miércoles, 14 de febrero de 2024

Mil grullas




Leo la novela  Mil grullas (1952), en versión digital, del primer Premio Nobel de Literatura japonés (1968) Yasunari Kawabata (1899-1972).

De las grullas, sólo sé que son aves. Averiguando un poco más: son aves de lugares abiertos que se desplazan dando zancadas con sus largas patas y se alimentan de semillas e insectos con su largo pico. Viven en bandadas. Se emparejan de por vida y tienen una espectacular exhibición de cortejo. Requieren un hábitat tranquilo para vivir.

Encuentro que las grullas, entre los antiguos, eran un símbolo de prudencia y vigilancia. También que en China y Japón equivalen a un amuleto de la suerte.

Mil grullas tiene como protagonista al joven Kikují Mitani (25 años) que vive en Tokio. Sus padres ya habían muerto y buena parte de la novela se desarrolla alrededor de la ceremonia del té, ritual para preparar té verde. Este ritual está influenciado por el budismo zen, sirviéndose a un pequeño grupo de invitados en un ambiente tranquilo.

Vale destacar que la ceremonia del té sigue siendo una práctica cultural importante y es valorada por su belleza y por la oportunidad que brinda para conectarse con los demás y con uno mismo de forma serena y armoniosa.

Leemos en Mil grullas que el padre de Kikují, practicante activo de la ceremonia del té y fiel a los tazones que se utilizan en el mismo, había sido un hombre que, aparte de su esposa, había tenido otras parejas y ello es narrado sin aspavientos, como algo absolutamente normal. No me refiero a la infidelidad en sí del señor Mitani sino al hecho de que tanto su esposa como su hijo conocían y trataban a esas mujeres.  

(Debo decir que desconozco si esta “especie de poligamia” en los hombres japoneses y el hecho de que la mujer y los hijos del hombre se relacionen con las amantes es corriente en Japón).  

Destacan, entre las parejas del padre de Kikují, la señora Ota (45 años) que tenía una hija llamada Fumiko, joven muy tímida y siempre avergonzada por la actitud de su madre hacia el padre de Kakují y hacia este mismo.

Kakují y la señora Ota también tienen una relación amorosa. Era como si ella quisiera prolongar su relación con el padre en el hijo y algo de esto también le sucedía al propio Kukijí. Al final de la novela, la señora Ota se suicida y no queda claro si es porque pensaba en la imposibilidad de su amor hacia Kikují o que estuviera buscando que Kikují se casara con su hija.

Otra amante del padre de Kikují (aunque por corto tiempo) es Kurimoto Chikako, organizadora  e instructora de las ceremonias del té. Se describe que ella tenía una mancha negra en el pecho y que tal vez ello influyó en su destino de no casarse y no tener hijos. En todo caso, Kurimoto era una mujer dominante y se da a la tarea de pretender que Kikují se case con una joven llamada Yukiko Inamura, hermosa y de “buena” familia. Es en esta joven donde se hace referencia a un pañuelo rosado con dibujos de grullas volando. No obstante, no logro relacionar dicho pañuelo con el título y el desarrollo de la novela.

A Kikují le molestaba la actitud entrometida de Kurimoto y la pretensión de conducir su vida.

Kurimoto creía saber las intenciones de la señora Ota de que su hija y Kukují se casaran y hace todo lo posible por orientarlo hacia la señorita Inamura. Incluso, Kurimoto llega a decirle a Kukují que, durante unos días que él estuvo ausente de Tokio, tanto Fumiko como Yuyiko se habían casado, lo cual era falso.

Hacia el final de la novela, uno tiende a pensar que Kukují y Fumiko se quedarían juntos. Pero, de alguna manera, el joven veía a la madre a través de la hija y Fumiko parece darse cuenta de ello y creemos que no está dispuesta a aceptarlo. ¿Se suicida Fumiko? No lo podemos afirmar pues se trata de un final abierto.

El lenguaje empleado por Kawabata es hermoso y pareciera que lo hace en forma natural, a su vez que la forma de contar el aspecto psicológico de los personajes y de la naturaleza que siempre está presente.

Por cierto, el tema del suicidio está claramente presente en esta novela y no podemos dejar de relacionarlo con el aparente suicidio del mismo Kawabata, aunque algunos autores consideran que su muerte fue accidental.

Hay otra novela de Kawabata, más corta aún, y que leí previamente a Mil grullas titulada La casa de las bellas durmientes (1961), en el cual el tema de la vejez, del sexo, del despertar de los recuerdos y del suicidio también resaltan.

Diría que Mil grullas y también La casa de las bellas durmientes son novelas particulares  y que para su análisis requerimos conocer ciertos elementos de la cultura japonesa como sus rituales, la relación generacional, su religión, la forma de relacionarse hombres y mujeres. Los finales abiertos de ambas novelas nos deja qué pensar abriéndose un abanico de posibilidades.

El ritmo lento de la novelas, la no premura por contar los desenlaces, la serenidad de los personajes y a su vez, la expresión de la angustia, etc., establece un estilo narrativo diferente al del mundo occidental. Agregaría que es diferente pero no por ello menos atractivo.  

 

Yasunari Kawabata


Escrito y publicado por Libia Kancev D.

Caracas, 14 de febrero de 2024. 

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