lunes, 15 de abril de 2013

NARRATIVA VENEZOLANA DEL SIGLO XXI: Otros relatos de Enza García Arreaza

Enza García Arreaza 




“Ya encontré el amor, ergo, ya encontré el sufrimiento. Creo que nunca voy a curarme”

“Pensar dolía más que nada”

“A  tu edad deberías saber que la noche no admite máscaras”

“Los sentimientos, en su forma más íntima, son mudos y universales”

“Los alaridos desgarraban las estrellas y las lágrimas de todo el universo estaban allí”

“Siempre queda una pregunta triste por dentro”

Cállate poco a poco (2007) de Enza García Arreaza (Puerto La Cruz, 1987), se trata de un conjunto de relatos de esta joven escritora venezolana que ya tiene varios premios literarios en su haber.

Con Cállate poco a poco, Arreaza gana el V Concurso para autores inéditos de Monte Ávila Editores. 

Haremos un pequeño resumen de cada uno de los relatos, destacando un elemento, cuando se presente, que ha llamado nuestra atención desde que leímos el anterior libro de relatos de Arreaza. Se trata de El bosque de los Abedules (2010) y que tiene que ver con cierta postura que denota una “posición” de rechazo, crítica brutal o, simplemente “borrada por ausencia”, de la figura materna, también un realce de la figura paterna. 

Dicho tema, cuyo interés surgió en el marco de un seminario sobre “feminismo”, nos parece que merece un análisis. Aún así, queremos señalar que la temática abordada por Arreaza tiene otros puntos de interés como lo social y lo político que sacude a nuestro país en la actualidad. Es palmario que Arreaza no muestra indiferencia ante los mismos.

Ahora bien, entendemos que hacer resúmenes de un cuento, relato, novela, etc., puede parecer a algunos, sin importancia. No obstante, el índice de lectura en Venezuela (que no hay índices) es, según se afirma, bajo. Por lo tanto, una sinopsis para algo podría servir… Pero no se trata sólo de eso sino que se  intenta un análisis, se trata de obtener las diversas aristas a las que el texto pueda conducirnos.

Empecemos, entonces con:

“Ángeles goliardos”. Epígrafe del Carmina Burana. Narra la historia de la relación de una joven y un hombre mucho mayor: Isabel y Adriano. Isabel le cuenta –en un bar- sus antecedentes masturbatorios y su gusto, desde muy pequeña, por hombres de mayor edad, pero, aunque Adriano parecía amarla  tenía otra relación y, en un momento que éste va al baño y que su teléfono vuelve a repicar -Isabel sabe de quién se trataba-, decide marcharse “Por eso prefirió pararse antes de que Adriano regresara a la mesa. Quería llegar sola a su casa para mirar cómo la basílica adusta [“que vigila el horizonte frente a su casa” (5)] permanecía indiferente a los juegos de la fortuna” (12).

El relato muestra intertextualidad, como en otros de Arreaza, más notable aún en El bosque de los Abedules. El tema de relaciones íntimas entre una niña y un adulto no es infrecuente en esta autora como tampoco el de las relaciones incestuosas.

El tema de la crítica hacia la madre, hacia otras mujeres también está presente “”…maldice a su mejor amiga…y a su madre, que una vez le rompió la frente tratando de lastimar al padre” (5).

“La gente que vive al lado”. Con epígrafe de Nietzsche que optamos por citar: No existen fenómenos morales sino explicaciones morales a los fenómenos.

Este relato es la historia de relaciones incestuosas que se repiten. El narrador es omnisciente. Una joven, Camila, había sido violada en la infancia por su padre (Damián). Ese acto había sido sorprendido por un joven, llamado Enrique, quien agredió a Damián por su conducta. Años después, tenemos a la joven Camila, neurótica y con la tristeza siempre a flor de piel, con 20 años, viviendo en un apartamento con Enrique que tenía como 40 y hacia un doctorado. La joven estaba enamorada de él y él también aunque éste evitaba tener contacto con ella pero, más temprano que tarde, mantenían relaciones sexuales. Podríamos afirmar que Camila y Enrique se amaban. Luego, nos enteramos que eran hermanos. Enrique, dominado por la amenaza de la vejez,  le dice a Camila “Has tenido razón todo el tiempo. –¿En qué? [preguntó Camila]…-En el olvido, Camila. Es hora de olvidar que somos hermanos…” (22).

