domingo, 27 de marzo de 2011

Entre cuentos













"Debajo de las nubes avanzaba el mar, más amplio e inmutable que la tierra. Esta nunca parece adueñarse del mar aún en sus bahías. El agua todo lo invade".
Y.M.


En mi escrito anterior, reseñé seis cuentos del extinto escritor Yukio Mishima. Se trató de una muestra pequeña pero bastante significativa de la extraordinaria calidad de este singular escritor. Su producción novelística, cuentística y teatral es extensa.

Del libro de cuentos de Mishima quedaron pendientes Muerte en el Estío, Onnigata y una obra de teatro llamada Dodoji. Debo reiterar que los tres lo que hacen es ratificar el poderoso escritor de cuentos que era Mishima para hablar ahora sólo de este género. Cuando leí Muerte en el Estío recordé uno del también japonés Haruki Murakami llamado El séptimo hombre publicado en su libro de cuentos Sauce ciego, mujer dormida (2008). Me dispongo a hacer referencia a ese cuento y sus posibles similitudes y/o diferencias con Muerte en el Estío:

El séptimo hombre

Un hombre, ya en la cincuentena de su vida, narra una historia a un grupo que bien pudiera tener la finalidad de compartir experiencias muy vívidas. La historia se remonta a cuarenta años atrás cuando El séptimo hombre tenía 10 años y vivía en una ciudad costera con su hermano y padres. K no sólo era su vecino sino su mejor amigo. Eran como hermanos. K tenía una belleza casi femenina, era bondadoso. No obstante, tenía dificultades para hablar y era considerado por algunos como retrasado mental. Otra cualidad resaltante en K era la de pintar. El narrador siempre había pensado que de adulto K sería un pintor famoso.

El día que marca la historia un gran tifón había sido anunciado por radio y todos los habitantes se prepararon lo mejor posible para soportarlo. Después de una primera arremetida vino la calma y nuestro narrador dice que le pidió permiso a su padre para salir y éste se lo concedió advirtiéndole que regresara a la brevedad. Él sale de su casa y se encuentra con K quien, acompañado de su perro, quiere ir con él. Van juntos a la playa y se topan con el espectáculo de miles de árboles arrancados y objetos diversos que seguramente proveían de las profundidades del mar. Repentinamente, él oye un ruido atroz y se percata que viene una ola horrenda. Llama a K (quien se hallaba como a diez metros de él) o cree haberlo hecho pero K se halla como abstraído contemplando algo en la arena. Cree seguir llamando y a su vez corre hacia el rompeolas. Cuando K lo mira y se da cuenta de la ola ya es muy tarde. La ola lo engulle junto con su perro. El narrador menciona que al pasar la ola busca a K pero no lo ve. Sabe que la ola se lo llevó. De seguida, viene otra ola peor que la anterior y él decide hacerle frente. No quiere huir. Pero la ola se detiene antes de llegar a él y describe que, en la cresta de la ola "...vio a K, quien parecía encerrado en una cápsula transparente, flotaba, vuelto hacia un lado el cuerpo de K. Y no sólo eso. K miraba hacia mí y me sonreía... Él me miraba y sonreía. Pero no era una sonrisa normal. La boca de K se abría en una amplia sonrisa maliciosa que se extendía, literalmente, de oreja a oreja. Y su par de frías y congeladas pupilas permanecían fijas en mí. Entonces me tendió la mano derecha. Como si quisiera asírmela y arrastrarme consigo a aquel otro mundo. Por muy poco, su mano no logró agarrar la mía. Luego volvió a esbozar una sonrisa, aún más amplia que la anterior."

Este hecho causó un profundo trauma en El séptimo hombre, caracterizado por pesadillas reiteradas, fobia al mar, incapacidad para entablar relaciones personales (no llega a vivir con ninguna persona y mucho menos se casa). Termina narrando que regresó a su pueblo y estuvo justo en el lugar donde la ola se llevó a K y, de alguna manera, se replantea las cosas, logrando liberarse de una culpa de años.

Muerte en el Estío

Este cuento relata la experiencia dramática vivida por una joven pareja. Se desarrolla en una playa cercana al extremo sur de la Península de Izu (Japón) llamada A. Beach. Allí sólo existe una hostería - Eirakuso- donde alquilan casas. Tomoko Ikuta va a pasar unos días con sus tres hijos, Kiyoo, Keiko y Katsuo de 6, 5 y 3 años respectivamente. También va con ellos, la cuñada de Tomoko, llamada Yasue quien era una mujer bondadosa, no era fea, se había quedado soltera y había venido a Tokio para ayudar a Tomoko a cuidar a sus sobrinos y colaborar con las tareas del hogar. Además, Yasue hacía un curso de corte y confección y cosía ropa para Tomoko y los niños y para sí misma. El esposo de Tomoko y hermano de Yasue se llamaba Masaru, de 35 años y trabajaba en una compañía norteamericana devengando una remuneración excelente. Masaru no había ido con su familia a la playa.

