martes, 28 de mayo de 2013

Arturo Gutiérrez Plaza: Pasado en limpio

Arturo Gutiérrez Plaza 
















Arturo Gutiérrez Plaza (Caracas, 1962): poeta, ensayista y profesor universitario. Ingeniero en Computación y Magíster en literatura latinoamericana contemporánea por la Universidad Simón Bolívar (USB). Es Doctor en Lenguas Romances y Literatura por la Universidad de Cincinnati (Estados Unidos). Actualmente es el Coordinador de la Maestría de Literatura Latinoamericana de la USB. En dicha Universidad también se ha desempeñado como Director de Extensión Universitaria y Decano de Extensión. El profesor Gutiérrez fue director general del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG) entre 1995 y 2000.

Dentro de su obra poética están:

Al margen de las hojas (Monte Ávila, 1991)
De espaldas al río (El Pez Soluble, 2000)
Principios de Contabilidad (2000)
Pasado en limpio (2006): que incluye, aparte del primero y el tercero de los poemarios anteriores, Un sobre sin abrir.

Gutiérrez Plaza ha sido finalista en varios importantes premios de poesía y obtenido el Premio de Poesía de la III Bienal Mariano Picón-Salas (1995) por el libro Propósito común (que, hasta la fecha, no ha sido publicado); el Premio Hispanoamericano de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz (1999), por Principios de contabilidad (México: Conaculta, 2000), y el premio del Concurso Anual Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana por Itinerarios de la ciudad en la poesía venezolana: una metáfora del cambio (2009).

Hace poco tuvimos conocimiento de que próximamente será publicado por la editorial independiente Lugar Común,  el más reciente poemario de Gutiérrez Plaza, que lleva por título Cuidados intensivos, algunos de cuyos poemas pudimos escuchar de boca del propio autor en la sede de la librería del mismo nombre y que llamaron nuestra atención por el abordaje de una temática de orientación social y política que no le conocíamos.

Veamos ahora algunos de los poemas recogidos en Pasado en limpio, no sin antes señalar que, el poemario contiene un excelente prólogo del profesor Luis M. Isava y que cada poemario está precedido por varios epígrafes, la mayoría orientados hacia la construcción continua del poema, como por ejemplo, el último citado en Principios de Contabilidad, perteneciente al escritor norteamericano Wallace Stevens (1879- 1955) : Un poema es un detalle de la vida pensado durante tanto tiempo que el pensamiento propio se vuelve inseparable de él, o bien es un detalle de la vida, sentido tan intensamente que el sentimiento lo ha penetrado.

Al margen de las hojas

Al margen de las hojas,
en los raídos cuadernos donde una vez hubo
olor a creyones y acuarela,
afincado, firme el lápiz al papel,
el niño escribe…

La tarea hecha,
tres planas con la letra O
y toda una tarde para jugar al escondite.

Una larga tarde en que las bisagras
suenan reticentes, oblicuas,
como sin querer ver la cara del sol,
esa otra roca gastada de tanto girar,
nacida, como él, del vientre del mundo,
cuando la tierra aún era una llanura blanca
semejante a nuestras manos.

Gastada como el ruido de aquel viejo balón,
siempre pateado con fuerza
sobre la tierra mojada de la infancia,
o como aquellas manos
-las del titiritero-
que lentas moldeaban el rostro de un domingo.

Una larga tarde
escrita al margen de las hojas
por un niño que espera
la hora de jugar al escondite.

En “Al margen de las hojas” (10), el poeta va señalando la utilización que un niño hace de los márgenes “en los raídos cuadernos donde una vez hubo/ olor a creyones y acuarela,”/. A través de la escritura y visto por el poeta, el niño (que devino poeta) despliega recuerdos de una tarde: “La tarea hecha, /…y toda una tarde para jugar al escondite”/ También la evocación de “aquel viejo balón,/ siempre pateado con fuerza/ sobre la tierra mojada de la infancia,/ o como aquellas manos”/. Mientras el niño escribe, espera y tememos que “la hora de jugar al escondite” haya pasado.  

