A José Moreno Colmenares
In memoriam
En octubre de 2014, el
hombre, que ya contaba con 86 años y que jamás había requerido una
hospitalización ni había padecido ninguna enfermedad grave adquirió los Diarios 1984-1989 del escritor húngaro Sándor Márai.
Se trataba de un lector
constante, voraz lo que nos llevaba a pensar que tenía una sólida formación
intelectual.
Su vida familiar y
profesional siempre fue exitosa. Había
trabajado por años en el Banco más importante del país y dirigido la Escuela de
Economía de la también muy prestigiosa Universidad Central de Venezuela.
Sabemos que JMC leyó
los Diarios.
Anoche terminé de leer Diarios 1984-1989. Desde hace algunos
años he conocido la literatura de Márai
y, francamente, me ha gustado mucho, no sólo por las diversas temáticas
que aborda sino cómo lo hace.
Como es sabido, Márai
tuvo que salir de su país (1948) y exilarse en los E.E.U.U. posterior a la
llegada del comunismo en Hungría, donde su obra fue execrada y por ello Márai
se convirtió en un desconocido para las generaciones subsiguientes en su país y
en todo el mundo y fue en años más recientes que fue dado a conocer.
Los Diarios me llegan a través de una persona que conocí en el Centro Médico
donde trabajo, la profesora universitaria jubilada, AT. El 16 de marzo de este año su esposo, JMC,
falleció. A. me ha prestado casi todos los libros que he leído (y aún leo) del
también excelente escritor cubano Leonardo Padura (1955).
Hace seis días, A. me
llama para confirmar si he recibido los Diarios
y para contarme algo que la ha impactado mucho. Me dice que ella no ha leído
los Diarios sino que sólo J lo había
hecho. Comenta que, mientras esperaba en la sala de espera –valga la
redundancia- del Centro se puso a ojearlos y, para su sorpresa, J había
subrayado una serie de párrafos que la llenaron de sorpresa y estupor: todos
ellos referente al sentido de la vida y la muerte a partir de la vejez.
JMC. subrayó, en
octubre de 2014 lo siguiente:
“Quien sigue en este
mundo después de cumplir los ochenta se limita a llevar una existencia
vegetativa, no una auténtica vida; a estas edades ya no se vive por algo,
simplemente se vive (41).
“A veces el diablo nos
susurra al oído. No tenemos que buscarlo muy lejos: está en nosotros” (53).
“Siento una flojedad
como la que se experimenta antes de la muerte, cuando uno ya ni protesta.
Todavía puedo andar, pero sólo con la ayuda de un bastón. Sin embargo, sigo
escribiendo y pensando, aunque también con bastón” (53).
“Me siento enfermo,
consumido por un extraño mal –tal vez el cáncer que acabó con mi padre-, aunque
seguramente sea sólo la vejez, que me seca por dentro…La muerte comienza cuando
empieza a parecerte una contingencia no tan imposible. Durante ochenta y cuatro
años no lo he considerado algo probable, y tenía razón” (70).
“No sé si tendré
fuerzas, porque después de los ochenta y cinco puede pasar que ‘la sangre se te
haga densa, el cerebro se te agote’” (74).
“El hombre siempre es
consciente de la muerte, considera que esta forma parte natural del argumento
incomprensible y complejo de la existencia., pero sólo de una forma
intelectual. Después viene un período en el que uno asume que morirá. No es un
sentimiento trágico, sino más bien un sosiego, como lo que se experimenta
cuando se llega a comprender un misterio tras muchas cavilaciones” (98).
“Espero que la muerte
me alcance antes de quedar ciego del todo. ‘Saltar de los sueños a la muerte’”
(104).
“Estoy cansado, ya no
rechazo la muerte. No la deseo, pero tampoco la rechazo” (110).
“No tengo planes de
suicidio, pero si el envejecimiento, la debilitación, la pérdida de mis
capacidades avanzan al mismo ritmo, es bueno saber que podré acabar con ese
humillante deterioro en cualquier momento, y no tendré que temer lo peor:
terminar en uno de esos vertederos institucionales, en un hospital o una
residencia de ancianos” (143).
No sabremos qué lo
habrán puesto a pensar estas frases pero, sin duda, algo le hicieron pensar.
La lectura de los Diarios de Márai constituyó, para mí,
toda una experiencia de lectura y creo que no pasaría por alto en ninguna
persona ya de cierta edad.
Bibliografía.
Márai, Sándor. Diarios 1984-1989. Editorial Salamandra.
Barcelona. España. 2008.
Escrito y publicado por
Libia Kancev.
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