Por otra parte, se nos dice que la madre había muerto cuando Camila era una niña y otro aspecto es que, ante la violación del padre “Camila no recuerda haber sentido rencor,…” (15).

“Pausa entre fotografías”. En siete líneas, Enza García, nos describe la terrible tristeza de una niña por la que nadie se preocupa. La niña deja “rodar su cabeza, la pisoteó hasta que la vio rota y ya las lágrimas no pudieron recordarle cuál era su nombre” (23).

“Dios no trabaja de noche”. Con un sentido epígrafe de Truman Capote. Este texto nos narra la experiencia de una mujer abandonada por su esposo (quien se va con una mujer más joven “una alumna de la universidad” (26)). En su desolación, empieza a actuar, literalmente, como una prostituta. En realidad, pensaba en suicidarse. Una noche fracasada “-Me han rechazado dos veces en lo que va de noche…” (26) entra a un bar donde conversa con el dueño, inmediatamente éste la ve como candidata para trabajar allí. El dueño del bar es gay y estaba pasando por el duelo de un abandono. De pronto, entra en el bar un hombre a quien el dueño describe como la persona con quien pretende sustituir a su anterior amor. Resulta que se trataba del esposo de la mujer. Finalmente la mujer se suicida de un balazo “Se paró y atravesó el salón corroído por una luz fermentada,…Caminó hacia la autopista, en realidad, no era un lugar tan secreto como se dijo al principio. Pidió la cola. Desde lo alto de la montaña se escuchó el disparo…” (29).

El tema de la madre de la protagonista surge aquí nuevamente “-NADIE SE PREOCUPA por los demás. ¿O cómo explicas que tú mamá te rematara a golpes cuando algún marido la dejaba?...” (25)

“Disidencia”. En nombre de las que no han podido decir nada. Ya este epígrafe que parece personal nos advierte una denuncia y, en ese sentido, una forma de defensa (propia) o de otras.
La historia se desarrolla en Puerto La Cruz. Una familia pobre: la madre, Maira; Luis (11 años), Yuli (9 años) y Yeni (6 años). Luis tiene diarrea y “Le dolía la barriga con un contundente frío que le limaba los huesos” (31).  La pareja de Maira, Omar (¿padre o padrastro de sus hijos?) no está en “casa”. La madre debe llevar a Luis al ambulatorio más cercano pero tiene miedo,  sabe “que a esas horas [once y media de la noche] los choros no perdonan ni recuerdan que alguna vez tuvieron una madre. Y no tiene plata y también hace frío” (31), además, teme dejar solas a sus dos menores hijas, sin embargo, no tiene alternativa “Acuesta a las niñas, las besa, no siempre las besa pero había que hacerlo, y cierra con llave la puerta del rancho…Corre con Luis hacia el ambulatorio, a ver si lo atienden en la taguara esa que tienen por ambulatorio en el barrio” (32).

Pero la historia trata, especialmente, sobre las niñas que se han quedado dormidas. Al poco tiempo, José, de 26 años entra por el techo al rancho. Lastimosamente, “Maira lo había advertido cuando salió con Luis y no le gustó la casualidad. Es como quien ve una culebra cerca de un pollito” (33).

José viola a Yuli “Le abre las piernas y la encaja en su miembro inflamado y la agita muy, muy rápido. Yuli no puede sino gritar, la garganta se ha liberado…” (33). José se fue como si nada. Luego, “Un hospital, una operación, suturas, sopas. Yuli no podría tener hijos” (34). A los pocos días, los vecinos hallaron a José, lo lincharon y tiraron su cuerpo a una quebrada.

La narradora nos “comenta” que la misma mañana de los hechos, Maira había quedado preñada del dueño del abasto, es decir, tuvo otra hija, Yorgeliz. Cinco años después, es Yeni quien tiene diarrea. Maira le pide a Yuli que cuide a su hermanita para, finalmente, describirnos una escena donde Yuli, le mete los dedos en el ano a su hermanita “Eso le causaba gracia a Yuli. Tenía que ver con un sueño que siempre tenía donde un tornillo se empeñaba en entrar a la fuerza en una tuerca que era mucho más chiquita” (35). Imagino a cualquier psicólogo(a), o psiquiatra explicando las razones del acto de Yuli o de su sueño, aunque la niña (ya adolescente) jamás tenga la opción de ser vista o tratada eficazmente por alguno de ellos.

