jueves, 21 de julio de 2011

2005 en 2011


















"¿Para qué escribir lo que nunca será leído? Esta pregunta, que nunca llegué a plantearme sino hasta hace unos días pues, lo prioritario era lograr el alivio, aliviar la angustia, aunque fuese temporalmente, resulta que me aprisiona ahora. Si nadie ha leído lo que he escrito, esos momentos de crisis, nunca existieron. Yo tampoco."

"He estado triste desde esta mañana. Ah, me dije. Es que el cielo amaneció nublado y una lluvia tenue cae persistentemente. Ahora, el cielo luce más despejado, ha dejado de llover. Sigo triste."

"Leo a Bolaño. Su última novela publicada post mortem. Seguramente que debe andar molesto ya que pidió se publicara la misma en cinco partes (una por año) a fin de garantizar cierto bienestar económico para sus dos hijos. Pero Herralde y Anagrama se la publicaron completa. ¿Qué habrá sido de aquella frase (especie de compromiso de honor) de ¿respetar el deseo de los muertos o será que se trata sólo de respetar el último deseo de los muertos? ¡Le hicieron una jugarreta a Bolaño! Tal vez, este deseo no fue el último, tal vez el penúltimo o el antepenúltimo. ¡Las sutilezas del lenguaje! Al final pareciera no tratarse de las palabras, sino del sentido de las palabras."

"Creo que debo revisar mi concepto de la amistad. Nadie parece entenderlo. Así, cómo podré tener amigos si ni siquiera podemos llegar a un acuerdo de qué se trata."

"Puedo afirmar, sin lugar a dudas que, me gustan los libros de Saramago. Algunos enigmas he podido encontrar  pero ello no implica incomodidad alguna. En "El año de la muerte de Ricardo Reis", Saramago hace mención sobre el hecho de que las palmeras no son árboles. Eso creí entender. Pero resulta que sí (como me parecía obvio), las palmeras son árboles. Me remito al Larousse: palmera: árbol de la familia de las palmas, de tronco alto y cilíndrico, cuyo fruto son los dátiles. ¿Qué curioso?, siempre me han gustado los dátiles aunque no son fáciles de conseguir y tienen su costo. Lo que quiero decir es que no sabía que fueran fruto de palmeras. Ignoro si de todas las palmas, supongo que no, si no, no existiera en éste mismo diccionario la palabra datilera que significa: “dícese de la palma (¿un tipo de ellas?) que produce los dátiles". Por cierto, está claro que, a veces lo obvio nos revienta, literalmente, en la cara. Mientras leía éste libro nunca pensé que Ricardo Reis moría o que se iba a la tumba con Pessoa. Definitivamente no somos tan liberales para dejar que los heterónimos tengan su destino propio. ¿A qué destino me refiero?".

"24 horas después: releo las líneas donde Saramago habla de que las palmeras no son árboles. Me percato que no es tan sencillo. Se expande para mencionar la ignorancia de los hombres. La dificultad para  aceptar lo que verdaderamente no saben, su indiferencia en la búsqueda de la verdad, en creer en lo afirmado por otros sin más ni más"

 "Todos llevamos máscaras de alguna u otra manera. Hay unas que aprisionan y que no permiten ser lo que uno es con máscara y todo (no se trata de una paradoja) Llevadas tanto en público como en privado tienen efecto mutilador y negador de la vida."

"Una vez me dijeron: te quiero demasiado para poder contemplarte."

"No hay que esperar nunca, hay que vivir."

"Muchas veces mi mente queda encendida en la oscuridad."                        

"A veces me siento como un barco a la deriva en altamar, bajo una intensa tormenta, una singladura sin rumbo cierto. Por un lado, intento asir el timón para evitar que siga girando desordenadamente, que no se derrame el cubo de agua con que minutos antes limpiaba. Les doy Dramamine a mis seres queridos para que nadie se maree, en fin, para que ninguno se percate del peligro que corremos, que todos seamos felices pero, en especial, ellos, mis seres queridos."

"Llega el hijo del colegio. Le doy un abrazo y lo percibo cálido. ¿Cómo te fue hoy? Responde que “aburrido” pero "bien", como si fuese las únicas respuestas posibles. Intento penetrar un poco más en su mundo. ¿Y tus amigos? Su respuesta es otra interrogante: ¿a quién te refieres? Bueno,  a tus compañeros, -le digo. Ah, Augusto dijo hoy malas palabras, hoy fue el día de las malas palabras de Augusto -responde ¿Y qué dijo?, - agrego. Bueno...Augusto le dijo a Karina, porque se puso bravo porque perdió en un juego, "te odio".

