El miedo explica casi todo (67)
Pensando en el título
del texto, Los girasoles ciegos, me
viene a la mente algo que siempre he escuchado: que los girasoles se mueven en
el sentido en el que sale y se oculta el sol, es decir de este a oeste. El
fenómeno se llama heliotropismo, sin embargo, Google precisa que son sólo los
girasoles jóvenes los que lo hacen y que por la noche regresan a su posición
inicial para anticipar el amanecer. Así,
los girasoles ciegos no seguirían la luz solar, no se moverían, estarían
estáticos y, en ese sentido, podríamos elucubrar que serían menos vivaces,
“menos pensantes”, “menos sensibles”…
Hace unos días terminé
de leer el libro Los girasoles ciegos
(2004), publicada por editorial Anagrama, del escritor español Alberto Méndez
(1941-2004).
Alberto Méndez fue
galardonado con el Premio Nacional de Narrativa de España (2005) en forma
póstuma. Para algunos, se trató del más famoso autor desconocido de España. Al
parecer, Los girasoles ciegos fue el
único libro que publicó.
Me lo prestó una amiga,
Amneris Tovar que me comentó que le había gustado mucho como también a su ya
fallecido esposo José Moreno quien fue un lector voraz aparte de un avezado
economista.
Amneris me dice que
todo lo subrayado y el doblez hecho en la punta de muchas de las hojas de los
relatos que componen Los girasoles ciegos
los hizo José.
Por esto último,
durante mi lectura me lo he imaginado leyendo con atención, subrayando tanto a
lapicero como a lápiz, saboreando una prosa hermosa, sensible que rezuma
tristeza y dolor.
Los relatos de Los girasoles ciegos están ambientados
durante la Guerra Civil española y los primeros años de la postguerra poniendo
en evidencia el dolor que la experiencia produjo en muchas personas.
El primer relato de Los girasoles ciegos se titula: Primera
derrota: 1939 o Si el corazón pensara dejara de latir. En él se nos narra
la historia de Carlos Alegría (nacido en 1912. Estudio Derecho) quien se había
unido al ejército sublevado en 1936, siendo destinado a la intendencia cargo
que desempeño con mucha eficiencia. Lo cierto es que horas previas al triunfo
del ejército alzado, el capitán Alegría, con las manos en alto, se entregó al
bando republicano diciendo “¡Soy un
rendido!” (13).
El motivo por el cual
el capitán Alegría se rinde tiene que ver con que consideraba al ejército
republicano muy débil, que era una guerra muy desigual y oprobiosa “Con el
tiempo, llegó a la conclusión de que era un ejército civil, que es lo mismo que
ser un ave subterránea o una alimaña angélica” (15).
Carlos Alegría, ya en
un calabozo republicano, es hallado por su ejército, juzgado por traición y
condenado a muerte ante un pelotón de fusilamiento, no obstante, de milagro
quedó vivo y logra salir de la fosa común donde había sido lanzado con otros
muertos. Poco a poco se va recuperando e intenta regresar a su hogar en la
provincia de Burgos. Fue recapturado y preso de nuevo. En la cárcel donde
estuvo su conducta fue aislada y taciturna. Prácticamente no se relacionaba con
nadie hasta que un día logró desarmar a uno de los guardias y se suicida de un
tiro en la mandíbula esto es mencionado en el tercer relato).
El segundo relato es Segunda
derrota: 1940 o manuscrito encontrado en el olvido (relato que fue
finalista del Premio Internacional de Cuentos Max Aub 2002). Aquí se cuenta el
intento de huida hacia Francia –por su pensamiento político- de un joven de
17/18 años quien lo hace acompañado de
su novia Elena (17/18 años) que se hallaba en avanzado estado de embarazo y no
quiso escuchar las razones de sus padres para que se quedara en su casa.
Elena fallece en el
parto. Nace un niño varón con no muy buena salud. El joven está devastado.
Entierra a Elena a la sombra de un árbol cercano. El joven atiende a su hijo en unas condiciones
muy precarias, tanto de comida como climáticas por la zona donde estaban (hacia el norte de
España). Después de unos meses de
supervivencia, el joven padre le pone nombre a su hijo (Rafael, como su padre).
El joven (que a la postre sabremos que se llamaba Eulalio Ceballos Suárez)
escribía poesía y deja un registro escrito de la experiencia. Al final mueren
padre e hijo y encuentran sus cadáveres en una especie de nido y el escrito
bajo una piedra.
Más adelante sabremos
que este relato tiene un punto importante de contacto con Los girasoles ciegos (el último y cuarto relato) ya que Elena
resulta ser la hija adolescente de Ricardo Mazo y Elena y hermana del niño
Lorenzo.
