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Abedul enano |
El romper de una ola no puede explicar todo el mar.
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Enza García Arreaza |
La
lectura del libro El bosque de los
abedules (2010) de la escritora venezolana Enza García
Arreaza
(Puerto La
Cruz, 1987) incluye un total de siete relatos. Desde un punto de vista general,
la prosa de Arreaza
, al menos la desplegada en este libro, incluye, a mi
parecer, las siguientes características: inteligente con un evidente matiz de
desparpajo y dureza; un nivel cultural claro. Hay varios temas ligados a la
mujer, entre ellos, el tema de la sexualidad, el de la maternidad, el tema de
la hostilidad hacia la madre (casi siempre ausente por abandono del hogar o
porque no se le menciona o porque se lo hace de forma despectiva); el tema de
la menstruación. También el tema de la amistad entre las mujeres, el amor entre
ellas o, sencillamente
la carencia del alma en las mismas. Es notorio que la
figura del padre (aunque la narradora no lo haya conocido) ejerce un importante
papel conductor. Incluso, el relato “Sauce con pájaros negros” (47) narra la
historia de una relación incestuosa entre una hija adolescente y su padre,
exenta de cualquier temor o autocrítica
por parte de ninguno de ellos.
Hay
un tema reiterativo ya previsto en el nombre de cada relato. Se trata del amor
por los árboles: abedules, sauces, cedros y otros. Tema que no se considera
común a la escritura llamada femenina y cuya explicación sería tarea pendiente.
García
Arreaza toca otros temas; está el de nuestra ciudad capital; el de nuestra
situación política actual. Habla sobre el cuento, sobre la finalidad de la
poesía y lo que la literatura puede hacer: el tema de la crítica literaria
también está presente. El de la filosofía platónica y el de la mitología
nórdica o escandinava, en particular en el relato “Yggdrasil”.
La
lectura exhaustiva de El bosque de los
abedules, me lleva a preguntarme si el “estilo” de García Arreaza ¿es
femenino y, en ese sentido, si constituye un texto de escritura femenina?;
¿Cuáles serían los parámetros para definir ese estilo femenino? O, ¿se tratará de un texto de escritura
masculina? Esta última interrogante, se enmarca dentro de la consideración de
la escritura que prevalece dentro del sistema hegemónico dominante donde nos
movemos y del cual es muy difícil escapar.
“El
bonsái de Macarena”. Este relato trata, básicamente, sobre una venganza. La que
se comete sobre una mujer joven, maestra, por parte de otra, más joven, música,
que le comenta sobre su ex novio, presa de la experiencia del desamor. La maestra, de 29 años, llamada Macarena, le
dijo al ex novio de la menor que ella había dicho que “él lo tenía pequeño”. El
ex novio la espera un día, la invita a cenar, la golpea brutalmente y luego la
deja en su casa. Y la menor se venga. Dice la narradora-protagonista que su
madre le había advertido una vez “Mi madre me lo advirtió y yo no quise
creerle: cuídate de las mujeres que sin ton ni son te convierten en su
muñequita personal, porque tarde o temprano se aburren y te quitan la cabeza”
(28)
Luego,
la narradora se pregunta:
¿por qué las mujeres dedican tantos años de preparación
en despreciar al resto de sus compañeras de sexo? A mí que no me vengan con ese
cuento del amor materno, para empezar: conozco a más de una que detesta a las
hijas por bellas, cultas o sencillamente por haber tenido mejor puntería a la
hora de escoger marido. Y una vez que una mujer entiende que hasta su madre es
fuente de hostilidad, es capaz de distinguir en las demás cualquier forma de
agresión para la que, gracias al cielo, se ha preparado toda la vida para
combatir…Aprende a pisotear a tú madre y el resto será una placentera
continuación del matricidio. Lo otro es lo que decía Nietzsche: cada mujer es
demasiado vanidosa como para no permitirse una cuota de desprecio por las demás
(28).
En
este texto también se hacen alusiones a la amistad entre las mujeres y al amor
entre las mujeres “La amistad entre mujeres, además, es de oscuridades más
salvajes. No sé quien dijo que las lesbianas venían al mundo después de
decepcionarse de los hombres” (33). Otra cita es:
La mujer no tiene alma, o al menos su alma es demasiado positiva
como para tener una forma propia…el alma de la mujer adopta la forma de aquello
que ama: madre tierra, nunca filósofo. . . Una mujer no quiere saber por quién
sufre su corazón, le basta con que su corazón sufra. . . Entonces digo yo: pon
a dos mujeres a amarse y tendrás el caos. Dos animales sin arma y forma,
tratando de hallarse a sí mismas en la otra. Aquí se cumple a cabalidad aquello
de que el espejo te devolverá un monstruo (34)
La
narradora lamenta haber quemado a un bonsái.
“Los
pinos del patio”: una joven venezolana, Liliana y un joven de origen libanés,
Charbel se enamoran. Ella queda embarazada y se casan. La familia del joven
está muy molesta pero no les queda más remedio que aceptar a Liliana en su casa.
