miércoles, 1 de marzo de 2023

Al Dr. David Bajayo

 



A David Bajayo, in memóriam

“Que su memoria sea una bendición”

 

Conocí a David Bajayo en diciembre de 1989, año en que yo iniciaba mi tercer año de residencia de posgrado de Cirugía general en el Servicio de Cirugía III del Hospital Universitario de Caracas y él me había sido asignado como residente de primer año, es decir, sería la encargada de introducirlo en ese particular mundo de la cirugía.

Alguna vez me pregunté el por qué me habían asignado a David a mí y no el otro R1, el Dr. Carlos Felipe Fernández. La idea que se me vino a la mente fue que tal vez había sido porque, al igual que yo, éramos egresados de nuestra (querida y muy respetada) Escuela Vargas.

David era alto, de tez morena clara, cabello rizado. Llevaba una tupida barba y bigote negros. Usaba lentes de carey también negros. Era gordito, lo que llamaríamos un “gordito feliz”.

Las normas del posgrado en mi servicio exigían que los hombres llevaran corbata –aparte de la bata blanca-, así que, además de verlo vestido con el mono verde de quirófano, la imagen más nítida que tengo de él, es vestido con camisa, encorbatado, pantalón y zapatos de vestir y con la bata blanca.

Ahora que lo pienso, casi todas nuestras conversaciones giraban en torno a lo académico y a lo quirúrgico. David era una persona callada, diríamos que “poco conversador” En una sola ocasión, durante el año compartido, me hizo partícipe de una confidencia personal.

Como R1 David fue el residente que más operó ese año de 1990 pues, al igual que el que fue mi R3, el Dr. Rafael Rojas, apodado “pollo ronco”, dejaba que yo operara todo lo que llegaba de emergencia en nuestras guardias que eran cada cuatro días sin posguardia, hice lo mismo con David, aparte de eso y por circunstancias de la vida, yo era la única residente de tercer año en nuestras guardias, lo que me convertía en jefe quirúrgico, así que siempre operábamos primero.

Hacia mediados de 1990, David conoció a una alegre y súper simpática interna de pregrado con la que se casaría. Mucho después supe que habían tenido dos hijos.

Después de terminar mi posgrado, no volví a saber de David, pero de tanto en tanto pensaba que qué sería de su vida.

Recuerdo que entre finales de 2022 y enero de 2023 soñé dos veces con él. No fueron sueños claros sino los típicos sueños de adultos, fragmentados, evocados a medias. En las dos ocasiones lo vi vestido muy elegantemente, tocado por un sombrero negro. En ambas oportunidades, veníamos caminando en sentidos opuestos. Yo lo reconocí, pero la primera vez pasó de largo y yo no salía de mi asombro, pero, en la segunda ocasión, yo le hablé, le dije: “David, no te acuerdas de mí? ¡Soy Libia, Libia Kancev!, entonces, conversamos un rato. No obstante, me quedé con la sensación de que no me había reconocido totalmente. Estuve días recordándolo. 

Ayer, 25 de febrero, después de despertar de una siesta, tomé mi teléfono y revisé los mensajes. En el chat de mi promoción había algunos. Uno de ellos contenía un link y un título que decía “David Elías Bajayo. David passed away on February 22 nd, 2023 surr…” Debajo de este mensaje, había otro de la compañera que lo había enviado “David QEPD…” Mi primer pensamiento fue que debía de tratarse de otro David Bajayo. ¿Acaso no había muchas personas con los mismos nombres?

Abrí el primer mensaje que, de entrada, mostraba una foto, me dije que no era David pues este hombre estaba muy delgado, amplié la imagen de su rostro y mi memoria regresó 33 años atrás. Sí, era David: su misma barba y bigotes, ahora canosos, el mismo tipo de lentes, y su sonrisa, la misma sonrisa que le vi tantas veces.

La nota era su obituario. Había fallecido el miércoles 22 de febrero a los 59 años de edad, tras una corta enfermedad. 

David Elías Bajayo era un ser amable, sensible. Irradiaba una serenidad poco común. Era muy trabajador y responsable. Sin duda fue un buen hombre.

Su muerte me ha producido tristeza, desde ayer no dejo de pensar en él. También pienso en María del Rosario y en sus dos hijos, cuyos nombres conozco por el obituario, Rebecca y Alex.

Deseo que David descanse en paz.

Si este texto llega a su esposa o a sus hijos, quiero hacerles llegar un abrazo fraternal y mi agradecimiento por haber conocido a David.

 

Escrito y publicado por Libia Kancev

Caracas, 1 de marzo de 2023.

 


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