Imposible
decir adiós (2021)
es la novela más reciente de la escritora surcoreana Han Kang (1970), premio
Nobel de literatura 2024.
La novela consta de tres partes: que, a su vez, están subdivididas en capítulos: Los pájaros (seis capítulos); La noche (seis capítulos) y La llama.
Esta novela está ambientada en Seúl y la isla de Jeju (que es la isla más grande de Corea del Sur, situada en el estrecho de Corea).
La narradora es Gyeongha quien trabajaba como periodista y escritora. La mujer había tenido pérdidas (que presumimos familiares: ¿divorcio, alejamiento de su hija?) que la sumen en un profundo estado depresivo. Deja su trabajo y decide alquilar un pequeño apartamento en las afueras de Seúl y dedicarse a escribir. Estaba tan deprimida que decide escribir un testamento donde apuntaba todo lo que se debía hacer con sus bienes aunque no logra ponerle un destinatario. Escribía el testamento, lo rompía, lo volvía a escribir y así.
Narra que meses después que le fuese publicado un libro (2014) sobre la masacre de Gwangju (ciudad ubicada al suroeste de Corea del Sur) comienza a tener el siguiente sueño que se le hace reiterativo:
"Caía una nieve rala. La llanura en la que me encontraba lindaba con una colina, sobre cuya ladera había plantados miles de troncos negros. Gruesos como durmientes de ferrocarril, todos tenían alturas distintas, como personas de diferentes edades. Sin embargo, no eran rectos como durmientes, sino ligeramente ladeados y curvos, como miles de hombres, mujeres y niños escuálidos andando cabizbajos bajo la nieve ¿Será un cementerio? ¿Esos maderos son lápidas? -me preguntaba.
Yo iba y venía entre los troncos negros, sobre cuyas superficies cortadas se acumulaba la nieve como cristales de sal, al igual que entre los túmulos que se alzaban detrás. De pronto, me detenía al sentir el agua debajo de mis zapatillas. Qué extraño, pensaba. Un rato después el agua me llegaba al empeine. Me daba la vuelta y no podía creer lo que veía. La línea que se divisaba al final de la llanura no era el horizonte, como había supuesto, sino el mar. Era la pleamar y la marea estaba subiendo. ¿Por qué los habrán enterrado en un lugar como este?, me preguntaba en voz alta. El mar crecía a ojos vistas. ¿Así era como subía y bajaba la marea todos los días? ¿Y si se habían llevado los huesos de más abajo, dejando los túmulos vacíos? No había tiempo. Las tumbas anegadas ya no tenían remedio, pero había que trasladar cuanto antes los restos enterrados más arriba. Tenía que ser ahora mismo, antes que siguiera subiendo el mar. Pero ¿cómo? Yo estaba sola y no tenía siquiera una pala. ¡Eran tantas tumbas! Sin saber qué hacer, corría entre los troncos negros, abriéndome paso a través del agua que me llegaba a las rodillas",
Se despertaba…Gyeongha pensaba que su sueño tenía que ver con el libro que había escrito.
Aparte de
esa pesadilla y de otras que padecía con anterioridad, ella sufría de intensas
migrañas acompañadas con dolores abdominales, episodios de vómitos, tenía poco
apetito y trastornos del sueño.
Un día, Gyeongha recibe un mensaje de texto de una amiga (Inseon) quien le pregunta si puede ir a verla a un hospital en Seúl. Tenían más de veinte años de amistad.
Inseon era fotógrafa, había realizado varios documentales y luego se había dedicado a trabajar la carpintería en un taller que había construido en su casa materna en Jeju. Inseon se había ido a Jeju para cuidar a su madre quien se hallaba enferma y se había quedado a vivir allá después de su fallecimiento, situación que Gyeongha nunca había entendido.
Gyeongha había visitado la casa de Inseon en Jeju, había conocido a su madre y a un par de cotorritas blancas que Inseon tenía y a quienes adoraba, llamados Ami y Ama. Ami ya había muerto.
