jueves, 10 de febrero de 2011

BORGES Y SU ALEPH


En diferentes ocasiones, he escuchado y leído que Jorge Luis Borges es "difícil de entender", también que "es maravilloso". Me pregunto cómo puede un escritor ser maravilloso si no se le entiende. Me planteo que, probablemente, quienes así opinan son gente muy instruida, muy cultivada, que sí lo comprenden y les parece, en conclusión, un escritor extraordinario.

Mi conocimiento literario de Borges es escaso. Ahora sólo podría decir que, era argentino, ciego, que siempre utilizaba un bastón, que se casó con una mujer llamada María Kodama, que nunca ganó el Nobel de Literatura, que murió ya viejo. ¡Ah!, otra cosa, que escribió un libro llamado Ficciones, otro titulado El libro de arena (1.975). Éste último lo leí cuando tenía como diecisiete años. Su portada era de color marrón claro tirando a ocre. Contiene trece relatos cortos, el primero de los cuales se llama "El otro", cuyo tema es el de un hombre ya mayor (Borges) que se encuentra sentado en un banco de un parque frente a un río y, en el lado opuesto del banco, está sentado otro hombre que es él mismo, pero más joven. Una especie de imagen especular.

Sobre lo poco que he leído de Borges, aclaro, ¡todo he tenido que releerlo!, que buscar el diccionario, que emplearme a fondo para hallarle sentido e incluso concluir que no tiene sentido o que el mismo no me ha sido dado a conocer. Muchas de mis interpretaciones las he visto cuestionadas por otras y, en muchos casos, absolutamente antagónicas. Pareciera que Borges nada, con esplendor, en lo paradójico, en un mundo de retórica y erudición que, a mi entender, lo mantuvo alejado de la vida, ajeno a cualquier compromiso vital. Nunca había leído, hasta ayer, alguien que criticara a Borges ni abierta ni solapadamente. En el libro de ensayos de Enrique Vila-Matas, "Extrañas notas de laboratorio", hallo uno titulado "Lecturas Andinas". Haciendo abstracción de la idea global del relato, Vila-Matas cita un libro: El factor Borges de Nicolás Helft y Alan Pauls. Dice el escritor barcelonés: " En el libro hay capítulos geniales, como el dedicado al parasitismo literario del autor del Aleph. Ahí se cuenta cómo un tal Ramón Doll, en 1.933, en su libro Policía intelectual, criticó la escritura de Borges acusándola de abusar de las cosas ajenas y de reiterar y degradar lo que repetía, acusó a Borges de parásito literario." No conozco "El factor Borges" pero me llama la atención la mención que hace Vila-Matas, Premio Rómulo Gallegos año 2000. Sospecho que Vila-Matas, de alguna forma, se hace eco de la historia mencionada.

El Aleph, el mejor relato de Borges, he escuchado decir innumerables veces. En éstos días releía un escrito de Sergio Pitol, titulado "La herida del tiempo" que comienza con el primer párrafo de El Aleph. En las últimas líneas del mismo, Pitol agrega: "El Aleph, ese inmenso milagro con que Jorge Luis Borges ha enriquecido nuestras vidas.". Leí dicho cuento meses atrás y quedé en releerlo, pues, de entrada, me pareció confuso. Las palabras de elogio de Pitol apresuraron el compromiso de la vuelta al cuento, a un posible análisis...

El Aleph, para comenzar, es definido como uno de los puntos del espacio que contiene todos los puntos. Parece que, según la concepción espiritual de etnias y religiones hay diferentes aleph(s) así que la palabra da para mucho. Éste concepto me trae de inmediato a la memoria la palabra panóptico, que se me antoja relacionada de alguna manera. Panóptico significa, según mi pequeño Larousse ilustrado: "...dícese del edificio construido de tal modo que se puede ver todo su interior desde un sólo punto."

