“Muchos estudiosos sostienen que el mareo de un perro en alta
mar se debe a que no están colocados de manera correcta los listones que
equilibran las embarcaciones.”
Mario Bellatin
Damas chinas (2006), publicada por editorial Anagrama, es una novela corta del escritor mexicano Mario Bellatin (1960). Bellatin tiene la particularidad de haber nacido sin su brazo derecho. Como hijo de peruanos, vivió muchos años en Perú.
El nombre de Bellatin
no me resulta extraño. Cuando estaba en la maestría de Literatura Latinoamericana
en la Universidad Simón Bolívar, estudiamos a este autor –así como a otros de
tendencia parecida- en un taller que tenía por título “experiencia oblicua” con
la profesora y poeta venezolana Gina Saraceni (1966).
Damas
chinas tiene 98 páginas. Podríamos decir, grosso modo, que
es una novela extraña que no “parece” tener ninguna finalidad. Es como cuando
escribes y van saliendo puros relatos del inconsciente, algunos más o menos
armados, con mayor o menor sentido. Aún así, te dejan pensando y es lógico
porque es sabido que el inconsciente guarda lo reprimido.
Mientras voy leyendo la
novela tengo que recordar, repetidas veces,
que no estoy leyendo una novela china, ni a un autor japonés. Me viene a
la mente el nombre de Haruki Murakami. Tal vez sea por el título Damas chinas.
El protagonista es un
médico gineco-obstetra, en la cincuentena de la vida. Hijo natural de una madre
que se dedica a circunscribirle los pasos que deben guiar su vida. El padre del
médico también era médico pero casado y con otros tres hijos.
El médico está casado
(con una mujer dos años mayor que él), tenía dos hijos: una hija ya casada que
le ha dado dos nietos y un hijo que había muerto. El médico piensa que la hija
no es feliz en su matrimonio.
El médico habla de que
si bien desde que estudiaba medicina tenía gran amor y dedicación a la misma, a
medida que va transcurriendo el tiempo (y a pesar de su éxito) va sintiendo que
ese sentimiento ya no es igual, que ha decaído.
El hombre habla de un
niño que tenía una cabeza con cierto aspecto deforme, hijo de una paciente a
quien trataba por un cáncer (le ponían la quimioterapia en su consultorio). El
niño siempre acompañaba a su madre. Le habla al médico que un día se sentó a su
lado en un sofá situado en el consultorio.
El niño le hace un relato que solo
conoceremos en la segunda parte de la novela. De pronto me pregunto si se trata
del mismo niño.
El médico empieza a
montar mujeres en su carro, a visitar hoteles, a ir a casas de citas.
El hijo del médico
empieza a mostrar un comportamiento errático: hay noches que no llega a su
casa, hay días en que aparece golpeado, hay días que se muestra agresivo con su
madre, le exige dinero. La madre, quien coleccionaba joyas (las guardaba en una
caja fuerte), empieza a notar que le están faltando (su hijo había descubierto
la combinación de la caja fuerte) y es cuando habla con su marido. Realmente,
la inacción de la pareja en relación a su hijo es notable. Es como si no
tuvieran ningún tipo de sentimientos hacia su hijo y ante lo que le sucede.
Un día, la esposa del
médico lo llama a su consultorio. Le pide que vaya urgente a la casa. El médico
va y encuentra que su hijo ha causado destrozos en la casa y en su cuarto. Ve a
su hijo como apaciguado en una esquina de su cuarto, se le acerca y decide
ponerle una inyección para calmarlo (¡pero describe al hijo calmado!).
Posterior a la inyección el hijo comienza a convulsionar y fallece. Lo que
parece es que el padre lo mata. Preparan el funeral. La madre inicialmente algo
afligida, luego regresa a su vida de gastos y más gastos.
La hija del médico se
muestra mucho más afectada por la muerte de su hermano, tanto así que tuvo que
ser internada en un sanatorio para que se recupere. El yerno del médico le
comenta a éste si será que hay algún trastorno mental en su familia. Esto es
algo que queda en suspenso.
La segunda parte de la
novela es la historia que relata un niño. El niño que había hablado con el
médico en su consultorio. No sabemos. Eso creemos.
El niño pasa un día
donde un tío paterno. A esa casa llega una carta dirigida al padre del niño (esto
le parece raro al niño). El mensajero le explica al niño que, en vista de que
la carta llegó con retraso, puede reclamar la devolución de parte del dinero
que el remitente pagó para enviar la carta. El niño quiere recibir ese dinero.
Le comenta al tío paterno sobre la situación y el tío paterno se pone a sacar
unas cuentas haciéndole ver al niño que el dinero a recibir será mucho menor a
lo pensado. El niño quiere recibir el dinero. Después de una serie de
circunstancias que no parecen tener sentido, el niño llega a la oficina postal.
Allí conoce a una señora muy estrafalaria quien le cuenta que ella no ha tenido
hijos. La señora, quien también hace una cola en la oficina postal decide
marcharse. El niño no tiene la certeza de que le darán ningún dinero. La señora
de la cola, después de haber llegado a su casa, se devuelve a la oficina postal
y encuentra al niño y se lo lleva a su casa. Lo encierra en un cuarto que parecía
estar destinado a una niña. El niño se escapa y logra llegar a casa de su tío
donde su padre lo va a buscar y, al iniciar el camino de vuelta a su casa, el
niño comienza a hablar.
Lo poco que recuerdo
sobre la “experiencia oblicua” en literatura, tiene que ver con narraciones que
en forma indirecta tratan de mostrar, poner en evidencia lo que la “mirada
hegemónica” deja de lado. En ese sentido, son narraciones que parecen no tener
sentido (pero sí lo tienen), que les falta, que están como inconclusas.
La frase Damas chinas
me hizo recordar de inmediato a mi mamá. Le encantaba este juego del que se
hizo experta. Yo heredé dicho juego, es decir, lo tengo en mi casa.
Vale destacar que Damas
chinas es un juego de mesa. Fue inventado en Alemania en 1892. El nombre se
originó en EE. UU como un plan de marketing de Bill y Jack Presman en 1928,
llamado originalmente Hop Ching.
He leído otras novelas
de Mario Bellatin. Creo que vale la pena releerlas y ver qué sale de eso.
Escrito y publicado por Libia Kancev D.
Caracas, 6 de diciembre de 2024.
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