viernes, 1 de agosto de 2025

La ciudad vencida

“La familia, por penuria  o exceso, por presencia o ausencia, nos define” (116).

Hace unas horas terminé de leer la novela La ciudad vencida (2014) publicada por la editorial Libros del fuego, de la periodista y escritora venezolana (y colombiana) Yeniter Poleo.

La ciudad vencida es su primera novela y llegó a mis manos de manera azarosa. Me la prestó (¿o fue un obsequio?), mi cuñada Julie, esposa de mi hermano menor, Carlos.

Digo azarosa porque la muerte, aunque inevitable, es un acto impredecible al igual que lo es el nacimiento.

Julie y Carlos me convidaron a su casa en Bello Monte para compartir la comida favorita de Alexandra, pizza y pepsi cola. Alexandra, su hija menor (mi sobrina) tristemente fallecida el 7 de julio del año en curso.

La muerte de Alexandra (alias La Gorda, Alexa) los ha sumido –nos ha sumido a todos- en un vacío insondable que ninguna razón médica puede aliviar.

Pocas veces vi a Alexandra, nuestros contactos no pasaban de un “¡Hola!, ¡bendición tía! Y un ¡Dios te bendiga!, seguido de un abrazo y un beso en el cachete.

La última vez que recuerdo haber visto a Alexandra  fue en la fiesta del bautizo de una primita, Andrea Isabella, hija de mi prima Lorena, celebrada en Caraballeda (La Guaira) hace más de un año.

Surge y resurge en mi pensamiento la imagen de su rostro de perfil, con una semi sonrisa plagada de ternura y candidez. Así quiero recordarla.


Como tatuaje indeleble

Tu suave perfil se ha plasmado en mi memoria.

Una semi sonrisa

en un rostro tierno y cálido.

 

La lectura de La ciudad vencida, el tener el libro en mis manos, y aunque tal vez Alexandra nunca lo leyó, me hace sentir cercana su presencia, porque ella de alguna manera, estuvo físicamente cerca de él.

La ciudad vencida ha resultado, dentro de las circunstancias, una grata sorpresa. Su calidad literaria es innegable. No dejo de preguntarme por qué no había leído nada de Yeniter Poleo, ni siquiera la había escuchado nombrar.

La novela está ambientada en Caracas entre 1988 y 1992, donde resaltan dos lamentables hechos históricos ocurridos en nuestro país en las dos últimas décadas del siglo XX, cuyas causas, impacto y consecuencias  no han sido, a mi entender, explicadas en toda su extensión.

El primero fue el llamado Caracazo ocurrido el 28 de febrero de 1989, que tuvo como telón de fondo unas duras medidas económicas tomadas por el extinto presidente Carlos Andrés Pérez  (Rubio, 1922 – Miami, 2010) en su segundo mandato (1989-1993).

El Caracazo fue un estallido social caracterizado por disturbios, saqueos, destrucción de locales comerciales, etc. Aparte de la policía, las fuerzas armadas fueron llamadas para el  “control” del orden público lo que originó un considerable número de heridos y fallecidos provenientes–en particular- de los barrios pobres de la capital- que colapsaron hospitales y la morgue de Bello Monte.

Muchas personas fueron enterradas en fosas comunes sin haber sido siquiera identificadas. Las cifras oficiales fueron de 276 fallecidos pero reportes extraoficiales mencionan más de tres mil.

El otro hecho que narra La ciudad vencida, aunque en menor medida, fue el intento de golpe de Estado del 4 de febrero de 1992, liderado por el teniente coronel Hugo Chávez Frías (Barinas, 1954- Caracas, 2013) también contra el gobierno de Pérez.

Los militares, alzados en armas, fueron apresados pero después de un tiempo relativamente corto, fueron indultados en el segundo gobierno del Dr. Rafael Caldera (Yaracuy, 1916 – Caracas, 2009). Aunque el golpe fue fallido, sirvió para catapultar a Chávez F. llevándolo a la presidencia de la República en las elecciones democráticas de 1998 y, en ese sentido, también  llevó a nuestro país a lo que es hoy en día. Una Venezuela hundida en la más deplorable corrupción, miseria, con ausencia del Estado de Derecho, hundimiento de los servicios públicos, una migración brutal, etc.