Hacía un par de años, Gyeongha había hablado con Inseon sobre la posibilidad de hacer un documental sobre el sueño descrito anteriormente pensando que con ello podría desaparecer, conjurarlo. Inseon se muestra dispuesta (y le dice que pueden hacerlo en Jeju, que había condiciones para conseguir los troncos de árboles y que las nevadas en Jeju tendían a ser intensas puesto que vivía en una zona montañosa) pero, por una u otra razón, el proyecto fue quedando rezagado hasta que Gyeongha le dice a Inseon que lo olviden pero, Inseon insiste e incluso había empezado a recolectar troncos de árboles por su cuenta. Gyeongha había dado por hecho que el proyecto estaba cancelado.
Lo cierto es que Gyeongha decide irse inmediatamente a Seúl para saber qué había ocurrido con su amiga. Resulta que Inseon había tenido un accidente con su sierra eléctrica y se había cortado el dedo índice y el medio de su mano derecha.
Un vecino
la había encontrado casi por azar, desvanecida y, la llevó a un hospital en
Jeju desde donde la refirieron a uno en
Seúl para operarla y reimplantarle sus dedos.
Después de la operación, cada tres minutos y por un lapso de tres semanas, debían pincharle con unas agujas dichos dedos para que el injerto fuese exitoso (se trataba de una experiencia muy dolorosa).
Gyeongha e Inseon hablan sobre lo sucedido. Inseon le pide que vaya a Jeju para ponerle agua y comida a Ama pues, si no, moriría. Aunque el tiempo era pésimo (lluvias intensas y nieve), Gyeongha accedió ir a Jeju.
Realmente la narración que hace Gyeongha sobre su travesía para llegar a la casa de Inseon es terrible. Había intensas lluvias, vientos y caía nieve pero llega (la zona estaba muy oscura). Entra al taller de Inseon y encuentra mucha sangre, evidencia de lo ocurrido pero ve algo que llama mucho su atención: muchos troncos de árboles, es decir, que Inseon estaba trabajando para el documental del que habían hablado a pesar de que Gyeongha le habían dicho que descartaran la idea y el accidente lo había sufrido en esa tarea.
Antes de llegar a Jeju, Gyeongha evoca algunos relatos que Inseon le había hecho cuando trabajaban juntas en Seúl, en especial, uno que le había relatado su madre en un tiempo de nevada.
Inseon le
dice “Me contó que cuando era pequeña los policías y los soldados mataron a
toda la gente de su pueblo, pero que ella, que estaba en sexto grado de
primaria, y su hermana mayor, que tenía dieciséis años, se salvaron porque
habían ido a hacer un recado a la casa de un tío segundo. Volvieron al pueblo
al día siguiente, tras enterarse de lo ocurrido, y estuvieron deambulando toda
la tarde por el patio de la escuela buscando los cuerpos de sus padres, del
hermano mayor y de la hermanita pequeña de siete años. Los cadáveres estaban
amontonados y enmarañados entre sí, y durante la noche había caído una fina
capa de nieve sobre sus rostros. Como no se les podía reconocer, mi tía (la hermana de la madre de Inseon) les
limpiaba la nieve de la cara con un pañuelo porque no se atrevía a hacerlo con
la mano. Luego le dijo a mi madre: ‘Yo me encargo de quitarles la nieve; tú
mírales bien la cara’. Seguramente quiso evitar que su hermanita tocara los
cadáveres, pero al oír aquello a mi madre le entró tanto miedo que se aferró a
la manga del abrigo de su hermana y caminó con los ojos fuertemente cerrados.
Únicamente los abría, obligada, cuando mi tía le decía que mirara bien para ver
si reconocía la cara. Mi madre me contó que aquel día aprendió, de una vez y
para siempre, que cuando alguien se muere y su cuerpo se enfría la nieve se acumula
sobre sus mejillas y la sangre se escarcha…(continúa
Inseon) Hasta entonces, yo no había sabido nada. Nunca le había dado
importancia al hecho de no haber llegado a conocer a mis abuelos maternos…”
(Transcribo este relato porque es central en la novela. La experiencia de asesinatos, de torturas y el impacto nunca aminorado de los familiares que quedan vivos).
