el taoísta dejo de ir y ella vio en Vivo la posibilidad de recuperar el tiempo perdido: “Vivino cumplía la finalidad a que lo habían relegado, pieza que se encaja en una oquedad que lo espera.”  Los vecinos alertaron a su hermano Tránquilo (el mayor) y éste lo fue a buscar un sábado para llevarlo donde un brujo. Vivo se resistía pues decía que estaba mejor que nunca. Al final Tránquilo lo convenció, el brujo le preguntó: “¿Cuándo tú te acuestas con ella, no has observado que te duermes y despiertas en distinta posición, que cuando despiertas la ranura de ella está en dirección de tú rostro? Entonces ella evapora como un zumo de amapola con cebolla, eso forma una espiral que te recorre y te enreda el cuerpo. Eso es lo que te da sueño. Procura que al dormirte y al despertarte, tú cara y la de ella estén en el mismo frente.”. El brujo le da unas indicaciones. Que fuese a casa de un anticuario y alquilara un acordeón de Madagascar, que luego, en su casa, se desnudara y empezara a accionar el acordeón, con ello saldrían por sus poros lo que ella le había hecho absorber. Tránquilo lo acompañó donde el anticuario. Vivo hizo lo recomendado y se montó en el ómnibus.

Ahora viene una historia de José Cemí, quien regresaba de casa de Chacha, una especie de espiritista: “…la mestiza de exquisita bondad, de rostro parecido a la Duse, médium visionaria, con el don de precisar las imágenes acabalgadas, de detener los recuerdos, de fijar las nubes que se alargan en la región de los muertos.” José había conocido a dos pintores. Uno de ellos estaba cercano a la muerte. Cemí lo encontró un día en casa de un coleccionista. El hombre se retiraba sin despedirse. Cemí ,  hace mención que, en aquella época, había gente que compraba arte como para lucirse, al estilo de Eric Hill o de Brancusi  y que luego tomaban manzanilla en unas largas copas florentinas regalo de la condesa de Merlín (María de las Mercedes Santa Cruz y Montalvo: La Habana  1789 –París 1.852. Se considera, hoy en día, junto con la marquesa Beatriz de Jústiz y Zaya de Santa Ana (1.733-1807) la primera escritora de Cuba) Al poco tiempo murió el pintor y Cemí fue con un magistrado y el pintor amigo del pintor muerto donde doña Chacha para averiguar sobre éste. Chacha les habló de él. Que estaba familiarizado con la muerte pues había tenido otras. Que era un conocedor de la muerte. También le habló sobre su novia. Se despiden y Cemí vio el ómnibus parado y se montó: “El anticuario sentado al lado de una trigueña charlosa indetenible, con otras dos muchachas sentadas en el asiento de enfrente…De pie, a su lado tenía el ebanista Martincillo…delante de Martincillo, Vivino con su acordeón sobre las piernas. Delante de ambos, el enamorado Adalberto Kuller, en su lejanía para disimular los suspiros en papel de estraza. En el asiento de la otra banda, frente al anticuario, José Cemí…” José todavía no salía de la experiencia acabada de vivir con Chacha. El anticuario hablaba con las muchachas  que comentaban sobre unos exámenes de laboratorio (estaba muy sorprendido). El anticuario les explicó una forma de saber sobre los males del cuerpo y qué hacer al respecto. De pronto, el anticuario vio, en el pulso de Cemí, las iniciales de J.C. Feliz coincidencia" Martincillo iba pensando que no tenía dinero para hacerle un regalo a su amiguita amante que cumplía años el día siguiente. Martincillo, hábilmente robó la bolsita de monedas del anticuario pero, al ver que no le servirían para comprar (eso pensó) las colocó en el bolsillo de Adalberto Kuller. Cemí  vio todo. Sacó las monedas del bolsillo de Kuller y las puso en el del anticuario.
Al día siguiente “…comienzo de un domingo que iniciaba su parábola de hastío…” José Cemí, se encontró en uno de sus bolsillos, con una tarjetica. En la misma le daba las gracias Oppiano Licario por haber devuelto sus monedas antiguas y lo invitaba a su casa (Espada 615) Oppiano también le adelanta que había conocido a su tío Alberto hacia 20 años y que había visto morir a su padre hacia 10. José fue y se encontró con Oppiano Licario.

En el capítulo catorce, se comienza hablando de Oppiano Licario quien tenía ya 40 años. Descuidado con lo económico, pertinaz, de gran inteligencia  (con estudios excelentes en Francia) e intuición. Era cristiano.