En este poema, hay una metáfora interesante, la referida al sol compartida con el niño “esa otra roca gastada de tanto girar, / nacida, como él, del vientre del mundo, /cuando la tierra aún era una llanura blanca/ semejante a nuestras manos”.


Al calor de los manteles

Realmente hay pocas cosas tristes
en la vida;
quien se sienta solo en la mesa
lo sabe.
Porque no es la comida
desabrida del día anterior,
no es el olor cotidiano
ni la sopa recalentada.
Es más, mucho más.
No es ni siquiera
el hecho de saber
que es triste
que uno se siente solo a la mesa para comer.
Es la certidumbre de que los días son obstinados y se repiten.
Es la tristeza misma
que es triste
y está sola
posada en los platos
llana y pensativa
como ayer.

(De: Al margen de las hojas)

En “Al calor de los manteles” (13) se plasma un planteamiento que gira en torno a la tristeza, el estar solo y la asfixiante rutina porque aunque “Realmente hay pocas cosas tristes/ en la vida”, que van más allá de “que uno se siente solo a la mesa para comer”, resulta -expresa el poema- que “Es más, mucho más” que eso. “Es la certidumbre de que los días son obstinados y se repiten/ Es la tristeza misma/que es triste/ y está sola”. Pareciera que lo que es triste en la vida es la tristeza en sí  misma y la soledad que la acompaña.

Palmariamente, se trata de un poema triste. Esta palabra o derivadas de ella está escrita cuatro veces; por otra parte, la palabra solo (a), lo está en tres ocasiones. Todo ello, aunado a la referencia a la rutina que nos conduce al tema del tiempo, nos “habla” de la tristeza, de la soledad, del inexorable paso del tiempo.  

Poética del caminante

De paseo, sin rumbo fijo
veo un zapato solo
a un lado de la carretera,
desalojado, huérfano de pie
y de costumbres.
Veo, entonces, por añadidura
un hombre que camina descalzo,
una tristeza adherida al día,
un ojo que escruta
por la cerradura de una puerta
el aire abandonado
de una habitación vacía.

Al referirme a esto
y otras cosas –me doy cuenta-
retomo el hilo
de un obstinado soliloquio.
Apruebo con la frente
el lugar que ocupa
cada presencia a mi alrededor.
Me detengo y anudo con fuerza
los cordones de mis zapatos.
Sólo después sigo mi curso.
Digo, el discurso que dictan mis pies.

El objeto zapato (o zapatos) no es extraño a la temática poética de Gutiérrez Plaza. En “Poética del caminante” (98) tenemos la visión de un zapato solo, objeto que parece conocer las costumbres de su dueño. También, se describe aquí a un hombre descalzo, además de triste. Objeto hecho para ser ocupado que se haya vacío de su correspondiente materia la cual se halla libre y en soledad. El poeta vislumbra los lugares que ocupan los objetos “cada presencia” a su alrededor. Procede a anudar “con fuerza” los cordones de sus propios zapatos para seguir su curso que no es otro que el que dictan sus propios pies imbuidos en ellos.
Hay una conexión del pie con el zapato, con el curso y el discurso de la vida dictaminado por dicho pie.

Dios no escribe poemas

Dios no escribe poemas.

Si escribiese poemas
no sería Dios (así, con mayúscula)
sino a lo sumo un poeta.
Y si fuese un poeta
y no hubiese Dios
entonces los poetas escribirían
reclamando la existencia de uno,
o alguien que al menos
pusiera un poco de orden en la casa.
Una especie de conserje
colmado de paciencia.

Por eso Dios,
sabio y pragmático
Como lo exigen estos tiempos,
prefiere preservar
la tradicional jerarquía de su cargo
y se abstiene de escribir poemas.