Liliana era muy silenciosa. Sufre la
saña de su suegra y de las hermanas de ésta. Luego el padre de Charbel habla
con ella y le da su apoyo. Tiene a su hijo a quien llaman como al abuelo
paterno, Mikhael. Un día su suegro conversa con ella. Le cuenta una historia
personal de amor al que tuvo que renunciar y también le habla de la maternidad
(44).
“Sauce
con pájaros negros”. Es un relato narrado a dos voces: padre e hija. Una niña
(ya adolescente), Isabel, que vive sola con su padre Octavio desde que su madre
los abandonó cuando ella tenía cinco años “…a partir del momento en que mi
madre nos dejó por otro hombre” (52). Isabel agrega que no se asustó mucho
cuando su madre se largó. Duermen juntos. El padre es todo para ella y la
acompaña en sus procesos naturales del paso de niña a mujer (la menstruación).
Isabel incita sexualmente a su padre e inician así unas relaciones incestuosas,
no obstante, el padre se casa con una mujer (que sólo lo quiere por interés
económico), llamada Juliana. Al final, el padre es asesinado por unos
asaltantes y Juliana se queda tranquila disfrutando de los beneficios
económicos heredados. Al parecer le había pedido a San Miguel Arcángel que la
librara de Octavio y de su hija.
“La
calle del abeto”: en este texto, una joven narra la experiencia de su embarazo,
en su primera relación sexual con un joven (Álvaro Miller) que había prometido
llevarla a la isla de Rodas. Pero él ya no estaba cuando ella se enteró de que
iba a ser madre. Su padre, Alonso, la mandó a Oregón, con su hermana Lola y su
esposo James y así hacer que el “escándalo” se olvidara “…mi embarazo era la
noticia de sobremesa de los desayunos dominicales de varias familias en el
valle” (62) La joven vivió en una casa aparte y sus tíos la apoyaron mucho para
arreglarla. Un día vio un abeto en el que no se había fijado antes “…reparé en
un abeto pequeño, como de la mitad de mi estatura, que me hizo mucha gracia…No
pude aguantar y abracé al árbol” (63-4). Tuvo a Alejandro. Sus tíos sembraron
el abeto en su jardín y el niño también aprendió a querer al abeto y decía que
dentro de él había un niño que tenía pensamientos verdes. A todas éstas, la
joven pensaba en estudiar letras:
Yo quería estudiar letras o algo parecido…Suponía que aún
podía hacerlo,...No sabía si era miedo lo que me ataba a este rincón
parsimonioso. No sabía si era la simple y llana imagen de mi hijo junto a un
abeto robado lo que me adormecía en el umbral, descartando cualquier otra
circunstancia, por más excitante que fuera…Yo no tenía nada más y no quería ser
nada más. Mi vida giraba en torno a un árbol y al niño que jugaba a su
alrededor… (66)
Al
final no se animaba aunque creía que sus tíos cuidarían a Alejandro. Alonso, en
todo eso tiempo no se reconcilió con su hija que lo esperaba con ansias. Luego
Alejandro murió arrollado por un camión queriendo proteger a unos abetos. Después de la muerte de su hijo, la joven
considera que ya nada importa. Se pregunta y se dice “¿Quién es Alonso? Ya no
tengo a quién pedirle perdón por nada, ni qué milagros poner a la orden del
patrón de Padua y de Lisboa. Alejandro y el equinoccio de primavera van
quedando detrás de mí en la nieve…” (71)
En
este relato, se describe el tema de la maternidad desde una postura digamos que
tradicional. La mujer que después de tener un hijo no logra continuar experiencias
de estudio, pero, en este caso se trata de que el niño la “llena” por completo
pues ella sabe que su niño podría estar bien cuidado. Recordamos la afirmación
de la crítica italiana, Carla Lonzi, “La maternidad es el momento en que la
mujer, recorriendo las etapas iniciales de la vida en simbiosis con el hijo, se
desculturiza” (39). Creo que Lonzi tiene mucha razón, aunque sabemos que esa
“desculturización” puede verse paliada por diversos factores, tales como: el
interés real de la mujer por continuar una carrera; la existencia de un apoyo
eficaz en el cuido del hijo y otros.
“Yggdrasil”:
es el fresno perenne, el árbol de la vida o fresno del universo en la mitología
nórdica. Este relato narra la historia de un fantasma. Se trataba del fantasma de un joven que
se había suicidado colgándose de un árbol. El joven (que es el narrador) se
había enamorado de una compañera de estudios llamada Flavia pero, ella se había
casado con otro compañero llamado Adriano “Se casó con Adriano porque después
de la noche en Galipán quedó embarazada” (77). Y él vivía en casa de ellos,
haciendo interpretaciones basado en la mitología nórdica. El joven fantasma
habla de su padre que el bautizó con el nombre de Asgard (ciudad gobernada por
Odín) “Mi padre nació en el año del perro…su abuela lo encontró muerto de frío
en una caja de zapatos, mientras la madre se pintaba los labios de rojo
carmesí” (75). La primera vez que el joven vio a Flavia escuchó unas voces que
también había oído su padre el día del entierro de su abuela. En una parte, el
joven habla sobre el amor entre un hombre y una mujer y sobre sus almas:
Sobre el alma de Flavia, en cambio, Adriano discurría un
poco menos: los hombres pueden amar hasta condenar la carne a la más feroz
descomposición, pero pensar demasiado en el alma de la mujer escogida los
arrima a un tártaro portátil que amenaza con pedir vísceras a cambio. En el
fondo, los hombres sienten como un fracaso ante sí mismos el hecho de amar a
una mujer. No como ellas, que creen derrocar el caos primordial cuando se
entregan a su amo, como si eso respondiera todas sus preguntas (79)
Pareciera
que el relato fuese un pase de factura a un profesor que no había dejado entrar
a su clase al joven que posteriormente se suicidó.
