“La
mayoría de las cosas que suceden en la vida no tienen una causa clara ni un
origen coherente. La lógica sólo es una ficción” (10).
“Uno
puede vivir sin la realidad” (14).
“En
este país es muy difícil encontrar una verdad”
(15).
“La
amistad es una oreja” (118).
Acabo de terminar de
leer la novela El fin de la tristeza
(2024) publicada por Random House, cuyo autor es el escritor venezolano Alberto
Barrera Tyszka (1960).
Esta novela me la
prestó mi hija María Victoria quien la compró en una librería de Madrid, en
octubre pasado. Casualmente, ese día estaban bautizando El fin de la tristeza. Barrea T. le escribió una dedicatoria. La
letra de Barrera es singular. Para mí es la de un ser que tiene gran cantidad
de conflictos internos (como muchos) y, por otro lado, de
alguien batallador.
Cuando uno llega a la
última palabra de El fin de la…,
realmente no llegamos al fin, puesto que, de inmediato, se abre un abanico de posibilidades para
entender esta novela y abordarla desde diferentes perspectivas.
Gabriel Medina es un
joven geógrafo que trabaja en una oficina llamada El Archivo situada en el
centro de Caracas. Se trata de un hombre tímido, introvertido, obsesivo y con
claros rasgos paranoicos. Gabriel vive solo en un apartamento y sus padres
viven fuera de Caracas y los visita los sábados. Gabriel asiste con regularidad
a terapia con una psicóloga de nombre Elena Villalba.
Un día, habiendo
decidido cambiar la ruta por la que siempre se dirige a su trabajo después de
salir del Metro de Capitolio, ve a lo lejos a una mujer que lo atrae. Tienen
contacto visual pero pasan de largo. Gabriel se detiene frente a una tienda
donde venden televisores para ver a la mujer mientras se aleja. Sorpresivamente
ve en la pantalla de un televisor a su “psiquiatra”, esposada, acompañada por
dos personas que lucen como policías. Leyendo los labios de la locutora, logra
dilucidar que la llaman Doctora Suicidio. Gabriel no entiende qué ocurre.
Llega a su trabajo con
las imágenes en su mente: la de la desconocida y la de Elena Villalba. A los
pocos días, van a su trabajo dos policías que lo interrogan sobre la Doctora
Suicidio y Gabriel se muestra parco, en realidad, no sabe qué decir ni qué
pensar. En la oficina todos se enteran y empiezan a fijarse en él, algo que era
inusual.
Después de lo anterior,
El fin de la tristeza nos narra una
serie de suicidios: el de Luis Felipe Ayala, un ingeniero de cincuenta y tantos
años que aprovecha que su esposa está en Canadá donde había ido para visitar a
uno de sus hijos, y se da un tiro en la cabeza; el de una mujer –Raquel Sayago-
de setenta y dos años, casada y con una hija (Cecilia) quien se encierra en uno
de los cuartos de su casa y destapa una bombona de gas dentro del mismo y la hallan muerta; el de
Sofía Aranguren, una joven estudiante del primer semestre de odontología, de 19
años, quien se suicida lanzándose desde un viaducto de la Cota Mil. Luego
sabremos que hay muchas más personas que se han suicidado. El denominador común
de estos suicidios es que todos eran pacientes de Elena Villalba, psicóloga que
trabajaba en un grupo de atención psicológica gratuita y/o de bajo costo.
Varios familiares de personas que se han suicidado ponen la denuncia en la
Fiscalía General de la República. Un
influencer llamado Roco-Yo le pone a la psicóloga el nombre amarillista de
Doctora Suicidio y con este caso también pretende obtener fama, popularidad y
dinero.
Gabriel desde hacía
tiempo se había retirado de las redes sociales pero, a raíz del caso de la
Dra., empieza a conectarse para obtener información sobre lo que realmente
estaba pasando. Exhibe conductas paranoicas
pensando que la policía lo está persiguiendo lo que, a posteriori, parece ser
cierto.
Gabriel recuerda sus
consultas, lo difícil que le resultaba hablar en ellas y las pocas frases que
le decía Elena, entre ellas, “¿Pero qué
es lo peor que puede pasar?, otra es, “¿por
qué le das tanto poder a los demás?”
Gabriel piensa y re piensa en la mujer que ha visto cerca de su trabajo.
La ve varias veces más hasta que un día decide abordarla e invitarla a tomar
algo. La mujer se llama Inés. No ha sido nada sencillo. Gabriel se pone rojo
(algo que le ocurre desde que tiene consciencia de sí mismo, se le aguan los
ojos, aprieta la mandíbula, le sudan las orejas, las manos se le ponen rojas).
El primer encuentro termina en un desastre por las reacciones emocionales de
Gabriel, lo que desconcierta a Inés.
Me detengo aquí para
contar un hecho de su infancia: Gabriel, como ya he señalado, era muy tímido,
le costaba hablar con las personas y más con desconocidos. Las lágrimas
llenaban sus ojos y el rubor no tenía ninguna consideración. Un día su padre,
quien lo consideraba un niño débil le enseñó qué hacer para que eso se le pasara.
Lo golpeó en la mandíbula, con ello aprendió a contraerla con frecuencia, le
dijo que cada vez que estuviera a punto de llorar, parpadeara hasta que se le
pasara. Gabriel adoptó estos actos como parte de su vida.