La tercera derrota:
1941 o El idioma de los muertos, narra la vivencia de
Juan Serna Sama (nacido en 1906. Trabajaba en un conservatorio y estudiaba
tercer año de medicina). Se había unido al grupo republicano. Fue apresado.
Vivió la dura experiencia que incluía los juicios sumarísimos y el traslado, en
camiones, de los sentenciados a muerte por
fusilamiento.
La orden de fusilamiento
de Juan se va retardando, en principio por razones que desconoce pero luego se
da cuenta. Resulta que en uno de los interrogatorios, le preguntan si conoció a
Miguel Eymar. En efecto, lo había conocido. Miguel Eymar era hijo del coronel
Eymar que presidia el tribunal. Miguel Eymar había muerto. El coronel y su
esposa quieren saber cómo había estado su hijo en la época que Juan lo conoce.
Inicialmente, Juan decide mentirles y les dice que su hijo era bueno, honesto y
valiente, prácticamente un héroe.
Los padres de Miguel
quieren saber más de él y, así, Juan va ganando tiempo, el cual aprovecha para escribirle a su hermano de 17 años. Le
dice que aún sigue vivo y que cuando deje de recibir cartas suyas es que habrá sido
fusilado. Le aconseja que estudie, que se prepare.
Cuando Juan cree
haberle escrito todo a su hermano y
después de haber presenciado el suicidio del Capitán Alegría, del que se habla
en el primer relato y con quien Juan compartió celda, decide decirle a los
padres de Miguel la verdad sobre su
hijo: que este había sido un delincuente, un ladrón y un delator. Posterior a
esto, Juan es fusilado.
El último relato, que
le da título al texto es Cuarta derrota: 1942 o Los girasoles ciegos,
narra la persecución política a la que es sometido Ricardo Mazo, profesor de
literatura, comunista activo, en especial en el área de la cultura.
Mazo estaba casado con
Elena y tenían dos hijos, Elena (mencionada en el segundo relato) y Lorenzo de
siete años.
En vista de la
persecución, Ricardo vivía encerrado en un armario oculto dentro de su casa en
la que vivía con Elena y Lorenzo. Salía cuando se podía y se escondía apenas
sonaba el timbre de su casa.
Lorenzo iba a un
colegio católico (aunque sus padres no eran creyentes) y era un niño inteligente,
adelantado para su edad. Sin embargo, Lorenzo era un niño triste y entendía (o
no entendía) el por qué no debía decir que su padre estaba vivo y mucho menos
que estaba en su casa.
En el colegio había un
diácono joven llamado hermano Salvador quien empieza a fijarse en Lorenzo, no
sólo por su inteligencia. También observaba que el niño no cantaba el Cara al
sol (el himno de la Falange Española
de las JONS, compuesto en 1935 y que tras el fin de la Guerra Civil pasó a
hacer uno de los himnos oficiales franquistas) como hacían sus compañeros y que
era obligatorio. Lorenzo empieza a decir en casa que no quiere ir más al
colegio, que el hermano Salvador lo acosa.
El hermano Salvador
conoce a Elena. Queda impactado con ella y empieza a perseguirla, a asediarla,
a investigarla. Le pregunta a Lorenzo por su padre y éste le dice que su padre
está muerto. El hermano Salvador piensa que él será el hombre ideal para ella y
le dice a Elena que el niño puede entrar al seminario donde recibirá una
excelente educación. Nada más alejado del pensamiento de Elena.
Un día, posterior a que
Elena había reportado a Lorenzo como enfermo por una amigdalitis y que sería
operado, - lo que era, en realidad, la preparación para que Ricardo, Elena y
Lorenzo pudieran huir fuera de España- el hermano Salvador se presenta en la
casa de Elena. Ricardo, que se hallaba trabajando en unas traducciones, debe
esconderse abruptamente. El hermano Salvador, va al cuarto de Lorenzo y le
pregunta por su salud. El hermano Salvador trata de abusar de Elena y Ricardo
sale del armario y lo evita. Salvador, sorprendido, pregunta que quién es ese
hombre y llama a la policía. Ricardo salta por una de las ventanas de la casa
como una forma de acabar con su vida y terminar con el sufrimiento que pensaba
acarreaba a Elena y a Lorenzo.
Este relato, como los
otros, consta de momentos epistolares. En Los
girasoles ciegos, Salvador escribe la parte de su historia hasta que se
confiesa, creyendo que ello sería suficiente para seguir su vida como si nada.
Vale destacar que este
último relato fue llevado al cine en el año 2008 con gran éxito de taquilla. La
película fue dirigida por el director, guionista y productor de cine español
José Luis Cuerda (1947-2020). Los
girasoles ciegos gano varios premios, entre ellos el Goya al mejor guión adaptado.
Escrito y publicado por Libia Kancev D.
Caracas, 14 de mayo de 2025.
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