En “Dios no escribe poemas” (90) se nos revela que la escritura de poemas no alcanza a Dios, si lo hiciera ya no sería Dios sino un poeta y el mundo careciera de alguien que “pusiera un poco de orden en la casa”/ alguien “colmado de paciencia”. Dios es Dios, los poetas son los poetas. Cada quien en su lugar, en lo que le corresponde.

Crónica

Seguramente después de mi muerte
los perros continuarán aullando
como lo han hecho durante milenios.

Las cortinas sudarán la misma luz
cada amanecer, prolongando
el reposo de los amantes.

Las palomas acudirán a las plazas
llenas de fe, como los ciudadanos
que diariamente les dan de comer
a la puerta de las iglesias.

Todo será igual.

Gordas señoras cargadas de bolsas
recorrerán mi vecindario
impregnando el rancio olor del Mediterráneo.

Todo, o casi todo
será como el primer día.

La misma crónica
con otros personajes.

(De: Principios de Contabilidad)

En “Crónica” (86), el poeta expone lo que piensa que ocurrirá después de su muerte. Escribe “Todo será igual”. Más específicamente “Todo, o casi todo/ será como el primer día”, para concluir que la vida es una rutina general y particular que se repite una y otra vez, lo que cambia son las personas. “La misma crónica/ con otros personajes”.


La mesa

Cuatro rígidas patas sostienen este tablón.
Hermanas cuatrillizas que con el paso de los años
han sabido imitarse hasta el extremo de la estatura.

Se comprende que todo se refiere
a una mesa viuda de sillas.

Un horizonte rectangular parecido,
tal vez, a una pequeña cama
y a la voz de mamá
inventando un nuevo cuento para dormir.
A una lejana conversación
la tarde prolongada de un día festivo.

Sí, a lo mucho que hubo.

A esas cruentas y gloriosas batallas
hechas de palabras y soldados azules,
donde siempre la derrota era postergación,
aplazamiento, nunca renuncia.

Batallas no menos reales
que las que hoy en su interior
libran silenciosos
el tiempo y las termitas.

En “La mesa” (101), este objeto, ya viejo, resulta la excusa perfecta para nombrar “a una pequeña cama” y con ella traer la evocación de “la voz de mamá/ inventando un nuevo cuento para dormir”. El poeta patentiza “lo mucho que hubo” en su infancia. De la narración de historias de batallas que nunca significaron renuncia sino aplazamiento, el poeta conduce nuestra imaginación a las “Batallas no menos reales/ que las que hoy en su interior [de la mesa] / libran silenciosos/ el tiempo y las termitas”//.

El arte de amar

Supones que han de calzar las piezas
(deseas predecibles las reglas del juego).

Comienzas por aquellas de bordes rectos.

Antes, por costumbre, has intentado
el inventario de las esquinas.

Sabes que luego quedará una isla que habitar.

Pieza a pieza reconstruyes
un paisaje que nunca has visto,
un mapa de litigios fronterizos
entre desconocidos países.

Ya muy tarde comprendes.

Ella nunca te dijo que el arte de este juego
nace de mezclar en una misma caja
dos distintos rompecabezas.

(De: Un sobre sin abrir)

En “El arte de amar” (120), el poeta parece hacer una analogía entre la vida de pareja –con sus dificultades, a veces, insalvables-  y armar un rompecabezas. Se quiso predecir los comienzos y “comienzas por aquellas de bordes rectos” previo intento de “el inventario de las esquinas”. Pero, la experiencia no es fácil pues “Ella nunca te dijo que el arte de este juego/ nace de mezclar en una misma caja/ dos distintos rompecabezas”//.

