Un vaso medio vacío de vino es también un vaso medio lleno, pero una mentira a medias, de ningún modo es una media verdad.
Jean Cocteau
LA PESCA DE LANGOSTAS
Un sueño
La pesca de langostas tiene un sentido erótico.
Hace muchos años, durante el mes donde la pesca de langostas alcanzó el máximo nivel mundial hasta ahora conocido, sucedió la siguiente historia.
Era una zona desértica. Parecía que el Sol estaba inmóvil. El calor era abrumador. Había un hombre joven, moreno, de cabellos negros que dominaba el arte amatorio en forma magistral. Había conquistado el amor de una hermosa joven que a su vez amaba, delirantemente, a otro con quien estaba prometida para casarse desde niña. El hombre moreno conquistó su amor y nadie sabe cómo fue. Pero lo cierto era que lo había logrado. Él también la amaba y esa conquista, en particular, lo encumbró emocionalmente hablando. Resulta que él tenía una conexión especial con las langostas aunque nunca en su vida había visto ni comido ninguna. Una noche, otro hombre, en pleno desierto lo convenció de ir al mar y ver, con sus propios ojos, las langostas.
El hombre moreno sintió miedo. Miedo jamás percibido y mucho menos imaginado. No quería entrar en ningún mar pero se convenció o se dejó convencer.
Anduvieron muchísimas leguas y por fin llegaron al Mediterráneo.
Acompañado de Jacinto entró al mar. Inicialmente la imagen fue magistral. No sólo por la calidad y calidez del azul del agua sino por la cantidad de langostas que pudo ver. En eso pudimos darnos cuenta, sin posibilidad de duda, que Jacinto tuvo un contacto visual y malévolo con las langostas. El hombre moreno lo percibió. En ese mismo instante, Jacinto fue ascendiendo hasta la superficie y ya no supimos más de él. El hombre moreno se quedó paralizado. Supo que había llegado su hora. Para algunos sería una buena hora para otros una mala. Las langostas lo rodearon y ya no pudimos ver ni un milímetro de su cuerpo. Una gran mancha roja surcó el Mediterráneo.
LAS PREGUNTAS INCORRECTAS
¡No hagas preguntas incorrectas!
Esta afirmación en negación me causó sorpresa. ¿¡Cómo era posible que hubiese preguntas incorrectas!? Pensé, muy velozmente, que lo que podría haber eran respuestas incorrectas. Incorrectas en su contenido, incorrectas en su enunciación, incorrectas porque no expresasen la verdad, con toda la relatividad o subjetividad de tal palabra.
Cuando quise saber a qué se refería quien hablaba así, con tanta seguridad, persona que no acostumbraba a decir tonterías, pronto vino la respuesta bañada de certeza: las preguntas incorrectas son aquellas que no tienen respuestas. Eso fue lo que creí entender. No puedo evitar una autocrítica, la de asumir, en su literalidad, las palabras.
Es decir, hay preguntas, incluso las llamadas grandes preguntas de la vida, cuyas respuestas pueden ser muy disímiles y válidas para cada quien. Las mismas están confinadas al ámbito –podríamos decir- filosófico, sociológico, antropológico, religioso, político, etc. Quiero citar aquí, la explicación que me amplía quien motivó este relato:
“preguntarse si Dios existe, es una pregunta que tiene sentido en tanto que sólo se responde con una elaboración personal, teórica, sin posibilidad de pruebas convincentes. La respuesta viene de la fe. No puede decirse que es una pregunta incorrecta. Se formula para tratar de dar cuenta de algo que nos sobrepasa como lo hicieron los primitivos cuando tuvieron que inventar algo para dar cuenta del poder de la naturaleza, de los misterios de la vida.”
Más temprano que tarde, las aguas se decantan para insistir en esto de las preguntas incorrectas. Intentar una definición: las preguntas incorrectas serían aquellas que pertenecen, en exclusividad a una o varias personas que por variopintas razones no están dispuestas a darlas a conocer.
Viva la libertad de expresión y la de no expresión también.
La formulación de interrogantes incorrectas, basada en la definición anterior, tiene sus bemoles. En especial, cuando se formulan bajo el manto de la necesidad. No de la necesidad fisiológica, de suprema importancia, como sabemos, a pesar del matiz de vulgaridad que puedan recubrirlas, inherentes a las llamadas miserias humanas.
Me refiero a la necesidad espiritual o emocional. El hecho de poner en la palestra preguntas que ahora sabemos incorrectas –importantísimo haberlo sabido antes- signadas por esa necesidad espiritual de que les hablo implica un gran consumo de energía tanto física como mental que, a la postre, nos desgastan, nos consumen.
Cito, otra vez, a la experiencia: “…preguntarse algo cuya respuesta cierta, o medio cierta, sólo viene de otro semejante, porque aunque te rompas la cabeza no vas a dar con una respuesta satisfactoria, que lo calme a uno, es perder el tiempo. Los procesos del pensar, la emoción involucrada, para quedar en blanco, sin saber qué es lo que el otro semejante pensaba o sentía…Y si se le dirige la pregunta directamente a ese semejante y no responde, ¿qué se puede hacer?...Ni la tortura te revela la verdad…”
Recuerdo ahora a Jaques Lacan. Sólo extinto biológicamente pues su enseñanza perdura por los años de los años… Lo cierto es que Lacan decía que quien hace una pregunta usualmente ya sabe la respuesta. Desconozco si lo dijo así tal cual lo escribo. Desconozco, a su vez, la intención que tuvo al decirlo.
