martes, 14 de junio de 2011

Entre Crónicas (parte I)




Tengo en mis manos el libro Desvelos y Devociones pulso y alma de la crónica en Venezuela 2010, editado por la Bigott.  El mismo es producto del V Seminario El Pulso y El Alma de la Crónica, realizado durante la semana del 7 al 11 de junio del pasado año. Me permito tomar tres crónicas un poco al azar (y no tanto), para comentárselas. Las mismas fueron escritas por periodistas o estudiantes de Comunicación Social, participantes del pre citado seminario. Las reseño acá por la excelente impresión que me han producido, además de aumentar mi confianza en nuestros jóvenes escritores y en la capacidad real de la literatura venezolana.                     

La primera: La Reina del Barrio más grande de Latinoamérica, escrita por Juan Carlos Figueroa: trata de una joven de 18 años llamada Ginarvit Méndez, quien había sido electa reina del carnaval en el barrio José Félix Ribas en Petare. La joven está contenta por el hecho. Además, hay antecedentes en su familia. Tanto su mamá como su abuela lo habían sido en años anteriores. Su madre -Gina- dice que la elección de su hija tiene que ver con una cuestión de actitud. Ginarvit no sólo disfruta de su elección. Le resulta imposible no hablar de la violencia, de la criminalidad, de la angustia que significa vivir en su barrio. Relata la muerte de un amigo dos años antes. Se menciona la cifra de 568 ciudadanos muertos en su municipio para 2009 y de 184 muertos en lo que iba para el momento en que fue escrita ésta excelente crónica. También se comenta, las diferencias del barrio en cuanto a número de habitantes y la violencia, entre la década del noventa y la actualidad. Al final, Ginarvit compite con otras jóvenes de los barrios que integran el municipio Sucre para la elección de la reina. Ginarvit no gana pero lo toma de la mejor manera. 

Por otro lado, tenemos una crónica escrita por la joven periodista Ariana Guevara Gómez, titulada La paciencia de Cecilia, en la cual narra la experiencia de una madre con su hijo autista. Cecilia tiene un parto de morochos. Una hembra y un varón. El nombre de él es Alfredo. Viven en Barinas. Cuando Cecilia se da cuenta de las diferencias de desarrollo demasiado obvias entre sus hijos, comienza a buscar ayuda. Los médicos que lo atienden no saben qué tiene Alfredo, el cual presenta convulsiones no diagnosticadas. Cecilia decide viajar a Caracas, Alfredo es evaluado. Es, por fin, en Sovenia cuando la Dra. Lilia Negrón le hace a Alfredo el diagnóstico de autismo moderado más el daño orgánico adicional causado por las convulsiones (que ya habían cedido). Cecilia se va a vivir a Caracas y así se inicia el tratamiento conductual de Alfredo. Se habla de la rutina que inicia Alfredo en una plaza cercana a su casa, acompañado por Cecilia: montar un "concierto" vestido de una manera muy particular. Ello lo realiza de lunes a viernes. Sólo cuando llueve o cuando Cecilia materialmente no puede llevarlo, la rutina se interrumpe: "En el suelo extiende dos sábanas y las rodea con retazos de una carpa vieja. Sobre eso forma un cuadrado con los palos de escoba y, en medio, coloca un tobo de plástico al revés, sobre el que se sienta. Lleva una falda hawaiana en la cabeza, a modo de peluca, y una bandera amarrada a la cintura. Sobre sus piernas descansa una guitarra pequeña y frente a él, un micrófono que se sostiene en una silla. Él se inclina un poco hacia adelante y canta un reguetón con voz ronca, mientras toca unas cuerdas desafinadas, ante un público de una persona: su mamá.". Intentar introducir algún cambio, por pequeño que fuese, en la rutina diaria de Alfredo se hace cuesta arriba. Destaca la crónica algo que no es de extrañar. Para esas fechas no existen cifras de personas autistas en Venezuela (década del noventa) y tampoco ahora, dice. Se dan las cifras de los Estados Unidos: un autista por cada 1.500 personas. Para 2007: 1 por cada 90 personas. Ya, de más edad, Alfredo empieza a padecer nuevamente de convulsiones y debe ser medicado. Cecilia decide que duerma con ella. Se pone en el tapete su preocupación  sobre el hecho de qué pasará con su hijo cuando ella ya no esté para cuidarlo: "Yo soy su mamá, y quien más que yo para tenerle paciencia. Cuando yo me muera, no sé quién lo va a llevar a la plaza.". Indudable el componente emocional de esta crónica, escrita intercalando ciertos tiempos lo cual le da un matiz literario particular.                             

La tercera crónica a reseñar en esta ocasión: Diario de una pasante, escrita por Francesca Copello. Aquí se narra la experiencia de una joven pasante en el Diario Panorama de Maracaibo. En primer término, relata la historia de Carlos, un hombre casado, con dos hijos, quien no está dispuesto a pagar "vacuna" y está viviendo su primera amenaza al respecto. Carlos se niega a pagar, es un hombre humilde. Decide denunciar el caso a la policía y nada. Va a el Diario ya que cree que la revelación de la denuncia puede hacer que los maleantes lo dejen tranquilo. La pasante cuenta que, además de las pautas asignadas, le tocó atender las llamadas noticias de plantas, las cuales son elaboradas a partir de las denuncias o anuncios que hacen las personas directamente en el Diario y que tal actividad la hizo sentir más como una terapista que como una periodista. La primera pauta que atendió fue una protesta de más de 40 ancianos ante la oficina de Recursos Humanos de la Gobernación del Zulia (dice que fue acompañada por la periodista de políticas Priselen Martínez quien conocía a los ancianos y viceversa y se trataban como si fuesen amigos entrañables). Esa protesta se hace reiterativa. Sólo cambia el lugar. Luego, la joven atiende a personas que desean que se les haga alguna publicidad y que, usualmente se trata de personas aduladoras que acostumbran a dejar muestras de lo que desean les sea publicitado. El último caso reseñado es el de José Francisco Matheus, quien, hacia diez años atrás fue detenido (y desalojado de su casa) por la policía regional del estado Zulia, acusado de estar involucrado en el secuestro de la Dra. Maritza Serizawa. Refiere haber sido torturado durante 11 días. Que la violencia policial le quitó su vida. Posteriormente se supo que no había tenido nada que ver con tal secuestro. El señor Matheus fue acompañado al Diario por Rodolfo Rico (Red de Apoyo por la justicia y la paz). Ese día su caso había sido pospuesto otra vez, después de treinta ocasiones anteriores. 

Continuará. ¡Vale la pena leerlas!

Caracas, 14 de junio de 2011.






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