lunes, 22 de julio de 2013

Poesía venezolana: cuatro poemas de Cuidados Intensivos de A. Gutiérrez Plaza.


Imagen tomada de www.monosilabo.com


Reverón, Macuto-New York (MOMA 2007)ii

A Pedro Lastra y Eugenio Montejo,
en celebración de aquellos instantes preservados.

Qué queda allí donde viviste, qué queda de tu Castillete.
Ahora aquí, en esta ciudad, el blanco de tus lienzos
no sólo oculta el color de nuestros trópicos,
el sonido incesante de sus bosques de palmeras.

Ahora es la luz de una foto velada,
aquélla en que estuvimos y ya no,
borrados por una avalancha de lodo y muerte.

Aquélla que escondía el rumor de la montaña,
el recuerdo de una tarde ya perdida, ya lejana,
una tarde como ésta, fría, ajena, cubierta de otro blanco,
cubierta, como esta ciudad, por un manto de nieve. (57)





Cuento de hadas

De nuevo la mañana
y hoy
una niña muerta,
una niña de ocho años
–acotan las noticias–
y su perro.
Ambos aplastados
por una rama cubierta de hielo.
Yo hubiera preferido decir de cristal
y hablar de la magia de los cuentos de hadas.
No de las trampas que disimula el invierno.
Desearía detenerme en el resplandor
de estas insólitas ramas,
imaginar estalactitas
suspendidas
en las barbas de los árboles
o en el atareado sueño
de una savia ya vieja y adormecida.
Yo hubiera querido celebrar
la fortuna
de mi extranjera mirada.
Sentarme a la ventana y escuchar
y tan sólo escuchar
el difícil idioma de la nieve que cae.
Yo aspiraba comprender su blancura,
la de una lengua que hacía serena
y de pronto se reveló
en un crujir inesperado,
en un estallido de vidrios.
Una niña y su perro
han muerto.

Yo hubiera querido,
Yo hubiera deseado hablar de otra cosa. (58-9).




Canción para Phillip,
mi estudiante de español

Phillip asiste a clases
diariamente
con su verde uniforme.

Phillip es casi un niño
que confunde
México con Madrid.

A Phillip le gusta
que le cuenten
historias de ultramar.

Que le hablen de las victorias
de Lucius Quinctius Cincinnatus,
y su legado en Gettysburg.

Phillip conoce sólo tres cosas:
La obediencia a la patria,
al dinero
y a Dios.

En esa cárcel ha vivido siempre
sin maldad.

Phillip pronto
se irá a la guerra
como Mambrún.

¿Qué lengua olvidada
traerá de Babel?
¿En qué tiempo aprenderá
a conjugar
matar?
¿Quién ocupará su pupitre
y seguirá sus lecciones
cuando no esté? (65-6).



Si me permites

Si me permites
no te llamaré por tu nombre,
procuraré otros atajos
que me sepan conducir
al sitio donde las palabras amanecen,
al recodo donde las historias
se reconocen inútiles
y el azar pacta
a riesgo de sus mejores apuestas.

Si me permites
te desearé simplemente
como si invocara la lluvia
en la estación más seca,
aquélla que queda
sin balbuceos
más allá de la aridez
del recuerdo
de lo que no fue.

Si me permites,
si hay un lugar donde yo pueda,
me haré hábito en tu piel
y como un devoto feligrés,
fiel a los caprichos del deseo
te haré mía sin nombres

sin palabras, sin promesas.(72).

Tomado de: Cuidados Intensivos (inédito). 


Publicado por: Libia Kancev D.

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