Gyeongha encuentra a Ama muerta – lo cual le resultó doloroso- y decide enterrarla donde Inseon había enterrado a Ami – meses atrás- y luego se queda dormida en su cama.
A la mañana siguiente, Gyeongha ve a Ama en su jaula (piensa si ¿estará soñando o si soñó antes?) pero le pone agua y comida.
De pronto, ve a Inseon (no parece tener ninguna herida en su mano. ¿Es una alucinación?) y aquí se inicia una larga conversación donde Inseon habla de su madre (que siempre pareció débil), recuerda la historia familiar que vivió. Habla de su padre…
La(s) matanza(s) que la madre de Inseon le contó habían ocurrido en Jeju (hacia setenta años). Inseon agrega que su madre había recopilado, durante años, información sobre muchos asesinatos, llevados a cabo, por fuerzas militares o supuestas fuerzas revolucionarias (dentro del contexto de luchas por el poder político). Los cadáveres habían sido encontrados en fosas comunes. Por otro lado, su madre había formado parte de asociaciones de familiares de las víctimas pidiendo encontrar los restos y exigir justicia.
Inseon también había recabado mucha información, por ello, el proyecto que le había planteado Gyeongha se hizo vital para ella y sabía que también lo sería para su madre. Imaginamos que para Inseon sería como una forma de honrar a su madre.
Agreguemos aquí que el padre de Inseon (ya fallecido) parecía haber sido víctima del trauma de haber visto torturas y matanzas de hombres, mujeres y niños y cada cierto tiempo, se metía con Inseon en una cueva y le tomaba la mano con fuerza y tenacidad. Parecía una reacción de estrés postraumático. Inseon había filmado un documental sobre él contando esto.
Por lo que entendemos, el sueño de Gyeongha no era producto del libro que ella había escrito sobre la masacre de Gwangju que, efectivamente ocurrió en 1980 y en la que, según cifras oficiales murieron 166 personas, aunque las organizaciones de activistas de derechos humanos señalan que hubo más de 2000 personas fallecidas (Google).
El sueño que se le escenifica parece corresponder, más bien, a las muertes ocurridas en Jeju en 1948 (cuando se divide Corea del Norte -administrada por la Unión Soviética y Corea del Sur –dirigida por Estados Unidos- concatenada con la guerra de Corea (1950-1953) y que ha sido contada de diversa manera según quien lo haga.
Vale destacar que la parte de la novela donde Gyeongha encuentra a Ama muerta o viva (¿?) y, luego cuando ve a Inseon (cuando se supone que todavía estaba hospitalizada en Seúl) y se ponen a conversar, es como una pincelada de fantasía. No sabemos qué es real pero nos preguntamos si es importante saberlo porque la narración subsiguiente nos exponía una historia que era necesaria conocer.
La narración de Imposible decir adiós oscila entre el presente y el pasado y viceversa. Como hemos visto discurre con muchos momentos de irrealidad, sueños, etcétera.
Imposible decir adiós es una novela teñida de tristeza, que muestra la fuerza de la amistad, las injusticias cometidas por motivaciones políticas, la importancia de la memoria, los daños irreparables que sufren los familiares y amigos de las víctimas.
En una entrevista realizada a Han Kang publicada el 14 de diciembre de 2024 en el portal La Tercera, le preguntan que cuál de sus novelas era la ideal para comenzar a leerla y ella respondió que Imposible decir adiós. No obstante y como lectora, creo que hasta ahora, la mejor novela para empezar a conocer a esta interesantísima autora es La vegetariana.
Muy buena novela de Han Kang.
Escrito y
publicado por Libia Kancev D.
Caracas,
13 de junio de 2025.