“Esta
es una historia trágica, pero que no renuncia a la esperanza, a que el coraje y
la bondad se impongan”
Isabel
Allende
El
viento conoce mi nombre (2023) es la más reciente novela
de la escritora chilena Isabel Allende
(Perú, 1942). La leí en formato digital.
Hace cerca de cuarenta
años cayó en mis manos la novela La casa
de los espíritus (1982) de Allende que me gustó mucho y que por el estilo
me hacía recordar un poco a Cien años de
soledad (1967) de Gabriel García Márquez (Colombia, 1927-México, 2014). Sucesivamente también leí De amor y de sombra (1984), Eva
Luna (1987), Cuentos de Eva Luna
(1989), El plan infinito (1991) y Paula (1994).
Posterior a estas
lecturas y estando en una librería (ya desaparecida) que se hallaba situada
cerca de mi casa, llegué a tener en mis manos, la siguiente novela de Allende
para la época, intitulada Afrodita (1997).
La ojeé pero me produjo una sensación extraña, algo así como que aquello no era literatura. No logro
explicarme por qué sentí lo que sentí. Tal vez suene muy radical pero no volví
a tener en mis manos una novela de esta autora. Literalmente mi interés por sus
novelas se desvaneció a pesar de que escuchaba, con frecuencia, sobre sus
nuevas publicaciones y el alto nivel de ventas que lograba. Según Google “(Isabel Allende)…es considerada como la escritora viva más leída
del mundo de la lengua española”.
Isabel Allende obtuvo,
en 2010, el Premio Nacional de Literatura de Chile. Con anterioridad había sido
postulada para ese premio, sin embargo, llegó a tener varios detractores, entre ellos, el excelente
(y rudo) escritor chileno, ya fallecido, Roberto Bolaño (Chile, 1953- España,
2003) quien afirmó “Me parece una mala escritora simple y llanamente, y
llamarla escritora es darle cancha. Ni siquiera creo que Isabel Allende sea
escritora, es una escribidora” (Tercera Domingo, 19 de mayo de 2002, pág. 49).
Lo anterior me sirve de
preámbulo para explicar un poco el por qué desde hace muchísimos años no había
leído, ni tenía interés en leer ninguna novela de Isabel Allende.
La lectura de El viento conoce mi nombre fue casi un
acto de azar. Buscaba algo que leer y que fuera relativamente corto y recibí,
por un excelente grupo de Whatsapp, llamado Lecturas
para reflexionar esta novela y decidí leerla.
El
viento conoce mi nombre tiene, como tema principal, el de
la migración, en especial, desde países de Centroamérica (y México) hacia los
EE.UU. Las razones de dicha migración son múltiples: pobreza, la violencia, el
tema de las pandillas, de las guerrillas... También resalta los problemas que
surgen por estos desplazamientos ilegales, sobre todo la separación de padres e
hijos que se dan (los padres son deportados a sus países) y los niños son
llevados a una especie de “hogares” de acogida hasta que su situación
migratoria quede establecida.
Esta cruel política de
separación de padres e hijos migrantes (ilegales) en los EE.UU. fue puesta en
práctica durante el gobierno de Barack Obama (2014) y en el de Donald Trump en
2018.
Al parecer, hay familias
que no vuelven a encontrarse con las consecuencias que eso conlleva. Como
agravante, la vida en esos hogares no está exenta de peligros, entre ellos, el
del abuso sexual.
Alrededor de este drama
social surgen agrupaciones de voluntariados que se encargan de representar a
los niños: trabajadores sociales, psicólogos, abogados, enfrentándose a un
sistema legal, al parecer, poco abierto a solucionar o agilizar procesos que
requieren de premura.
Dentro de los
protagonistas de El viento conoce mi
nombre se encuentran Samuel Adler cuya historia da inicio a la novela en el
año en que los nazis invaden Austria antes del inicio de la Segunda Guerra
Mundial. Un grupo de personas se encargan de sacar a muchos niños judíos hacia
Londres, entre ellos a Samuel quien tenía 5 años. Sus padres murieron en campos
de concentración nazis. Samuel pasó su infancia y su adolescencia en Londres hasta
que emigró a EE.UU., donde conoce a Nadine LeBlanc con quien se casa.