Una tarde, Tomoko decide tomar una siesta, mientras Yasue y los niños se van a la playa. En un momento dado, Kiyoo y Keiko, quienes jugaban haciendo castillos de arena, se meten en el agua y Yasue se queda con Katsuo. Ve a los niños y les grita que regresen, que vengan a jugar con su hermano menor. De pronto, no ve a los niños pero sí  el traje de baño de Kiyoo. Yasue corre hacia la playa y súbitamente cae al agua fulminada por un infarto. Alguien la ve y acude en su auxilio. Llegan otros. La sacan del agua y se dan cuenta que su pulso es prácticamente imperceptible. Katsuo mira aterrado hacia el mar. Llaman al gerente de la hostería y llevan a Yasue hacia allá y a Katsuo. El gerente avisa a Tomoko quien se desespera al ver a Yasue inconsciente, siendo sometida a maniobras de reanimación. Pregunta por sus hijos y le responden que está bien. Cuatro horas después se convencen que Yasue está muerta y cuando Tomoko vuelve a preguntar por sus hijos le dicen que el niño está bien. Ella agrega, ¿los tres?. Todos se ven las caras y Tomoko empieza a correr hacia la playa. Increíblemente, nadie se había percatado de la ausencia de los dos niños. La desesperación de Tomoko es infinita. Le envía un telegrama a su esposo donde le informa que Yasue está muerta y Kiyoo y Keiko desaparecidos. Masura va, de inmediato, para A Beach. Cuando llega, Tomoko dice que fue su culpa. Los cuerpos de los niños aparecen al día siguiente.

Luego de los catorce días de ceremonias fúnebres, la vida de Tomoko y Masaru parece volver a la "normalidad". Tomoko, muy triste y muy culpabilizada queda con terror tanto hacia las playas como por las montañas y la sola palabra "verano" le traía pensamientos obsesivos de muerte. Tenía pesadillas recurrentes hasta que un día no aparecieron cuando pasó la primera noche (después de las muertes) asaltada por breves y placenteras ensoñaciones.

Después transcurrieron 49 días de oficios religiosos. Masaru compró un terreno en el cementerio de Tama y fue a verlo con Tomoko y Katsuo. Estando allí, Tomoko tuvo los siguientes pensamientos: 



"Que un chico se ahogara en el océano no era completamente imposible. Incluso a nadie se le hubiera ocurrido ponerlo en duda. En cambio, el tratarse de tres personas hasta parecía ridículo. Aún diez mil personas hubieran constituido una cifra absurda...Una muerte era siempre algo tan grave y solemne como un millón de muertes. El leve exceso era lo diferente.". Tomoko también padece una serie de ilusiones, tales como: cuando iba saliendo del vagón del tren que los llevaría al cementerio, quiso devolverse pensando que Kiyoo y Keiko se habían quedado adentro; al comprarle un juguete a Katsuo (que se había convertido en el centro de toda su atención y por cuya presencia agradeció no haberse suicidado) se vio buscando algo que comprarle a sus dos mayores hijos que se habían "quedado en casa". 
Tiempo después Tomoko queda embarazada situación que para nada estaba en sus planes ni en los de Masura, no obstante, ese embarazo le despierta una fuerza particular pensando en que debía salvaguardar el mundo interior de su hijo nonato. El nuevo embarazo pareció haber "... trazado una línea divisoria con los recuerdos..." de la pérdida de sus hijos. Tomoko experimenta, por vez primera, la fuerza para admitir "...que su dolor había terminado. No hizo sino reconocer un hecho concreto."

En Muerte en el Estío hay una serie de frases pensadas por Tomoko que me parecen dignas de resaltar: "...es difícil interpretar los hechos cuando están aún a nuestro alcance. El entendimiento llega más tarde. Es entonces cuando se analizan las emociones; se efectúan las deducciones y todo tiene una posible explicación. Mirando atrás...no podía sino sentirse insatisfecha frente a sus desubicados sentimientos. No cabían dudas de que el descontento permanecería en su corazón durante un lapso mucho más prolongado que el dolor mismo. Pero no era posible volver atrás e intentarlo todo de nuevo". 



Agrega el narrador: "Aún cuando no hubiera alcanzado el verdadero olvido, algo cubría el dolor de Tomoko como fina capa de hielo sobre un lago. Podría quebrarse ocasionalmente, pero, durante la noche, volvería a formarse de nuevo. El olvido llegó, inadvertidamente, cuando nadie lo esperaba. Logró filtrarse por un ínfimo intersticio e invadió el organismo como un germen insensible, abriéndose paso lenta pero seguramente. Tomoko atravesaba inconscientes presiones como cuando uno se resiste en sueños. Rechazaba el olvido y se decía que aquél provenía de la fuerza transmitida por el nuevo hijo que había concebido. Pero el niño sólo ayudaba."

Tomoko tiene una niña a quien llaman Momoko y cercano a cumplirse dos años de la muerte de sus hijos y de Yasue, Tomoko le pide a Masaru que vayan a A Beach. Él no quiere, no entiende por qué ella quiere regresar allá. Tomoko logra convencerlo y en un momento que están frente al sitio de las muertes, Tomoko se queda mirando fijamente hacia la playa y Masaru aprieta fuertemente la mano de Katsuo. ¿Qué pensaría Tomoko en ese instante?. Querría también morir?. ¿Se estaría despidiendo definitivamente de sus hijos?.

Pienso que el cuento de Murakami y el de Mishima tienen puntos en común más allá de lo obvio. Resalta cierta "serenidad" ante la muerte o, tal vez, en la forma como se expresa la pena y la búsqueda de una especie de despedida con esos seres fallecidos (¿o su reencuentro?) Ambos me impresionan dramáticos y de una excelencia narrativa incuestionable.

Caracas, 30 de marzo de 2011.

No hay comentarios:

Publicar un comentario