Este relato no carece de otros elementos: sociales (pobreza, ignorancia), también de acerva crítica política. Definitivamente, denuncia En nombre de las que no han podido decir nada.

“Aquellas fotos de enero”. Con epígrafe de Pedro Salinas. Tres páginas resultan más que suficientes para mostrarnos la calidad de la escritura de García Arreaza: Una joven (menos joven) recuerda su primera experiencia sexual (y, tal vez, su primer y gran amor): “LA SANGRE corrió por mis piernas” (37). Relato potente, lleno de sensibilidad. El hombre con quien compartió la experiencia la trató con dulzura, limpió sus piernas y ella desea recordar “si besó mi vientre, pero tal vez no lo hizo, sólo me limpió despacio, con la sabia paciencia con la que una madre asea a un hijo” (39). El recuerdo no es fugaz sino que parece reiterarse y siempre con profundidad. Concluye el relato haciéndonos saber la narradora que, el hombre estaba sentado en un banco en la plaza frente a la vivienda donde ella vivía: “Es que solía ser un muchacho con bastantes tácticas, por eso no sé qué hace allí entre las hojas moribundas sobre un banco de concreto, mirando hacia mí” (39).

En “Cállate poco a poco”, (con epígrafe de Federico Vegas) se nos ofrece la historia de una joven adolescente, Juliana, que vive con su madre Luzmila (quien asistía a una Iglesia Evangélica) y su padrastro Pastor (alcohólico e infiel a Luzmila). La joven “sufre” los embates propios de la adolescencia, entre ello, el del deseo sexual, en este caso estimulado por un hombre mucho mayor que ella, llamado Roberto Zuloaga que “vivía en el edificio de al lado” (41). Roberto es “Desempleado del sector universitario…es de esa clase de hombres que no puede adecuarse a la logia de la academia…y cree que todo el mundo se reduce a una estupidez que trabaja despacio por la continuidad impenitente de la Historia” (41). Él se siente fuertemente atraído por Juliana. Ella tiene miedo del dolor que el acto sexual puede acarrearle (además no quiere que le pase como a su madre, madre soltera) pero, un día, Roberto la invita a su apartamento y el intento de hacer el amor se quedó sólo en intento pues ella estaba tensa y él, por su parte, no tuvo erección. Juliana se levantó de la cama, se vistió “y le dijo con una risita burlona que quizás ya estaba muy viejo para esas cosas” (49).

“Cállate poco a poco” tiene, varios elementos interesantes de analizar, sin embargo, hay uno que queremos destacar: se trata de la “forma” como Juliana se refiere a su madre: “Juliana sólo puede sentir pena por su mamá: lo único que hace, además de cocinar y dejarse rellenar como un pavo en diciembre, es…” (41). Otra cita: “Ella necesitaba respuestas. Quería entender a su madre, que era muy distinta por la noche, cuando a Pastor le daba por dormir en casa, entender a las mujeres de la televisión que ganaban el amor de todos con un par de tetas nuevas,…” (44).

Este tema, la crítica a la madre y  a las mujeres en general no es nuevo en los libros de García Arreaza. En un planteamiento muy simple, podríamos decir que la autora “refleja” su malestar constante sobre el comportamiento pasivo de las mujeres ante una sociedad notoriamente patriarcal.

“Jaula para felinos”. Relato de reflexión de una joven que pasa años de amante con un hombre casado. Comienza con la expresión “ODIO ESPERAR” para, de seguida, pasar a enumerar todo lo que Javier, el amante, la ha hecho esperar “Creo que envejecí más de diez años siendo su mujer…Tener veinte años para dedicárselos al primer ejecutivo güevón que me llevó a pasear, lejos de ser una victoria inconfundible, me condenaba al exilio. En mi casa no me querían: Aquí no se reciben putas” (51). Luego, la mujer lo dejó y en su casa la aceptaron los días de Navidad pero sin derecho a recibir regalos.

“Bailando en el agua”. En este relato, un hombre llamado Javier, recién viudo, escribe un texto –en su última tarde-  sobre una niña-joven llamada Edith Gilson que, a los tres días de nacida queda huérfana de madre, la cual se suicidó. La niña, bajo la tutela del abuelo materno que la maltrataba, vive en una casa, donde  hay una puerta cerrada, y de donde procede una voz que le pide auxilio.

