A mi amiga Elena Ruiz, esté donde esté.
Querida Elena:
Hoy me siento más sola que
ayer. Experimenté una enorme necesidad de leer tus poemas de mujer enamorada. Te vi
en una fotografía de hace un año. Lucías fantástica y sentí como si estabas a mi lado y dejé de estar sola. Quizá mañana pueda también ofrecer mis ojos, mi
soledad, mi obstinación a alguien que será una solitaria como yo, o tal vez más
aún como fuiste tú.
No sé para qué escribías poemas. Bueno…sí lo sé…me lo explicaste tantas
veces, al igual que cuando dijiste que eras como un mirlo apoyado en una sola pata.
Si yo escribo, es ante todo,
para realizarme en el más alto sentido ético-religioso. No es para llenar una
página u otra…no te molestes. Siempre afirmabas que tus sin sentidos estaban
plagados de sentido.
Si escribo es para
transmitir a otra persona este momento, una especie de parada dinámica
cosmológica en el poeta que capta. Tú que eras una poeta, ¿cuántas veces a lo
largo de tú vida debes haber vivido instantes como éste? ¿No es cierto?
Decías que detestabas la
naturaleza ¿era verdad? Pues yo he sentido hoy esa trascendencia a través de la
naturaleza, en la noche, en el amor. ¿Cómo podías sentir rabia hacia la
naturaleza? ¿No creías que la poesía, la escritura, era el resultado de dos
polaridades que constituyen la dinámica de la vida humana?
Estabas tan
profundamente unida a la vida, a la poesía, a los sentimientos sublimes que el
vuelo en el aspecto de la horizontalidad era tú medida.
A mí la naturaleza me
alimentó, me equilibró de forma casi panteística. Pero con el paso del tiempo,
en otra crisis, no prosperó y apareció el vacío-pleno, tomé consciencia de la
realidad metafísica, el problema existencial, la forma y el contenido (espacio
pleno que solamente es real en función directa con la existencia de esta forma…)
Siempre creíste en el
Hombre. Hiciste incluso más: en un sueño utópico, estupendo, pensaste en épocas
venideras, en que la propia vida construida sería una realidad poética…
Tal vez eso te haya salvado
de tú propia soledad pero no alcanzó. Pero yo, amiga mía, no sueño, porque no
creo (la vida no es sueño como dijo Calderón). No por exceso de realismo, para
mí el colectivo sólo existe en la razón de este desorden de orden práctico y
social. Si el Hombre es incapaz de sentir cuán importante es ese desarrollo
interior –hablemos de una forma que nace con la persona como un puño cerrado
que va abriéndose en el inicio con el propio nacimiento- entonces jamás podrá
alcanzar su plenitud como la rosa que se abre dentro de su propio tiempo y se marcha amorosamente realizada, inteligente
y feliz…
Estés donde estés, te contaré un secreto: a veces me siento muy
desesperada, porque cuando me planteo este problema, la soledad, el frío, el
miedo, me envuelven en sus brazos e intentan cerrar este nuevo tiempo que brota
en mi interior, aplastando pétalos frescos y delicados que tardarán algún
tiempo en abrirse, igual que se abre un ojo cerrado después de haber recibido
un puñetazo.
Si estuvieras aquí, tú fuerza me serviría como un trozo de hielo que se coloca en este ojo sufriente para que pueda
volver a ver lo antes posible y pueda afrontar esa realidad en ocasiones
insoportable: “el escritor es un ser solitario”. Siempre lo fuiste. No
importaron los hijos ni el amor, ya que afirmabas que en el interior vivíamos solos...
Él nace dentro de él, parto difícil en cada minuto, está solo,
irremediablemente solo. Tal vez tú serías la lluvia que moja la flor que ha
nacido en la arena o en el asfalto, según prefieras, pues es ciudad y no
naturaleza.
Hasta cierto punto, tú hoy
estás más viva para mí que todas las personas que me comprenden ¿Sabes por qué? Mira si tengo o no razón Tú ya conoces ese mundo de la medicina, ya sabes el
esfuerzo que he hecho por seguir practicándola con pasión innata. Tú eras
anestesióloga Elena. ¿Te acuerdas todas aquellas guardias? ¿Aquellos amaneceres
donde nos poníamos a recitar lo que viniera al vuelo de la vida o de la muerte?
Según mi opinión, cuando formamos aquel
grupo había una identificación profunda. Era la toma de consciencia de un
tiempo, espacio, realidad nueva, de lucha por la vida, también de expresión
universal ya que abarcaba la poesía, la novela, el teatro, nuestras manos,
nuestra inteligencia, la pasión impulsadora que no necesitaba de motores pues
se renovaba por generación espontánea.
Éramos "Los raros". ¡Nos
llamaron como el título de uno de los libros de Darío!
Hoy, en realidad mucho tiempo
atrás, la mayoría se olvidó de esta afinidad (su aspecto más importante) y
quisieron imprimirle un sentido menor, prefirieron que creciera carente de esa
identidad para mí imprescindible, en un intento de dar continuidad superficial a este grupo. El tiempo, gran escultor –como el título del libro de Marguerite
Yourcenar -gritabas como si fuera un descubrimiento sanador. Yo agregaba: el
tiempo, gran innovador, también gran destructor.
Ahora amiga, mi idea es
marcharme de allí. Dime con toda franqueza, mejor dame una señal pues quiero
continuar fiel a mi convicción, respetándome a mi misma aunque más sola que
ayer y que hoy estaré mañana, ya que las personas que un día se aproximaron se
alejan desorientadas sin enfrentarse a la dureza de estar sólo en un único
pensamiento, sin preservar el mayor sentido ético, el de morir mañana sola pero
fiel a una idea. Dime amiga; es duro, es terrible porque implica alejarme sin
distanciarme realmente, porque todo se ha fragmentado…
Caracas, 6 de enero de 2012.
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