Samuel se hace músico,
afición que tenía desde niño.
Luego se narra las
experiencias de vida de Leticia Cordero quien, siendo niña, emigró con su padre
desde El Salvador a EE. UU. cuando el pueblo donde vivían fue arrasado en la
llamada Masacre de El Mozote.
Leticia llega a casarse en tres ocasiones pero sólo su último matrimonio
resultó satisfactorio aunque su esposo fallece en un accidente antes de lo cual
tienen una hija. Después Leticia se dedica a trabajar limpiando casas y una de
ellas incluía a la de Samuel Adler que, a la sazón, ya era un anciano, viudo y
vivía solo. La pandemia de la Covid 19 también ayuda a juntarlos.
Anita Díaz, una niña
salvadoreña, de 8 años, ciega, también resulta ser un personaje central. Había
llegado a EE. UU. junto a su madre Marlene Andrade (que era viuda). Marlene
había sido víctima de un intento de asesinato y por eso huyó con Anita. No
obstante, en la frontera son separadas y Marlene es deportada. Mucho después
sabemos que fue deportada erróneamente a México y que el hombre del que huía la
lleva casi secuestrada a El Salvador donde la asesina en una trama donde
murieron muchas otras mujeres.
Anita resulta ser una
niña muy particular que nunca pierde las esperanzas de volver a reunirse con su
madre aunque muestra signos de trauma
psicológico no sólo por la separación de su madre y el resto de su familia sino
también por el fallecimiento de su hermanita Claudia (3 años menor que ella),
que había fallecido en el suceso donde Anita queda ciega, aparte de que había
sufrido dos intentos de abuso sexual tanto en El Salvador como en EE. UU.
Otros personajes
incluyen a Selena Durán, una joven norteamericana pero con una bisabuela
mexicana que había emigrado a EE. UU. Selena es la encargada de tratar con
Anita y le toma mucho cariño. Establece contacto con un bufete de abogados,
conociendo a Frank Angileri que, aunque no conocía nada de leyes migratorias,
rápidamente se sensibiliza con el tema y finalmente logra que a Anita se le
conceda una visa permanente en EE. UU.
Cuando Selena y Frank
se conocieron ella tenía un noviazgo prolongado. Selena había postergado su
boda muchas veces con Milosz pero, ella y Frank se enamoran y Selena rompe su
relación con Milosz.
Las investigaciones de
Frank sobre los familiares de Anita lo llevan a saber que Leticia Cordero era
prima del difunto padre de Anita. Frank la contacta y le pregunta si puede
hacerse cargo de la niña. Leticia habla con Samuel y este accede.
Para Samuel, tener a
Anita le resulta una experiencia maravillosa, sobre todo porque nunca tuvo una
buena relación con su propia hija Camile y su nieto. También su propia
experiencia personal que implicó la separación de sus padres a muy temprana
edad, es una gran motivación para recibir a Anita. Samuel toma interés para que
Anita estudie, que aprenda música y que la niña sea evaluada por un oftalmólogo
(al final de El viento conoce mi nombre,
Anita había sido operada).
Frank y Selena siempre
se mantienen en contacto con Anita, Leticia y Samuel.
Pienso que El viento conoce mi nombre aborda un
tema importante y que, en ese sentido, cumple un objetivo como lo es dar a
conocer la situación que se vive en la frontera con los migrantes provenientes
de Centroamérica (y de México), la política que tuvo EE. UU. de separar a padres
e hijos, las consecuencias psicológicas y sociales que eso implica, el tema del
voluntariado que hace lo posible por ayudar a solventar la situación de muchos
niños.
Recordando un poco la
opinión que Roberto Bolaño emitió en 2002 sobre Isabel Allende, creo que hay
literaturas de literaturas, diversos tipos de escritores, al igual como los hay
de lectores. Después de años sin leer nada de Isabel Allende puedo decir que
esta novela me resultó satisfactoria y que me ha hecho reflexionar que la
literatura sirve para abrir espacios, no para cerrarlos.
Escrito y publicado por Libia Kancev D.
Caracas, 11 de julio de 2023