A Gabriela Kizer
La llegada a nuestras manos de algún texto literario –con independencia de su género – puede darse por diversos caminos.
La llegada a nuestras manos de algún texto literario –con independencia de su género – puede darse por diversos caminos.
Hace un tiempo,
escuchando una clase de una experimentada profesora de la Escuela de Artes de
la Universidad Central de Venezuela (UCV) de Introducción a la literatura,
motivada, en esencia, por saber cuáles eran sus planteamientos sobre la poesía
y el cuento, hizo mención a una novela corta del gran Honoré de Balzac (1799-1850)
intitulada La obra maestra desconocida.
Ese hecho, esa sola referencia me hizo buscarla y leerla.
La
obra maestra…trata sobre el encuentro de tres
pintores que, según entendemos, al menos dos de ellos existieron en la vida
real: Françoise Porbus (1569-1622) y Nicolás Poussin (1594-1665). El tercero, un
anciano ya, también era maestro de pintura, discípulo de Mabuse, cuyo nombre real
fue Jan Gossart (1478-1532). El punto central se refiere a la naturaleza del
arte de pintar, a la naturaleza del arte en general exponiendo que dicha
naturaleza puede rayar con los límites de la locura al querer insuflarle a la
obra de arte toda el alma del pintor. Casi como plantear que el artista y, toda
su vida, debe darse por entero a su obra de tal manera que, literalmente, la
haga viva, que, al verla, no tenga una apariencia de vida sino la vida misma.
Tenemos un texto
ambientado a finales de 1612, en París. Se presenta un encuentro entre
Frenhofer (el maestro), Porbus y Poussin que a la sazón tendría unos dieciocho
años. Frenhofer critica una obra de Porbus aduciendo que le falta vida y que solo
él sabe cómo infundírsela a la María
Egipciaca de Porbus que también había pintado un retrato de Enrique IV y al
que María de Médicis había dejado por Rubens. A Poussin, que apenas iniciaba su
carrera como pintor, le parecía extraordinaria pero Frenhofer les dice que no
es así.
Afirma Frenhofer
Tu
buena mujer no está mal hecha, pero no tiene vida. ¡Ustedes creen haber hecho
todo en cuanto han dibujado correctamente una figura y puesto cada cosa en su
sitio según las leyes de la anatomía! [con ello] creen haber copiado la
naturaleza, creen ser pintores y haber robado su secreto a Dios!...¡Prrr! ¡Para
ser un gran poeta no basta conocer a fondo la sintaxis y no cometer errores de
lenguaje! Mira tú santa Porbus. A primera vista parece admirable; pero en una
segunda ojeada se percibe que está pegada al fondo de la tela y que no se
podría rodear su cuerpo…es una imagen incapaz de volverse o de cambiar de
posición: faltan el espacio y la profundidad… (10).
Por otra parte, Poussin
tenía una hermosa amante, Gillette, en verdad la amaba y ella a él. Poussin le
pide posar para Frenhofer y Gillette dilucida que esto podría poner en riesgo
su amor a pesar de lo cual, dolida, accede.
Por otro lado,
Frenhofer, tenía más de diez años pintando un retrato de mujer, la Belle Noiseuse a la que le había
puesto el nombre de Catherine Lescault. Nadie
había visto la pintura. Según las palabras muy excitadas de Frenhofer era un
ser vivo, su propia mujer, su amante. Se plantea la posibilidad de que Gillette
pudiera ser más hermosa que el retrato. Porbus y Poussin quieren ver el retrato
de Frenhofer. Este accede después de haber visto a Gillette convencido de que “su
mujer” es perfecta y de que ahora sí puede mostrarlo. En una mirada inicial, ni
Porbus ni Poussin ven nada en el lienzo, luego
-Estamos
en un error, ¡mire!... –continuó Porbus. Al acercarse percibieron, en una
esquina del lienzo, el extremo de un pie desnudo que salía de ese caos de
colores, de matices indecisos, de aquella especie de bruma sin forma; un pie
delicioso, ¡un pie vivo! Quedaron petrificados de admiración ante ese fragmento
librado de una increíble, de una lenta y progresiva destrucción. Aquel pie
aparecía allí como el torso de alguna Venus de mármol de Paros que surgiera
entre los escombros de una ciudad incendiada. -¡Hay una mujer ahí debajo! –exclamó
Porbus señalando a Poussin las capas de colores que el viejo pintor había
superpuesto sucesivamente, creyendo perfeccionar su obra. Los dos pintores se
volvieron espontáneamente hacia Frenhofer, empezando a comprender, aunque
vagamente, el éxtasis en que vivía. –Lo ha hecho de buena fe – dijo Porbus. –Sí
amigo mío –respondió el anciano, desvelándose- hace falta la fe, fe en el arte,
y vivir durante mucho tiempo con la propia obra, para poder realizar semejante
creación (38-39).
Al final, Frenhofer,
ante esa vida entregada al arte rozando la utopía del “arte vivo” se suicida no
sin antes incendiar todos los maravillosos cuadros que tenía en su taller.
La
obra maestra…está sustentada en elucubraciones
estéticas y mitológicas para explicar la concepción del arte de Balzac, el cual
pone en boca de Frenhofer diversas consideraciones sobre la belleza y la
pintura aunadas al recurso de la mitología, entre las que se encuentran la
mención de Proteo, de Pigmalión, de Orfeo y otras.
Retomando lo expuesto
en los dos primeros párrafos de este escrito, agrego que la profesora Kizer, la
experimentada profesora a la que me referí,
también hizo alusión a un texto de Carl Gustav Jung titulado “El poeta”
que nos permitiría explicar la “personalidad como hombre” y la “personalidad
como artista” del personaje de Frenhofer.
No dejo de pensar que
si bien fue un azar que escuchara aquella clase, no creo que haya sido producto
del azar el hecho de que buscara estos textos, mencionados colateralmente en
una clase de Introducción a la literatura, un día cualquiera de este año 2016
en un aula de nuestra querida UCV y que ahora cientos de interrogantes sobre
los temas expuestos pululen en mi mente. Creo que esa es la finalidad de la
literatura.
Texto citado
Balzac. Honorato de. La obra maestra desconocida. Ediciones
del Sur. Córdova. Argentina. 2005. Pp. 6-41.
Escrito y publicado por Libia Kancev.
Caracas, 3 de diciembre de 2016.
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