José Lezama Lima
En el capítulo VIII
se narran unos episodios que se suceden en el colegio de José Cemí. Uno de
ellos es el de un joven llamado Farraluque quien estaba encargado de vigilar a
los niños menores cuando iban al baño, etc. (Inspector de servicios
escolares) Resulta que este joven se
masturbaba y fue visto por la criada del Director y fue castigado a no salir
durante tres domingos seguidos. Luego, otro episodio, el de un joven guajiro de
apellido Leregas, el cual, durante una clase de geografía se ubicó en un lugar
donde todos sus compañeros lo veían menos el profesor. Así, Leregas se saca su
órgano genital y se le ve en erección hasta que el profesor lo descubrió, le
dio dos sonoras bofetadas. Leregas fue expulsado. Luego, Lezama se extiende en
el que es hasta ahora un capítulo bastante erótico. Resulta que la criada que
denunció a Farraluque, le llegó a ver el pene y quedó abismada por su
tamaño. Durante el primer domingo de castigo hizo subir a Farraluque a la
habitación de sus amos. Allí se encontraba una joven cocinera de una familia vecina.
Farraluque tuvo sexo con ella y con la criada. La joven cocinera le contó a su
ama lo que había vivido con el joven y así, durante el segundo domingo,
Farraluque fue a casa de la señora y está le hizo sexo oral (que él no había
experimentado). Luego pasó a otra habitación donde estaba el hermano de la
cocinera (llamado Adolfito) con el que
tuvo una eyaculación pero no penetración. Durante el tercer domingo, Adolfito
le propuso ir donde otra persona y le dio la dirección. Farraluque fue. Se
trataba de una carbonería. Quien lo esperaba era un hombre con un antifaz,
tuvieron sexo y el hombre disfrutó mucho y luego se va. Adolfito le dice a
Farraluque que ese hombre es el esposo de la anterior señora. Luego, vienen las
vacaciones escolares y Leticia quiere llevarse a Doña Augusta con ella a Santa
Clara (al este de La Habana) argumentando que ella está
enferma . Doña Augusta le
responde: “Tú egoísmo, Leticia, es la única enfermedad que tienes, y una madre
acaba siempre por someterse al egoísmo de sus hijos.” Para tratar de convencer a su madre, Leticia
le dice a Rialta que le permita a
Joseíto (como llamaba a su sobrino)
ir con ella por dos semanas, que consideraba que eso le haría bien en
cuando a su asma y en cuanto a sus relaciones sociales. Rialta acepta y se van
en tren. Por cierto, Rialta piensa para
sí que la forma de ser de Leticia tiene mucho que ver con el hecho de haberse
casado con un hombre mucho mayor que ella, al que no amaba y el hecho de tener
que vivir en provincia cuando no estaba acostumbrada a eso.
Leticia, su esposo, sus dos hijos, Doña Augusta y Cemí emprenden viaje en tren a Santa
Clara. José tiene varios pensamientos: sobre su madre, sobre su abuela, sobre
la muerte (recordemos que Doña Augusta tiene cáncer de mamá). José piensa que: “…la vida era un bulto muy atado, que se
desataba al caer en la eternidad.” En
Santa Clara, Leticia invita al hijo de un amigo abogado para que comparta con
ellos. El joven se llama Ricardo Fronesis (también estudia quinto año como
José). Todos van de excursión a visitar un ingenio llamado Tres Suertes, cuyo
dueño era el coronel de la independencia Castillo Dimas. Ven a un joven muy
hermoso, de pelo rojizo, al que le faltaba el ojo derecho, al que Ricardo llama Godofredo,
el Malo, o El Diablo. De regreso a casa, Ricardo invita a José a verse al día
siguiente en un café llamado Semiramis. Ricardo y José inician una
amistad. Ricardo le cuenta a José la historia de cómo Godofredo se volvió loco
y perdió un ojo. Resulta que Godofredo pretendía a la joven esposa (Fileba) del
jefe de máquinas del ingenio llamado Pablo de 34 años. Pablo trabajaba mucho pero también bebía mucho y no satisfacía
sexualmente a su esposa. Luego llegó al pueblo un cura, llamado Eufrasio, que
estaba loco producto de la represión sexual. Fileba se confió a él y al parecer
se enamoró y empezaron a salir juntos a escondidas. Godofredo los vio y se lo
dijo a Pablo. (en realidad, no llegan a
tener relaciones pues el padre lo que hace es masturbarse –por medios sado
masoquistas- delante de Fileba) Pablo se suicidó y Godofredo se puso como loco
y con una liana tuvo la lesión que lo llevó a perder el ojo. Ricardo lo llama: “…flor maligna de las encrucijadas.”
Lezama lo compara con Polifemo (el
más famoso de los cíclopes, en la mitología griega). Por cierto, en este
capítulo, Doña Augusta menciona a Alberto y a un tal Horacio?.
En el capítulo nueve,
se describe lo que es una protesta estudiantil (de los estudiantes de la
universidad donde va José Cemí, llamada Upsalon) contra el régimen. José se ve,
de pronto, confuso, bajo disparos de la
policía y es rescatado, sorpresivamente, por Ricardo. Éste se haya acompañado por un tal Eugenio
Foción, de 25 años, que no es estudiante sino que trabaja. A José no le cayó
bien este joven. José se había inscrito en Upsalon para estudiar Derecho para
complacer a su madre, después quería estudiar Filosofía y Letras. Ricardo
Fronesis se había matriculado en Derecho y Filosofía y Letras.
José llega a su casa donde su madre lo recibe. Rialta estaba
muy preocupada por él pues sabía de los disturbios. Aquí Rialta le dice varias
cosas, entre ellas, que él será o es el encargado de suplir la falta de su
padre: “…y pensar que te puede suceder
algo que ponga en peligro tú vida, ahora que percibo que vas ocupando el lugar
de él (del padre), pues la muerte habla en ocasiones y sé como madre que todo
lo que tú padre no pudo realizar, tú lo vas haciendo a través de los años, pues
en una familia no puede suceder una desgracia de tal magnitud, sin que esa
oquedad cumpla una extraña significación.”
También le dice: “No es que yo
te aconseje que evites el peligro, pues sé que un adolescente tiene que hacer
muchas experiencias y no puede rechazar ciertos riesgos que en definitiva
enriquecen su gravedad en la vida. Y sé también que esas experiencias hay que
hacerlas como una totalidad y no en la dispersión de los puntos de un granero.”.
