Antonie de Saint-Exupery.
"Protegedme de la sabiduría que no llora, de la filosofía que no ríe y de la grandeza que no se inclina ante los niños."
Khalin Gibran.
Cuando Rebeca se iba acercando al carro ayer, su madre -Rosaura- la miraba ya, desde lejos, con una sonrisa. Notó que Rebeca venía muy seria y con cara de preocupación.
Hola hija -dijo Rosaura.
¡Mamá, me metí en un problema!, ¡me metí en un problema! -espetó Rebeca.
Rebeca era una niña hermosa y muy dada a insistir sobre las cosas que quería o, sencillamente, en las explicaciones de las diversas circunstancias de la vida que le tocara vivir.
¿Qué pasó hija?, -respondió Rosaura, ayudándola a meter su bolso dentro del carro.
Escucha mamá -dijo Rebeca. Una compañerita mía me dijo que escribiéramos nuestros nombres en la pared y...bueno, yo escribí mi nombre. La maestra de la tarde nos vio y nos mandó a que habláramos con Trina.
Trina era la maestra coordinadora de la tarde. Era una mujer cercana a la cuarentena, sencilla, con experiencia en el trato de niños: exigía cuando tocaba y regañaba cuando correspondía.
Y...¿entonces Rebeca? -dijo Rosaura, intuyendo que la cosa no iba a mayores.
Bueno mamá, tú sabes que, a veces, el innombrable, se puede meter en la cabeza de uno y hacer que uno haga travesuras...Tú sabes eso, ¿verdad? . -explicó Rebeca.
Pero..., ¿¡quién es el innombrable!?, dijo Rosaura, sorprendida y sin tener la menor idea de a quién se refería Rebeca.
¡Mámá!, -gritó Rebeca...pero...¿¡cómo que no sabes!?. Es el Diablo, el Diablo, ya más serena porque de alguna u otra manera se había ubicado en una posición de saber y aquello siempre la complacía.
Dentro de la cabeza de Rosaura se iban ordenando sus pensamientos y no logro evitar pensar en las influencias que la religión estaban ejerciendo en Rebeca.
Y...¿por qué lo llamas el innombrable? -agregó Rosaura.
Bueno mamá -dijo una Rebeca muy tranquila. Es que el pastor nos dijo que era mejor no nombrarlo y cuando algo no se puede nombrar, ¿cómo se le llama?, ¿a ver?.
El innombrable, ¡ok! -respondió Rosaura. Pero termina de contarme que ocurrió.
Resulta mamá que Trina me formó un lío -continuó Rebeca, otra vez exaltada.¡Un lío mamá como si el mundo se fuera a acabar!.
¿Qué te dijo?, dime hija, -siguió Rosaura.
Que seguramente yo no rayaba las paredes de mi casa y muchas otras cosas. Mi compañerita oyó parte del regaño y ella la mandó al salón pero yo tuve que quedarme allí escuchando todo... Y ¿sabes, mamá?...muchos niños rayan las paredes y nunca los ven pero a mí si me vieron...y ya sé que no tenía que rayarla pero ¿por qué tuvieron que verme a mí? Y ahora me metí en un lío..
Bueno Rebeca, tranquila, -dijo Rosaura, restándole importancia a la situación pero puntualizando que ella no creía que el diablo le hubiera hecho hacer eso, que no tenía nada que ver. Que era tremendura de los niños y que ella tenía que ver qué hacia.
Sí, mamá , lo sé -interrumpió Rebeca. Tú siempre me dices eso. No le quise decir a Trina que yo tenía una pared para rayar en la casa. ¡Imagínate mamá!. Se hubiera puesto más brava. Además, sólo escribí mi nombre. ¡Ese es mi colegio...!
Bueno hija -agregó Rosaura (con la idea de llevarla a cierta reflexión) Y... ¿qué te parecería si todos los niños del colegio escribieran sus nombres en la pared?
¡Sería divertido! -respondió Rebeca. con una gran sonrisa en los labios. ¡Muy divertido!
Caracas, 15 de julio de 2011.
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