Dai Sijie |
Balzac y la joven costurera china (2000) es la primera novela que leo de Dai
Sijie, escritor chino (1954), radicado en Francia. La novela llevaba como dos
años en una de mis bibliotecas y me fue prestada por mi amigo y compadre Gonzalo
Nuñez. De hecho, su firma reposa en una de las páginas iniciales con el
agregado, México (ciudad donde reside desde hace varios años), febrero 2007,
pero es ahora, entre agosto y septiembre de 2014, que algo me impulsó a iniciar
y terminar su lectura.
Balzac y la joven costurera china está narrada en primera persona por un
narrador protagonista cuyo nombre jamás conoceremos. Sólo menciona a su amigo
Luo con quien compartió la experiencia de la “reeducación” durante la época de
la revolución cultural china en una montaña llamada el Fénix del Cielo:
Dos palabras sobre la reeducación: en la China
roja, a finales de 1968, el Gran Timonel de la Revolución, el presidente Mao,
lanzó cierto día una campaña que iba a cambiar profundamente el país: las
universidades fueron cerradas y los ´jóvenes intelectuales´, es decir, los que
habían terminado sus estudios secundarios, fueron enviados al campo para ser
´reeducados por los campesinos pobres´ (12-3).
Sólo eran dos jóvenes entre muchos. Fue a comienzos de 1971. Luo
de 18 años y el narrador, de 17. El motivo de la reeducación fue que Luo era
hijo de un famoso dentista y el narrador de un neumonólogo y de una doctora
especialista en enfermedades parasitarias, suficiente razón para que sus mentes
fueran reeducadas y aceptaran la revolución china como un credo.
Otra protagonista, quien es llamada la Sastrecilla, pues su
padre era sastre. Se trataba de una joven muy hermosa. Luo y ella se enamoran.
La novela pone en evidencia la importancia central que puede
tener la literatura como elemento de cambio en un ser humano, en este caso, el
cambio se dio, sobre todo, en la
Sastrecilla quien, instruida por Luo y el narrador, conoce varias novelas de
Balzac.
Está claro que para Luo y el narrador, el ambiente de la reeducación
sólo les sirvió para afianzar sus convicciones de libertad. Hubo otro hecho
vital: los jóvenes descubrieron, accidentalmente, que otro joven, llamado el
Cuatrojos (hijo de una poeta) tenía con él una maleta donde llevada libros. En
un principio, aunque a regañadientes, el
joven les prestó Úrsula Miroüet de
Balzac,. Tener esos libros estaba evidentemente prohibido pero Luo y su amigo
sienten una gran necesidad de seguir leyendo pero el Cuatrojos se niega a prestarle
otros. Luego se enteran de que el Cuatrojos se va al terminar su reeducación
abruptamente por influencias de su madre.
Los jóvenes deciden (y logran) robarle la maleta y allí se encontraron
con libros de Flaubert, de Gogol, Melville, Romain Rolland, y de Dumas.
Para el narrador, el libro preferido fue el primer volumen
(el único que había) de Jean-Christophe (1904-1912)
del francés Romain Rolland (1866-1944), premio Nobel de Literatura en 1915. El
narrador dice acerca del libro:
…en cuanto lo abrí, ya no pude soltarlo…Pero
Jean Christophe, con su empecinado individualismo, sin mezquindad alguna, fue
para mí una saludable revelación. Sin él, nunca hubiera conseguido comprender
el esplendor y la amplitud del individualismo. Hasta aquel encuentro robado con
Jean Christophe, mi pobre cabeza educada y reeducada ignoraba, sencillamente,
que fuera posible luchar en solitario contra el mundo entero…Me zambullí
literalmente en el poderoso río de aquellos centenares de páginas. Era para mí
el libro soñado: al acabar de leerlo, ni la maldita vida ni el maldito mundo
volvían a ser como antes (116-7)
(Quiero mencionar que leí Jean Christophe hace varios años y,
aunque no recuerdo el tema, sé que me resultó apasionante).
Luo, muy enamorado de la Sastrecilla, se planteó sacarla de
su analfabetismo a través de la lectura de los libros de Balzac que eran sus
preferidos y, de alguna manera, le abre los ojos a la joven sobre otras
alternativas de existencia. Durante un permiso concedido a Luo por una
enfermedad de su madre, la Sastrecilla le confiesa al narrador que está
embarazada de Luo y él la ayuda a abortar (situación que estaba prohibida,
aparte que sólo podían procrear parejas casadas. El matrimonio sólo podía darse
a partir de los 25 años de edad). Luo nunca se entera del aborto de la joven
pero, sin previo aviso, la joven se marcha de la aldea. Luo y su amigo la
buscan desesperadamente y logran alcanzarla. Luo y la joven hablan pero para
sorpresa del narrador, la joven se despide de Luo y sigue su camino. La
conversación que mantienen, en ese instante, Luo y su amigo es la siguiente:
“-Se ha marchado –le dije.
-Quiere ir a una gran ciudad –me dijo-. Me ha hablado de
Balzac.
-¿Y qué?
–Me ha dicho que Balzac
le había hecho comprender algo: la belleza de una mujer es un tesoro que no
tiene precio” (189).
Esta novela me ha servido para apoyar una convicción: considerar
a la lectura (y la literatura, en particular) como un sendero hacia la libertad
pero no por ello puedo dejar de pensar que sus efectos tienen algo o mucho que
ver en quien cae, en la naturaleza de en quien cae. En Balzac y la joven costurera china cayó sobre Luo, sobre el narrador,
hijos de gente con una clara preparación intelectual pero también cayó sobre
una joven analfabeta, es decir, el receptor per se debe tener algunas
cualidades especiales que van más allá de variables externas.
Balzac y la joven costurera china es una novela bien escrita donde los temas de
la literatura, el despertar de la imaginación, del amor, el choque de lo
político que pretende coartar las libertades intelectuales son presentados con sencillez y claridad. Pero en forma
contundente. Por lo anterior, no me
extraña leer que para 2005 ya la novela fuese por su reedición duodécima.
Escrito por Libia Kancev.
Caracas, 12 de septiembre de 2014.
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