Más adelante: “…que siguieses un punto,
una palabra, que tuvieses siempre una obsesión que te llevase siempre a buscar
lo que se manifiesta y lo que se oculta. Una obsesión que nunca destruyese las cosas,
que buscases en lo manifestado lo oculto, en lo secreto lo que asciende para
que la luz lo configure.” Rialta le pide a Cemí que escriba la
historia de la familia: “…La muerte de tú padre fue un hecho
profundo, sé que mis hijos y yo le daremos profundidad mientras vivamos, porque
me dejó soñando que alguno de nosotros daríamos testimonio al transfigurarnos
para llenas esa ausencia. También yo intenté lo más difícil, desaparecer, vivir
tan sólo en el hecho potencial de la vida de mis hijos. A mi ese hecho, como te
decía, de la muerte de tú padre me dejó sin respuesta, pero siempre he soñado,
y esa ensoñación será siempre la raíz de mi vivir, que esa sería la causa
profunda de tú testimonio,…”
Cemí se emociona con las palabras de su madre. Le da asma y
va a su cuarto a acostarse. Se vaporiza con lobelia (una planta, de muchas
variedades, utilizada para problemas respiratorios, musculares y como laxante)
y yoduros. José tiene un sueño donde hace mención a un cuadro de un pintor francés
llamado Henri Rousseau (apodado El
Aduanero) Su sueño es entrecortado. Luego se pone a leer algo de Suetonio
sobre Nerón y habla de lo que él llama neroniano: “Era lo que calificaría siempre el desinflamiento de una conducta sin
misterio, lo coruscante, lo cruel, lo preconcebido actuando sobre lo indefenso,
actor espectador, lo que espera en frío que la sombra de la gaviota pase por su
espejo”.
Luego leyó sobre una novela de Goethe
llamada Los años de aprendizaje de Wilhem Meister (1.796), haciendo alusión
a algo que había subrayado y que le recordaron las palabras de su madre. Al
despertar del siguiente día se bañó con
agua caliente y recordó a su tío Demetrio al que tenía tiempo que no veía
posterior a la muerte de su tío Alberto (esa muerte había afectado mucho a su
tío Demetrio pues ambos se la llevaban muy bien). Su tío Demetrio hablaba de
los higienistas japoneses quienes recomendaban: un baño caliente una vez por
semana y caminar mucho. Ese día no fue a Upsalon. Almorzó en su casa y luego
antes de la siesta escuchó por la radio un cuarteto de Ravel (Joseph Maurice Ravel
(1.875-1.937. Compositor francés del siglo XX). Cuando Cemí se despertó salió a
caminar por las calles que más le gustaban: Obispo y O`Reilly, buscando una
librería. En ella vio a Eugenio Foción y a otro joven. Éste (o Foción) hablaba con el librero que le
hablaba de libros al joven (que José sabía que no existían). El joven salió nervioso
y Foción se quedó un rato más. José definió a Foción como el árbitro de la
situación neroniana. Evitó que Foción lo viera. Después de la cena, José salió
y vio de lejos a Fronesis y a Foción hablando pero se fijó que la actitud que
Foción tenía en ese instante era distinta a la que tenía en la librería. No se
les acercó.
Al día siguiente, José fue a Upsalon. Las clases de Derecho
eran muy bulliciosas y no le agradaba mucho. Se dirigió a la escuela de
Filosofía y vio a Fronesis. Cemí lo consideraba alguien muy especial. Tuvieron
un contrapunteo sobre El Quijote. Luego Cemí fue a la biblioteca y el encargado
de buscar los libros conversaba con el estacionario. El buscador dijo que allí,
por las noches, aparecía un muerto. Cemí recordó a su padre. Al otro día, cuando Cemí llegó a Upsalon supo
algo de un atleta de remo llamado Baena Albornoz. Practicaban en el río
Almendares, río de Cuba que desemboca en La Chorrera, al oeste de La Habana.
Tiene 45 kilómetros de longitud. Supo que Leregas, su antiguo compañero de
colegio, también practicaba remo y que seguía con sus actividades
exhibicionistas.
Una noche, Baena Albornoz tuvo sexo con Leregas y fueron
vistos. Ambos fueron expulsados de inmediato. A raíz de ello hubo muchos
comentarios en Derecho. A Cemí le
hartaron los mismos y se fue a la escuela de Filosofía y Letras donde
encontró a Fronesis rodeado por un grupo
hablando sobre la homosexualidad. Alude que las prácticas homosexuales son muy
antiguas. Después de un rato interviene Foción quien parece condenar dichas
prácticas: “…pues sólo he querido
demostrar que esa excepción, ese desvío, esa enfermedad, esa infrasexualidad
clandestina delincuencial, o como se quiera llamar…daña en su raíz la lenta
evaporación de todo lo verdadero.” Más adelante habla de Bach y de Shakespeare, los compara. Dice que Bach era puro mientras que
Shakespeare era homosexual. Menciona a personajes como Hernando de Soto (1500-1542), quien fue conquistador y
explorador español. Viajó a América y fue gobernador de la isla de Cuba entre
1538-39. También habla del Conde de
Villamediana, cuyo nombre era Juan de
Tassis Peralta (Lisboa 1582-Madrid 1622). Este conde fue un escritor. Su
obra lírica ofrece una equilibrada síntesis entre los dos estilos predominantes
de su época: el de Góngora (quien fue
su amigo) y el de Quevedo (su
enemigo). Heredó de su padre el cargo de Correo Mayor. Se casó con Ana de
Mendoza (1601) y llevó una vida galante y llena de aventuras. Aparentemente
tuvo amores con Doña Isabel de Borbón –esposa de Felipe IV- lo que , al parecer
fue la causa de su extraña muerte. La conversa sigue: Fronesis habla de su amor por los
griegos y precisa, citando a un noble francés llamado Jacques de La Palice (1.470 -1525) que “donde hay voluntad de vida, hay voluntad de muerte”.
Fronesis da ejemplos de situaciones donde hombres muy
viriles sienten, por momentos, un estallido de su sexualidad que podría
interpretarse como de homosexualidad. Dice:
“ –Cuando hablamos de
homosexualismo me parece a veces que generalizamos con exceso, otras pienso que
hemos caído tan sólo en las zarzas del sexo.” Pondera a Julio César. También menciona a Freud y al libro del Manú (importante texto sánscrito de la sociedad antigua
de la India). Afirma que entre los indúes hablan de un pecado no cometido a
voluntad, en el que la voluntad está ausente y luego habla del comportamiento
de unos peces, del grupo llamado sirénidos que tienen actitudes que podrían
revelan orígenes en el comportamiento sexual del hombre.
