jueves, 23 de mayo de 2024

Amado amo

La vida es una vulnerabilidad constante.

Rosa Montero


Amado amo (1988) es una novela publicada por la editorial Debate y escrita por la autora y periodista  española Rosa Montero (1951). Se trata de la cuarta novela de Montero.

Adquirí esta novela casi por azar. Una buena amiga de mi hija mayor estaba ofreciendo un lote de novelas a precios muy módicos. Realmente la mayoría de lo expuesto o las tenía o ya las había leído. Entonces vi esta novela de Montero a quien conocía por un libro de relatos leído hace años y por diversos artículos publicados en la prensa española y decidí comprarlo.

Aparte de Amado amo, compré Diario de un mal año (2007) del Premio Nobel de Literatura 2003, el escritor sudafricano (naturalizado y residenciado en Australia), J. M. Coetzee (1940) de quien he leído varias novelas, todas de excelente factura.  En algún momento escribiré sobre el texto de Coetzee.

Amado amo tiene una estructura sencilla, en esencia lineal y un lenguaje muy coloquial aunque ello no le resta, para nada, profundidad al tema que trata.

Amado amo nos relata la historia de César Miranda, un hombre soltero y ya en la cercanía de los cincuenta años. César era pintor y diseñador de campañas publicitarias y trabajaba en una empresa española llamada Rumbos que posteriormente fue adquirida por unos norteamericanos que le cambiaron el nombre a Golden Line.  

César había vivido una especie de época gloriosa en su trabajo, ocupando un buen cargo “César…era una figura en Golden Line. Uno de sus cuadros estaba colgado en el Museo de Arte Contemporáneo. Su nombre aparecía en el libro Veinte años de publicidad. El, César Miranda, era una estrella” (16).  

No obstante, desde hacía tiempo había entrado en una especie de sequía no sólo laboral sino existencial. La fama adquirida hizo que le permitieran no asistir a diario a la empresa pero poco a poco fue notando una especie de aspereza hacia él cuando iba a las oficinas de Golden Line. También escuchaba comentarios mordaces sobre otros compañeros que, más temprano que tarde, eran despedidos. Un publicista “amigo” de César, mucho más joven (y con una educación formal en publicidad), llamado Nacho y quien había sido recomendado por César, estaba teniendo mucho éxito en la empresa y César empezó a darse cuenta que Nacho pretendía dejarlo mal parado, haciendo comentarios sobre su falta de productividad, en fin, comentarios desleales.

A César le parecía mal, baja, servil la actitud de la mayoría de sus compañeros.

Lo cierto es que se nos va mostrando a un César Miranda, fumador empedernido, imbuido en una terrible desazón lo que no le impedía sentirse mortificado por su estabilidad en Golden Line. Para nada esa mortificación le servía de impulso para intentar recuperarse o buscar ayuda profesional.

Las relaciones amorosas que había tenido César nunca duraban mucho tiempo, aún así, tenía una relación esporádica con una secretaria llamada Paula que continuamente se quejaba de que no había sido ascendida, mientras que personas con mucho menos capacidad que ella sí ascendían. César la quería pero no como para invitarla a vivir con él.

César pasaba  la mayor parte de su tiempo acostado leyendo o durmiendo pero también sintiendo pánico ante la posibilidad de ser execrado de Golden Line, de la que devengaba su salario. Para César, la aprobación o no de su jefe directo constituía un agobio. Cualquier actitud del mismo hacia él, le generaba un estado de incertidumbre que casi siempre le hacía pensar o “que las cosas seguían bien” o que “estaba a punto de ser despedido”.  La novela deja ver que lo que padecía César en la empresa le pasaba a muchos otros, algo así como un grupo de personas sujetos a sus jefes, al poder de éstos y a una especie de esclavitud laboral mediada por el afán de prestigio y la necesidad del dinero.

En una parte de la novela también se menciona el origen pobre de César, del padre maltratador de la madre y la muerte de su madre muchos años atrás.