Los personajes centrales de La ciudad vencida son el cronista Bernardo Guanipa (Bernard Guaní), un hombre ya cincuentón, muy cuidadoso y formal en el vestir y amante de la música de Felipe Pirela, Tito Rodríguez y otros.  Guaní era el encargado de la sección Sociedad o Fiesta del diario La Verdad.

Bernard, al trabajar en esa sección, había tenido la oportunidad de conocer a muchas personas de la “alta” sociedad caraqueña y también de la farándula. Había hecho amistades, muchas de ellas auténticas.

Por otro lado estaba la pasante asignada a la sección de Guaní, llamada Cariú.

Cabe destacar que a Bernard no le duraban las pasantes ya que se trataba de una persona muy exigente  y algo áspera  pero Cariú se lo fue ganando poco a poco aunque discrepaba de la superficialidad de los actos sociales a los que debía acudir y reseñar.

Cariú tenía 18 años, estudiaba Comunicación Social en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) por medio de una beca. Vivía en Antímano y provenía de una familia pobre formada por su mamá quien trabajaba en una oficina ubicada en las Torres de El Silencio o Torres del Centro Simón Bolívar. Era la mayor de tres hermanos: Carla (15) y Urbano (10).

Sin embargo, Cariú era una joven entusiasta, carismática, trabajadora y con muchas ganas de salir adelante y lograr mejorar su nivel de vida y el de su familia.  

Como hemos dicho, la relación entre Bernard y Cariú, inicialmente tensa, fue mejorando por la tenacidad de la muchacha y el reconocimiento que de ella Bernard va haciendo hasta convertirse en una relación de afecto y amistad.

A tanto llegó la amistad que Cariú le regaló un perrito al que Bernard llamó Marcial y al que tomó cariño a pesar de que Marcial le hacía “la vida –y su apartamento- de cuadritos” y Bernard le obsequió un pasaje para que pudiera viajar al exterior y hacer un curso de inglés.

Durante los eventos del Caracazo, Cariú desaparece en el marco de una cobertura sobre denuncias del nefasto accionar de los militares en la barriada de Petare. 

Cariú logró hacer la entrevista pero la agarró el toque de queda. En la novela se describe su encuentro con un soldado que vivía cerca de su casa y que estaba enamorado (encaprichado) de ella, no obstante, Cariú nunca le había prestado atención.  Lo narrado allí, el odio destilado por el soldado, nos hace pensar que posiblemente la asesinó por  venganza, por un profundo rencor.

Bernard busca a Cariú por hospitales, en la morgue, en el cementerio General del Sur, quedando atrapado bajo una gran tristeza y desolación. Un día se topa con Carla (¡creyó que era Cariú!) para enterarse que la familia de Cariú había hecho lo propio y que tampoco la habían hallado.

A raíz de ese encuentro, deciden realizar una protesta tanto escrita en el periódico (por supuesto que con el desconocimiento del jefe de Bernard) y con familiares de desaparecidos durante el Caracazo.  

La novela de Poleo hace una descripción bien acogedora sobre la Caracas de la década del sesenta aproximadamente y en adelante. Inevitablemente se contrasta dicha época con la degradación de la ciudad hacia finales del siglo XX. Constituye un recorrido por sus aspectos culturales en el área del teatro, de la televisión, de la música, de espacios icónicos de nuestra capital. Esta narración constituye una especie de redondeo que le da un mayor valor literario a La ciudad vencida y que moviliza recuerdos y emociones, sobre todo para los caraqueños nacidos en la década del cincuenta y del sesenta.

Bien vale la pena leerla.

 

 

Escrito y publicado por Libia Kancev D.

Caracas, 1 de agosto de 2025.