Hace un par de días terminé de leer la novela Simpatía (2021), publicada por la editorial Alfaguara y cuyo autor es el escritor venezolano Rodrigo Blanco Calderón (Caracas, 1981).
Simpatía
llegó a mis manos a través de mi hija mayor María Victoria quien estuvo unos
días de vacaciones por Francia y España. La novela me la envió mi hermana
Ivanka a quien le agradezco mucho.
De Blanco Calderón sólo
había leído relatos cortos recogidos en varios textos. Todos me resultaron
atractivos. Simpatía es su segunda
novela y me gustaría leer la primera titulada The Night (2016), con la que obtuvo el Premio Bienal de Novela
Mario Vargas Llosa en su tercera edición. Espero conseguirla y leerla en algún
momento.
Como sabrán, en
Venezuela y desde hace algunos años, se ha hecho muy cuesta arriba ir a una librería
para adquirir una novela así como así. Tres factores lo explican: el costo, el
hecho de que no puedan encontrarse y que han desaparecido muchas librerías.
Después de este
preámbulo quiero referirme al “hueso” de Simpatía.
Mientras la leía, por
mi mente pasó en varias ocasiones la palabra “laberíntica”. “Ésta es una novela
laberíntica”.
Rodrigo Blanco nos
relata diversas circunstancias. Pienso que las centrales (una realidad que
permite hacer metáforas) giran en torno al abandono de los perros, bien sea por
residentes en el país que no tienen cómo mantenerlos y también por parte de
gente que emigra y no se los pueden llevar con ellos.
La otra es la situación
económica y social del país que ha llegado a comprometer (y sigue
comprometiendo) una necesidad básica como es la alimentación para no hablar del
área de la salud, de la educación, del pésimo funcionamiento de los servicios
públicos. El tema del abuso policial y el de la corrupción no se quedan atrás. En
fin, una dura realidad que literalmente tortura a la mayoría de los
venezolanos.
Ulises Kan, un adulto
joven que dicta talleres de apreciación cinematográfica en un centro cultural
de Caracas y cuya historia de vida tiene como antecedente particular el hecho
de haber sido abandonado al nacer y adoptado a los 8 años de edad por una
pareja procedente de Ciudad Guayana (los
Khan) que no había podido tener hijos, no obstante, al hacerse efectiva la
adopción, la señora Khan queda embarazada y, de alguna manera, Ulises pasó a
ser como un objeto que se ha adquirido de más. Así, la relación de Ulises con su familia
adoptiva (que ya se hallaba fuera del país) no tuvo mayor consolidación
afectiva.
Ulises estaba recién
separado de su esposa Paulina quien le había pedido el divorcio. Antes de ese
hecho, Ulises le había dicho a Paulina que quería conocer a su suegro (para esa
fecha tampoco conocía al hermano gemelo de Paulina llamado Paul). Ni Paulina ni
su hermano tenían relación con su padre por graves desavenencias entre ellos,
así como las tuvieron con su madre Altagracia, ya fallecida (en un probable
suicidio).
Lo cierto es que Ulises
va a conocer a su suegro (todavía) que era el general retirado Martín Ayala. Martín participó en la contención de la
intentona golpista de Hugo Chávez
(Barinas, 1954- Caracas, 2013) en 1992 contra Carlos Andrés Pérez (Edo.
Táchira, 1922- EE. UU, 2010). En 1999
pasó a retiro. Al parecer, Martín y Chávez mantuvieron una relación de respeto.
Martín vivía en una
casa situada en el Este de Caracas llamada Los Argonautas. Estaba afectado por un enfisema pulmonar.
Casi de inmediato, entre Martín (que también había sido adoptado) y Ulises se
establece una excelente relación (casi de padre e hijo y viceversa).
Martín Ayala se había
convertido en amante de los perros. Tenía tres y había establecido las bases
para crear una fundación llamada Simpatía por el Perro, que funcionaría
en su propia casa después de su muerte y que estaría destinada al cuido de
caninos y su puesta en adopción.
