jueves, 14 de junio de 2012

ENTRE ELTIT y BELLATIN


“El ojo debe ser del tamaño de lo que percibe”

“…cuando el ser humano ama algo sólo ama al ser humano, se ama a sí mismo, a sus propios atributos reflejados en eso que dice amar”
                                                                                                                                                               Bellatin


                                                                                               


El Gran Vidrio. Tres autobiografías (2007)


Mario Bellatin (Ciudad de México, 1960).

Acabo de terminar de leer  El Gran Vidrio. Eso de “terminar” es una forma de decir pues el texto del escritor mexicano sigue revoloteando en mi cabeza.

La novela consta de tres partes  que, en principio, son independientes. La narración está hecha en primera persona. El primer relato, Mi piel luminosa tiene esta especie de epígrafe: …en los alrededores de la tumba del santo sufí. Relata, en forma numerada (1-360), las vivencias de un niño cuya madre lo exhibe en baños públicos. Me refiero a exhibir sus genitales a cambio de baratijas: “1.- Durante el tiempo que viví junto a mi madre nunca se me ocurrió que acomodar mis genitales en su presencia pudiera tener una repercusión mayor…Ajustados, acogotados, a punto de estallar…Mi madre aprovechando mi dolor” (9).
Las pinturas de labios pronto pasaron a ser importantes para la madre: “46.- En más de una ocasión me despertó en plena madrugada para mostrarme su boca coloreada de morado o fucsia fosforescente” (14).
El padre los abandonó posterior al fallecimiento de una secretaria que era su amante.
Luego la madre hace todo lo necesario para que su hijo sea aceptado en una escuela especial. Lo somete a una serie de castigos corporales y hace ver que el niño padece de retardo mental: “77.- ¿Por qué me encuentro matriculado en una Escuela Especial?, es una pregunta que no dejo nunca de hacerme…78.- No creo que alguien tenga una respuesta segura, ni siquiera mis compañeros de reclusión” (20).                                                                                                               
Aunque la madre logra sus propósitos, penetra a la Escuela por las noches para seguir llevando al niño a los baños.

Esta primera parte es una narración reiterativa  en algunos aspectos cuyo sentido no luce claro aparte de lo ya dicho. Se trata de la evidencia de no poder explicar lo que no se logra entender.

La segunda parte se titula: La verdadera enfermedad de la sheika
Comienza el narrador con una visita a la casa de una pareja musulmana que fue protagonista del último libro que había publicado. El narrador dice que aunque quedan mal parados en el relato, ellos no parecen darse cuenta o no se sienten retratados en el mismo.   Él había acudido allí para cobrar un ejemplar del libro que le habían comprado. En la casa está Lato, un perro grande, fiero, sin pelaje, que él mismo había hecho que llegara a esa casa, después que su dueño lo hubiera regalado pues se iba de viaje. Pero el perro regresó cuando su amo ya se había marchado. Sólo estaba su hijo que era amigo del narrador y sólo pensó llevarlo a un veterinario para que lo matara. Él se opuso (por cierto, ¿ese amigo muere tiempo después o es un sueño?)  A la larga, Lato fue aceptado en casa de la pareja. Además de fiero, quería copular con frecuencia con la dueña. La mujer le paga el libro y lo acusa de haber vendido a la revista Playboy, “…un sueño místico que había tenido con la sheika de la comunidad religiosa a la que pertenecíamos” (78). 

El sueño es relatado a continuación y, en esencia, trata sobre él, sobre la sheika y algunos miembros de la comunidad religiosa. Es una historia mezclada con sueños y, como es usual en éstos, fragmentada y con ciertas desconexiones.