Un día, Gabriel recibe
una llamada de una mujer desconocida quien le dice que Elena Villalba le pide
que vaya a verla a la cárcel. Se sintió confuso pero al final va. Elena le dice
que la secretaria del consultorio, Gisela Montes, tiene la memoria de la cámara con que ella
grababa las sesiones de terapia y que la está chantajeando. Elena le pide a
Gabriel que la recupere.
Queda claro que Elena
Villalba grababa sus sesiones, cosa que no es habitual. Lo único que puede
justificarlo es que el o los pacientes lo autoricen.
El por qué y el para
qué Elena Villalba grababa las sesiones es algo que no queda claro. ¿Estará
Gabriel en esas grabaciones?, se interroga.
En una circunstancia no
muy clara, una persona que se había comunicado telefónicamente con Gabriel, lo
cita para entregarle la memoria de la cámara.
Después de la visita a
Elena, Gabriel se siente más perseguido y en las redes aparece su nombre y su
foto. El programa de Roco-Yo deja ver que Gabriel o estaría en peligro o que
era cómplice de Elena.
Cada día Gabriel se
siente peor. Un día intenta volver a ver a Inés después del primer encuentro
que termina mal como hemos mencionado. Ella le responde y decide recibirlo en
su casa. Gabriel le cuenta a Inés todo lo que le está ocurriendo y ven las
grabaciones. Inés luce impactada. Ese día pasan la noche juntos y ella le da un
teléfono suyo para que se comuniquen por allí.
Gabriel intenta
contactar al abogado de Elena, para hablar de las grabaciones pero no las
llevaba consigo, las había dejado en una bolsa de sardinas que su papá había
comprado y que, por lo tanto, estaba en el refrigerador de la casa de sus
padres. Gabriel aborda al abogado y éste le pregunta si ya tiene la memoria.
Gabriel le dice que sí pero que no con él. En eso llega la policía y se llevan
con violencia a Gabriel. Lo golpean en la patrulla.
En un atasco, los
policías se bajan del auto para ver si logran pasar y Gabriel huye. Cuando los
policías se dan cuenta, lo persiguen pero Gabriel escapa. Se mete en una
iglesia donde pasa la noche, no sin antes poner a cargar su teléfono y el que le dio Inés.
Al día siguiente y aún
dentro de la iglesia, Gabriel toma sus
teléfonos. Le extraña no tener ningún mensaje, le extraña que su madre no lo
haya llamado. Se pone a revisar las redes sociales y encuentra una noticia en
la cual se menciona que Elena Villalba ha confesado y se ha declarado culpable.
También encuentra una entrevista que le hace Roco-Yo a Elena “- (Elena) Yo nunca le pedí directamente a
ninguno de mis pacientes que atentara contra su vida… (Roco-Yo) -Pero la información oficial señala que usted
ha reconocido su responsabilidad en esas muertes… (Elena) –Así es…_Quizás yo
pude impedir alguna de esas muertes… (Roco –Yo) –Hablemos ahora de Gabriel
Medina…(Elena) –Él es todavía muy dependiente de la terapia…Gabriel Medina
vivió una experiencia traumática hace unos años. Sus padres murieron. Los dos
juntos- Él los encontró…” (196-198).
Gabriel no puede creer
lo que acaba de escuchar, lo que ha dicho Elena Villalba. No es posible que sus
padres estén muertos, no es posible que se haya inventado muchas cosas.
Entonces, decide buscar a Inés en la calle donde la conoció y, en efecto, la ve
salir de su trabajo acompañada de dos personas. Se le acerca, le habla. Inés lo
mira confundida
“-Inés…Y comienzo a pestañear
rápidamente. Ella no responde. Sólo me observa, desorientada, indecisa. Un
silencio inquietante se desliza entre ambos. Inés duda. Y entonces la abrazo.
Con fuerza, intensamente. Y no me importa lo que ocurre alrededor. No me
importa nada. Me aferro a ella como si sólo así pudiera, por fin, acabar con la
tristeza” (206).
Así finaliza El fin de la tristeza. A uno le queda la
sensación de que Inés no reconoce a Gabriel lo que implicaría que Gabriel sufre
un trastorno mental severo que colinda o está dentro del campo de la psicosis
que es el término médico de la locura. Pero podemos extraer otra idea de esa
escena: Gabriel abraza a Inés como si ella es su tabla de salvación. El amor
como único elemento de salvación de la vida humana.
El
fin de la tristeza muestra matices de la situación social
y económica que se vive en Venezuela en años recientes, la persecución policial
fuera de cualquier estado de derecho. El tema de las redes sociales que ha
llevado a una ausencia de límites, de separación de lo que es público y de lo
que es privado (¿Por qué la vida privada de la gente está desnuda y expuesta en
las redes? (118). El tema de la salud mental es central en esta novela de
Barrea T.
No sé bien qué pensar
de El fin de la tristeza: está bien
escrita, sin embargo, hay párrafos que me dejan pensando, siento que hay algo
en ella que no logro aprehender.
Alberto Barrera Tyszka
Escrito y publicado por
Libia Kancev D.
Caracas, 21 de
noviembre de 2024.
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