sábado, 23 de agosto de 2014

El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas. H. Murakami

Haruki Murakami 

Empiezo a escribir esta reseña sobre el libro más reciente que ha llegado a mis manos del japonés Haruri Murakami (Japón, 1949), aún antes de haber concluido su lectura. Voy por la página 515 y no sé exactamente cuántas me faltan para “terminarla”. Esto de terminarla es un decir porque cuando una novela me ha gustado o ha tocado fondo en mí, con frecuencia la recuerdo, toda ella o alguna (s) de las historias que incluyen. Porque una de las características de la prosa de Murakami es que sus novelas contienen muchas otras historias que, perse, podrían ser base para otras novelas, cuentos y/o relatos. De aquí que no es extraño que las primeras tiendan a sobrepasar, con facilidad, las seiscientas páginas.

Vale destacar que el abordaje de lo ficcional en Murakami fue un elemento que inicialmente me causó cierto rechazo pues el género de ciencia ficción nunca ha sido mi fuerte. Me ocurrió, claramente, con la primera novela que leí de él, Kafka en la orilla (2002) pero algo me hizo continuar su lectura hasta que no pude más que concluir que se trataba de una muy buena, agradable y gentil novela.

El fin del mundo  y un despiadado país de las  maravillas (1985) es el título que me ocupa. Se trata de una especie de narración en paralelo, dos novelas, con un protagonista principal. Dos historias que, hasta ahora, van convergiendo  para intentar decirnos si podemos escapar de este mundo donde reinan sentimientos tan opuestos, donde existe la muerte, debido a que tenemos corazón, a otro mundo cerrado, donde no existe la maldad, donde la inmortalidad es una realidad, donde siempre hay paz.

El libro tiene 40 capítulos intercalados, comenzando por  El despiadado país de las maravillas que vendría a ser el mundo “real”. Y no tan real porque la ficción se hace presente, como en otros títulos de Murakami: en ese mundo existen: El Sistema, La Factoría, los calculadores (el protagonista es uno de ellos), los semióticos, los tinieblos (seres malignos que habitan en el subterráneo de Tokio y que se hallan en lucha explícita e implícita por el dominio del mundo del cálculo, de las computadoras y de los secretos que ellos permiten albergar).

A su vez, cada capítulo tiene subtítulos que nos permiten mantener el hilo (los hilos) de la narración.
El fin del mundo vendría a ser el nombre de ese mundo cerrado por una muralla, rodeado por un tupido bosque en el que reina la paz, la armonía, donde la gente trabaja por gusto, donde hay un lector de viejos sueños (el protagonista), pero, los habitantes no tienen corazón en el sentido que no tienen esperanzas, ni dudas, ni maldades sino que viven allí porque así es y punto.

En El fin del mundo hay unos animales particulares a los que siempre parecen rodear historias de tristezas, animales que no responden a las leyes de la supervivencia y que están destinados a guardar en sus cráneos los viejos sueños de las personas que llegan provenientes del despiadado país y que hace que sus recuerdos y vivencias en ese mundo se desvanezcan absolutamente para que el “nuevo ser” se adapte al fin del mundo. Esos animales son los unicornios. Nos enteramos así que “…hay dos tipos de unicornio. El primero pertenece a Europa occidental y surgió en un rincón de Grecia. El otro es el unicornio chino. Entre ambos hay grandes diferencias, tanto formales como en lo que respecta a la concepción que la gente tenía de ellos. El unicornio griego y latino, `…semejante por el cuerpo al caballo, por la cabeza al ciervo, por las patas al elefante, por la cola al jabalí. Su mugido es grave; un largo y negro cuerno se eleva en medio de su frente. Se niega a ser apresado vivo`.