"Oscar Amalfitano es el protagonista del segundo capítulo de la novela 2666, última de Bolaño. Amalfitano es chileno. Profesor de filosofía de la Universidad de Santa Teresa en Sonora, México. Así, de entrada, pienso que Amalfitano es un hombre triste. Ya, en el primer capítulo, es mencionado como anfitrión de tres profesores y críticos literarios (un francés, un español y una inglesa) que llegaron a México buscando a un hombre que consideraban el mejor escritor alemán del siglo XX al cual, sin embargo, nunca habían visto y andaban tras su pista. Se supone que Amalfitano también es un experto conocedor de la literatura del mentado y misterioso escritor pero, a diferencia de los viajeros, no lo considera tan extraordinario y así se los hace saber. En su paso por el primer capítulo, Amalfitano se relaciona bien con los críticos aunque a estos les pareció, inicialmente, un hombre fracasado pues había estado enseñando en universidades europeas para luego terminar en Sonora. No obstante, tuvieron una buena relación. En dicho capítulo, se describe una escena en la cual Amalfitano invita a almorzar a su casa al francés y al español y que estos, mientras esperan la comida van hacia el patio trasero de la casa de Amalfitano y encuentran un libro colgado en el tendedero de ropa, titulado "Testamento geométrico" de un autor español, gallego para más señas llamado Rafael Dieste.  Amalfitano observa la escena a través de la ventana de la cocina. Aquí, en ese preciso instante, Amalfitano está triste. Parece una escena descrita al voleo sin mayor significación pero que a mí, particularmente, me llama la atención. Algo importante enlaza a Amalfitano con el Testamento geométrico de Dieste."

"Me topo con la horma de mi zapato”. Experiencia vivida hace tantos años.
Aquí las lágrimas brotan sin dificultad y pide ayuda sin resquemores. Yo, en cambio, surgí híbrida. Un híbrido desigual: niña-mujer. En la búsqueda de ayuda también se denota el conflicto: la niña que siente que nadie la quiere, que todos la olvidaron, que pasó su infancia recostada sobre una pared. Me pregunto, ¿cómo subvertir el orden establecido? ¿Cómo ser adulta para hallar el camino de la madurez?”

"Como contrapartida me prestaron un libro de Paul Auster, La noche del oráculo. Lo leí en un día. Pasé por varias impresiones: primero que podía clasificarse como un libro de autoayuda, los cuales no me resultan atractivos. Luego, la trama fue adquiriendo mayor peso. Usa el estilo de la narración dentro de la narración y aquí, pudiéramos decir, hay un punto de coincidencia con Bolaño. Nada más un punto de coincidencia, de intersección. Bolaño sigue siendo mucho mejor."


"A veces...en verdad, con frecuencia, me siento como una sombra sin asidero."

"Pienso en la realidad, en lo difícil que es conceptuarla, aunque sepamos  que puede clasificarse en  material y en  psíquica. Lo psíquico lo invade todo como un mal incontrolable causando una explosión de la realidad."


"Falta poco para que termine 2666. Habrá quien piense que leer implica un acto de relajación, de distracción. No obstante, esta novela me llena de tensión, no sólo porque siento que leo una obra maestra. Bolaño, escribe con la consciencia de una muerte segura, ¿quién no tiene una muerte segura? Sólo que al no pensar en ello creemos que el tiempo es infinito. Él escribía con la certeza de que el suyo era corto y buscaba cierta paz, aunque el dolor de saber que no volvería a tener un libro entre sus manos, que no se pasaría horas en una librería, lo abrumaba."

"Exclusividad: alguien me preguntó: ¿qué te ha parecido El Código de Da Vinci? Respondí que no lo había leído. ¡Qué extraño...! si es uno de los más leídos en la actualidad –insistió mi interlocutor.  ¡Exactamente!, por eso no lo he leído -añadí"

"En la carretera, yendo hacia Caracas procedente de Cumaná, un joven vendía unos periquitos y unos loritos reales. No recordaba haber visto nunca a éstos últimos. Estaban muy pequeñitos y lucían indefensos. Mis hijos se empeñaron en que querían un periquito. Después de tanto insistir, se los compré. Resultó una lorita a la que llamaron Conchita. Hasta ahí. Conchita vive metida en la casita para anidar que hay en la jaula. Le hace compañía a Zuly, una periquita que ya lleva con nosotros ocho años. Esto de que le hace compañía es muy relativo porque creo que no se llevan bien. Es como si Conchi le reclamara a Zuly su sumisión a nosotros, a nuestras reglas. Conchi, no sé cómo, se ha salido de la jaula dos veces, está agresiva y su pico se ve maltratado. Esta mañana la observé un rato y pensé que me miraba a mí misma."


Caracas, 20 de julio de 2011.


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