Después de esto, una
joven llamada Lucía que vivía en una pensión donde también habitaba una
compañera de clases de Fronesis, y que supuestamente buscaba trabajo, vino a
buscarlo y aunque éste quería seguir con la conversación se fue con la joven
para no hacerla quedar mal.
Posterior a esto, Foción le pregunta a Cemí sobre su
posición con respecto al tema , adelantándole que se la contará a Fronesis tal
cual. Cemí cita a Aristóteles y luego a San Agustín y luego a Santo Tomás de
Aquino. Foción queda impresionado, sabiendo que con Cemí también podía hablar. Foción
viajará a Nueva York, según dijo Fronesis. Se despiden ante la presencia de una
protesta en la universidad. Al salir, Cemí tiene una especie de visión entre un
pene gigantesco y una vulva.
El capítulo diez
comienza con que Cemí fue a su casa a pie. Luego fue al cine a ver una supuesta
versión moderna de Tristan e Isolda. En el cine ve a Fronesis con Lucia
(aparentemente se están acariciando) pero, de pronto, ve a Lucía llorando y ésta
sale del cine. Luego ve a Foción y decide irse también. Al final, Foción se
sienta en el puesto donde estaba Lucía. Luego Fronesis y Foción se despiden y
Foción le dice que se vean en la noche en el Malecón pues al día siguiente se
iría para Nueva York pero Fronesis le dijo que tenía compromisos (había quedado
en verse con Lucía). Foción y Fronesis
entraron en un café y se encontraron con Cemí. Tomaron unas cervezas y Cemí le
dijo a Fronesis que había visto a Lucía y que se le veía bien. Estando los tres
allí, vieron a un hombre con un muchacho pelirrojo, el hombre le mostró algo y
el pelirrojo se lo arrebató y salió corriendo. Ellos decidieron irse. Fronesis
no va a verse con Foción pero Cemí si va. Cemí le pregunta a Foción por los antecedentes
familiares de Fronesis. Foción le cuenta que el papá de Fronesis era hijo de un
diplomático cubano en Viena. Que allí conoció al director de ballet Diaghilew
(el cual se interesó en él). Al papá de Fronesis le llamó la atención una joven
bailarina y el director se dio cuenta y facilitó un encuentro entre ellos. La
bailarina queda embarazada y tiene al hijo. El padre de la joven fue a hablar
con el papá de Fronesis y le dijo que su hija estaba loca, que ya la habían
visto muchos siquiatras: “…pero todos habían
llegado a idéntica conclusión. Se trataba de una sicosis sexual, no de una
neurosis de angustia.” Le dijo que ellos
eran de muy buena familia y que le ofrecía como solución que se casara con otra
de sus hijas que criaría al bebé como si fuera suyo. El papá de Fronesis
conoció a la joven llamada María Teresa Sunster y se casaron y se llevaron muy
bien: “Conoció a María Teresa Sunster,
todo lo contrario de una doncella que va a buscar como una bailarina barajera
una energía que la desprecia. Todo lo contrario de una fingida enamorada que
utiliza lo que encuentra como un puente para llegar a la otra ribera…por la
nobleza de su sangre, por su señorío sin énfasis que iba a llevarse muy bien
mientras vivió, con la distinción criolla, se echó sobre sus hombros la excepción
errática de un momento en que su sangre se confundió.”
Al poco rato, Foción y Cemí se despidieron pues unos
muchachos, con los que viajaría al día siguiente a Nueva York fueron a
buscarlo. Esos muchachos eran familiares del dueño de la oficina donde
trabajaba Foción. Cuando Foción llegó a su casa vio sentado en la acera al
joven pelirrojo que había estado en el café. Lo invitó a tomar algo. El joven
subió con él pero dijo que lo iba a matar (tenía un cuchillo) que siempre se le
acercaba alguien ofreciéndole algo pero lo que querían era tener sexo con él.
Foción le dijo que lo matara, que él había pensado suicidarse esa noche y que
para ello se había hecho una marca alrededor de la tetilla izquierda y se la
mostró al pelirrojo. Se entiende que hicieron el amor y que en la madrugada
Foción se fue, sigilosamente y, dejó al pelirrojo allí quien luego se levantó
furioso.
También se relata la escena donde Fronesis sale con Lucía.
Fronesis para tener sexo con ella, le hizo un orificio a su camiseta y lo ubicó
alrededor de la vulva. La joven quedó muy extrañada. Fronesis la llevó a su
casa y luego caminó por el Malecón. Tiró la camiseta al mar y luego lloró.
Al día siguiente, Cemí va a la universidad para recoger unas
guías de estudió para los exámenes que se presentarían posterior a las
navidades. Vio la imagen de Fronesis en otra persona y fue a buscarlo a
Filosofía. Fronesis lo invitó a participar y estuvieron hablando mucho rato,
luego Fronesis se despidió pues tenían examen.
Cemí llegó a su casa y vio que habían llegado su tía
Leticia, su esposo y sus hijos (trajeron regalos) Leticia insistía en llevarse
a Doña Augusta con ella a Santa Clara pero Doña Augusta se negaba, no sólo
porque decía que quería morir en su casa (sabía lo que tenía) sino que sus otros
hijos la necesitaban. Rialta tenía una fibromatosis y había que operarla y eso
preocupaba a Doña Augusta. Cemí se molestó por el histerismo de su tía Leticia
y mandó a todos a dormir. Llegó el día de la operación de Rialta y la
acompañaron a la clínica.
Luego, Cemí se encontró con Fronesis y lo invitó a
tomarse un café. Cemí le preguntó directamente por Foción diciendo: “Verdad que es un tipo especial, diferente
de todos nosotros, los que tenemos la misma edad. Él es el que habla, no con
más desparpajo, de lo que presume, sino como si tuviese un especial sadismo en
comprometerse en cada una de las cosas que dice. Al revés de lo que decía
Talleyrand (Charles Maurice de Talleyrand 1.754-1838: religioso, político y
diplomático francés), no habla para ocultar su pensamiento sino para develarlo
a tambor y zancadas.” Fronesis le dice que imagina que Foción le había
hablado de él. Fronesis le contó a Cemí que habían dos hermanos Foción, Nicolás
y Juliano (éste era 2 ó 3 años menor) que se habían enamorado de una vecina
llamada Celita (17 años). Nunca los dos hermanos hablaron de eso. Nicolás se
graduó de médico y se casó con Celita, mientras que Juliano no estudió y quedó
sumido en “…una melancolía que aúlla en
la medianoche.”. Nicolás y Celita se quedaron viviendo en la casa de los padres
de Celita (el padre era periodista y la madre profesora) y Juliano también.
