A Elena Ruiz, in memoriam
“Si un cuerpo coge a otro cuerpo, cuando van entre el
centeno” (153).
“-¿Te has hartado alguna vez de todo? –le dije-. ¿Has
pensado alguna vez que a menos que
hicieras algo enseguida el mundo se te venía encima?” (171).
“No es que fuera mala persona, de verdad. Pero es que no
hace falta ser mala persona para destrozarle a uno” (220).
“Pero se equivocaba en eso de que acabaré odiando a los
que hayan jugado al fútbol en la universidad. En serio. No odio a casi nadie”
(242).
“Esta caída que te anuncio es de un tipo muy especial,
terrible. Es de aquellas en que al que cae no se le permite llegar nunca al
fondo. Sigue cayendo y cayendo indefinidamente. Es la clase de caída que acecha
a los hombres que en algún momento de su vida han buscado en su entorno algo
que éste no podía proporcionarles, o al menos así lo creyeron ellos. En todo
caso dejaron de buscar. De hecho, abandonaron la búsqueda antes de iniciarla
siquiera. ¿Me sigues?” (243).
“Entre otras cosas, verás que no eres la primera persona
a quien la conducta humana ha confundido, asustado y hasta asqueado. Te
alegrará y te animará saber que no estás solo en ese sentido. Son mucho los
hombres que han sufrido moral y espiritualmente del mismo modo que tú.
Felizmente, algunos de ellos han dejado constancia de su sufrimiento. Y de
ellos aprenderás si lo deseas. Del mismo modo que alguien aprenderá algún día
de ti si sabes dejar una huella. Se trata de un hermoso intercambio que no
tiene nada que ver con la educación. Es historia. Es poesía” (245).
“Con esto no quiero decir que sólo los hombres cultivados
puedan hacer una contribución significativa a la historia de la humanidad. No
es así. Lo que sí afirmo es que si esos hombres cultos tienen además genio
creador, lo que desgraciadamente se da en muy pocos casos, dejan una huella
mucho más profunda que los que poseen simplemente un talento innato. Tienden a expresarse
con mayor claridad y a llevar su línea de pensamiento hasta las últimas
consecuencias. Y lo que es más importante, el noventa por ciento de las veces
tienen mayor humildad que el hombre no cultivado. ¿Me entiendes?” (245).
“La educación académica te proporcionará algo más. Si la
sigues con constancia, al cabo de un tiempo comenzará a darte una idea de la
medida de tu inteligencia. De qué puede abarcar y qué no puede abarcar. Poco a poco
comenzarás a discernir qué tipo de pensamiento halla cabida más cómodamente en
tu mente. Y con ello ahorrarás tiempo porque ya no tratarás de adoptar ideas
que no te van, o que no se avienen a tu inteligencia. Sabrás cuáles son
exactamente tus medidas intelectuales y vestirás a tu mente de acuerdo a ellas”
(246).
“A todos los que vinieran a visitarme les pondría una
condición. No hacer nada que no fuera sincero. Si no, tendrían que irse a otra
parte” (263).
“No cuenten nunca nada a nadie. En el momento en que uno
cuenta cualquier cosa, empieza a echar de menos a todo el mundo” (274).
Salinger, J.D. El guardián entre el centeno. Edhasa. Barcelona (España). 2008.
Publicado por Libia Kancev D.
Caracas, 7 de junio de 2013.
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