domingo, 17 de febrero de 2013

Entre Francisco Coloane y Pedro Lemebel

Francisco Coloane
Pedro Lemebel






















Ayer, el día amenazó (y fue) tristeza pero, en la noche, el rumbo descarriado de mi tren se enrumbó inesperadamente. La visita al bautizo de un libro de poemas que permitió conocer un espacio nuevo, fue vehículo para que se concretara el milagro. 
Para ser específica y sin ofrecer detalles innecesarios, quiero decir que me presentaron a dos escritores excelentes: se trataba de Francisco Coloane y de Pedro Lemebel. A ambos les estreché las manos pues, cuando de literatura se trata, la receptividad se me agranda como si, repentinamente, me inflara como un globo. No obstante, el tiempo para establecer una conversa fue muy corto, así, al llegar a casa y saludar a mis retoños, me interné en “la selva”, como acostumbro a denominar a Internet.

Con rapidez busqué qué había de estos, desde ya amigos y, muy a vuelo de pájaro, entre sorpresa y emoción, conocí, a través de varios cuentos, la potencia literaria de estos dos escritores chilenos. Resulta que uno lee y lee y ¡cómo falta por leer! En el ínterin me enteré que mi amigo Francisco había fallecido en 2002 y que Pedro había nacido en 1955. Más allá de cualquier consideración sobre el seguir vivo aunque se esté muerto, para mí Francisco ahora era que vivía.

¡Qué nota haberlos conocido! Sin duda, seguiré leyéndolos.

Aquí una reseña de un cuento de cada uno y dónde pueden hallar los relatos completos.

Francisco Coloane Cárdenas (Quemchi, 19 de julio de 1910  Santiago, 5 de agosto de 2002) fue un cuentista y novelista chileno de la generación literaria de 1938, Premio Nacional de Literatura.

“VIVEN PORQUE ESTÁN MUERTOS” : es un cuento de Francisco Coloane: ya, en su primer párrafo se nos revela uno de los puntos fuertes del mismo “El amor es un estado patológico que dura más en los débiles y menos en los fuertes…”. Se trata de un joven chileno que se enamora profundamente de una joven austriaca recientemente emigrada.

La joven se había casado poco antes con la finalidad de “asegurar” su futuro en vista de la incertidumbre que experimentaba ante el abandono de su país.  El joven le propone que se divorcie y se case con él pero la joven se niega. El joven intenta olvidarla y con el transcurso del tiempo estudia y se gradúa de abogado. Tiene varias relaciones sentimentales que en nada opacan lo que continuaba sintiendo por la austriaca. 

Varios años después, recibe una llamada de la joven y quedan en verse.

El encuentro significa, por parte del joven, un gran esfuerzo para mantener el control pues no quería mostrar que seguía amándola. Al parecer, en ella ocurrió igual. Luego, el joven relata todo su dolor –y la experiencia reciente- a una señora de mediana edad ante la presencia de la joven. Allí expone una serie de argumentos en relación al amor que resultan llamativos (por otra parte, queda claro su “resentimiento” hacia la joven):

-No he querido decir precisamente que cuanto menos dure esa afección el hombre sea más fuerte; en algunos la flor del amor no nace por falta de sensibilidad, por estupidez o cretinismo en otros. Hay, pues, en resumen, una escala mínima, un período de duración "standard" para las gentes normales. No se podría decir que ese período fuera de un mes, seis meses o un año; el poeta Daniel de la Vega ha dicho "el amor eterno dura tres meses", tendrá el hombre sus razones para hacer afirmación tan categórica...

El joven alega que cuando una persona dice haber amado “toda la vida” y no poder amar nuevamente, es porque la gente se aferra “a un fantasma, a una ilusión, a un sentimiento falso, de falsedad absoluta, y que sobrevivía a la ley de los "tres meses" del poeta, solo porque estaba muerto”. A esto, la señora con la que hablaba respondió algo que me parece muy cierto: “-No es prudente aplicar filosofía y leyes al amor ­respondió la dama con aire de superioridad”.

El joven plantea que, a veces, cuando una persona enamorada, se separa de ese amor, por las razones que sea, incluyendo porque el amado o amada ha muerto:

a veces queda prendida en el ser un vestigio de amor, la colilla de un cariño, a veces una cicatriz y, a pesar de que todo ha concluido, ese ser empieza a construir sobre esa leve base un fuerte sentimiento, una pasión falsa que puede durar toda la vida,...y que en un instante desaparece totalmente al contacto con la realidad.

Dentro de su narración, el joven va explicando todos los argumentos que le habían pasado por la mente cuando la joven se negó a unirse a él, entre ellas: “una vez más se comprobó la teoría marxista de que lo espiritual está sometido a lo económico y no olvidemos que ella ascendía de la raza más pragmática del mundo...”.

La súplica, el llanto, la humillación, etc., lo hicieron descender ante los ojos de la mujer, la cual se dio cuenta de que el amor desaparecía rápidamente para dar paso a la indiferencia y por último al fastidio. ¡Sí, señora, al fastidio; el amor puede terminarse por demasiado amor! ¡No hay nada más fastidioso para la víctima que una persona enloquecida por el amor; es como un carnero enfermo que trata de romper a cabezazos una muralla de piedra hasta que cae con los sesos destrozados! Cayó en la bebida, en la droga, en la degeneración;.. 