Persistencia

En las gotas de una ducha siempre fría.
En la sombra inquieta de las hojas que caen.
En la mirada extraña de algunos peces.
En la cucharilla que espera el azúcar del té.
En unas llaves que aguardan.
En la página faltante de esta libreta.
En el rollo de fotos que nunca tomé.
En el canto de algunas monedas.
En el silencio que queda
cuando ya se han ido las hormigas.
Allí he dejado recados.
He insistido en la buena recompensa.

En “Persistencia” (122), el poeta expone claramente su comunicación con las circunstancias y los objetos que le rodean. Un detallismo frecuente en su poesía. En esos objetos: “En las gotas de una ducha…/En la sombra inquieta de las hojas que caen/…en la mirada…de algunos peces/ En la cucharilla…/ En unas llaves…”/ el poeta deja recados, mensajes. Al final nos sorprende con un verso contradictorio, ya que habiendo sido él quien deja los mensajes en todos los objetos mencionados, espera que los mismos le sean devueltos, ya que escribe “He insistido en la buena recompensa”. Es decir, es como si esos objetos y experiencias se le hubiesen extraviado y aunque sea él quien deja conscientemente “algo” en ellos, espera que algo de ello le sea devuelto. Por ello ofrece recompensa.


Pentagrama

                                             A la memoria de Juan Bautista Plaza


En esta silla, ahora,
más parca y menos joven,
se sentaba a escribir
sus partituras mi abuelo.

Mientras sus hijos dormían
la madera de esta mesa, vigilante,
pensativa, aprendía a llevar
sus compases en silencio;
sin distraerlo, sin jamás enterarse.

Por eso me gusta escribir sobre ella.

Acerco mi oreja a sus pliegues
tratando de seguir el ritmo
de su secreto pentagrama.

Sobre sus líneas me apoyo,
tanteándolas, sospechándolas,
sin revelar a nadie mi intento.
(De: Un sobre sin abrir)


En “Pentagrama”(133), homenaje a la memoria de su abuelo materno, el importante compositor Don Juan Bautista Plaza (1898- 1965), el poeta no sólo hace gala del recuerdo respetuoso y amado del abuelo, sino que, una vez más, muestra su íntima conexión con ciertos objetos tales como una silla “En esta silla, ahora/ más parca y menos joven,/ se sentaba a escribir/ sus partituras mi abuelo”/; una mesa “Acerco mi oreja a sus pliegues/…Sobre sus líneas me apoyo,/ tanteándolas, sospechándolas,”.

La lectura de Pasado en limpio (2006) me lleva por la siguiente experiencia: de una lectura para saber de qué iba, tuve la sensación de que algo me obligaba a quedarme “conversando” con la mayoría de los poemas allí asentados. Entonces, surgió la idea de escribir sobre ellos. Una conclusión rasante: pretender escribir sobre la o las posibles significaciones de un poema no es una tarea menor. Luego vino la labor de la lectura acuciosa, me refiero a tomarlos uno por uno, verso por  verso, estrofa por estrofa, relacionar y correlacionar.

Sé que falta, debiera venir, un sustento social, histórico y lo correlativo a la ubicación de los poemas leídos en el marco de nuestra poesía de finales del siglo XX y los primeros años del XXI…

El universo poético de Gutiérrez Plaza incluye al amor, a la muerte, a la tristeza y la soledad, a las reminiscencias infantiles, a sus hijos, al tiempo, al poema y su escritura pero, especialmente, a los objetos de la cotidianidad que lo rodean, donde resaltan: la casa, las  ventanas, los zapatos, las llaves, las cerraduras.

El abordaje de estos objetos se nos muestra muchas veces humanizado. Humanización que es mirada profunda, hurgamiento, dentro de la vivencia personal y subjetiva del poeta, y, aunque la “claridad” de los poemas pudiera hacernos pensar en cierta naturaleza objetiva de los mismos en cuanto a su construcción, creemos que hay una amalgama, no homogénea entre objetividad y subjetividad en la poética de Gutiérrez Plaza.