Se me ocurre elucubrar al respecto:
Si A hace una pregunta a B, teniendo A la respuesta, eso implica que A sólo busca una reafirmación de su saber; o quiere saber si B realmente sabe. Si A sabe que B no sabe, ¿se tratará de que busca poner en evidencia su ignorancia?
Si A formula una interrogante (cuya respuesta auténticamente desconoce) a B (A presume que si alguien puede saber la respuesta es B porque fue actor en los hechos, porque estuvo directamente involucrado, etc.) pero B responde que no sabe (puede ser que sepa y no lo sabe o que no sabe, en realidad) o que no quiere responder. Es aquí, en este último punto donde nada podemos hacer. Cuando la voluntad de B entra en juego: sabe pero no desea responder, o no se atreve, o no tiene valor, o le resulta absolutamente indiferente responder a la interrogante de A.
Las tres líneas anteriores quedan más que validadas por la cita anterior.
Al planteamiento de la existencia de interrogantes incorrectas hay que agregar que no siempre saber la verdad puede ser beneficioso.
Gasto de energía –en una época donde el excesivo consumo eléctrico está penalizado en metálico- más la opción real de que escuchar la respuesta verdadera traiga efectos deletéreos, deberían hacernos reflexionar: hay circunstancias en la vida en que lo mejor es dejar correr. Agua que no has de beber... Si llegaste a tener y tragar un poco de esa agua en tú boca: primero escupe todo lo que puedas; realiza mucho ejercicio físico para así agilizar a través de la transpiración un proceso de purificación; toma ingentes cantidades de agua con la misma finalidad anterior; lee para elevar tú espíritu. De resto: sigue con tú rutina diaria. La esperanza es que aprendas a dejar de formular respuestas incorrectas.
Es importante aclarar que tales recomendaciones no tienen nada que ver con un manual de autoayuda, considerada ésta, como leí en estos días, pariente bastarda (¿o lejana?) de la filosofía.
MELANCOLÍA
El acto de despertar, así como su opuesto, el de quedarse dormido, no es nada sencillo. Si existe alguna duda al respecto, sólo hay que recurrir a algún manual de fisiología para constatar el hecho aquí asegurado.
Para más señas, también se pudiera interrogar a algún anestesiólogo que aclare lo que afirmo antes. No es casual que el mayor índice de suicidios entre los médicos esté en el área de la anestesiología.
Esta mañana me desperté pero sentía que seguía en la oscuridad. Para no ser tan dramática, diré que seguía en tinieblas.
No era que la luz del Sol no hubiera penetrado en mi cuarto. No se trataba de que necesitara encender alguna luz para ver dónde estaban mis cholas de andar en casa, no era que no veía la retahíla de libros que tenía en mi mesa de noche, algunos desparramados en el piso por acción de la pequeña gata que tenemos en casa. No.
La oscuridad o la parte final de su claroscuro yacían dentro de mí.
HISTORIA DE PAREJAS
Era domingo. Hacia las dos de la tarde. Un amplio café-restaurante en Chacaíto fue el lugar de encuentro. El lugar estaba casi vacío. No hacia ni frío ni calor. Dos mujeres que realmente llevaban poco tiempo tratándose pero que se conocían de “vista” desde hacía más de veinte años. La primera, a quien llamaremos Y le contó a la segunda, a quien llamaremos X, la siguiente historia que presentaremos aquí como una especie de relato literario. Adelantamos algo: Y le dijo a X:
Roberto (a quien X había conocido mucho antes que a Y) es un monstruo, está enfermo.
X se sorprendió por tal afirmación pero decidió escuchar antes de formular algún comentario si es que lo creyera conveniente. Sabía de oídas que Roberto e Y se habían divorciado.
"Un hombre invitó a su mujer a almorzar. Era el cumpleaños de ella"
Ella se mostró muy sorprendida pues él nunca lo recordaba alegando mala memoria para las fechas, además, era un hombre sumamente pichirre.
Ella tuvo sus dudas pero las disipó cual rayo veloz pensando que quizá, la torcida ruta de su matrimonio por fin se encaminaba hacia la felicidad.
Te espero a las doce y media en la esquina de Amor a Impostura –dijo él con suavidad.
Ella, por un momento se distrajo pensando que por esa esquina no le sonaba que existiera ningún restaurante que valiera la pena para un festejo, aún así se animó a pensar que habría alguno recién inaugurado.
Ella pasó por alto que él no le ofreciese irla a buscar a su trabajo. Él era el que utilizaba el único carro que tenían. Los cambios no pueden ser tan bruscos –se dijo para sí misma.
Almorzaron en el Mac Donald de la esquina de Amor a Impostura. Hicieron una cola de media hora. En realidad la hizo ella pues él tuvo necesidad de ir al baño a pesar de que cuando ella se asomó para ver si él venía de regreso lo vio hablando con una linda joven muy entusiasmado. Ella tuvo que pagar el consumo pues la tarjeta de débito de él salió negada en tres ocasiones.
Ahora son ex esposos.
Al final se trató de una historia patética, plagada de mentiras pero que sirvió a una táctica vil ante una ingenuidad incompatible en pleno siglo XXI.
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