Nicolás tenía que viajar frecuentemente por cosas del trabajo y un día Celita
fue hasta la habitación de Juliano (que se había entregado a la bebida) e hicieron
el amor. Resulta que Nicolás los encontró y para rematar Juliano murió. En ese
mismo instante, Nicolás se volvió loco y durante 20 años vivía como si viera
pacientes y Celita se había convertido en su enfermera Eudoxia. Nació Eugenio y
siempre quedó la duda de quién era el padre. Eugenio nunca fue a la escuela y
fue su padre quien le enseñó todo. Nicolás recobraba la razón por las noches.
Nicolás fue incapacitado. Toda esta situación produjo efectos sobre Eugenio, el
cual se casó pero le costó mucho tener relaciones con su esposa (luego tuvieron
un hijo). Además un viejo homosexual lo sedujo, así que, en la práctica,
Eugenio era homosexual. Fronesis se había enterado de todo esto por su padre.
Fronesis y Cemí se despidieron. Cemí llegó a la clínica. Ya habían operado a
Rialta. Todo salió bien. Los Fronesis enviaron un pastel a la clínica lo que
alegró a Cemí.
El capítulo once se inicia con Cemí recordando a Fronesis. Señala una
frase: “el ver delante”. Piensa en
que evoca a Fronesis todo el tiempo y admira su amor por la cultura y el
conocimiento. Reflexiona sobre el tipo de amistad que él tiene con Fronesis y
la que éste tiene con Foción. Piensa que Foción sabe que nunca tendrá el cuerpo
de Fronesis.
Luego, Cemí narra una escena en
que va para la universidad y busca a Fronesis quien acababa de salir de clases
y criticaba lo que les enseñaban. Fronesis invita a Cemí a dialogar. Fronesis
decía que si al menos les enseñaran a contar: “Si al menos nos enseñaran a contar, aunque fuera del uno al siete, de
acuerdo con los símbolos numerales pitagóricos, tendríamos el encantamiento de
la proporción y las columnas de los templos griegos y de las catedrales
medievales.” En eso, comienzan a describir esos números turnándose uno y
otro. Al final los compañeros los aplauden y, nuevamente, Fronesis hace una
crítica –que me parece apropiada o, cierta: habla sobre el hecho de que ninguno
de los presentes haya participado y esa especie de actitud coral, acomodaticia:
“-Los que nos oían, le contestó Fronesis, estaban ansiosos de ser simples masas
corales, no participar en el ascenso del número en el canto. Eso es uno de los
signos de lo cuantitativo de nuestra época, su comodidad para convertirse en
coro, aunque halle o no los grandes acentos trágicos. Son la vergonzante respuesta
del sometimiento al destino, o mejor de ausencia total para enfrentarse al fatum. Serían incapaces…” Siguen
hablando y antes de despedirse, Fronesis le dio un papel a Cemí. Era un poema.
Cemí lo leyó y quedó muy sorprendido. Fronesis se fue. Cemí quiso darle algo en
retribución: una pequeña figura –regalo de su madre- que llevaba en la leontina
de su reloj (una pequeña llama peruana) pero al día siguiente, cuando
fue a buscarlo a su casa, le informaron que Fronesis se había ido a Santa Clara
a pasar las vacaciones de navidad. Pero citemos la reacción de Cemí ante el
poema: “Cemí se detuvo por la sorpresa
del obsequio de Fronesis. Una de las mayores sorpresas de su vida, una de las
cuatro o cinco que recibimos mientras transcurrimos en la indiferencia y el
hastío. La nobleza de Fronesis, acababa de darle una prueba de amistad que
sabía era totalmente insólito en el que la otorgaba…, pero hacerle un poema era
algo tan misterioso como para uno es misterio para sí mismo. El rostro de
Fronesis se fijó para el resto de su vida en las aguas interiores de Cemí.”
Esa noche, Cemí sale a caminar
por el Malecón y vio a Foción que ya había llegado de Nueva York.
Foción se
veía muy tenso ante la ausencia de Fronesis. Cemí le explicó que se había ido a
Santa Clara. Cemí le pregunta por su estadía en EEUU, por los baños turcos,
etc. Foción dice que no le gustaban y que, seguramente Dalí los pintaría
pésimos por su surrealismo. Luego le cuenta sobre una joven que estaba en su
mismo hotel, llamada Daisy. La joven trabajaba en una tienda de antigüedades
chinas y no le prestaba ninguna atención. Un mozo del hotel le dijo que si iba
a buscar al hermano de Daisy al colegio las cosas cambiarían. Foción fue. El
hermano de Daisy se llamaba George y tenía 18 años. Era un joven homosexual y
le dice a Foción que le gustaría ir a la Habana y le menciona a un escritor
norteamericano llamado Hart Crane (poeta norteamericano, nacido en Ohio
-1.899 y fallecido en 1.932, después de que se lanza de un barco que lo llevaba
desde México a Nueva York . Era homosexual. Varios marineros lo habían golpeado
salvajemente. Su padre fue el creador del salvavidas) Foción y el joven tienen
relaciones y un día aparece Daisy desnuda pero para tener relaciones con su
hermano. Al parecer y en vista de que George no era Dios griego tenía que
ser poseído para poseer. Cemí le pregunta que qué diría Fronesis de ese relato
y Foción respondió que él y Fronesis estaban en la misma cuerda. Al día
siguiente, Foción viajó a Santa Clara, previo aviso a Fronesis. Cuando llegó se
extrañó que éste no lo recibiera. Luego fue al café donde lo citó y, para su
sorpresa a quien se encontró fue al abogado Fronesis quien le exigió que se
alejara de su hijo. Foción le hizo frente dejando sorprendido al abogado.
Luego, Cemí se encontró a Foción (acompañado por el pelirrojo) borracho en la
calle dando un espectáculo. Vino la policía y se lo llevó. Pasaron los días,
Cemí estaba en su cuarto, estudia y pensaba sobre las figuras que tenía en su
cuarto y en Fronesis. Luego, se menciona que Fronesis no le habla a sus padres
al enterarse de que su padre le había ocultado que Foción venía y lo que le
había dicho. Tuvieron una fuerte y sería discusión frente a la madre:
“-Usted razona en falso, parece decir como yo me equivoqué, no quiero
que mi hijo se equivoque, y eso lo lleva a caer en la neurosis del rechazo, típica de nuestra época, cuando quiere evitar
un mal mayor. Todavía los antiguos conservadores creían en la felix culpa,
(ésta frase, felix culpa es de San Agustín. Se refiere a que gracias al pecado
de Adán y Eva, vino el Redentor: "... el
pecado necesario que nos pone en camino de la salvación…”
La expresión agustiniana, pronunciada en una
homilía, está incluida en el himno Exultet.