El abogado continuaba explicando que, cuando la joven lo había llamado, experimentó sentimientos encontrados, que había pensado: “¡Necesitaríamos vivir mil años para establecer las leyes de un solo corazón humano!”. Por otro lado, se preguntaba, si acaso "¿Me necesita simplemente para algún asunto que nada tiene que ver con aquel amor? ¿Me habrá amado en la misma forma en que yo la he amado y hoy una crisis ha quebrado su resistencia, llamándome?” También: "¿Y si una cruel curiosidad femenina, comprobar que aún tenía influencia sobre ese corazón de varón, era la causa de la cita?”

Durante el encuentro, la joven le había dicho que reconocía haber: “…sido un poco cruel, calculadora. Dijo que una seguridad demasiado grande en el amor de él, se había desviado en un extraño sentimiento de crueldad, algo parecido al goce de los flagelados”.

Posterior a estos hechos, el joven fue inundado por la idea de que ya no amaba a la austriaca, que “su amor” se había desvanecido al contacto con la realidad:

El tiempo había hecho desaparecer aquel amor; pero la quemadura de la hoguera había dejado su cicatriz y sobre ella se había construido un sentimiento falso, una creencia que se encargó la propia causante de destruir. Fue un fantasma que se esfumó al primer contacto con la realidad.
¡Sí, señora! ­continuó el narrador, subiendo el tono de la voz, ya exaltado, para finalizar proclamando la tesis de su historia­. El amor eterno dura tres meses, como dijo el poeta, los otros son amores falsos que se fincan en una herida, en una cicatriz, como hongos malsanos de los cuales debemos precavernos! ¡Son, en fin, el caso de las solteronas cuyos amores viven, porque están muertos!... ¡Si, solo viven porque están muertos!

La austriaca, que escuchaba, se retiró a su cuarto, bañada en lágrimas. El joven terminó su relato, no sin que la señora de mediana edad le dijera que él era muy cruel, que la austriaca lo amaba. El joven salió a la calle pero, al poco pensó perturbado:

¿Y si todo lo que he dicho no fuera ahora cierto? ¿Acaso uno odia, sufre o goza permanentemente? ¿Acaso en una sola hora uno puede tener todas las variaciones del alma, todas las contradicciones del corazón humano, mientras la forma, la acción, es una sola y permanente, y por lo tanto, falsa también?

Sorprendentemente (¿o no?) el joven “Dio media vuelta y volvió sobre sus pasos”

“BÉSAME OTRA VEZ FORASTERO”: cuento de Pedro Lemebel.

Una narración hecha en primera persona. La historia de una anciana prostituta que seducía a jóvenes y niños. Éstos muchas veces le huían porque les producía asco. El narrador es ya un hombre adulto que vivió la experiencia en su adolescencia con la anciana, poco después cuando “descubrió en el baño su pelaje genital”. El hombre no pudo olvidarla más. También podemos decir, que es la historia del hombre o la historia del hombre y de la anciana o la historia del barrio donde habitaban.

Al final del cuento se señala por qué siempre la recordaría: “Solamente yo tuve conciencia de la resurrección de su cara en mi espejo, el dorado espejo de azogue que rescaté de los despojos cuando la vieja fue sacada sólida y putrefacta, tres meses después de su muerte”. Se trataba de un espejo en media luna donde la anciana acostumbraba a verse cuando llegaba a su casa y el adolescente la miraba desde la suya, cercana a la de la anciana.

Texto de no más de dos páginas. Excelentemente escrito, narración, descripción, poesía, todo lo hay aquí.
Pedro Mardones Lemebel, más conocido como Pedro Lemebel (Santiago, 1955): Escritor y artista plástico.

En lo más reciente que revisé de Lemebel, hallé esta entrevista que me permito citar aquí:

“¿Cómo presentar a un grande? Quizás la mejor manera de hacerlo es adentrarse en su propia gramática, oyéndolo con ese aire entre sórdido y desenfadado que lo caracteriza, imaginando su voz, sus cadencias, el sube y baja de su acento que confunde a los extranjeros que no saben donde terminan los localismos y comienza el homo universal:


¿Por qué portador?

- Tiene que ver con puerta.

¿Cómo es eso?

- La mía es una reja, pero no de cárcel ni de encierro. Es una reja de jardín llena de florcitas y pájaros.

¿Barroca?

- No sé lo que es eso, pero puede ser, una verja llena de cardenales (flores).

¿Y dónde conduce?

- Al jardín del amor.

¿Se abre?

- Siempre está abierta de par en par.

¿Y qué hay en el jardín?

- Un asiento también de fierro, igual que la reja llena de...

Pájaros y florcitas

- Y también corazones.

¿Partidos?

- Bueno un poquito, alguna trizadura por aquí, otra por acá, pero sin flechas. Eso del angelito cupido es cuento hétero. En vez de flechas, jeringas.

¡Huy qué heavy!

-¿Qué tanto? Si los pinchazos ahora me excitan.

Bueno, estábamos en el amor. El jardín portador del amor. ¿No crees que te corres del tema?

- Siempre, nunca tienen que saber lo que estás pensando.

-¿En qué estás pensando?

- Yo no pienso, soy una muñeca parlante. Como esas Barbys que dicen I love you.
-¿Hablas inglés?

- El SIDA habla inglés.

-¿Cómo es eso?

-Tú dices Darling, I must die, y no lo sientes, no sientes lo que dices, no te duele, repites la propaganda gringa. A ellos les duele.
-¿Y a ti?

- Casi nada, hay muchas cosas por las que vivir. El mismo SIDA es una razón para vivir. Yo tengo Sida y eso es una razón para amar la vida. La gente sana no tiene por qué amar la vida, y cada minuto se les escapa como una cañería rota”.

Enlaces de textos citados: 


Escrito por Libia Kancev.

Caracas 16 de febrero de 2013.


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