El poeta y crítico literario, Miguel Marcotrigiano asevera que la poesía de Gutiérrez Plaza: 

está fundada en la inteligencia, instrumento esencial para la búsqueda del por qué de las cosas. Esas       cosas que no por nimias, banales, cotidianas, dejan de ser preciada naturaleza de nuestro ser, de nuestra condición de seres humanos movidos y conmovidos por la belleza, por el arte (Marcotrigiano, 130).

Sin duda, apoyamos la anterior  afirmación de Marcotrigiano.

En cualquier caso, ese detenerse que hace Gutiérrez sobre los objetos citados pareciera sacarlos de su natural presencia (usualmente olvidados entre tanta  cotidianidad), es decir, nos hace recordar que están allí, que integran la realidad, es como hacer visible lo “visible que ha sufrido los efectos de lo naturalizado”, y por ello pasado por alto con frecuencia.   

En una primera mirada, pareciera que se trata de una “poesía sencilla”, plagada de transparencia pero, más temprano que tarde, nos percatamos que bajo ese manto de aparente sencillez y claridad, la poética de Gutiérrez Plaza, nos confronta con ciertos tintes enigmáticos que obligan a una reflexión. Así, combina claridad con matices laberínticos que, afortunadamente no nos dejan mudas, que no nos sumerge en ese tipo de poesía donde el enigma es el rasgo predominante como si más que de poemas, se tratara de una suerte de acertijo.  

Posiblemente el mismo poeta defina a su poesía como “objetiva”. No lo sabemos. Pensamos en ello siguiendo el poema “Poeta de ojos encantados” (128) dedicado a la memoria del poeta de Elena y sus elementos (1951), Juan Sánchez Peláez (1922-2003). Allí, dentro del escenario de la víspera de la muerte de Sánchez Peláez, escribe Gutiérrez Plaza, “Juan sabe que va a morir…/Juan lee sin distraerse/ en lo que vendrá”/, el yo lírico del poema añade “[a Juan] No le gusta la poesía objetiva”. Tal vez, Gutiérrez P. se refiera a su propia poesía.

Cabe mencionar que el reconocido poeta, Eugenio Montejo (1938- 2008) escribió sobre la poesía de Gutiérrez Plaza a partir de los nexos que su poesía mantuvo con la poesía surrealista de Sánchez Peláez:

No obstante, en la observación acerca de la poesía  “objetiva”, incorporada a los versos que dedica a Sánchez Peláez, parece hacer un guiño mediante el cual el autor marca el terreno de su propia estética, más ceñida a cierto objetivismo, es decir, menos proclive a arropar sus palabras  “con el tacto de un animal nocturno”. Tal inclinación objetiva, que encuentra su centro privilegiado en la mirada, propende a registrar en el poema los datos de la existencia cotidiana, ya de forma directa, ya transfigurada en sus versos (Cifras de poemas futuros, citado en Iris, párr. 5).

Cabría pensar más sobre qué es la “poesía objetiva” y como contrapartida qué es la “poesía subjetiva”, preguntas que dejamos abiertas.

Para finalizar, debemos decir que la poesía de Arturo Gutiérrez Plaza, no es una poesía que se lee y se olvida. Sus poemas quedan como una luz encendida (estímulo de reflexión, de pensamiento) en la oscuridad.


Textos citados

Gutiérrez Plaza, A. (2006). Pasado en limpio. Caracas: Editorial Equinoccio.

Iris, M. “Hacer poemas para revelar poesía: Acercamiento a la poética de Arturo Gutiérrez Plaza”. Agulha Hispânica Revista de cultura 02. [en línea] Disponible en: http://www.jornaldepoesia.jor.br/BHAH02plaza.htm. [2013, 3 de mayo].

Marcotrigiano, M. (2007). "Los premios internacionales de poesía: algunos casos a considerar acerca de la poesía venezolana de los noventa" . Revista Nuestra América. No. 4. págs. 125-135.


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