Una vez separado Ulises
de Paulina, este inicia una relación con una joven llamada Nadine que, al
parecer, era bailarina y había estado un tiempo en Argentina. Ulises la había
conocido en uno de sus talleres. Así que se reencuentran y comienzan una relación apasionada. Ulises
hace que Martín y Nadine se conozcan.
El general Martín Ayala
fallece y en el velorio, Ulises se encuentra con el abogado Edgar Aponte quien
le notifica que Martín le había dejado el apartamento donde Ulises había vivido
con Paulina pero, hay una condición, Ulises debería encargarse de poner en marcha,
en un período de 4 meses, la fundación protectora de los perros, en conjunto
con una pareja: Jesús, entrenador de perros y Mariela, veterinaria, con quien
Martín había establecido contacto mucho antes de fallecer. La herencia de
Martín incluso establecía que después de 5 años de funcionamiento de la
fundación, Jesús y Mariela pasarían a ser los dueños legítimos de Los
Argonautas.
Ulises también se
encuentra con Paulina quien le dice que impugnará el testamento de su padre.
Ulises se da a la tarea
de activar la fundación y se traslada a Los Argonautas con Jesús y Mariela. En
la casa también habitaban la señora de servicio Carmen y el señor que le hacía
compañía a Martín, Facundo Segovia (un español -87 - que había emigrado a
Venezuela hacía muchos años siguiendo a su hermano mayor, Francisco, que
trabajaba – y vivía- en el Hotel Humboldt desde que fue construido e inaugurado
en 1956 bajo la dictadura de Marcos Pérez Jiménez (Venezuela, 1914 – España,
2001).
Martín había dejado
dispuesto las remodelaciones que se debían hacer en la casa. Y lo pendiente,
Ulises se lo hacía saber a Aponte pero, más temprano que tarde, Aponte muestra
su verdadero rostro de hombre corrupto dispuesto a extorsionar a Ulises quien
se da cuenta a tiempo y logra grabar a Aponte en su intento de chantajearlo.
Más adelante nos enteramos que Paulina y Edgar se conocían desde hacía años y que
se confabulan en contra de Ulises.
El trato entre Ulises y
Nadine iba bien hasta que la joven empieza a ausentarse y Ulises no logra
contactarse con ella. De pronto, Nadine aparecía de madrugada en Los
Argonautas, se ubicaba en el jardín y parecía bailar con los perros de Martín.
Un día, Ulises logra conectarse
con el número de Nadine pero, quien lo atiende es la señora Kando, la abuela de
Nadine quien le dice varias cosas, entre ellas: que Nadine se llama María
Elena, que no es bailarina, que no había estado en Buenos Aires si no en la
Isla de Margarita, que había pasado unos meses en la India, que era profesora
de yoga, que está casada con un buen hombre (aunque atormentado) y que tiene
una hija de 3 años que ella cuida. Agrega que la mamá de María Elena se había
ido hacía años a Francia y que prácticamente la había abandonado. La señora
Kando añade que María Elena tiene una conducta algo errática y que se relaciona
con diversos hombres.
Un día, Nadine y Ulises
se vuelven a encontrar en Los Argonautas.
Nadine se obsesiona con las novelas de la escritora australiana Elizabeth von
Arnim (fallecida en EE. UU en 1941) que era amante de los perros y de los
jardines y que había tenido una vida conflictiva con su esposo e hijos. Martín
le había hablado de esta escritora a Ulises.
Después de la muerte de
Martín, Facundo le da una caja a Ulises y le dice que se la lleve a su
apartamento. Aparte de las novelas por las que se obsesiona Nadine, en la caja
hay una traducción que había hecho Altagracia de las mismas y que Nadine
considera como una autobiografía de Altagracia. También, la caja contenía un
relato sobre El Libertador Simón Bolívar (Caracas, 1783-Colombia, 1830) acerca
de su historia con su perro, de raza mucuchíes, llamado Nevado.
Ulises nunca llega a
comentarle a Nadine lo que la abuela Kando le había dicho sobre ella. Nadine
tenía un comportamiento extraño que parecía ir del sonambulismo a algún
trastorno mental importante. El final de Nadine es trágico ya que, en una
crisis de celos su esposo la mata a ella, a la hija de ambos y se suicida.