Por otra parte, el unicornio chino ´Tiene cuerpo de ciervo…cola de buey y cascos de caballo. El cuerno que le crece en la frente está hecho de carne; el pelaje del lomo es de cinco colores entreverados; el del vientre es pardo o amarillo´… [los unicornios] occidentales eran considerados agresivos y feroces, mientras que “…el unicornio chino es un animal sagrado y de buen agüero” (141-3).

En esta descripción de los unicornios se establece una intertextualidad con El libro de los seres imaginarios  (1957) de Borges. También otras que, seguramente, forman parte de las influencias narrativas de Murakami, tales como: Rojo y Negro de Stendhal, Los hermanos Karamazov de Dostoievski, Los chuanes de Balzac, Lord Jim de Conrad, El tercer hombre de Cotten y  Salinger.

En esta novela hay temas que son muy comunes a la prosa de Murakami: la soledad, el cine,  la música, en especial la de Bob Dylan.

El Fin del mundo y un despiadado país de las maravillas, novela definitivamente  ficcional, tiene la particularidad de que a través de esa ficción podemos establecer analogías y reflexiones con muchos aspectos de nuestra realidad real, me refiero a las vivencias cotidianas ensambladas a los sentimientos que experimentamos en el diario vivir.

El tema de la experimentación con humanos, el de la conciencia (y su núcleo), el de la lucha entre los hombres por ese control, son todos argumentos que aborda Murakami con una singularidad que hace que ésta sea una novela muy recomendable, en especial, para quienes puedan leerla durante un período vacacional, de serenidad y de relajación.

Como escribí en los inicios, no he concluido la lectura de El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas, así que dejaré este escrito hasta aquí hasta que lo haga.

Otro día... retomo la lectura de los capítulos finales de El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas. Imagino un final que no es, pues creo que el hombre que viene a ser el protagonista de las dos novelas paralelas, método utilizado por Murakami como forma de contar esta historia, opta por quedarse en el país o ciudad amurallada, donde todo es paz y sus habitantes han perdido su corazón. Mundo antinatural (en relación al mundo que conocemos) y donde la inmortalidad es la norma como ya lo dijimos con anterioridad.  El científico que produce cambios en el cerebro del protagonista y que le explica que irá a otro mundo, le dice: "No hay por qué temer nada, ¿comprende? No se trata de la muerte. Es la vida eterna. Y en ella usted podrá ser, finalmente, usted mismo. Comparado con aquél, este mundo no es más que un falso espejismo, no lo olvide" (440). 

Mi sorpresa tiene que ver con que parecía que ya había decidido irse al mundo de donde provenía, en conjunto con su sombra, de la cual había sido separado al llegar al fin del mundo.
La sombra, había elaborado un plan para escapar y que regresaran a su mundo anterior, pero, en el último instante, el protagonista decide quedarse y la sombra se va, lanzándose al lago que, según su análisis era el único lugar para escapar de allí.  De alguna manera, el final parece lógico, pues en el despiadado país de las maravillas, el protagonista se prepara, efectivamente, para salir de allí e irse a ese mundo amurallado que tiene como destino.

Hay un punto que no podemos dejar de mencionar. En el último diálogo que mantienen el protagonista y su sombra, cuando el primero le dice a su sombra que no se irá, la sombra contesta que, de alguna manera lo entiende porque ese mundo, el fin del mundo, en apariencia maravilloso, ha sido creado por el mismo, por su propia conciencia  para vivir en paz y de acuerdo a su personal visión del mundo.

Texto citado:

Murakami, H. El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas. Editorial Maxl Tusquets. México, 2009.




Escrito por: Libia Kancev D.


Caracas, 23 de agosto de 2014.



1 comentario:

  1. Buen día,

    He leído algunas obras de Murakami y me han parecido excelente, he buscado este libro y no he podido conseguirlo por ninguna parte y con todo el problema de la crisis actual pues mas difícil lo tengo. ¿Sabrás de alguna parte o de alguien que se interese en vender este libro en fisico? Gracias y felicitaciones por la reseña.

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