“El
aliento de los cedros”: Una joven caraqueña, hija de padres separados, va a
Estados Unidos (donde vive su madre) a solicitud de una amiga de años llamada
Emily. Paula llega, está poco tiempo con su madre a quien literalmente detesta
“Mi mamá es una mancha en mi infancia, una mancha que se va decolorando,…” (86).
Agrega que “Venir a San Diego a visitarla es una tortura sin precedentes” (83)
y se dirige a ver a Emily. Se habían conocido cuando ambas tenían 12 años, al
igual que a un libanés llamado Khalil. Paula encontró a Emily avejentada.
Resulta que Emily y Khalil se habían enamorado y un cedro legendario era su
punto de encuentro. Sin embargo, Khalil tuvo que regresar al Líbano para casarse
con una joven siria con la cual sus padres lo habían comprometido. Él regresó a
EEUU al año de casado y su esposa ya estaba embarazada de su primer hijo, luego
se mudaron a la ciudad donde vivía Emily. Se veían pero era un amor que no
llegó a consumarse nunca. El cedro seguía siendo el lugar donde se encontraban.
Emily le contó a Paula que Khalil había muerto y que ese día era el entierro y
que quería que ella la acompañara. Emily se derrumbó en el entierro.
Hay
otra referencia a la madre que es muy dura “Mi mamá es una puta. Ella no se
enamoró de un californiano y defendió la verdad. Ella dejó a mi padre porque lo
odiaba, odiaba la manera en que él le rendía tributo y porque no era capaz de
verla como realmente es” (95)
“Pero
entiendo, tú mamá es un ser despreciable… -Yes, she is” (90).
En
este texto, la narradora, Paula hace mención a la finalidad de la poesía:
pensé que entonces para eso servía la poesía: otra vez
para pedir perdón por las disonancias que teníamos con el mundo. Para que el
dolor de los otros fuera la medida de la propia desolación, acaso de la
eternidad, a la que cada uno aspiraba en secreto. Supongo que la poesía espera
que también nos volvamos bondadosos. Lo suficiente para que ella misma alcance
el perdón (98).
También
toca el tema de su visión de nuestra ciudad capital y del gobernante actual del
país.
Otro
tema: el del amor por los árboles (88, 91).
“El bosque de los abedules”: es
una narración en primera persona. Una joven, ya universitaria (que no había
conocido a su padre inglés, aunque se expresa bien de él), y que trabajaba en
una librería, tenía una gran devoción por los árboles “Pero lo cierto es que no
alcanzo a tener la fuerza para no pensar que una vida debe estar poblada de
árboles, al menos la mía” (100). “Entonces volví a pensar en los abedules”
(101). Un día se topa con un gato negro de grandes ojos amarillos. Se lo lleva
a su habitación. La joven tenía gran afición por los árboles, en especial por
los abedules. La primera noche de tener el gato con ella, tiene una “visita”,
se trata de un fantasma que es experto en mariposas (Navókov) y cuyo hermano
murió en un campo de concentración (el hermano de Navókov, Serguéi, murió,
efectivamente, en un campo de concentración en 1944). La joven cree que se
trata de un sueño porque el gato, a quien le había puesto el nombre de Montejo
no se había asustado. Tenía una amiga llamada Fabiana que la llamó para
contarle que había ido donde una “bruja” en Sebucán. Resulta que a la señora,
llamada Dolores, se le había perdido su gato. Antes de devolverlo la joven
vuelve a tener la visita del fantasma y sueña con su padre al que nunca
conoció. El fantasma le lee. Anna devuelve al gato que resulta ser la
reencarnación de Vladimir Nabókov (Rusia, 1899-Suiza, 1977). Dolores, era la
protagonista de su libro Lolita. Luchó por quedarse con el gato pero no pudo.
En este relato resalta la vida
de una joven sin padre pero sueña con él. La madre es apenas nombrada. Amor por
los árboles y por la literatura, en especial, Montejo, Vladimir Nobókov. Habla
sobre el cuento.También habla de nuestro actual gobernante, de nuestra ciudad y
sus consabidas colas.
Textos
citados
García
Arreaza, Enza. El bosque de los abedules.
Miranda: Equinoccio. 2010. Impreso.
Lonzi, Carla. Escupamos sobre Hegel: Escritos de “Rivolta
Femminile”. fem-e-libros.
México. 2004. www.creatividadfeminista.org