En esta parte, ya el narrador no es un escritor sino un derviche. Está enfermo y recibe tratamiento en un hospital, aunque un día cancelan las consultas porque tenían que prepararse para atender una supuesta tragedia. Eso lo perturba mucho. Ese mismo día, la sheika es llevada al hospital pero al final no parecía tener nada serio. Él sale del hospital con la sheika y la sirvienta. La sheika no lo deja manejar su viejo y destartalado auto Datsun. Van referidos a otro hospital al cual nunca llegan sino van a la casa del plomero que debe reparar las tuberías de la mezquita que están en mal estado. La cita fue hecha de antemano. De la casa sale Fariha, la sheika de Nueva York. Él no entiende qué hace ella allí. Fariha le promete que el próximo Ramadán le traerá un perro saluki “…el saluki es el perro de los beduinos del desierto. Es un perro de la arena, cazador por excelencia. Un perro de la arena que no desentierra muertos con sus uñas. Por eso fue el único aceptado por los seguidores del Profeta Mohammed –la paz sea con él-…” (112).
El derviche comenta, en varias ocasiones, la ausencia de su brazo: “…poco antes de despojarme del aparato ortopédico que llevé desde la infancia” (95), cosa que realizó durante un viaje que había hecho a la India. Otra cita sobre la falta de su brazo: “Los zapateros ambulantes tratando de hacer de mi brazo un adminículo decente” (119).

La tercera parte se titula, Un personaje en apariencia moderno. Se trata de un texto extraño… Extrañeza derivada de lo no tradicional en cuanto al tipo de relato que pone el acento en aquello que suele pasar por debajo de la mesa. En realidad, todos poseen esa cualidad. Un vaivén, un corte, otro caminos, regresos.

La protagonista es la menor de tres hermanos. Tiene 46 años y está en la escuela primaria donde, al parecer, no tiene ningún futuro. Dice que tiene una novia alemana cuyo padre trabajaba en un club de esquí en Los Alpes. Desea comprar un auto, específicamente un Renault 5 de los años setenta, modelo muy difícil de conseguir. A través de un aviso telefónico hace contacto con un individuo que tiene uno pero en muy mal estado. Esta persona la llama para ir juntos a ver a un  hombre que vive a 40 km. de distancia y que es dueño de uno. El sitio de encuentro es un cementerio. Su novia alemana va con ella. El hombre pretende hacerles daño. Ella simplemente se baja del auto y deja a la novia quien iba sentada detrás.
Menciona que tiene dos hermanos varones: uno que es constructor, aunque nunca ha construido nada. Agrega: “Sin embargo, el hermano constructor siempre ha estado bajo el amparo de mi padre, y mi padre es una persona que jamás hubiera permitido que alguien de su familia construyera nada.” (155).  Este hermano tiene tres hijos cuya madre nunca ha estado. Ella roba dinero de la cartera de su padre para comprarle golosinas y consentirlos. El otro hermano trabaja en una empresa aérea.

Relata que perdieron su casa familiar por necesidades del espacio pues se necesitaba construir un tren que pasaría justo por donde estaba ubicada la vivienda. Los abuelos fueron dejados a otras personas para su cuido. Luego, sufrieron otros desalojos por falta de pago. El padre la utilizaba para que bailara como marioneta y tratar de convencer a los dueños de que no los echaran pero resultaba infructuoso.

Habla de los libros que ha escrito aunque apenas sabía escribir.

Tiene algunos animales. Luego dice que es muy mentirosa. Hay un momento que es un adolescente, es decir que, el texto presenta una especie de indiferenciación sexual del protagonista-narrador: “Pensé en el aspecto que mostraba yo entonces, No era ni una pequeña figura ni tampoco una gorda. Era un adolescente muy parecido a los cantantes extranjeros que salen en la televisión” (156).

El texto concluye con una explicación del narrador sobre la posibilidad de que las autobiografías sean llevadas al cine y añade: “Delante de la cámara, de una vez por todas voy a dejar atrás las personalidades necesarias para seguir escribiendo” (159).
                                                                                  

EL infarto del alma (1994), es un texto de la escritora chilena Diamela Eltit (Santiago, 1949). Escribir que es un “texto” no es un olvido porque se trate de una novela, un cuento o poesía, por ejemplo. Resulta que el mismo es una suerte de novela, diario, mezclado con ensayo y el género epistolar.

El infarto del alma también tiene otra sustancia y es que posee numerosas fotografías atribuidas a la fotógrafa, también chilena, Paz Errázuriz.

En realidad, tanto Eltit como Errázuriz son las responsables del texto.
Varias historias, narradas en primera persona, siendo eje esencial, las historias de amor que se suceden en el Hospital Psiquiátrico Philippe Pinel (1745-25 -1826), ubicado en el pueblo de Putaendo a dos horas de Santiago de Chile.