El desenlace de la novela se da cuando un día Paula se presenta en casa de César pidiéndole que le preste las normativas de la empresa (que sólo las tenían los que ocupaban cargos de jefes). Ella le dice que va a denunciar a la empresa, que había hablado con un periodista. No obstante, César no le presta mucha atención porque lo que quería era tener relaciones íntimas con ella a lo que Paula se niega. Por otra parte, en Golden Line estaban en la víspera de celebrar la Convención Anual de la empresa y, aunque habían repartido las invitaciones para el evento, a César no le habían entregado nada y estaba que se moría de la angustia pensando que era el preludio de su fin en la empresa.  Resulta que es llamado a la oficina de su jefe y le informan que Paula había hablado con un periodista para denunciar a la empresa pero que el dueño del periódico los había puesto sobre aviso. César no entendía de lo que le hablaban. Luego le dijeron que debía firmar una carta comprometiéndose a testificar contra Paula y a favor de la empresa en caso que se diera la demanda…y, para mi sorpresa, César firmó la carta. Después de ello, le entregaron la invitación para la Convención Anual y le dijeron que no se la habían hecho llegar antes porque se les había traspapelado.  En realidad, este final, me sorprendió pues pensé que César tendría una actitud más digna y, en especial, porque se trataba de Paula quien lo quería y había demostrado lealtad hacia él.

Pienso que Amado amo debería ser una novela de lectura y discusión en todas aquellas carreras ligadas al área del trabajo como hecho social.

Me ha gustado mucho esta novela de Rosa Montero.

 

Rosa Montero


Escrito y publicado por Libia Kancev D.

Caracas, 23 de mayo de 2024

  

martes, 14 de mayo de 2024

La noche de los tiempos




Hace unos días terminé de leer la novela La noche de los tiempos (2009), publicada por la editorial Seix Barral del escritor español Antonio Muñoz Molina (1956). Esta novela consta de 958 páginas.

Quiero comentar que cuando mi amiga Amneris Tovar me la prestó hace como 1 mes, me creó cierto resquemor pues me pareció una novela muy larga y se me hizo consciente de que quería leer novelas más cortas y así ampliar posibilidades de leer a más autores. Por ejemplo, hace poco leí la novela Hombres puros (2024) del escritor senegalés Mohamed Mbougar Sarr (Dakar, 1990), que no conocía y me pareció excelente.

Así las cosas, tomé entre mis manos esa especie de ladrillo y acostada, que es como acostumbro a leer novelas o todo lo que sea literatura, empecé con  La noche de los tiempos.

Por cierto, me han indicado que no debo leer acostada ya que ello produce dolor en el cuello y en los brazos. Nunca antes había experimentado esos síntomas pero desde septiembre del año pasado, los vengo sintiendo. Me cuesta mucho seguir esas indicaciones. ¡Qué terquedad la mía!...

Después de esta pequeña digresión, comento que más temprano que tarde me sentí atrapada por La noche de los tiempos...

Está ambientada en Madrid entre 1935 y 1936, es decir, entre la fase previa al inicio de la Guerra Civil Española (GCE: 1936-1939) y el inicio en sí de la misma.

Unos años antes de la GCE se había proclamado la llamada Segunda República Española (SRE), específicamente el 14 de abril de 1931. Se trató de un régimen democrático que sustituyó a la monarquía de Alfonzo XIII (Madrid, 1886- Roma, 1941) y que duró hasta el 1 de abril de 1939, cuando el golpe de estado liderado por Francisco Franco (1892-1975) se instauró definitivamente en el poder hasta el fallecimiento de Franco en 1975.

Se ha planteado que las causas de la GCE fueron multifactoriales. El partido que estaba en el poder cuando se inició la GCE era de carácter socialista.

El protagonista esencial de esta novela es Ignacio Abel, un arquitecto, hijo único proveniente de una familia de clase pobre: el padre trabajó como albañil y maestro de obras (ahorraba en secreto para que su hijo pudiera hacer estudios universitarios) y la madre trabajaba como portera. Los padres de Ignacio Abel habían fallecido mucho tiempo atrás.

El padre de Ignacio fue miembro del partido socialista e Ignacio también estaba afiliado y, de alguna manera, compartía esa ideología.