He aquí la estrofa: “Necesario fue el pecado de
Adán, / que ha sido borrado por la muerte de Cristo. / ¡Feliz la culpa
que mereció tal Redentor!”.
En ese sentido,
San Pablo establece, en la “Epístola a los Romanos” (5: 12-21), un
contraste asombroso entre Adán y Cristo. Así como por la infracción de
Adán cada hombre es pecador, está condenado a muerte y necesita perdón, de
igual modo por la fe en Cristo cada hombre es redimido, perdonado, justificado
y salvado, es decir, obtiene más grandes privilegios de los que perdió por la
ofensa de Adán. El Apóstol lo dice: “Así que, como por la transgresión de uno
vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de
uno vino a todos los hombres la justificación que produce vida. Así como por la
desobediencia de un hombre muchos fueron constituidos pecadores, así también
por la obediencia de uno (Jesucristo), muchos serán constituidos justos”.
La madre de Fronesis intervino: intervino al final: dijo que
todo lo que ocurría no era un problema ni del presente ni del futuro, sino del
pasado, que era hora que Fronesis regresara al pasado en busca de su madre
aunque tenían años sin saber de ella. María Teresa (realmente tía de Ricardo)
le dijo que ella no era su madre más Ricardo le reiteró que ella era un única
madre y que siempre sería así. Se planteó que el viajara un tiempo y al final
los tres se abrazaron.
Al poco tiempo, Doña Augusta tuvo
que ser hospitalizada. Cemí la visitaba por las tardes, cuando estaban solos.
Cemí le dijo lo que su madre se parecía a ella y esa especie de don que ambas
tenían para seguir y guiar por el mejor camino. Doña Augusta le habló de la
gran capacidad de observación que él tenía. Al despedirse de su abuela, Cemí
vio a Foción que estaba internado en el mismo hospital, en el área de
psiquiatría. Foción, giraba incesantemente alrededor de un álamo. Doña Augusta
murió y Foción murió cuando un rayo cayó sobre el álamo durante unas lluvias
intensas. Cemí piensa: “El rayo que había
destruido el árbol, había liberado a Foción de la adoración de su eternidad
circular”.
El capítulo doce
es particularmente interesante. De pronto no parece tener relación con los
capítulos anteriores. Aquí, Lezama narra cuatro sueños (en
distintas secuencias) que al final enlaza. En la primera, habla de un capitán
romano llamado Atrio Flaminio. Luego de un niño pequeño, dejado al cuidado de
su abuela llamada María la Luna quien le da una pelota de goma para jugar. El
niño rompe una pieza danesa y la abuela recoge las partes rotas. La tercera
historia es la de un hombre que, durmiendo siente un ruido: ve el sillón de su
cuarto moviéndose, la noche siguiente, además del sillón moviéndose, escucha
unas carcajadas y la noche siguiente, además de los dos elementos anteriores ve
la puerta de su cuarto abierta (la puerta representa la mudez). El hombre se
levanta y va hacia el patio de su casa. Ve al gato en una esquina. Luego
regresa a su cuarto y ya el gato está dormido en su cojín. La cuarta historia es la del señor Juan Longo
que era un crítico musical, que ya a avanzada edad, queda viudo. Había tenido
una vida feliz: “El matrimonio había
querido vivir en un ambiente prerrafaelista, pero pasados algunos meses, el
crítico viudo recogió todos los libros de Ruskin, que estaban en la estantería
de la sala y los llevó a los baúles sombríos…” (Jonh Ruskin (Londres 1.819-1.900: escritor, crítico de arte y
sociólogo británico, considerado uno de los grandes maestros de la prosa
inglesa. Influyó –notablemente- en Mahatma
Gandhi. Abogó por un socialismo cristiano).
Después de un tiempo breve, el crítico se reintegra a sus veladas para
escuchar a Béla Bartók (Hungría
1.881, Nueva York 1.945: músico húngaro, compositor y pianista. Uno de los
fundadores de la etnomusicología,
que es el estudio de la música en su contexto cultural). En esa velada, el
crítico conoce a una mujer cincuentona con la que se casa: “La recién casada cayó muy pronto en un
terror metafísico de lo temporal. Los veinte años de diferencia que había en el
nuevo matrimonio, hacían que ella, la beneficiada en ese cortejo cronológico,
pusiera el oído de la alucinación al conteo del goterón inexorable.”
Luego se vuelve a hablar de Atrio Flaminio, quien se entera que
la guerra había comenzado en Capadocia. Va a dirigir a sus hombres que lo
adoraban. De allí van a la provincia de Mileto, donde se celebraban juegos en
honor a Zeus Cronión. Vuelven a ganar la batalla. Un adulto va a la casa de la abuela que
también es su abuela y le pregunta por la jarra danesa. Ésta sé la enseña.
Llega el niño. La abuela le da otra vez la pelota pero el niño se muestra
indiferente. Le enseña la jarra danesa y al niño tampoco le llama la atención.
Llegan sus padres a buscarlo. Luego viene un segmento donde Lezama habla de la
importancia de los patios en una casa y de los cuadrados. Luego, se narra otra
vez sobre el hombre del sillón, las carcajadas y la puerta que, según él forman
un trío musical excelente. El hombre se levanta y sale al patio, de allí a la
calle a caminar. Llega a un anfiteatro y ve a un hombre vestido de carmelita
que está zurciendo un calcetín. Hay algo dentro del calcetín que facilita su costura, se trata de un huevo de marfil. El hombre se va hacia al puerto, ve a unos
marineros suecos recién llegados. Entran en un bar. Luego de otro bar unos
marineros cargan a un marinero herido gravemente con un puñal en el pecho. Lo llevan al barco.
Sale uno de ellos a informar que el herido aún no se ha confesado.
