Tomado de www.vavel.com |
Hace apenas unos
minutos, terminé de leer El libro de las
ilusiones (2002) del escritor norteamericano Paul Auster (E.E.U.U., 1947).
Después de leer la última página vino a mi pensamiento una pregunta que nunca
antes me había formulado explícitamente: ¿qué significa, para mí, leer una
novela?
Acudieron a mi mente
algunas ideas pero la más insistente era la siguiente frase: leer una novela es
un acto (tanto si la terminamos de leer como no). Un acto que iba desde iniciar
algo –y en este caso terminarlo- hasta
el cúmulo de ideas y sentimientos que la lectura ha podido dejarnos.
El libro de Auster lo
leí con lentitud y creo que el motivo fundamental de que haya sido así, fue
que, por momentos (días, semanas), la novela me resultaba poco estimulante, no
obstante, todo lo que he leído de este norteamericano me ha resultado
satisfactorio, eso, en última instancia, me llevó a seguir leyendo y…¡no me
equivoqué!. El libro de las ilusiones
es una buena novela, bien escrita, interesante
pues, aparte del tema central, poco común, contiene elementos que
obligan a análisis existenciales imposibles de eludir. Puedo afirmar ahora que
es un elemento constante en la narrativa de Auster, similar a lo que sucede con
Murakami (Japón, 1949).
Un profesor
universitario, David Zimmer, se ve sumido en una profunda depresión posterior a
la muerte de su esposa y sus dos hijos en un accidente aéreo. Sumergido en esa depresión, se aleja de todos y el alcohol
comienza a ser un compañero cotidiano.
Deja la universidad. En algún momento escucha o ve una película de un actor de
cine mudo, nacido en 1900 y desaparecido en 1929, del cual “Todo el mundo creía
que estaba muerto” (9). Esta experiencia lo lleva a buscar las películas del
actor que, sorprendentemente, empezaron a llegar a varias universidades del
mundo. Zimmer, con terror a los aviones decide viajar para ver las películas e
investigar sobre Héctor Mann. Así, en 1.988 publica un libro sobre la
filmografía del actor, titulado El
silencioso mundo de Héctor Mann.
En El Libro de las ilusiones, encontramos varios intertextos,
resaltando Memorias de ultratumba (1848) de Chateaubriand
y
el cuento “El Antojo” de N. Hawthorne,
que le dan un toque de hermosura.
Poco tiempo después de la publicación de su novela, comienzan a llegarle a Zimmer unas cartas donde le dicen que Héctor Mann está vivo y lo invitan a Nuevo México donde aparentemente reside. Zimmer cree que es una broma pero resulta que no es así. Héctor Mann estaba vivo, además de que había filmado más de 40 películas aparte de las que había hecho hasta su desaparición en 1.929.
Así, Zimmer conoce a
Alma Grund, quien era hija del camarógrafo de Mann y de una mujer que había
sido protagonista de las películas filmadas en Nuevo México. Los padres de Alma
ya habían fallecido y ella escribía un libro sobre Héctor Mann. Es Alma quien
busca a Zimmer y lo conmina a ir a Nuevo México para que conociera a Héctor (ya
muy anciano y al borde de la muerte). Alma y Zimmer viajan juntos y apenas
llegan con tiempo para que Zimmer viera vivo a Héctor y conversaran unos
minutos.
Resulta que, Héctor y
su esposa Frieda habían acordado que al morir él, ella debía destruir todas las
películas. Héctor muere pocas horas después de la llegada de Zimmer y Alma
logra que éste viera al menos una de las películas que a Zimmer le parece
excelente pero, la destrucción de las películas era un hecho que Frieda se
había propuesto llevar a cabo el mismo día de la muerte de Héctor. Lo que no
sabían ni Zimmer ni Alma (quienes, para el corto tiempo de conocerse, ya se
habían enamorado) era que Frieda también pensaba destruir el borrador que Alma
tenía siete años escribiendo y también la computadora donde lo había escrito,
cosa que hace. Cuando Alma la sorprende, en su desesperación empuja a Frieda
quien cae al piso y fallece. Alma no puede soportar haber sido la causante de
la muerte de Frieda y se suicida. Para los momentos en que suceden estos últimos
hechos, Zimmer se hallaba en Vermont, donde esperaba a Alma pues habían
decidido vivir juntos. David se entera del suicidio de Alma pues ella, en pleno
trance de dolor, le manda un fax donde le explica lo ocurrido y su decisión de
matarse.
Al final de El libro de las ilusiones, el narrador
en primera persona, el mismo Zimmer narra cómo se ocupó de los preparativos
para el entierro de Alma. Comenta que toda la historia anterior había sucedido
muchos años atrás y que él, después de mucho reflexionar, pensaba que, de
seguro, Alma había hecho copias de todas las películas de Mann pero que no
sabía dónde estarían.
El narrador relata que
para 1998, ya tenía 51 años y que había sufrido dos infartos. Ingresa como
miembro honorario de un club sobre Héctor Mann. Jamás contó lo que había pasado
en Nuevo México pues no tendría nunca como probarlo.
Ahora bien, escribo
este pequeño resumen pero es sólo eso, un resumen. Los elementos filosóficos
existenciales que tiene El libro de las
ilusiones se refieren al pecado terrenal (que, aunque plagado de miles de
atenuantes, no puede soportarse); también de la imposibilidad de la redención
en la tierra.
Escrito por Libia
Kancev D.
Caracas, 18 de enero de
2015.
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