Ignacio Abel se había casado con una mujer –Adela-  algo mayor que él, proveniente de una familia pudiente, conservadora y católica y tenían dos hijos, Lita y Miguel. A través de la familia de Adela, Ignacio había logrado posicionarse para obtener el diseño de obras importantes en Madrid y había podido adquirir un apartamento en esa capital. Los padres de Adela tenían una especie de finca en la Sierra de Guadarrama donde vacacionaban.

Hay que saber que Ignacio Abel, aunque provenía de una familia pobre y que había ascendido socialmente por haber tenido ocasión de haber hecho una carrera universitaria, se había adherido al comportamiento social de la familia de su esposa, a pesar de que tuvieran diferencias que no siempre confrontaba directamente.

A Ignacio Abel (47-48 años) le encargan el diseño de la Ciudad Universitaria de Madrid, actividad en la que trabaja con pasión. En una ocasión, va a la Residencia de Estudiantes (Madrid) para conversar con José Moreno Villa, (España, 1887- México, 1955: director del Archivo del Palacio Nacional de España),  que vivía en la Residencia y del cual era amigo. En la Residencia ve, por un segundo,  a una mujer que le atrae mucho. Luego, en una conferencia sobre arquitectura que dicta en la Residencia, la mujer le es presentada. Se llamaba Judith Biely (29 años), una joven americana, hija de padres rusos que habían emigrado a EE. UU. mucho antes de la Revolución Rusa. La única de los hijos que había nacido en Norteamérica fue Judith y su madre la impulsa para que estudie cosa que Judith hace. Al terminar sus estudios, Judith se casa y se divorcia al poco tiempo y su madre la apoya para que vaya a Europa y complete su educación aunque podía haber hecho antes un doctorado en EE. UU. Judith también tenía deseos de ser escritora. Antes de llegar a España –país con el que se siente muy identificada- Judith había estado en Londres y en París.

Lo cierto es que Ignacio Abel y Judith Biely se enamoran y viven su romance en zonas de Madrid donde Ignacio pensaba que no serían descubiertos. Realmente les costaba mucho estar separados y se escribían con frecuencia.

Un amigo norteamericano de Judith, llamado Philip Van Doren, procedente de una rica familia, le ofrece a Ignacio un contrato para que diseñe una biblioteca en Nueva York. Esta propuesta, Ignacio la piensa y la piensa. La comenta con Adela y sus hijos y, de alguna manera, les hace creer que irían juntos, cosa que él realmente no pensaba.

Debemos recalcar que la esposa de Ignacio parecía darse cuenta de que algo le pasaba a Ignacio y también su hijo Miguel que, aunque no le iba muy bien en el colegio y era un niño débil físicamente, era  muy observador e intuitivo.

Un día, Adela se da cuenta que Ignacio había dejado puesta, en una de las gavetas de su escritorio, ubicado en el despacho donde trabajaba en su casa, una pequeña llave (allí era donde Ignacio guardaba fotos y las cartas que le enviaba Judith) y se decide a abrirla. Así, Adela se entera, sin ninguna posibilidad de duda, que Ignacio tenía una amante e intenta suicidarse dejándose caer en una especie de cisterna de agua que estaba cerca de la finca de Guadarrama.

Adela sobrevive de casualidad y, al ser dada de alta, la relación entre Adela e Ignacio se hace imposible (aunque resulta claro que Adela quería quedarse con Ignacio, ella lo amaba y era el padre de sus hijos pero es obvio que quiere manejar esa permanencia en base a la culpa).  La familia de ella, extremadamente conservadora, se entera del motivo del intento del suicidio y Víctor, hermano de Adela y quien nunca se había llevado bien con Ignacio, lo detesta aún más. Ese rechazo previo tenía que ver con la procedencia de Ignacio y el hecho de que Víctor formaba parte de la Falange Española, partido de ultraderecha que jugó un papel determinante en la GCE.

Posterior al intento de suicidio de Adela, Judith cita a Abel y le dice que no puede seguir teniendo ninguna relación con él.

La guerra civil que, como hemos dicho, fue iniciada por militares insurrectos se hace cada día más inminente. Ignacio hace una descripción de lo mal preparados que estaban los milicianos españoles. Mal preparados desde varios puntos de vista, como por ejemplo, armamento caduco, desconocimiento de su uso y asoma una clara falta de consciencia del porqué están luchando. También describe las actuaciones de los grupos falangistas que disparaban desde carros en marcha y como francotiradores.