Luego, hablan de la esposa del crítico musical quien le hace
cosas para dormirlo, como presionarle las carótidas. Le mete una vara para
enrollarle la lengua. Le pone tapones en la nariz y en los oídos, luego lo
cubre con cera para que no le entre ningún animal. Luego lo mete en una urna de
cristal. La mujer había enloquecido. Después se vuelve a hablar de Atrio
Flaminio quien va a Tesalia. Allí hacían hechicería. Atrio manda a buscar a la
bruja pero ésta se resiste a ir y la matan. Antes de morir hace un conjuro con
tierra y una piedra. Los soldados encargados se lo cuentan a Atrio y éste
interpreta como hacerle frente a esa brujería. Manda a coser piedra en la ropa
de sus soldados y ganan la batalla. A Atrio lo nombran general. Después, está
nuevamente una historia de la abuela del niño. La joven sirvienta, limpiando,
rompe la jarra danesa. La abuela recoge los pedazos. El niño llega y descubre
el traspatio, después se acerca a su abuela y se le acurruca en las piernas,
dejando parte de una mejilla afuera. La abuela lo acaricia allí y sus padres
vienen a buscarlo.
El capítulo trece
comienza haciendo mención de los pasajeros que toman el ómnibus al finalizar el
crepúsculo. Supuestamente pasajeros más nobles y que se detienen a ver las
vitrinas con mayor delicadeza, distintos de los habituales. El ómnibus en
cuestión tiene una particularidad. En lo que vendría a ser como un objeto que
tiene que ver con la velocidad y los giros, hay una pequeña cabeza de toro,
cuya cara y cuernos cambian de colores según velocidad y giro. El ómnibus se
accidenta. El chófer informa a los pasajeros que a quien lo prefiera le
devolverá el pasaje si no, recomienda que enciendan sus cigarros o se hagan
amigos de los vecinos, mientras llega el mecánico de la Central con la cual ya
se ha comunicado. Llegó el mecánico. Le dice al chófer que la falla se ha
producido por un mal uso de la cabeza del toro y le dijo que se apurara,
recordándole que le rebajarían menos de
la mitad de lo acostumbrado debido a que están en fase de prueba. De seguida se
montó un pasajero. Era un “…señor alto, de piel cansada, con una mirada que al
llegar al objeto parecía transparentarlo. Ligero transparente, eran las
primeras palabras que se levantaban en nosotros al mirarlo” Hacía sonar en uno
de sus bolsillos unas monedas (que no parecían estar dentro de un monedero). Se
trataba de un coleccionista de monedas griegas que había ido a una tienda
llamada El Tesoro, a comprar unas dracmas pero no lo hizo pues dudó de su
autenticidad. Dice que en las mismas, la imagen de minerva y de Pegaso (en su
revés) estaban desgastadas y que, contrario a lo que mucha gente cree, ello es
evidencia de su falsedad.
Luego se narra la historia de Martincillo, un ebanista que
apaga la bombilla del árbol de Navidad. Dice que han sido unas Pascuas tristes.
Su mujer y su cuñada hay ido a Varadero a visitar a un hermano. Él va a su
taller. Pintaba un gamo y un gallo chino. Se le acabó la pintura. Luego espera
a una joven amante que no llega. Después va a una taberna a esperar a un amigo
con quien ha quedado en verse. Al parecer, el amigo se las echa de mucho pero
él, en su ausencia, usa sus opiniones
como propias. El amigo no llega y él pide de comer: primero langosta (que no le
satisface) y luego ostras más cerveza. Las
ostras tampoco le gustaron. Decía que al hacer contacto con su saliva tenía un
sabor raro mezclado con el de las pinturas que usaba. Martincillo vio unas
frases y fue haciendo una construcción: TODO
ES SAL Y VINAGRE y luego, TODO ES NADA. Regresó a su casa para lo
cual tomó el ómnibus del que vinimos hablando. Se sentó al lado del anticuario.
Martincillo no se fijó en él.
Ahora se narra la historia de Adalberto Kuller (entiendo que se trata del mismo Adalberto Kuller citado en los primeros capítulos) Era un
hombre que estaba obsesionado con una joven a quien le faltaban tres meses para
cumplir los 18 años. Ella, llamada Roxana, se le mostraba esquiva. Por otra
parte, a él le llegaban comentarios -unos por
burla, otros por maldad- acerca de todos los otros hombres con quienes
ella solía estar. Un día, Adalberto se apostó frente a la verja de la casa de
Roxana. Ella arreglaba su jardín. Él la llamó y le ofreció 100 pesos para que
estuviera con él. Ella accedió y lo citó para la noche. Hicieron el amor, ella
con gran fastidio. Al día siguiente él regresó y apenas ella lo vio se alejó de
el jardín. El abrió la verja y se quedó viendo el jardín. En una caja: “Precisó un rótulo: Polvos para matar la
filoxera. Precio cien pesos. El dinero que la displicencia, y la incomprensible
majadería sexual de Roxana le habían arrancado, estaba en aquella caja, repleta
de los polvos que provocarían el cósmico terror mortal de la filoxera”.
Adalberto se aterró y se fue de inmediato. Se montó en el ómnibus aunque no
había asiento. No quería que Roxana lo viera.
La filoxera (Dactylosphaera vitifoliae) es un insecto
parásito de la vid. También se le da ese nombre a la enfermedad de la vid que
provoca el insecto. También se le llama enfermedad de Pierce (que realmente es la vertiente bacteriana).
Luego viene la historia de Vivo (20 años) que regresó de México. Ya Mamita
había muerto. Sus hermanos no querían saber de él pues pensaban que podían
perjudicarse pues Vivo había desertado del ejército. Vivo cayó en las redes de
una cuarterona llamada Lupita que, a la sazón tenía relaciones íntimas con un
taoísta. Eran relaciones muy particulares donde ella lo que hacía era quedar
muy agotada y no disfrutaba. Con los años el taoísta dejo de ir y ella vio en
Vivo la posibilidad de recuperar el tiempo perdido: “Vivino cumplía la finalidad a que lo habían relegado, pieza que se
encaja en una oquedad que lo espera.” Los
vecinos alertaron a su hermano Tránquilo (el mayor) y éste lo fue a buscar un
sábado para llevarlo donde un brujo. Vivo se resistía pues decía que estaba
mejor que nunca. Al final Tránquilo lo convenció, el brujo le preguntó:
“¿Cuándo tú te acuestas con ella, no has observado que te duermes y despiertas
en distinta posición, que cuando despiertas la ranura de ella está en dirección
de tú rostro? Entonces ella evapora como un zumo de amapola con cebolla, eso
forma una espiral que te recorre y te enreda el cuerpo. Eso es lo que te da
sueño. Procura que al dormirte y al despertarte, tú cara y la de ella estén en
el mismo frente.”. El brujo le da unas indicaciones. Que fuese a casa de un
anticuario y alquilara un acordeón de Madagascar, que luego, en su casa, se
desnudara y empezara a accionar el acordeón, con ello saldrían por sus poros lo
que ella le había hecho absorber. Tránquilo lo acompañó donde el anticuario.
