A Cherry Nuñez
Esta novela corta, La nieta del señor Linh (2005), me llegó a través del chat de literatura Lectura y Reflexión del que afortunadamente formo parte desde el año pasado. La persona que lo envió acotaba que era una recomendación de la periodista y escritora venezolana Milagros Socorro.
Creo que también decidí leerla porque su autor, el escritor, director y
guionista francés Philippe Claudel (1962) me resultaba desconocido y quise
apostar por conocer algo de su escritura.
La nieta del señor Linh narra la historia de un anciano que proviene de un país
asiático, tal vez, Vietnam, que se ve forzado a migrar (huir tal vez sea la
palabra más apropiada) junto con su nieta recién nacida posterior a que su
aldea es arrasada por una guerra y su único hijo y su nuera mueren, quedando
milagrosamente viva su nieta. La niña se llamaba Sang Diu que en su país
significa Mañana dulce.
El barco donde viaja el anciano junto con otras personas de su país parece
llegar a un puerto de Francia. El anciano (junto con su nieta) es llevado a un
centro de refugiados donde comparte con una familia paisana que lo tratan con
desdén, incluso burlándose del cuido fervoroso que le dispensa a su nieta.
El señor Linh se siente perdido en ese lugar y también en la ciudad a la
que ha llegado con el agravante de que desconoce el idioma del país y lo único
que le da esperanzas para seguir adelante es su nieta: una niña que come, que
no llora nunca, que duerme todo el tiempo.
En una ocasión decide salir del refugio, con mucho cuidado, temeroso de
perderse. Sale con la niña. La ciudad, la gente, los comercios, los carros, le
pintan un mundo que jamás imaginó que pudiera existir. Extraña su aldea y los
recuerdos surgen uno tras otro. Llega a un banco de madera, ubicado frente a
una especie de parque infantil y se sienta. De pronto, un hombre alto, fuerte,
se acerca al banco y se sienta. Ninguno conoce el idioma del otro, pero el
hombre se muestra gentil y habla de su vida, melancólica ya que hacía un par de
meses se había quedado viudo. El hombre, llamado Bark fuma en forma
empedernida. Al poco se despiden, pero el anciano siente que el señor Bark es
un hombre al que quiere seguir viendo, la primera persona que lo “mira”, que le
presta atención a él y a su nieta desde que llegó de su país.
En el transcurso de los días, el señor Linh y el señor Bark siguen
encontrándose. Bark le obsequia un vestido para Sang Diu y el señor Linh le
regala cigarrillos que, aunque él no fuma, los pide en el centro de refugiados
y se los obsequia a Bark. Ha nacido una amistad entre los dos hombres.
El señor Bark invita al señor Linh a un restaurante, van juntos a ver el
mar, etc.
Al poco tiempo, el señor Linh es trasladado con su nieta para otro lugar
donde le dicen que estará mejor. Él no quiere, en especial, pues dejará de ver
al señor Bark y ni siquiera sabe cómo avisarle. El señor Bark se ha convertido
en alguien vital en su vida, en un asidero emocional en ese país desconocido
para él.
El señor Linh es llevado a lo que parece ser un hospital o asilo psiquiátrico
y no entiende el por qué. Allí hay otros ancianos como él, aunque lucen como
sedados todo el tiempo. El señor Linh decide fugarse y después de un primer
intento fallido le inyectan un sedante que lo hace dormir por horas. Realiza un
segundo intento. Lo logra y escapa con su nieta. Necesita encontrar al señor
Bark a quien presume sentado en el banco donde se conocieron. Así comienza una
larga travesía donde se siente, abrumado, agotado, perdido.
Por otra parte, nos enteramos que el señor Bark había hecho múltiples
diligencias por encontrarlo, pero todo había sido infructuoso. El afecto entre
estos dos hombres era mutuo.
Después de mucho caminar, ya casi sin fuerzas, el señor Linh ve el parque
de diversiones frente al cual se encontraba el banco de madera y su alegría es
indescriptible y empieza a llamar al señor Bark por la única frase que había
aprendido “buenos días, buenos días”. El señor Bark reconoce su voz y ve al
anciano de lejos y también se emociona, se levanta del banco. Llama al anciano
por el que creía que era su nombre “Tao Lai, Tao Lai” y le grita diciéndole que
se espere pues pasaban muchos carros por el lugar, pero el señor Linh no lo
escucha y es atropellado por un carro. Bark se acerca acongojado pues piensa
que el anciano ha muerto. Bark ve a Sang Diu a unos metros de distancia. Sang
Diu resulta ser una muñeca. El señor Linh parece medio reponerse y Bark le dice
que aguante, que ya viene la ambulancia.
El final de La nieta del señor Linh
es abierto. No sabemos si sobrevive o no. De ser lo primero, imaginamos que se
queda viviendo con Bark. Dos almas, de distintos países, que se comunican por
gestos, que se escuchan sin entenderse lo cual no constituye ningún obstáculo
para que surja un amor fraterno.
El hecho de que Sang Diu sea una muñeca no constituye una sorpresa ya que
la descripción que se hace de ella, es la de casi un objeto: una niña que nunca
llora, que duerme todo el tiempo, que no “expresa” ninguna necesidad ante las
variaciones del clima, etc. pero es real para el señor Linh y esa muñeca le da
esperanzas.
El tema del desarraigo es obvio en esta novela, más para un anciano que
llevaba un estilo de vida absolutamente distinto, no obstante, el mensaje final
parece ser lo que el amor es capaz de hacer en los seres humanos.
El estilo narrativo de La nieta del
señor Linh es sencillo, raso, pero, no por ello deja de transmitir
sentimientos muy profundos.
Escrito y publicado por Libia Kancev D.
Caracas, 4 de enero de 2024.
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