Un día, aparece frente
a Los Argonautas un perro grandísimo que parecía perdido o abandonado. Al instante,
Ulises y el perro hacen “contacto”. Ulises dice “Este perro es un regalo
enviado por Dios” (173). Se trataba de un perro de la raza alemana Leonberger y
que llevaba una cadena donde aparecía el nombre de Iros. Ulises decide
llevárselo a su apartamento dejando claro que sólo lo devolvería si el dueño
tenía pruebas de que fuera suyo.
Ulises se lleva a Iros
a su apartamento y el perro, de alguna manera, le cambia la vida. Ulises se
siente feliz con Iros.
Ulises logra sacar
adelante todos los preparativos para inaugurar la fundación en el tiempo
estipulado en el testamento de Martín, que, por otra parte, lo haría dueño del
apartamento donde vivía y para ello tuvo que comunicarse con el Dr. Ariel
Aponte, (también adoptado) que había sido muy amigo de Martín y padre del Dr.
Edgar Aponte (que era hijo adoptivo de Ariel). Ariel había dejado a cargo del
manejo del testamento de Martín a Edgar
como una especie de prueba y saber el estado de su conducta ética y
moral ya que tenía serias dudas sobre su comportamiento, confirmando que era un
corrupto.
Ya casi al término de
la novela, Ulises se encuentra con Paul (su ex cuñado), al que reconoce por ser
idéntico a Paulina. Paul le dice que había venido a ver por última vez el
apartamento donde había vivido con sus padres y hermana ya que se regresaba
para Holanda donde tenía años viviendo y no pensaba regresar más al país. Lo
cierto es que Ulises y Paul pasan el resto del día juntos, viendo películas y
comiendo cualquier cosa. Paul le cuenta a Ulises una serie de situaciones en su
familia que Ulises desconocía, algunas de las cuales pone en duda. Una de ellas, el hecho de que Paul le relata que él
había sido responsable de la muerte de Nevadito, perro que Martín le había regalado
a Altagracia.
Altagracia adoraba al
perro. Un día encuentran muerto a Nevadito aparentemente envenenado y
Altagracia casi enloquece. Paul le relata que él había puesto un hueso de
chuleta de cerdo en su comida y que Nevadito había muerto ahogado con el mismo.
Esa versión no era la que conocía Ulises sino la de que Martín lo había
envenenado ya que tenía celos del perro.
Ulises lleva a Paul al
aeropuerto y al regresar al apartamento encuentra a Iros en mal estado, llama a
Jesús y a Mariela quienes no logran salvarlo. Resulta que Iros había sido
envenenado por Edgar Aponte, el cual huye hacia Estados Unidos acusado de
corrupción y finalmente se “suicida”. Ulises
decide vender el apartamento ya que piensa que es de mala suerte e irse del
país. Se lo vende al Dr. Ariel Aponte y
se va para Holanda donde pide asilo
político. Después de unos días, Ulises va a la dirección que Paul le había dado
para que lo contactara en caso de que quisiera ir a Holanda y se sienta en un
pequeño restaurante frente al lugar donde vivía Paul…
Simpatía
termina
de una forma abierta, diría que demasiado abierta.
Simpatía
es una novela que me ha gustado, que amerita una lectura atenta ya que hay
relatos centrales dentro de los cuales hay relatos “menos” centrales pero que
cada uno de estos podría dar origen a relatos con vida podría. Ahora creo saber por qué, mientras leía la
novela, surgía en mi pensamiento la palabra “laberíntica”.
Podríamos afirmar que Simpatía pertenece al grupo de novelas
que se ha dado en llamar “de la
diáspora”, literatura de la diáspora, no obstante, lo hace pero desde un punto
de vista singular, partiendo del abandono de los perros, esos animales, esas
mascotas habitualmente muy queridas por sus dueños.
De pronto, esta novela
de Blanco Calderón me hace pensar que los que han emigrado de Venezuela no han
casi 8 millones. Todos somos emigrantes porque esta Venezuela no es la que
conocíamos.
Escrito y publicado por Libia Kancev D.
Caracas, 1 de noviembre de 2024.
No hay comentarios:
Publicar un comentario