Vivo hizo lo recomendado y se montó en el ómnibus.
Ahora viene una historia de José Cemí, quien regresaba de
casa de Chacha, una especie de espiritista: “…la mestiza de exquisita bondad, de rostro parecido a la Duse, médium visionaria, con el don de precisar las
imágenes acabalgadas, de detener los recuerdos, de fijar las nubes que se alargan
en la región de los muertos.” José había conocido a dos pintores. Uno de
ellos estaba cercano a la muerte. Cemí lo encontró un día en casa de un
coleccionista. El hombre se retiraba sin despedirse. Cemí , hace mención que, en aquella época, había
gente que compraba arte como para lucirse, al estilo de Eric Hill o de Brancusi y que luego tomaban manzanilla en unas largas copas florentinas regalo de
la condesa de Merlín (María de las Mercedes Santa Cruz y Montalvo:
La Habana 1789 –París 1.852. Se
considera, hoy en día, junto con la marquesa Beatriz de Jústiz y Zaya de Santa
Ana (1.733-1807) la primera escritora de Cuba) Al poco tiempo murió el pintor y
Cemí fue con un magistrado y el pintor amigo del pintor muerto donde doña
Chacha para averiguar sobre éste. Chacha les habló de él. Que estaba
familiarizado con la muerte pues había tenido otras. Que era un conocedor de la
muerte. También le habló sobre su novia. Se despiden y Cemí vio el ómnibus
parado y se montó: “El anticuario sentado al lado de una trigueña charlosa
indetenible, con otras dos muchachas sentadas en el asiento de enfrente…De pie,
a su lado tenía el ebanista Martincillo…delante de Martincillo, Vivino con su
acordeón sobre las piernas. Delante de ambos, el enamorado Adalberto Kuller, en
su lejanía para disimular los suspiros en papel de estraza. En el asiento de la
otra banda, frente al anticuario, José Cemí…” José todavía no salía de la
experiencia acabada de vivir con Chacha. El anticuario hablaba con las
muchachas que comentaban sobre unos
exámenes de laboratorio (estaba muy sorprendido). El anticuario les explicó una
forma de saber sobre los males del cuerpo y qué hacer al respecto. De pronto,
el anticuario vio, en el pulso de Cemí, las iniciales de J.C. Feliz
coincidencia" Martincillo iba pensando que no tenía dinero para hacerle un
regalo a su amiguita amante que cumplía años el día siguiente. Martincillo,
hábilmente robó la bolsita de monedas del anticuario pero, al ver que no le
servirían para comprar (eso pensó) las colocó en el bolsillo de Adalberto
Kuller. Cemí vio todo. Sacó las monedas
del bolsillo de Kuller y las puso en el del anticuario.
Al día siguiente “…comienzo
de un domingo que iniciaba su parábola
de hastío…” José Cemí, se encontró en uno de sus bolsillos, con una
tarjetica. En la misma le daba las gracias Oppiano Licario por haber devuelto
sus monedas antiguas y lo invitaba a su casa (Espada 615) Oppiano también le
adelanta que había conocido a su tío Alberto hacia 20 años y que había visto
morir a su padre hacia 10. José fue y se encontró con Oppiano Licario.
En el capítulo
catorce, se comienza hablando de Oppiano Licario quien tenía ya 40 años. Descuidado
con lo económico, pertinaz, de gran inteligencia (con estudios excelentes en Francia) e
intuición. Era cristiano.
Parece reflexionar sobre el paso de su vida y el
hecho de que los recuerdos se le vayan haciendo nebulosos. Licario trabajaba en
una notaria a la cual iba irregularmente. Al parecer, trabajaba como cartulario (cartulario tiene dos
significaciones: manuscrito o, como profesión: encargado de la coordinación y
custodia de las cartas, de las escrituras.
Sería sinónimo de escribano
(que puede ser de lo judicial o literario -escrituario). Licario afirmaba que: “…lo abstracto terminaba en lo figurativo y
lo figurativo terminaba en lo abstracto.” Hace mención a la escalera de Jacob, mencionada en el
Génesis (ésta escalera es vista por Jacob durante un sueño después de una
disputa con su hermano Esaú, por ella es que ascienden o descienden los
ángeles. Se halla en la Abadía de San Pedro – o Abadía de Bath) en Somerset,
Inglaterra.
Licario almuerza con su madre y hermana: “…criollas trigueñas y sabias…” Se ve que ambas lo querían mucho: “La madre
oía con su natural dominio, con una graciosa robustez madura que espera
siempre lo mejor, los acompañamientos…” Sin embargo, ese día Licario se despidió un
tanto apresuradamente pues debía ir a la notaria y eso preocupó a su madre y hermana pues era
un hombre que parecía tener ajustado sus tiempos. Su madre reflexiona en el
destino del hijo con sus particularidades pensando en que podía acabar loco o
en tonto o como un energúmeno o como un embaucador “No podrá así sostenerse en la desesperación, sentirse cómodo en ese
espanto de ser siempre respuesta al instante, de estar acariciando la yerba por
donde el conejo va a reaparecer en la superficie. Tiemblo cada vez que lo oigo
en una de esas mágicas adecuaciones…” La madre (Doña Engracia) piensa en qué será de su hijo
cuando ella muera, que acabará en una casa de huéspedes donde se burlen de él;
piensa en que podría caer en manos de alguna mujer inescrupulosa. La madre
recuerda cuando Licario estuvo en el
colegio y lo inteligente que era,
incluso uno de sus profesores fue a la casa para contarles de sus respuestas en
un examen. Lo cierto era que Licario había recibido una sólida formación cartesiana por parte de sus
ancestros. Habla de la Teoría de los
colores de Goethe.