Una historia. Tres protagonistas. El narrador, eterno enamorado de Beatriz Viterbo y, su primo hermano, Carlos Argentino Daneri que copa la mayor parte del cuento. Pero el aleph toca varios temas: el de la muerte resignada, sin aspavientos de Beatriz aunado al hecho obvio de que la vida sigue inexorablemente. Sólo queda una sucesión de fotos como constatación de que existió y el recuerdo que el narrador hace de ella, visitando su casa cada treinta de abril, que era el día de su cumpleaños. El narrador asume vanagloriarla sin humillaciones, ahora con mayor facilidad pues, está muerta, lo que suena contradictorio y nos hace pensar que ella, en vida, no aceptaba su cariño, su amor. Las visitas del narrador (que no es otro que Borges) a la casa de Beatriz, le lleva a auto imponerse la presencia de Carlos quien le revela que está escribiendo un poema titulado La Tierra en el que se proponía versificar toda la redondez del planeta, además, en su prólogo hablaría de la modernidad del hombre de esos años. Borges lo considera altamente tedioso. Carlos le pide interceder para que un conocido hombre de letras le prologue su poema. Piensa que es seguro que lo logre ya que su poema está basado en la perfección formal y el rigor científico.

Borges piensa que hay cierto ramalazo de locura en éste hombre y decide que pase el tiempo hasta que a Argentino Daneri se le olvide el asunto. Un día, Carlos lo llama, muy angustiado, para decirle que van a demoler su casa que, por cierto, era una casa alquilada y que haría hasta lo imposible por evitar lo que consideraba un desastre y le impediría terminar su poema. Le cuenta a Borges que en el sótano de la casa se encontraba el aleph que era lo que le permitía escribir ese grandioso poema. Lo había descubierto desde niño cuando sus tíos le dijeron que en el sótano había "un mundo". Resulta curioso. Pareciera que Daneri, tomó, se impregnó de esa frase, en forma literal, como la totalización típica del psicótico y, para él ese mundo era el aleph. Borges bajó al sótano después de soportar lo que consideraba relatos impertinentes de Daneri, reiterándole, a cada instante, las cosas que debía hacer para verlo. En caso contrario, sólo su incapacidad explicaría el hecho de no verlo y no la falsedad de lo señalado por Daneri. Borges se angustia por la visión del aleph. Luego hace precisiones teóricas sobre el mismo: Aleph, primera letra del alfabeto de la lengua sagrada (se pregunta de dónde habrá sacado Daneri ese nombre); su relación con la ilimitada y pura divinidad (según La Cábala) y que tiene forma de hombre que señala, simultáneamente, la Tierra y el cielo. La Tierra es el mundo inferior, siendo el espejo y el mapa del mundo superior que es el cielo.

Agrega Borges que el aleph es el símbolo de los números transfinitos, en los que el todo no es mayor que alguna de sus partes, reflexión lógica ya que el aleph tenía 2 ó 3 centímetros de diámetro y a través de el se veía todo el mundo. Éste punto lo aprovecha Borges para hablar del infinito o de lo infinito, tema muy constante en él y del olvido. Borges le aconseja a Daneri que se vaya de la casa, para su tranquilidad emocional. Específicamente le dice que, el campo y la seguridad son dos grandes médicos. La casa es demolida en 1.943, 14 años después de la muerte de Beatriz. Ese mismo año, el poema de Daneri recibe el segundo lugar del Premio Nacional de Literatura quedando el libro de Borges, titulado Los Naipes del Tahúr, totalmente fuera. Ambos hechos dejan a Borges sorprendido, además de que se vislumbran nuevas publicaciones de Daneri quien siguió escribiendo sin la ayuda de su aleph. No queda claro el por qué Borges dice que el aleph de la casa Garay era un falso aleph, que hay o había otro aleph, exponiendo una serie de antecedentes históricos que podían sustentar esa afirmación.

Así veo el aleph de Borges.

Caracas, febrero 10 de 2011.

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