El Hospital, construido en los años 40 del siglo pasado, funcionó, inicialmente, como hospital para pacientes aquejados de tuberculosis. Posterior a la drástica disminución de esta enfermedad como consecuencia de la vacunación antituberculosa pasó a funcionar como centro de reclusión para pacientes psiquiátricos.

Eltit va de visita al Hospital acompañada por Errázuriz quien ya lo conocía. Hay 500 pacientes de ambos sexos, muchos de ellos indigentes, de identidad desconocida. Eltit quiere conocer sobre el amor y la locura, dice: “Después de todo he viajado para vivir mi propia historia de amor. Estoy en el manicomio por mi amor a la palabra, por la pasión que me sigue provocando la palabra” (19).

Un poco más adelante: “Y ahí, en esa descompostura, encuentro el centro del amor. Comprendo ejemplarmente que el objeto amado es siempre un invento, la máxima desprogramación de lo real y en ese mismo instante, debo aceptar que los enamorados poseen otra visión, una visión misteriosa y subjetiva. Después de todo,  los seres humanos se enamoran como locos. Como locos” (21-22).

Luego, intercala una historia sobre la mujer como madre. La madre como: antecesora de todo; como un compuesto de innumerables signos culturales que hablan del viaje…; que se niega a reconocer que es ella la habitada y que espera renacer. Otro tanto hace con el nacimiento del sujeto. Después penetra en ciertas consideraciones sobre la locura bajo la perspectiva psicoanalítica.

Eltit escribe una carta por segmentos. Una mujer abandonada por la pareja. Tomemos de allí algunas frases:

“La oscuridad es menos real que tu silencio” (52).

“No estás para liberar mis sufrimientos”.

“La noche es menos muda que el silencio que escogiste” (54).

“¿Por qué hube de conocerte desolada?”.

A continuación relata un sueño grabado por la fotógrafa en 1990. Fue soñado por Juana, la loca que tal vez no esté loca pero que quedó atrapada en las redes de la institución y  que no sobreviviría fuera de ella. O, puede ser que sí esté loca.

En una especie de ensayo, Eltit relata impresiones sobre el impacto de la tuberculosis durante el Romanticismo, más específicamente, del cuerpo romántico y lo contrasta con el cuerpo asalariado. También nos ofrece sus opiniones sobre el sanatorio, “…figura elegante de los espacios de exclusión y de reclusión,…(66) en contraposición con el  hospicio, “…lugar de bastardía del flagelo enfermo de la pobreza” (66).

Posteriormente, Eltit expone una visión del amor en los tiempos previos al descubrimiento de la vacuna antituberculosa y de las transformaciones que se producen en ese amor: “El día se fija como una simple medida para el tiempo del trabajo, la noche como el descanso que deja entrever algunos sueños antiguos de insurrección. El amor se consume en ensayos efímeros que no consiguen cautivar un modelo, pues su oferta es notoriamente vulgar, como mediocres son los contratos públicos, las transgresiones siempre privadas”  (68).

Eltit afirma que el amor entre los locos, al no poder concretarse en el acto reproductivo  de la especie “es únicamente gasto y desgaste afectivo y por ello el despilfarro puro” (74).

Tanto El Gran vidrio como El infarto del alma constituyen textos que trabajan con restos de lo real, en el sentido que lo plantea la crítica y profesora argentina Florencia Garramuño. Así, son textos que no es posible ni incluir ni analizar bajo los parámetros de lo tradicional literario y que, forzosamente, exhiben un carácter fragmentario. Y es que no hay otra forma de escribir pretendiendo acercarse  a lo real del ser humano, es decir, a ese registro que según precisó el psiquiatra francés Jacques Lacan, constituye lo que el sujeto humano no puede expresar por medio de la palabra.

No se trata, por ejemplo, que Eltit nos diga cómo es el amor entre los locos. No puede decirlo porque ellos mismos no pueden decirlo. Lo único que puede hacer Eltit es una aproximación adyacente, oblicua a ese amor, por supuesto que lo hace utilizando la palabra que exhibirá, tal vez, cierta simpleza, simpleza que es grande cuando es la única vía de escribir sobre lo que no se puede por ser un imposible.




Caracas, junio de 2012. 

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