Luego se narra la visita de Licario y su hermana donde la
familia Cochrane. Aunque ambos estaban aburridos, Licario hizo un “juego” de adivinación de la hora en
que habían sido escritos unos versos, teniendo en cuenta la pronunciación del
mismo. Luego al llegar a su trabajo, había tanta gente que se sintió confuso y
tuvo en recuerdo de cuando estudiaba en la Sorbona y salía de la cátedra de
religión comparada. De pronto se vio envuelto por un tumulto de jóvenes y se
dejó llevar. Se halló en la casa del Barón
de Rostchild. Luego, Licario va a su
trabajo, allí escucha la historia de un comprador llamado Fretepsícore a quien le querían robar un dinero. Después
se pone a leer: “Licario leía un
periódico, que lo mismo podía ser La Gaceta veneciana de 1.524. o una
Recopilación de avisos para mercaderes de Amsterdam, de la misma fecha. Así se
liberaba… de la temporalidad.” Leía la historia de un senador que había
sido asesinado. Licario va a la ópera, representaban El Fausto (de Charles Gounod. Se estrenó en el Teatro Lírico de París el 19 de
marzo de 1.859) Adoraba la ópera. Allí
tiene como una visión sobre unas palabras “a
su lado, a la izquierda”. Luego recuerda que la conserje del hotel donde
vivía le dio una llave para que fuese a ver qué había ocurrido en una
habitación. Le dice: “el cuarto de la
izquierda”, después el recuerdo de un café donde volvió a sonar la frase: “a su lado, a la izquierda”
Lo cierto es que Licario narra lo que parece ser un atentado
en la ópera, mencionando una fecha, 19 de junio de 1.910. Logro entender que
posiblemente los conspiradores se reunían en el cuarto a la izquierda cuya
llave le da la patrona del hotel. Muere la madre de Licario, doña Engracia de
Sotomayor y Licario se va a vivir con su hermana, Ynaca Eco Licario. El esposo
de la hermana –que resulta ser Adalberto Kuller: “…quien se preocupaba en la poesía más de la voluptuosidad que del
aliento, de la evaporación vital que las palabras lograban atesorar.”-estaba
obsesionado con lo que él llamaba el espejo de la médula. Admiraba ha Licario
pues para él tenía “…la más alta cifra de lo que llamaba el reconocimiento
medular, o sea la coincidencia de persona y naturaleza en una sola médula”. El
cuarto de Licario estaba muy ordenado. Tenía allí la esfera armilar reproducida a tamaño de la que se encuentra en El Escorial. (La esfera armilar o
astrolabio esférico es un modelo de la esfera celeste utilizada para mostrar el
movimiento aparente de las estrellas de la Tierra o el Sol. Fue inventada
presumiblemente por Eratóstenes en el año 255 a.C.) Después entiendo que
Licario cae enfermo, pronuncia las palabras Davum,
Davum ese, non Oedipum (de Andría de
Terencio) en la que el esclavo Davos
persuade a su amo a que se reconcilie con sus padres después de una disputa
familiar. ¿Licario muere?
Luego se habla de Cemí que venía caminando después de la
medianoche. Se pregunta si se había despedido de Fronesis, si se volvería a
encontrar en el puente Rialto (uno de los cuatro puentes que cruza el canal de
Venecia, el más antiguo y el más famoso) Habla de dos noches: “Una era la noche estelar que descendía con
el rocío. La otra era la noche subterránea, que ascendía como un árbol, que
sostenía el misterio de la entrada en la ciudad…” De pronto, Cemí sale de su abstracción
(ya eran las tres menos cuarto) cuando se topa con una casa de tres pisos,
ubicada en una esquina, totalmente
iluminada. Había gente que hablaban bajo. No parecía una casa de uso diario.
¿Una funeraria? Cemí, atraído por la luz piensa en lo siguiente:
Ceñido el amanecer,
Los blancos de Zurbarán
Pompas de rosicler.
Los anillos estarán
Con el pepino y el nabo
De las huestes de Satán.
Cualquier fin es el pavo,
Tocado por la cabeza,
Pero ya de nuevo empieza
a madurar por el rabo.
Recordemos que en los
hábitos de Zurbarán se produce el
milagro de la multiplicación de los blancos.
Cemí escuchó una musiquilla que provenía de lo que parecía
un parque infantil cuidado por un anciano (provecto). Cemí pensaba que el viejo
quería justificar su sueldo o incluso podía desajustar los aparatos y así
alguien podía descender “…al sombrío Orco.”
(Orco: en la Roma clásica lugar
donde iban a parar los muertos). Cemí sentía que la noche estaba espesa. Luego
se imaginó un bosque donde los árboles trepaban unos sobre otros. Ese pasar de
un parque a un bosque era algo que Cemí asimilaba bien “…pues su estado de alucinación mantenía en pie todas las posibilidades
de la imagen.” Luego viene una
descripción del viejo del parque, del bosque, de un corredor por donde entra
Cemí y ve al dios Término (era un dios latino protector de los límites. Primero
era una piedra cualquiera, luego un pilar que tenía encima una cabeza humana). A
Cemí le pareció que la casa estaba encantada y ya se iba cuando algo le hizo
retroceder. Quería ver lo que era tapado por la sombra del dios Término. Vio dos espantapájaros (al lado de Término)
disfrazados de bufones jugando al ajedrez. Sobre la mesa estaba escrito con
carbón, el verso de Maturín Regnier (escritor francés: 1.575-1.613): “Los locos en el ajedrez, son los más
inmediatos a los reyes” Los bufones se durmieron. Cemí intentó irse y se
topó con el anciano del parque infantil quien se movía y temblaba como si
tuviera el Mal de San Vito. Se regresó y subió por la escalera. La hermana de
Licario lo vio y lo llamó y le dijo que sabía que él vendría. Cemí recordó a su
abuela Augusta, a su bisabuelo, a su padre. La hermana de Licario le pidió que
fuera con ella a ver a Licario en el féretro. La hermana le dio un papel a
Cemí y le dijo que creía que era lo último que había escrito. Cemí buscó donde
sentarse y leyó:
José Cemí
No lo llamo, porque él viene,
Como dos astros cruzados
En sus leyes encaramados
La órbita eclíptica tiene.
Yo estuve, pero él estará,
Cuando yo sea el puro conocimiento,
La piedra traída en el viento,
En el egipcio paño de lino me envolverá.
La razón y la memoria al azar
Verán a la paloma alcanzar
La fe en la sobrenaturaleza.
La araña y la imagen por el cuerpo,
No puede ser, no estoy muerto.
Vi morir a tú padre, ahora, Cemí, tropieza.
Cemí entró como en un estado de somnolencia. Luego fue a
la cafetería y “…corporizó de nuevo a
Oppiano Licario. Las sílabas que oía eran ahora más lentas, pero también más
claras y evidentes. Era la misma voz…Volvía a oír de nuevo: ritmo hesicástico
(ritmo lento), podemos empezar.”
Nota: Oppiano no debe haber muerto ya que la subsiguiente novela de Lezama, se titula Oppiano Licario.
Caracas, 18 de septiembre de 2011.