“No fue un peso que se quitó del corazón: fue si como él se diera cuenta, por primera vez, del peso que se lo aplastaba” (El Villorrio, 207).
“¡Oh, Cristo! ¡Si al menos estuviesen abiertas tus Casas, en esta noche inacabable, para caer sobre las losas en la paz de las naves, y gemir y liberarme de cuanto tengo encubierto en el corazón…! ¡Oh, yacer de bruces en el suelo frío, con este peso de piedra que arrastro –la mejilla puesta en la piedra fría, las manos abiertas sobre la piedra fría; aliviada mi fiebre, y esta sed, y este ardor que me quema las sienes, por la frialdad de la piedra…!” (El Acoso, 132).
“Son los recuerdos los que lijan los filos de la intimidad, hay un dialecto escondido para las correspondencias que tendremos para el resto de la vida” (Plegarias para un zorro, 33).
En estos días de
finales de agosto e inicios de septiembre, me he creído alejada de la
literatura. Digo: de lo que yo creo que es la literatura pero, definitivamente,
el ser humano es complicado (no se trata de un lugar común) y la paradoja en él
no es una excepción.
Sin ganas de leer, sin ganas de escribir, sin ganas…aunque esperando saber un poco cómo es Italia, la paradoja hace acto de presencia con la lectura casi simultánea de El Villorrio (1940) del extraordinario William Faulkner (Oxford, 1897-1962), Plegarias para un zorro (2011) de la joven escritora venezolana, Enza García Arreaza (Puerto La Cruz, 1987) y El Acoso (1955) del cubano Alejo Carpentier (La Habana, 1904-1980).
En realidad me falta poco para terminar la lectura de El Villorrio. Aún así, empecé a escribir mis impresiones sobre esta novela hallada en un gabinete de libros abandonados en la universidad Simón Bolívar. Le quité el polvo y me la traje a casa. Todo, absolutamente todo lo que he leído de Faulkner lo he hallado en libreros de viejo y, hasta ahora, no he tenido motivos para arrepentirme de sus lecturas.
El Villorrio se centra en la familia Snopes pero no me detendré a dar mayores detalles sobre esta novela, excepto que, muchas de las escenas descritas o narradas se desarrollan como escenas cinematográficas. Al menos, eso me dio por imaginar mientras leía.
Plegarias para un zorro es el más reciente libro de relatos de García Arreaza, publicado por la editorial bid & co. editor. Plegarias para un…pertenece a la Colección Voces Iniciales que dirige el poeta y crítico literario Adalber Salas Hernández. Sé que Salas Hernández es poeta porque he leído algunos de sus poemas, además, lo catalogo como crítico porque ha escrito artículos, ensayos, publicados en Letralia y en Literales (el papel literario del periódico Tal cual) de excelente calidad crítica.
A mí me gustan los relatos de García Arreaza. Lo que ha escrito hasta la fecha, me permite afirmar que estamos en presencia de una escritora de gran valía y, por su juventud, agregaría que su futuro literario es muy promisor.
Aunque luzca contradictorio, Plegarias para un… ha sido, de todos sus libros, el único que me ha dejado cierta insatisfacción, contrariamente a Cállate poco a poco (2007) y El Bosque de los Abedules (2010) sobre los que escribí en este blog. El libro consta de 6 relatos. Hay un manejo interesante de los tiempos y de la persona “que habla o narra”; también la reiteración en ciertas temáticas como las relaciones entre niñas y hombres adultos; la multiplicidad de culturas; lo político contemporáneo en nuestro país y otros. No obstante, la narración que por momentos es muy interesante, de pronto se torna confusa. Es lo que puedo escribir hasta ahora.
Alejo Carpentier, escritor, periodista y musicólogo. Vivió catorce años en nuestro país. Escritor de alta factura. Varias han sido las novelas que he leído de Carpentier y El Acoso la tenía en mi biblioteca desde hace algún tiempo. Casualmente, El Acoso está fechada en nuestra ciudad capital. Novela corta, ambientada en Cuba entre los años 30 y 40 del siglo pasado. Narra el tema de un hombre, amante de la música clásica, envuelto en “situaciones políticas” que lo llevan tanto a ser un perseguidor como un perseguido y torturado. Al final, el hombre es asesinado. Una de las grandes cualidades de Carpentier es esa capacidad para narrar yendo del futuro, al pasado, al presente como “pez en el agua” sin que ello genere enredos, además, sus descripciones están impregnadas de una sutil belleza barroca, de filosofía, de reflexiones sobre la vida que te obligan a pensar, a pensar. Esta es, por cierto, una de las funciones de la literatura: estimular el pensamiento con las herramientas que poseemos o con las que surjan por la misma lectura.
Publicado por: Libia Kancev D.
Caracas, 2 de septiembre de 2013.
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