Vale destacar que
Simenon fue el creador del personaje del famoso inspector de la policía
francesa Jules Maigret que figura en muchas de sus novelas.
La
mirada indiscreta se desarrolla en París y el personaje
central es una mujer soltera, de 40 años, llamada Dominique Sáles que vivía
sola y tenía alquilada una habitación de
su casa a una pareja joven, los Caille, formada por Albert y Lina, los cuales
eran muy activos sexualmente, situación que era imposible que no fuera notada
por Dominique ya que la pareja hacia mucho ruido con el agravante de que en
ocasiones, Dominique los observaba por el ojo de la cerradura de la puerta de
la habitación que ocupaban.
De alguna manera,
Dominique pensaba que estaba mal la falta de pudor de los Caille pero, por otra
parte, ello la hacía pensar en el tema de su sexualidad no ejercida.
La madre de Dominique
había muerto muchos años atrás y, como veremos, buena parte de la forma de ser
de Dominique estuvo signada por la crianza que le dio su madre.
Su padre, general del
ejército, también había fallecido y Dominique lo había cuidado desde que ella
tenía 15 años siendo una situación muy esclavizante para ella “Apenas salía ya
de la casa. Su padre tenía un timbre al alcance de la mano y se ponía furioso
si su hija no acudía a la primera llamada”.
Desde el punto de vista
económico, Dominique se hallaba casi en una situación de pobreza. En la parte
superior de su vivienda, vivía una anciana llamada Agustine que, al igual que
Dominique, acostumbraba a espiar a los vecinos. Enfrente de la vivienda, había
una casa grande de dos plantas habitada por una familia adinerada de apellido
Rouet. Esta familia incluía a los señores Rouet, a Hubert -el hijo- que tenía una salud muy
precaria- y su esposa, Antoinette (que no alcanzaba los 30 años).
Dominique había
dedicado su vida, desde que vivía en esa casa, a espiar a los vecinos a través
de las ventanas, en especial a los Rouet. Una tarde, habiendo llegado
Antoinette de una salida, entró al cuarto de su esposo Hubert, que se hallaba
gravemente enfermo y, en ese momento, él
tiene una crisis respiratoria. Se supone que su esposa ha debido darle su
medicina pero ella la bota en unas matas que había en la habitación y Hubert
fallece.
Este episodio fue visto
por Dominique y le pareció muy criticable, por ello, Dominique decide
escribirle unas cartas anónimas pretendiendo que se responsabilice de lo que
hizo. Cuando las cartas llegaron a Antoinette ella les dio poca importancia y
las desechó.
Para Antoinette, la
muerte de su esposo fue como una liberación “Se había librado, por fin, de un
marido insulso y aburrido. Era rica” y, aunque
quiere marcharse de la casa de inmediato, la señora Rouet, mujer controladora y
dominante, lo impide haciéndole ver las consecuencias que eso tendría con
respecto a la herencia que le correspondía.
Antoinette decide quedarse en la casa de sus suegros y por un tiempo
intenta adaptarse a su estilo de vida pero, más temprano que tarde, empieza a
escaparse (con la excusa que iría a ver a su madre) e ir a bares y hoteles
buscando relacionarse con hombres y Dominique comienza a seguirla, en realidad,
se obsesiona con ella (hasta podríamos pensar que está enamorada de ella). Ahora Dominique piensa que Antoinette tiene
derecho a vivir su vida y lo que Dominique observa la hace pensar en el hecho
de que ella no ha tenido ninguna pareja,
ninguna relación ni intimidad sexual y, sin duda, ello tiene mucho que ver con
lo que se ha convertido. Dominique
empieza a considerar a Antoinette y ya no la ve como alguien que actuó mal con
su esposo sino como alguien que tiene derecho a vivir y disfrutar su vida.
Dominique también se percata
que el señor Rouet sale a escondidas de su esposa y va a prostíbulos y lo sigue
en diversas ocasiones.
En todo lo anterior,
gira la vida gris y precaria de Dominique.
Hay una escena donde la
vemos viajando en tren hacia Tolón para asistir al velorio de una tía llamada
Clementine de cuya muerte le informaron a última hora. En el tren se queda
medio dormida y tiene un sueño erótico
con la anciana Agustine que había fallecido días atrás. Dicho sueño la deja
algo perturbada.
Cuando Dominique llega
al velorio, ni siquiera logra ver el cadáver de su tía Clementine y durante el
tiempo que comparte con su familia se siente que la vida de ellos ha cambiado,
la de ella no. Incluso, la noche antes de regresar a París, debe dormir en un
hotel de mala muerte. A ninguno de sus familiares se le ocurrió ofrecerle
alojamiento.
De regreso en su casa,
Dominique ve que Antoinette tiene un amante que lleva a escondidas a la casa de
los Rouet y que está a punto de ser sorprendida por su suegra. Dominique quiere
advertirle pero no es posible. Suegra y nuera tienen un fuerte encontronazo
donde Antoinette se desahoga y le dice
lo que piensa de ella y la tortura que significó vivir con su hijo. Antoinette se va de la casa de sus suegros. Sigue sus
aventuras amorosas aunque sufre desplantes y engaños por parte de los hombres
con que se relaciona.
Los Caille le informan
a Dominique que se mudan y aunque
Dominique no tenía mayor relación con ellos, siente que se vayan.
Poco tiempo después,
Dominique entra en una especie de crisis existencial, depresiva. Recuerda a su
madre y piensa en que la misma es responsable de la vida que ha vivido:
Dominique
pensaba ahora en su madre sin pesar. La recordaba bastante bien, pero no
detalladamente; recordaba, sobre todo, una figura endeble, una cara alargada
siempre algo inclinada, un ser como medio apagado, y no se conmovía, la evocaba
fríamente, tal vez con algo de rencor. Pues, lo que ella era se lo debía a su madre. Aquella especie de impotencia para vivir –ya que se daba cuenta de que
era impotente ante la vida- se la había inculcado su madre al mismo tiempo
que una resignación elegante, un retraimiento distinguido, todos aquellos
gestos insignificantes que no servían más que para engañar a su soledad.
Dominique se suicida.
La
mirada indiscreta no resultó una novela policial sino una
novela profundamente psicológica que me hizo pensar en el impacto que tiene la
crianza de los hijos por parte de los padres. En el caso de Dominique parece
evidente. La ausencia de pareja, el hecho de no haber tenido jamás relaciones
sexuales en parte por una intensa represión moral también influyó negativamente
en ella.
Nota:
en la versión digital en que leí La mirada indiscreta, no logró precisar las
páginas, por ello las citas que hago no tienen el número de la página
respectiva.
Escrito y publicado por Libia Kancev D.
Caracas, 29 de febrero de 2024.