Parece reflexionar sobre el paso de su vida y el hecho de que los recuerdos se le vayan haciendo nebulosos. Licario trabajaba en una notaria a la cual iba irregularmente. Al parecer, trabajaba como cartulario (cartulario tiene dos significaciones: manuscrito o, como profesión: encargado de la coordinación y custodia de las cartas, de las escrituras.  Sería sinónimo de escribano (que puede ser de lo judicial o literario -escrituario). Licario afirmaba que: “…lo abstracto terminaba en lo figurativo y lo figurativo terminaba en lo abstracto.” Hace mención a la escalera de Jacob, mencionada en el Génesis (ésta escalera es vista por Jacob durante un sueño después de una disputa con su hermano Esaú, por ella es que ascienden o descienden los ángeles. Se halla en la Abadía de San Pedro – o Abadía de Bath) en Somerset, Inglaterra.
Licario almuerza con su madre y hermana: “…criollas trigueñas y sabias…”  Se ve que ambas lo querían mucho: “La madre  oía con su natural dominio, con una graciosa robustez madura que espera siempre lo mejor, los acompañamientos…”  Sin embargo, ese día Licario se despidió un tanto apresuradamente pues debía ir a la notaria  y eso preocupó a su madre y hermana pues era un hombre que parecía tener ajustado sus tiempos. Su madre reflexiona en el destino del hijo con sus particularidades pensando en que podía acabar loco o en tonto o como un energúmeno o como un embaucador “No podrá así sostenerse en la desesperación, sentirse cómodo en ese espanto de ser siempre respuesta al instante, de estar acariciando la yerba por donde el conejo va a reaparecer en la superficie. Tiemblo cada vez que lo oigo en una de esas mágicas adecuaciones…” La madre  (Doña Engracia) piensa en qué será de su hijo cuando ella muera, que acabará en una casa de huéspedes donde se burlen de él; piensa en que podría caer en manos de alguna mujer inescrupulosa. La madre recuerda cuando Licario estuvo  en el colegio  y lo inteligente que era, incluso uno de sus profesores fue a la casa para contarles de sus respuestas en un examen. Lo cierto era que Licario había recibido una sólida  formación cartesiana por parte de sus ancestros. Habla de la Teoría de los colores de Goethe.  

Luego se narra la visita de Licario y su hermana donde la familia Cochrane. Aunque ambos estaban aburridos, Licario  hizo un “juego” de adivinación de la hora en que habían sido escritos unos versos, teniendo en cuenta la pronunciación del mismo. Luego al llegar a su trabajo, había tanta gente que se sintió confuso y tuvo en recuerdo de cuando estudiaba en la Sorbona y salía de la cátedra de religión comparada. De pronto se vio envuelto por un tumulto de jóvenes y se dejó llevar. Se halló en la casa del Barón de Rostchild. Luego,  Licario va a su trabajo, allí escucha la historia de un comprador llamado Fretepsícore  a quien le querían robar un dinero. Después se pone a leer: “Licario leía un periódico, que lo mismo podía ser La Gaceta veneciana de 1.524. o una Recopilación de avisos para mercaderes de Amsterdam, de la misma fecha. Así se liberaba… de la temporalidad.” Leía la historia de un senador que había sido asesinado. Licario va a la ópera, representaban El  Fausto (de Charles Gounod. Se estrenó en el Teatro Lírico de París el 19 de marzo de 1.859)  Adoraba la ópera. Allí tiene como una visión sobre unas palabras “a su lado, a la izquierda”. Luego recuerda que la conserje del hotel donde vivía le dio una llave para que fuese a ver qué había ocurrido en una habitación. Le dice: “el cuarto de la izquierda”, después el recuerdo de un café donde volvió a sonar la frase: “a su lado, a la izquierda”

Lo cierto es que Licario narra lo que parece ser un atentado en la ópera, mencionando una fecha, 19 de junio de 1.910. Logro entender que posiblemente los conspiradores se reunían en el cuarto a la izquierda cuya llave le da la patrona del hotel. Muere la madre de Licario, doña Engracia de Sotomayor y Licario se va a vivir con su hermana, Ynaca Eco Licario. El esposo de la hermana –que resulta ser Adalberto Kuller: “…quien se preocupaba en la poesía más de la voluptuosidad que del aliento, de la evaporación vital que las palabras lograban atesorar.”-estaba obsesionado con lo que él llamaba el espejo de la médula. Admiraba ha Licario pues para él tenía “…la más alta cifra de lo que llamaba el reconocimiento medular, o sea la coincidencia de persona y naturaleza en una sola médula”. El cuarto de Licario estaba muy ordenado. Tenía allí la esfera armilar reproducida a tamaño de la que se encuentra en El Escorial. (La esfera armilar o astrolabio esférico es un modelo de la esfera celeste utilizada para mostrar el movimiento aparente de las estrellas de la Tierra o el Sol. Fue inventada presumiblemente por Eratóstenes en el año 255 a.C.) Después entiendo que Licario cae enfermo, pronuncia las palabras Davum, Davum ese, non Oedipum (de Andría de Terencio) en la que el  esclavo Davos persuade a su amo a que se reconcilie con sus padres después de una disputa familiar. ¿Licario muere?