La niña guarda, en secreto, una foto del padre (Ezra Sonnenchine) que era judío y sueña con que él  vendrá a buscarla. Lo disculpa por no haber estado con su madre “Sé que no lo hiciste a propósito… [pero] ojalá no me hubieras dejado aquí” (54). Piensa que seguramente nunca supo que había dejado embarazada a su madre. En un tiempo que el abuelo sale de viaje, la niña decide entrar al cuarto misterioso y descubre que su abuelo tenía un nombre falso y que realmente era alemán y nazi. El descubrimiento fue muy impactante pero Edith no lo reveló sino años después a Javier, nunca a su abuelo. Recordemos que es él quien escribe la historia. Al final de la narración, el abuelo se suicida al encontrar la foto que Edith tenía de su padre. El abuelo llegó a decir que “otra vez ese maldito judío le había robado el amor” (60). Javier, el narrador, también se suicida y piensa que Edith no podrá impedir que él se corte las venas “mientras escribo para mí mismo el final de la última historia que me contó: Edith mandó a incinerar el cuerpo de André (el abuelo) y echo las cenizas en la poceta” (60).

En realidad, “Bailando en el agua”, junta dos momentos o dos historias, la de Edith y su abuelo y la del propio Javier. Hemos dicho que Javier era viudo, tal vez era viudo de Edith.
Señalamos que, otra vez, aparece una madre ausente, muerte por suicidio. La figura del padre es valorada.

“Ratones en el Ling Nam”. La autora dedica el texto a Rodrigo Blanco Calderón. Agrega: Aunque después digan de mí lo que dicen de él.

Relata un encuentro con Rodrigo “Sólo digo que Rodrigo estaba allí en la mesa pero con  los sentidos en otra parte, tal vez disertando sobre el futuro de todos nosotros. O escuchando a los ratones que también tienen sacramentos, a los kamikazes que aman el producto lácteo y el sopor de correr entre la gente, a sabiendas de que los odian” (61-62). La narradora señala que Rodrigo se fue y ella no pudo decirle que se había robado su pregunta robada, (tomó la servilleta donde este la había escrito). La pregunta era”¿Qué hay detrás de la ventana? (61). Al final, la autora señala algo que podría formar parte de su “arte de escribir prosa” “Suelen pasarme muy pocas cosas vivas para contar, por eso voy cazando las migajas de las carretas que van pasando frente a mí”. Quedé triste. (62).

“Los da(r)dos de la ninfa”

La narradora nos cuenta sobre Adriana, una compañera de estudios que ella fue la única en aceptar. Adriana tenía como única reminiscencia infantil, haber visto un cadáver a los cinco años. La joven consumía drogas y lucía perdida muchas veces. Este relato nos parece un tanto extraño, tal vez muy cargado de filosofía sobre la vida de la juventud inmersa en desesperanza.
Hay en él, menciones despiadadas a la madre de Adriana por parte de ella misma. También connotaciones políticas.

“El mar es un misterio”. Con epígrafe de la extraordinaria escritora brasileña Clarice Lispector. Texto corto que condensa un drama familiar, producto de X cantidad de motivos de todo orden (para no escribir: sociales, culturales, económicos, políticos, etc, etc, etc.). Un papá, Luis, sabe que su hija de dieciséis años se irá con un hombre llamado Ronny, un “maldito cara e`verga” (71). La joven ya se había hecho un par de abortos “a pesar de que temía dormir en lo oscuro” (71).

Ronny la va a buscar y la joven accede, regresando en la noche por sus pertenencias. El padre hace lo posible por impedirlo, le dice “Ese hombre es malo…Ese hombre te va a joder la vida” (72). La joven se enardece contra su padre y Ronny se va pero sólo el tiempo suficiente para ir a buscar a un compinche apodado el Vitico. Ronny le dice a la joven que se monte en la moto “y cuando quiso mirar por última vez a su padre…el Vitico desenfundó siete balazos en la voz que no tuvo tiempo de repetir `ese hombre te va a joder la vida`” (72).  ¿Qué pensó la joven en ese instante?. Nunca lo sabremos.


Textos citados

García Arreaza, E. Cállate poco a poco. Monte Ávila Editores Latinoamericana. Caracas. 2007.


Por Libia Kancev D.

Caracas, 15 de abril de 2013.

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