Después del regreso de Adela a la finca de Guadarrama, Ignacio aduce que debe ir a su trabajo en Madrid. Realmente quería buscar a Judith para conversar sobre su relación que él no deseaba terminar.

Ignacio queda atrapado en Madrid y busca a Judith desesperadamente. Durante esa etapa, toma más consciencia de lo que está ocurriendo en esa guerra, del asesinato sin sentido de diversas personas, entre ellas la del profesor Rossman, quien le había dado clases cuando él estuvo por casi un año en Alemania como parte de la consolidación de su formación como arquitecto.

El profesor Rossman había emigrado de Alemania hacia España con su hija. Su situación económica era bastante crítica e Ignacio no le prestó mayor ayuda cuando estaba en condiciones de hacerlo y cuando empieza a buscarlo, después de que su hija va a su apartamento para decirle que se lo habían llevado detenido y que ella no tenía idea de dónde estaba. Ignacio lo buscó y se dirigió a varias personas solicitando ayuda, entre ellas al escritor José Bergamín (1895-1983) que presidía la Alianza de Intelectuales. Bergamín le dijo que si habían detenido al profesor Rossman era porque seguro había hecho algo que justificara su detención. Bergamín le aseguró que se encargaría de averiguar pero en realidad no hizo nada. Por cierto, sobre Bergamín, quien era comunista, se han tejido una serie de historias muy negativas sobre su comportamiento en la GCE.

Ignacio también conversó con el doctor Juan Negrín (España, 1892- París, 1956) que fungía como secretario de Obras Públicas, luego fue nombrado Ministro de Hacienda. Y hasta llegó a ocupar la Presidencia. Negrín, quien era médico, es descrito en la novela como un hombre íntegro y luchador.

Ignacio Abel encuentra al profesor Rossman en un depósito de cadáveres  “Sobre la mesa del depósito el profesor Rossman no llevaba sus gafas pero sí una de sus zapatillas de fieltro, sujeta con una goma que le ceñía el empeine del pie derecho. Tenía un ojo abierto y el otro casi cerrado, la cara vuelta hacia un lado, el labio superior contraído, mostrando las encías con unos pocos dientes desiguales, con una expresión como de sonrisa congelada o sorpresa” (788/789).

Hay que mencionar que el profesor Rossman fue asesinado por el bando republicano.

Ignacio va en busca de la señorita Rossman para decirle que su padre está muerto pero no la consigue. Intuimos que también es asesinada.

Posterior a todo lo anterior, Ignacio, que no había podido establecer ningún contacto ni con Adela ni con sus hijos, ni hallaba a Judith y presumía que se había marchado de España, decide aceptar el ofrecimiento de Van Doren  para  ir a América, cosa que hace después de una serie de diligencias.  Antes de embarcar hacia América, Ignacio se encuentra con Van Doren – que estaba por abandonar España- y le pregunta por Judith pero éste no le da ninguna información sobre ella.

Después de muchas penurias, Ignacio Abel llega a Nueva York donde lo recibe Van Doren y lo lleva a una casa donde vivirá temporalmente y cerca del lugar destinado a la construcción de la biblioteca.

Ignacio sufre las extrañezas de estar fuera de España pero nunca deja de pensar en Judith. Poco después, Van Doren le dice que Judith está trabajando –dando clases- cerca de allí. Ignacio piensa en buscarla pero Judith va antes a verlo. Se sienten extraños, Judith le dice una cantidad de cosas que pensaba de él y que nunca antes le había dicho. Ella le dice que se va para España para incorporarse a la lucha del bando republicano. Ignacio intenta disuadirla con una cantidad de argumentos que llaman mucho a la reflexión pero aún así no logra convencerla. Pasan esa noche juntos pero Judith se va. Ignacio sabe que no tiene sentido insistirle que se quede con él.

Suponemos que Ignacio Abel no regresa más nunca a España. No sabremos qué pasa con Judith ni con los hijos de Ignacio Abel.

Excelente novela de Antonio Muñoz Molina.

 


Antonio Muñoz Molina



Escrito y publicado por Libia Kancev D.

Caracas, 14 de mayo de 2024.