Luego se habla de Cemí que venía caminando después de la medianoche. Se pregunta si se había despedido de Fronesis, si se volvería a encontrar en el puente Rialto (uno de los cuatro puentes que cruza el canal de Venecia, el más antiguo y el más famoso) Habla de dos noches: “Una era la noche estelar que descendía con el rocío. La otra era la noche subterránea, que ascendía como un árbol, que sostenía el misterio de la entrada en la ciudad…”  De pronto, Cemí sale de su abstracción (ya eran las tres menos cuarto) cuando se topa con una casa de tres pisos, ubicada en una esquina,  totalmente iluminada. Había gente que hablaban bajo. No parecía una casa de uso diario. ¿Una funeraria? Cemí, atraído por la luz piensa en lo siguiente:

Ceñido el amanecer,
Los blancos de Zurbarán
Pompas de rosicler.
Los anillos estarán
Con el pepino y el nabo
De las huestes de Satán.
Cualquier fin es el pavo,
Tocado por la cabeza,
Pero ya de nuevo empieza
a madurar por el rabo.

Recordemos que  en los hábitos de Zurbarán se produce el milagro de la multiplicación de los blancos.

Cemí escuchó una musiquilla que provenía de lo que parecía un parque infantil cuidado por un anciano (provecto). Cemí pensaba que el viejo quería justificar su sueldo o incluso podía desajustar los aparatos y así alguien podía descender “…al sombrío Orco.” (Orco: en la Roma clásica lugar donde iban a parar los muertos). Cemí sentía que la noche estaba espesa. Luego se imaginó un bosque donde los árboles trepaban unos sobre otros. Ese pasar de un parque a un bosque era algo que Cemí asimilaba bien “…pues su estado de alucinación mantenía en pie todas las posibilidades de la imagen.”  Luego viene una descripción del viejo del parque, del bosque, de un corredor por donde entra Cemí  y ve al dios Término (era un dios latino protector de los límites. Primero era una piedra cualquiera, luego un pilar que tenía encima una cabeza humana). A Cemí le pareció que la casa estaba encantada y ya se iba cuando algo le hizo retroceder. Quería ver lo que era tapado por la sombra del dios Término.  Vio dos espantapájaros (al lado de Término) disfrazados de bufones jugando al ajedrez. Sobre la mesa estaba escrito con carbón, el verso de Maturín Regnier (escritor francés: 1.575-1.613): “Los locos en el ajedrez, son los más inmediatos a los reyes” Los bufones se durmieron. Cemí intentó irse y se topó con el anciano del parque infantil quien se movía y temblaba como si tuviera el Mal de San Vito. Se regresó y subió por la escalera. La hermana de Licario lo vio y lo llamó y le dijo que sabía que él vendría. Cemí recordó a su abuela Augusta, a su bisabuelo, a su padre. La hermana de Licario le pidió que fuera con ella a ver a Licario en el féretro. La hermana le dio un papel a Cemí y le dijo que creía que era lo último que había escrito. Cemí buscó donde sentarse y leyó:

José Cemí
No lo llamo, porque él viene,
Como dos astros cruzados
En sus leyes encaramados
La órbita eclíptica tiene.

Yo estuve, pero él estará,
Cuando yo sea el puro conocimiento,
La piedra traída en el viento,
En el egipcio paño de lino me envolverá.

La razón y la memoria al azar
Verán a la paloma alcanzar
La fe en la sobrenaturaleza.

La araña y la imagen por el cuerpo,
No puede ser, no estoy muerto.
Vi morir a tú padre, ahora, Cemí, tropieza.

Cemí entró como en un estado de somnolencia. Luego fue a la cafetería y “…corporizó de nuevo a Oppiano Licario. Las sílabas que oía eran ahora más lentas, pero también más claras y evidentes. Era la misma voz…Volvía a oír de nuevo: ritmo hesicástico (ritmo lento),  podemos empezar.”

Nota: Oppiano no debe haber muerto ya que la subsiguiente novela de Lezama, se titula Oppiano Licario.




Caracas, 18 de septiembre de 2011.